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sábado 5, octubre 2024

David Rodríguez, Unidad Canina de Policía: “La relación con los perros te enseña a tener buenas formas”

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David Rodríguez es guía de la Unidad Canina de la Policía Nacional en Oviedo. Habla de los perros con un respeto que impresiona y es el creador de varios métodos de adiestramiento no lesivo que ha desarrollado e impartido en distintos lugares del mundo.

Reconoce entre risas que siempre le dice a su madre, en plan cariñoso, que a la familia no le debe nada. En su casa no le dejaban tener perro, ni tan siquiera lo animaban a tener mascotas. Él se dedicaba a recortar todas las fotos que encontraba y se compraba libros que leía con ansia. Con un poco de dinero que heredó se compró un perro y con él empezó a hacer sus primeros pinitos.

Corría el año 90 cuando entró en el Grupo de Salvamento de Asturias, donde formó parte del grupo canino de rescate. Ahí estuvo hasta el 2000. Paralelamente siguió formándose y estudiando hasta que un día la Policía Nacional acudió a hacer una formación con ellos y, en la comida de final de curso, el jefe de la Policía le preguntó por qué no se presentaba a las oposiciones para entrar en el cuerpo. Se preparó, opositó y aprobó. El 13 de febrero de este año cumplió veinte años dentro de la unidad. “En todo este tiempo trabajé en Madrid, Barcelona y Asturias, no dejé de formarme, de trabajar, de empaparme con temas de conducta, impartir formación, trabajos técnicos, etc.”.

-¿Cómo entiendes que debe ser la relación correcta entre el perro y el humano?
-Hay una tendencia animalista-purista que tiene su lógica pero, con el respeto que tengo hacia los perros, no comulgo con ello porque, desde el neolítico, domesticamos a los animales y las plantas. El perro tenía una lógica funcional. No estamos cogiendo lobos del monte, robándoselos a la naturaleza y troquelándolos para que busquen droga. Estamos potenciando a un animal que domesticamos por necesidad y del que nos beneficiamos por la inteligencia que aplicó el hombre en su día. No es disparatado, lo que sí lo sería es no darle una finalidad. No todos los perros tienen que hacer un trabajo de utilidad, pero sí tienes que darles una salida porque, de alguna manera, vienen así de serie. Cada raza tiene una cualidad y cada individuo demanda unas cosas. Partiendo de esto, la mayoría de lo que hacen los perros es fruto, por decirlo de alguna manera, de un egoísmo humano condicionado por la domesticación. Para ellos, buscar explosivos o droga, e incluso la obediencia, no es natural. Si queremos que nuestro perro haga estas cosas y se entregue, necesitamos utilizar el método adecuado para que se implique con efectividad. Ahí está el respeto y la coherencia hacia el animal. El problema es cuando se le obliga a cualquier precio. Mi máxima es: a quien se quiere, no se le hace daño. Tengo mi propia forma de ver el mundo del adiestramiento canino, el desarrollo de los métodos técnicos y la modificación conductual, a la cual llamo “Brain Power”, sistemas que tuve la suerte de desarrollar e impartir en diferentes puntos del planeta.

-¿Todo está en su cabeza?
-Sí, siempre lo dije. Por eso tienes que conseguir que le guste lo que hace. Me da igual que sea guapo, feo, la raza… Yo trabajo las actitudes para conseguir, potenciar, desarrollar y utilizar las aptitudes. También existe una secuencia importante: observa, interpreta, anticipa. Yo creo que se pueden hacer trabajos técnicos con respeto y sin ser lesivo, simplemente hay que utilizar el sistema correcto para que el perro comprenda adecuadamente. Tienes que conseguir que haya un equilibrio entre los estímulos externos y la motivación interna del animal. Un adiestrador sería el estratega que, utilizando el método adecuado con cada individuo, consigue el objetivo con efectividad.

-Y ese método, ¿se tiene que adaptar a cada perro?
-Cada perro tiene su perronalidad. Ellos viven el momento, pero tienen que hacerlo creyendo en sí mismos, con una actitud y entrega adecuada. Hay unos procesos mentales para lograr objetivos y se trabaja su autoestima; tienen ese carácter que para mí es la suma de lo heredado, de la carga genética más la educación adquirida. Pero al final, se forja una manera de ser única e independiente porque cada uno es diferente. El adiestrador tiene que saber adaptarse a las circunstancias y a cada perro en concreto para sacar lo mejor de él.

