Tras un viaje de tres meses recorriendo parte de la geografía australiana, Elsi Rider estrenará muy pronto el primer episodio de sus aventuras. La motera, que viaja en solitario, ha podido conocer los claroscuros de un continente tan bello como sorprendente.
La necesidad de la aventurera española de recorrer mundo surgió como consecuencia de una negligencia médica que a punto estuvo de acabar con su vida en 2010. Tras recuperarse de un fallo multiorgánico que la mantuvo un mes en coma, Elsi acometió el reto de viajar a la India en moto desde Asturias. Desde entonces, han sido muchos los países visitados a lomos de su moto. Australia ha sido su última experiencia: tres meses y miles de kilómetros después, la viajera afincada en Asturias nos cuenta sus impresiones.
-¿Cuál era el planteamiento inicial de este viaje?
-Como todo el continente era demasiado grande, básicamente me planteé visitar el centro de Australia. Quería conocer los desiertos y recorrer la parte menos conocida del continente. Fueron 13.000 kilómetros en tres meses.


-Australia tiene un paisaje excepcional y una fauna salvaje única, ¿qué pudiste ver en este viaje?
-A nivel de paisaje es brutal porque tienes un gran contraste, según te vas moviendo de un sitio a otro cambia totalmente. Tienes desierto, pero también la Gran Barrera de Coral que es una pasada, y selvas tropicales que también pude conocer.
Con el tema de la fauna salvaje, al principio tenía mucho cuidado y cuando acampaba tapaba todo por las arañas y las culebras, pero luego me relajé porque tampoco era para tanto, y no tuve ningún problema. Lo que sí me encontré fueron muchísimos canguros atropellados en las carreteras, había alguna zona en la que aparecían atropellados de tres en tres y daba una pena terrible. No pude ver cocodrilos, pero sí tuve la suerte de ver un ornitorrinco gracias a que fui a visitar a una chica asturiana que se puso en contacto conmigo.
Y precisamente el día 20 de abril, estando yo en Australia, francotiradores mataron a 700 koalas desde helicópteros, lo que produjo un debate importante. El Gobierno adujo que tras los incendios muchos de estos animales quedaron malheridos y que esta medida era para evitar su sufrimiento, pero la mayoría de la gente decía que había otras razones.
«El día 20 de abril, francotiradores mataron a 700 koalas desde helicópteros, lo que produjo un debate importante. El Gobierno adujo que esta medida era para evitar el sufrimiento de los animales malheridos por los incendios»
-¿Cómo fue la logística una vez allí? Porque sé que en esta ocasión dejaste tu moto en Asturias.
-Sí, porque llegar a Australia en moto supone mucho tiempo, un tiempo que no tengo, y mandarla en avión o en barco es carísimo. Lo que hice fue comprarme allí una, porque alquilarla también era caro, alrededor de 100 o 120 euros por día. Al terminar el viaje la vendí y al final me salió un gasto de 34 euros al día, así que la operación estuvo bien.
Iba con mi tienda de campaña, como hago siempre, y fue todo bastante bien, aunque con algún susto en el desierto, porque me caí en la arena y me costó un montón levantar la moto para continuar. Ya sabes que yo cuento todo lo bueno que me pasa, pero también lo malo.
-¿Qué cosas te llamaron la atención en esta aventura?
-A nivel de los australianos me chocó que les vi muy amables, pero no amigables. Hablaban conmigo, me preguntaban qué tal estaba, de dónde era, etc., pero a diferencia de otros lugares a los que viajé, en cuanto veían que no les entendía bien, porque su acento era complicadísimo, te daban la espalda; como si no quisieran perder el tiempo conmigo. Y claro, yo tenía otra imagen de los australianos. Además, como el país es tan grande, la gran mayoría no viaja y piensan que Australia es lo mejor del mundo, y está bien, pero tampoco es para tanto.
Y luego está el tema de los aborígenes, con los que hay una doble vara de medir, a pesar de que el Parlamento australiano ya les ha pedido perdón porque fueron colonizados. Hasta el año 1967 no se les consideró ciudadanos de primer derecho, o sea, que no tenían derecho a nada, y cuando trabajaban para los colonizadores, sus primeros salarios eran en alcohol. Por lo tanto, ahora la mayoría de ellos están alcoholizados y te encuentras a gente bebiendo desde las 7 de la mañana.
