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sábado 20, abril 2024

Más hombres, y menos machos: ¿qué son las nuevas masculinidades?

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Las mujeres, con sus dialécticas, luchas y reivindicaciones, han conseguido logros indiscutibles. Sin duda alguna, en las democracias occidentales vivimos en la era del feminismo. Pero, ¿cómo podríamos reformular la idea del hombre, del varón, en una sociedad, como la del siglo XXI, cada vez más feminista? ¿Es necesario repensar la masculinidad a fondo? ¿Qué queda del ‘macho’ ? ¿Hay que dar “machete al machote”, y de una vez por todas?

Son muchas preguntas, y resulta muy pertinente plantear estas cuestiones en los contextos actuales. Desde la Antropología cultural, la Psicología social, las Neurociencias, o la Filosofía, ya se lleva tiempo abonando este terreno. (Eso sí, con la oposición de algunas ideologías demasiado conservadoras, o directamente retrógradas, que se niegan al debate porque no quieren que las cosas cambien). Pero se está en ello. Cada vez proliferan más talleres, teóricos y prácticos, de esta materia que hoy se denomina nuevas masculinidades. El anhelo de construir un hombre distinto, más igualitario, que conciba el mundo desde la horizontalidad, y no desde el poder y la fuerza, cobra cada vez más adeptos. Y sí, probablemente sea muy necesario.

El feminismo no es un nuevo machismo. Al contrario, el feminismo incluye al hombre. Se ocupa de él, y se preocupa por él. Nos hace ver que el patriarcado ha dañado también al sector masculino de la sociedad. Tradicionalmente, se ha empujado a los varones a comportarse de una manera más feroz; más competitiva; con menos inteligencia emocional; con más actitudes destructoras, y con menos capacidad para demostrar cariño y solidaridad que las mujeres. Lo vieron, en su momento, intelectuales y activistas como John Stuart Mill, Jean Paul Sartre o Emile Armand. Eran hombres feministas. Y se unieron a la causa. Lo hicieron, no solo porque constataron la inmoral discriminación histórica de la mujer. También se percataron de que al hombre mismo lo encorsetaba una cosmovisión muy binaria, muy arquetípica y muy estereotipada que lo enjaulaba, y que impedía su libertad como individuo.

El feminismo no es un nuevo machismo. Al contrario, el feminismo incluye al hombre. Se ocupa de él, y se preocupa por él. Nos hace ver que el patriarcado ha dañado también al sector masculino de la sociedad.

Con la ‘vanguardia’ de las nuevas masculinidades se continúa en una línea propia del feminismo posestructuralista, más creativa y performativa, que bebe, entre otros, de filósofos como Foucault. Actualmente, ya no resulta marciano hablar de la deconstrucción del género o de una diferente construcción de la identidad, desde una óptica más transversal. Y esta temática no es solo cuestión de mujeres; no atañe solo al sector femenino de la sociedad. Nos compete a todos. Saldremos beneficiados, todos, si remamos a favor de una civilización transformada y transformadora en la que cristalicen modelos de varones que rompan esa masculinidad tóxica, cargada de testosterona mal entendida. Así que subámonos a un barco de innovaciones y cambios en el que el rumbo sea marcado por hombres que se familiaricen con la cultura del cuidado, que acepten la autoridad y el saber de las mujeres de manera igualitaria, y que aprendan a relacionarse entre sí: sin necesidad de hablarse siempre a gritos; fanfarronear; ocultar sus flaquezas o exagerar sus proezas.

Ojalá, algún día, resulte normal escuchar a los varones frases como: “a mí me daría vergüenza no ser feminista”. La pronunció por vez primera la revolucionaria María de Maeztu. Sería muy sano oírsela decir, espontáneamente y sin complejos, a un hombre mientras ve un partido de fútbol y bebe cervezas, o hace la colada, o prepara una cena elaborada con mimo para la pareja. ¿Se conseguirá, a partir de ahora, que la repitan más hombres, y a viva voz? Tiempo al tiempo.

Y, también, ojalá que, a muchos varones heterosexuales, por ejemplo, deje ya de avergonzarles que ‘los vean llorar como a un niño’, que los tilden de ‘nenazas’, o que los confundan con un gay. La verdadera vergüenza debería aflorar en otras situaciones. Como, por ejemplo, cuando muchos reconozcan que han dado la espalda al movimiento feminista, por ignorancia, cobardía y falta de conciencia y sensibilidad. Un movimiento, el feminista, quizás el más importante del siglo XXI, y el más liberador de todos y para todos, y que mucho ha hecho avanzar. Ojalá…

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