David Rodríguez, guía de la Unidad Canina de la Policía Nacional en Oviedo

-¿Qué dimensión cobra la palabra binomio en el trabajo con ellos?
-Es una unión indisoluble, el guía demanda y el perro ejecuta. Es un trabajo mixto porque siempre existe una autonomía por parte del perro, una demanda del guía y unas valoraciones. En el momento en que el perro ejecuta algo que le pides, él cede su autonomía. No puede existir un trabajo anárquico del perro, ni tampoco un desorden en las demandas del guía. Las cabezas de ambos tienen que estar perfectamente estructuradas, tiene que haber una simbiosis. Cuando tengo un cachorro, una de las cosas que más trabajo es despertar su admiración hacia mí. Esto puede sonar muy egocéntrico, pero es recíproco. Un perro que te admira está receptivo, entregado y te va a ser más sencillo usar los métodos adecuados. Es más fácil que comprenda, aprenda y se implique. Una de las palabras fundamentales en el adiestramiento de un perro es expectativa, que es lo contrario de mecanización. La expectativa implica tener posibilidades. Adiestrar consiste en generar expectativa.

-¿Cómo es el trabajo del guía canino en relación con otras unidades de la Policía?
-Es una de las especialidades que trabaja más conjuntamente con todas las unidades de la Policía, los guías caninos pueden ser solicitados por cualquiera de ellas. Todas las unidades de España tienen dos tipos de perros: los de drogas o estupefacientes que, a su vez, son de dinero en curso legal y armas, y los de explosivos. Hay más especialidades que no existen en las unidades periféricas y están centralizadas en Madrid. Por ejemplo, de restos humanos, acelerantes de fuego, rescate y salvamento, etc. El trabajo y la ejecución de los servicios pueden ser de varias maneras, en funciones de seguridad ciudadana trabajando con la brigada móvil o con la Unidad de Prevención y Reacción (U.P.R.), y en materia judicial con el grupo de Estupefacientes. Me parece muy importante nombrar estos servicios, ya que la mayoría de los trabajos que hacemos en Asturias, son en materia de seguridad ciudadana y esto hace que tengamos un vínculo muy grande. Somos como hermanos. Siempre me gusta recalcar que yo fui a recoger premios y condecoraron a mis perros, pero ese perro y David, por sí solos, no hubiesen conseguido nada nunca. El nuestro es un trabajo de equipo y multidisciplinar, es importante conocer lo vital que es cada cadena del eslabón. Cada uno está trabajando en lo suyo, pero, en un momento determinado, todo se une y funciona a la perfección.

-Dices que los perros son una bomba emocional constante. ¿A qué te refieres?
-Los perros son una emoción con patas. No hay religión, no hay ideología… viven el instante. Corto, pero intenso. Yo quiero que vivan conmigo porque, lo que me permite de manera natural, es proporcionarles un equilibrio emocional y una estabilidad. En este adiestramiento, se trabajan las emociones del perro, se les educa en su manejo y a resolver con el conocimiento. Desde muy pequeños deben aprender a gestionar sus frustraciones. Se les enseña directamente a manejar sus emociones ante estímulos motivantes, llegando a conseguir que indirectamente se estabilice por sí mismo para obtener los objetivos, consiguiendo de esta manera que, ante determinadas frustraciones, exista una adecuada gestión de las mismas. Básicamente es educación.

-Cuando conoces, ¿cambia tu percepción y valoración de las cosas?
-Es muy complicado. La gente tiene niños y compra libros de educación, escucha podcast y se informan porque les preocupa muchísimo el tema, pero, un perro, muchas veces es un regalo de Navidad. Todos somos conscientes de la importancia de respetar los tiempos de aprendizaje y las etapas de madurez en los humanos, pero no siempre se tiene tan claro con los perros. Con tres meses, se pretende que no hagan sus necesidades en casa, que no tiren de la correa o que obedezcan determinadas demandas. Queremos que maduren a marchas forzadas, por obligación, y luego exigimos que emocional y mentalmente estén bien. La mayoría de los perros que ves histéricos son el resultado de una mala educación. Siempre pienso que salen perros buenos de casualidad, porque la mayoría de los sistemas educativos aplicados están basados en la ignorancia, el egoísmo y las prisas. Los queremos perfectos antes de tiempo.
Un animal es una responsabilidad muy grande y, aunque todo el mundo lo dice y lo sabe, no se interioriza. Es un ser vivo con el que te vinculas, con el que empatizas y, al que supuestamente, quieres. Siempre digo que, a quien se quiere, no se le hace daño y con esta filosofía tienen que salir bien las cosas. Muchos perros pasan por las vidas de las personas sin pena ni gloria. No es que no los quieran, pero nunca van a llegar a conocer realmente su potencial y darles lo adecuado.

-¿Cuánto hay de moda en el tema de los perros?
-Hay que valorar la raza en general y el individuo en particular. Puedes tener un perro de una raza que, en origen, tenía una lógica funcional, lo cual quiere decir que tiene unas necesidades y hay que darle salida a las mismas. Pero, ¿dónde empieza lo que le tienes que dar a un perro? En conocerlo. Yo, por ejemplo, tengo Malinois porque esa raza me da todo lo que necesito. Tiene un físico muy atlético, mucha carga instintiva, unos maseteros y una potencia mandibular importante, una capacidad olfativa muy buena, una entrega adecuada hacia el humano, cierta sensibilidad que hay que conocer y saber gestionar y son muy cognitivos. Yo encuentro en ellos lo que quiero, pero puede que otras personas lo encuentren en otra raza.