«Hasta el año 1967 no se consideró a los aborígenes ciudadanos de primer derecho, o sea, que no tenían derecho a nada, y cuando trabajaban para los colonizadores, sus primeros salarios eran en alcohol»
-¿Estas circunstancias se traducen en inseguridad en las calles?
-Australia es muy seguro, pero cuando llegué a Alice Springs, que está considerada como una de las zonas más inseguras que existen a nivel de criminalidad, ya por la mañana había una pelea entre aborígenes. En esa zona viven muchas tribus y se llevan mal entre ellas, y cuando bajan al pueblo, aparecen los problemas.
En Alice Springs sí que pasé un poco de inseguridad, sin embargo, en la zona del Uluru tengo una anécdota muy chula, porque allí están los Anangu, los aborígenes que son los guardianes del famoso monolito que hay allí. En realidad, los tienen allí como parte de una imagen turística porque es una zona de muchos visitantes, aunque luego encuentras tiendas vendiendo cosas que vienen de China como si fueran de los aborígenes.
-¿Qué fue lo que pasó?
-Como hacía mucho calor me senté a una sombra y al rato vinieron un par de aborígenes y luego otra señora mayor en silla de ruedas. Se sentaron allí, sacaron un mantel y yo les saludé, entonces me empezaron a pedir dinero como suelen hacer a los turistas. Para que no siguieran pidiéndome, les dije que no tenía dinero, que solo llevaba para la gasolina del viaje y para nada más. Les di tanta pena que luego ellos me querían dar dinero a mí, obviamente no lo cogí, ni mucho menos. Al ver esto te das cuenta lo acostumbrados que están al turismo, pero en el fondo la tribu de los Anangu es gente bondadosa, y si lo necesitas, te quieren ayudar.


«A veces se idealizan los sitios que están muy lejos de nosotros, pero luego cuando vives allí o pasas unos meses, ves la realidad, la otra cara de la moneda»
-¿Es real el paradigma de Australia como paraíso laboral?
-Esta es otra cosa que me llamó muchísimo la atención, que todo el mundo piensa que Australia es la panacea y, a lo mejor lo es si vas con un buen contrato de trabajo, pero los inmigrantes lo pasan fatal allí. Y luego están las famosas Work and Holiday, las visas que dan a la gente joven y que a mí me dejaron atónita. Con ellas pueden vivir y trabajar durante un año en Australia, pero yo pude hablar con muchos extranjeros que tenían este tipo de visado y estaban superdecepcionados, porque sus expectativas eran diferentes. La gente trabaja hasta 14 y 16 horas en las tareas que los australianos no quieren hacer y, a veces, no ganan tanto dinero. Y aún encima tienen que buscarse la vida porque la mitad de ellos viven en albergues o en campings. Conocí a unos chilenos que les habían dejado un cuarto en un camping en el que tenían la cama, la cocina y todo allí, y era más pequeño que mi cuarto de baño. Estaban superexplotados y absolutamente decepcionados. Y encima, el problema es que allí nadie les ampara, a diferencia de los turistas que no tienen que pagar por la Visa, ellos sí. A veces se idealizan los sitios que están muy lejos de nosotros, pero luego cuando vives allí o pasas unos meses, ves la realidad, la otra cara de la moneda. Y mucha gente se apunta a esta experiencia para aprender inglés, pero no creo que sea el mejor sitio para hacerlo por el acento que tienen.
-¿Es un país seguro al que viajar?
-Sí lo es, pero también que hay un problema brutal de droga en Australia, yo hacía tiempo que no veía jeringuillas tiradas por la calle, y hay mucha gente ida por las calles y a la que se le va la cabeza.
-¿Qué tal la gastronomía?
-Mi sensación como viajera fue que comen fatal. No tienen cultura gastronómica, todo es a base de fritos y toman muchas bebidas energéticas y con gas. Es un concepto superamericano, y no solo en la comida, porque incluso hacen rodeos como en América. En la costa, la gente se cuida un poquito más, pero también hay muchísima comida rápida. Si quieres comer bien, tienes que ir a algún local de comida asiática; y claro, lo que abunda son las tallas XXXL; en Europa la gente se cuida más.

«Había oído hablar mucho de la Gran Barrera de Coral, pero si hubiese podido llorar bajo el agua, lo hubiese hecho porque me pareció increíble. Era como estar dentro de la película de Avatar»
-Como contrapartida, háblame de lo que te ha causado una buena impresión.
