Dicen los antiguos escritos que llegará un tiempo en el que el mundo se convertirá en un lugar imposible para vivir. Dicen que el terror, la muerte, el hambre, la enfermedad, tomarán la tierra y a sus habitantes, porque estos no habrán sabido administrar sus riquezas ni convivir en paz en un espacio que les fue prestado para que experimentaran y evolucionaran.
Dicen los antiguos escritos que en ese tiempo sólo un número reducido de seres humanos vivirán en paz y armonía en medio del caos y de la destrucción. Y será así porque no se habrán apartado de las enseñanzas vertidas a través del tiempo por los enviados del Uno, del Creador, de la Mente que dirige los destinos del planeta y de la humanidad.
Y este reducido número de seres humanos se distinguirán de los demás porque sus mentes estarán claras sobre las razones de los acontecimientos, porque conocerán el porqué y el para qué de tanta destrucción, de tanto dolor, porque en sus miradas brillará la chispa de la sabiduría y en sus rostros se dibujará la sonrisa de quien vive la alegría de saberse en el camino señalado, aunque también vivirán la tristeza de ver que nada pueden hacer por los que sufren porque sus oídos estarán tapados y sus ojos cerrados a la realidad de lo que está ocurriendo.
Serán el principio de una nueva raza cósmica que surgirá del parto doloroso de la Madre Tierra.
Estos humanos no pertenecerán a ninguna religión en concreto, porque asistirán al derrumbamiento de las religiones. Tampoco serán de ninguna creencia específica, ideología, raza o filosofía de vida. Serán simplemente seres humanos que hayan nacido a una conciencia cósmica, que hayan comprendido el propósito del Creador, que vivirán la unidad entre ellos y con la Madre Tierra como exponente del Amor que un día el Hijo dejó como enseñanza a toda la humanidad, pero que muy pocos aprovecharon.
Serán el principio de una nueva raza cósmica que surgirá del parto doloroso de la Madre Tierra, una raza que recuperará la conexión con otras razas que desde el principio de los tiempos velaron por el desarrollo y progresión de esta humanidad.
Y el tiempo anunciado por los antiguos escritos está en marcha. El caos y la destrucción avanzan cada día entre el aparente vivir despreocupado de los hombres. La inconsciencia de la mayoría contrasta con la voz de alarma de los pocos que ven cómo el planeta entero está a punto de experimentar la mayor convulsión de su historia. Los contrastes entre los habitantes del planeta y su calidad de vida son cada día más pronunciados. Una mecha se ha encendido y avanza firme y decidida hacia la explosión definitiva.
Muchos se creerán, en los tiempos señalados, que están exentos de vivir pruebas, que sus creencias les salvarán, pero nadie, absolutamente nadie, se librará de ser probado.
El caos ha abierto las puertas de su ley, de su justicia, y con ello ha marcado el tiempo de los tiempos, la hora del examen para todos, porque nadie existe ya que no sepa lo que debe hacer, que no conozca la diferencia entre el bien y el mal, entre el amor y el egoísmo, entre el sendero hacia la vida y el camino hacia la muerte.
Muchos se creerán, en los tiempos señalados, que están exentos de vivir pruebas, que sus creencias les salvarán, pero nadie, absolutamente nadie, se librará de ser probado, porque el futuro que está soñado por el Uno, para quienes sigan su sendero, es inimaginable, pero hay que ganarlo, hay que merecerlo.
Y dicen los antiguos escritos que sólo aquellos que «mueran» a sí mismos podrán renacer de nuevo y participar del futuro. Pero no se trata de una muerte física, sino de un «morir» al apego, al egoísmo, a la limitación, a la envidia, al miedo, al rencor, al odio, al fanatismo… a todo aquello que no tiene nada que ver con la pureza interna de cada criatura, porque todos los hombres y mujeres de este planeta, de esta humanidad, son Hijos del Uno, del Poder y también de la Madre, de la Fuerza. Y sólo esos dos principios serán reconocidos en la hora del examen final.
Los antiguos escritos hablan de estos tiempos. Las señales son evidentes. Los signos son claros.
Cada uno que decida lo más conveniente. Cada uno posee la libertad de elección. Cada uno que asuma su soledad.
«Quien tenga ojos que vea, quien tenga oídos que oiga».
Los antiguos escritos hablan de estos tiempos. Las señales son evidentes. Los signos son claros.
Pero todo esto que acabas de leer no es nada nuevo, nada que no esté al alcance de cualquier persona que, simplemente, sienta curiosidad por la situación que está viviendo el planeta.
Y ahora, a diferencia de hace unos años, no se puede decir que esa forma de ver las cosas es propia de personas perturbadas, enfermas, que están abonadas al catastrofismo, porque toda la energía que se utilizó para desacreditarlas, incluyendo a gran parte de los científicos, ahora se ha vuelto en contra, porque las evidencias son tan claras que ya son mayoría los científicos que están dando la voz de alarma e, incluso, que están diciendo que la situación es irreversible.
Además, todo lo expresado al principio sobre los tiempos que ya vivimos no es nada inventado, nada que no pueda comprobar cada uno a poco que se moleste en echar un vistazo a la Biblia, por ejemplo, y a otros textos sagrados de otras religiones o culturas.
Todo está anunciado, todo está dicho, pero se prefiere ignorar lo evidente, bien por miedo bien por la actitud de aquellos que se alimentan de la ignorancia y siguen a los que a la vez les están explotando y dándoles las migajas de sus mesas rebosantes de comida y de soberbia.
Si tenemos en cuenta la proporción de aquellos que están viviendo las consecuencias de las políticas de los poderosos, podíamos decir que la inmensa mayoría de la humanidad está invocando el cambio, está deseando que lo anunciado en el pasado sobre estos tiempos se cumpla ya, y que la Justicia Superior actúe para colocar las cosas en su sitio, porque este planeta y todo lo que en él existe es de todos y para todos.
Todo está anunciado, todo está dicho, pero se prefiere ignorar lo evidente, bien por miedo bien por la actitud de aquellos que se alimentan de la ignorancia.
Es fácil desacreditar y negar todas las evidencias de lo que ya está sucediendo cuando tienes la barriga llena y estás rodeado de todas las comodidades que se te antojan, pero el futuro va de unidad, de compartir, de pensar en los demás y de cuidar la Tierra, porque es la madre que nos ayuda a todos, que nos protege y que nos conduce al futuro anunciado por aquellos escogidos para hacerlo.
En cualquier caso ahora son los hechos los que están por encima de las palabras, ahora es imposible convencer con mentiras porque todo está a la vista, aunque siempre existirán los que no quieren ver, los que prefieren vivir en la ignorancia, porque su objetivo es la “felicidad” no la realidad.
Felicidad, que palabra tan extraña y tan falsa, y que estupidez desearla.