-Los paisajes, y sobre manera, la gran barrera de coral. Había oído hablar mucho de ella y todos hemos visto reportajes, pero si hubiese podido llorar bajo el agua, lo hubiese hecho porque me pareció increíble. Era como estar dentro de la película de Avatar, en un 3D o un 4D.
Luego está la zona del Parque Nacional de Uluru-Kata Tjuta que, aunque es superturística, me ha parecido mágica, un lugar con una energía superbonita. Hay una caminata que se hace alrededor del monolito Uluru en la que prácticamente te van relatando su vida a través de unos frescos; ellos fueron de los primeros hombres colonizadores del planeta.
También me pareció increíble la zona de la selva, y allí descubrí el Paronella Park, un lugar que construyó un español emigrante de origen catalán. Era panadero y con sus propias manos levantó una especie de castillo y allí tenía como un centro recreativo donde la gente se podía bañar. Cuando murió todo quedó en el olvido y, cuando tiempo después una pareja compró ese trozo de selva tropical para hacer un parking de caravanas, se encontraron que allí había edificios. Tirando de la manta descubrieron la historia de este español y todo lo que había hecho. Este lugar me encantó, con sus cielos estrellados y sin ninguna contaminación lumínica.
-Sé que pasaste una noche bajo una tormenta brutal… ¿cómo lo llevaste?
-Sí, fue en la zona de Queensland, donde de vez en cuando hay ciclones y huracanes. Empezó primero a lloviznar y, de repente, caía agua como si se hubiera roto el cielo y se levantó un fuerte viento que parecía que iba a arrancar la tienda de campaña. Empecé a tapar todas las cosas que tenía dentro de la tienda con fundas, plásticos o lo que fuera. Pensaba: “si la tienda sale volando, no sé dónde voy a meterme”.
-¿Qué haces cuando estás en esas circunstancias?
-Pensaba en lo que me llevaría conmigo en el caso de que se levantase la tienda, el ordenador, las cámaras y algo de ropa. Ya lo tenía todo preparado en una bolsa, todo listo para salir corriendo, pero curiosamente aguantó como una campeona.
«Cuando visité el paisaje lunar que hay en el P.N. Mungo se me cayó la moto debido a que el banco de arena era grande; se quedó clavada y no conseguí levantarla. Me costó muchísimo esfuerzo levantarla»
-Sientes especial fascinación por los desiertos, pero son hábitats exigentes que pueden conducir a la deshidratación y a un golpe de calor, ¿cómo te preparas para ello?
-Siempre, por norma, cuando entro en una zona de desierto cargo la moto con mucha agua, un buen tanque de gasolina y un poco de comida, por lo que pueda pasar. Llevo también un geolocalizador por si en un momento dado me pasa algo, poder pulsarlo, aunque es verdad que, si te tienen que socorrer en el desierto, allí tardan mucho más. Para soportar las temperaturas lo que hacía era madrugar, aunque tampoco en exceso por los canguros, que salen al ponerse el sol y al amanecer. Y luego, sobre las doce o la una ya buscaba algo de sombra en la que poder parar, si es que la hay, para continuar viaje al día siguiente. Sin embargo, cuando fui a visitar un paisaje lunar que hay en el Parque Nacional Mungo, ahí me dieron las tantas. En esa zona del desierto australiano se me cayó la moto debido a que el banco de arena era grande; se quedó clavada y no conseguí levantarla. Me costó muchísimo esfuerzo y me dio como una especie de mareo, así que estuve un rato bebiendo agua con las piernas en alto. Cuando pude continuar y llegué al paisaje lunar, resulta que no se podía acceder en moto y el lugar estaba cerrado, así que tuve que darme la vuelta. Volví con mucha rabia… estas cosas son las que ya no olvidas en un viaje.
-¿Qué es lo que recordarás siempre de Australia?
-El paisaje, como te he comentado antes, por lo impresionante que es. Australia me ha gustado mucho, no quiero que se me malinterprete, pero es verdad que iba con unas expectativas muy altas en cuanto a la gente y los derechos sociales. Los veía como un ejemplo a seguir, y por eso me ha chocado lo que encontré, pero bueno, esto te hace valorar lo que tenemos, que son cosas muy buenas. Aquí, por ejemplo, tenemos una Seguridad Social, pero allí si te pones malo, tienes que sacar la cartera.
Tampoco olvidaré las carreteras infinitas, seis horas en línea recta que eran para cortarte las venas y luego otras seis horas y otras más, en línea recta. Encontrabas en ellas autobuses y coches abandonados, y también muchísimas cruces de gente que tuvo accidentes porque al ser carreteras inmensas se dormían al volante o se distraían hablando por el móvil. Los carteles te avisaban de que estabas en una carretera “altamente fatigante”.

-En tus redes sociales adviertes sobre la presencia de camiones de 53 metros de largo. ¿Cómo es eso posible?
-Cuando sales de las ciudades australianas, empiezas a ver camiones con cuatro remolques, y cuando te cruzas con ellos, la moto se balancea para todos los lados; pero es que los había de hasta siete remolques. Y luego están los trenes infinitos, que pueden tardar de cinco a diez minutos en pasar.
-¿Tuviste ocasión de compartir tiempo con gente nativa?
-A mí lo que más me interesa de mis viajes es el contacto con la gente, conocer las culturas de cerca, acabar viviendo en casa de alguna familia para palpar la vida del país. Esta parte es la que me ha faltado y la que he tenido en otros lugares como Irán, Irak, Arabia Saudita o en África.
Estuve con varios extranjeros que estaban allí por trabajo, y también compartí tiempo con Mar, una chica australiana y con un chaval de Sídney al que le gustaba viajar y que había estado recorriendo Latinoamérica. Me decía: “Australia es maravilloso, muy bonito, lo peor de aquí somos los australianos”. Contaba esto porque viajando se había dado cuenta de lo acogedora que era la gente en otros lugares, que enseguida le ayudaban, algo que no era igual en su continente. Al oírle decir esto, pensé que entonces esa impresión ya no era solo cosa mía, aunque me pasó una anécdota curiosa en este sentido.
«Cuando descubres que el mundo es tan grande y que hay tantas cosas, vas viendo que queda muchísimo por aprender»
-¿Qué ocurrió?
-Estaba en Sídney comiendo en un restaurante japonés y se sentó a mi lado una señora y empezamos a hablar. Ella me contó que había estado viajando por Europa y que le había gustado mucho Italia, y me preguntó qué me había parecido Australia. Le contesté que estaba todo muy bien, pero que me había chocado la gente, porque ella era la primera persona que se me acercaba y mantenía una conversación conmigo, porque los australianos, en cuanto se acercan y ven que no fluyes con su acento, se van. Asintió con la cabeza y me respondió que Australia había cambiado mucho últimamente, porque antes la gente no era así. Luego se marchó y cuando me levanté para irme me había pagado la cena, seguramente para que me llevase un buen recuerdo.
-Y aun así, esto no te ha librado de pasar algún que otro apuro.
-Es lo normal, siempre te pasan cosas, sobre todo cuando viajas sola y en moto. Al final, los viajes son como la vida misma, lo que pasa es que aquí lo comprimes todo en los dos, tres o cuatro meses que dura la experiencia. Tienes que tomar decisiones, te caes, te tienes que levantar, tienes que gestionar muchas emociones… Esto ocurre en cualquier viaje, por cómodo que sea y hay que contar que este ha sido el más cómodo que he hecho, porque en otros países te cuesta encontrar lo que necesitas, hasta una bombilla que se te funde en la moto.

-A medida que vas recorriendo kilómetros y países crece tu experiencia como viajera. ¿En qué se traduce?
-Está claro que no soy la misma que hizo aquel primer gran viaje a la India, he cambiado muchas cosas, pero lo importante, la esencia, no ha variado. Mantengo por qué viajo y la forma de hacerlo, aunque sí que es cierto que ahora con más tablas y más sabiduría, pero también más humilde. Cuando descubres que el mundo es tan grande y que hay tantas cosas, vas viendo que queda muchísimo por aprender. Y como el planeta es enorme y la vida muy corta, tenemos mundo para rato.
-¿Cómo piensas transmitir lo vivido?
-En Instagram he ido contando todo el viaje para el que lo haya querido seguir y ahora iré editando vídeos de YouTube. A partir del 6 de julio empezaré a emitir un episodio, cada domingo, en la serie Soñar el mundo en moto- Australia. Y también podréis seguir el viaje en Moto Adventure Channel (@motoadvchannel) el día 27 de junio, un canal que colabora conmigo y que se ve en toda Latinoamérica.