-¿Qué ves tú en ellos que no vemos los demás?
-Hay un concepto clave que hay que buscar, ver y valorar: aptitud. Valoro cualidades como la entrega, atención, concentración, tenacidad, coraje, adaptabilidad, etc. Observa, no mires y, luego, interpreta. Hay gente que me dice que tengo un don, pero no estoy de acuerdo. Cuando la gente busca un perro hace unas cosas rarísimas, yo sólo los observo. Quiero unas cosas básicas que luego sé que voy a poder moldear. Por ejemplo, busco receptividad porque eso les lleva a estar abiertos al mundo. Si tu perro es receptivo, le das lo adecuado y utilizas el método correcto vas a conseguir implicación. Lo que pasa es que, un perro con esa receptividad, suele ser difícil porque, normalmente, el mundo se le queda pequeño y siempre quiere ir más allá.

Perros de la Unidad Canina de la Policía Nacional de Oviedo especializados en estupefacientes y drogas.

-¿Qué te han enseñado ellos a ti?
-El aprendizaje es recíproco. Yo crecí con ellos, me ayudaron a mejorar mi autoestima y con cada perro amplio conocimientos. La primera vez que consigo que uno de ellos haga algo, en mi interior hay un regocijo y eso es autoreforzante. Es un aprendizaje fluido y continuo de ambos. Me enseñaron todo lo que soy y tengo una deuda tremenda con ellos. A parte de que son mi vida, todas las experiencias que vivo son gracias a ellos. Mi forma de corresponderles es buscar sistemas no lesivos y coherentes.

-¿Te han hecho mejor persona?
-¡Claro! Con los perros debemos tener un buen autocontrol y ellos nos enseñan a tenerlo. No vale pagar con ellos el tener un mal día. Tienes que controlar tu ira y eso, repetido en el tiempo, te da unas tablas importantes para saber gestionar todas las emociones. Me hicieron mejor persona y despertaron en mí una sensibilidad muy buena porque está basada en unos principios y unos valores de respeto. He vivido sus ciclos de vida, la energía de la juventud y la fragilidad y dependencia de la longevidad. Esto se puede trasladar a lo que fuimos y seremos, niños y ancianos. La relación con ellos te enseña a tener buenas formas, entender el sentido y el ciclo de vida. Saber luchar con los duelos correspondientes te da cierta solidez y también te endurece. Te facilitan un tipo de vida más sana al vincular constantemente con la naturaleza. La primera sonrisa del día, me la saca un perro y eso es oxitocina pura. Como para decir que no les debo nada… Te enseñan a vivir el momento y que todos los días son especiales.

-¿Sabrías decir qué te dejó cada uno de los que han pasado o están en tu vida?
-Hice el curso de guías caninos, que son cinco meses, y en el momento en el que llegas a la Casa de Campo en Madrid, te dan la ropa, te asignan a un perro y empiezas a estudiar y entrenar de manera intensiva. Me asignaron un perro bastante complicado, un pastor alemán con un carácter muy fuerte, se llamaba Brex y tenía casi dos años. Había venido de los países del este y estaba totalmente a la defensiva. Fue mi primer perro policía y tuve que respetar muy bien todos los tiempos en el desarrollo de su adiestramiento. Finalizado el periodo de nuestra formación nos incorporamos juntos en la Unidad de Guías Caninos de Barcelona. Allí tuvimos que enfrentarnos juntos y sin gran experiencia a situaciones complicadas. Si me pides que te lo defina, diría: un héroe, además de solidez, carácter, valentía, coraje. Hizo cosas impresionantes en momentos complicados y eso nos unió mucho. Al cabo de unos años me vine para Asturias donde finalizó su trayectoria profesional. Murió en mi casa lleno de amor. Fue uno de los mayores retos de mi vida porque era un perro difícil, con el que había que aplicar el método adecuado y trabajar sin prisas. Lo mejor de todo aquello fue que aprendí. Aprendí a modificar una conducta con respeto, sabiendo marcar los tiempos. Aprendí a manejar un perro no sólo sensible sino regio y duro.
Con Duque tengo que trasladarme a los años 90, diría que a mi etapa de la inocencia e ignorancia. Los errores que tanto le debo por no saber, de cosas que ahora haría de otra forma totalmente diferente. Fueron mis inicios. Tengo un buen recuerdo porque con él aprendí desde cero y le debo mucho porque conseguí grandes cosas.

Galardones otorgados a Lúa, perra de la Unidad Canina de la Policía Nacional de Oviedo especializados en estupefacientes y drogas fallecida hace unos años.
Galardones otorgados a Lúa.

-Y… llegó Lúa…
-Sí. A ella la cogí con dos meses y era una perra a la que habían despechado de la camada porque, en teoría, no valía. También hay un tanto por ciento muy grande de inocencia porque eran mis inicios policiales. No es lo mismo entender de perros que asumir un trabajo y una responsabilidad policial. Recuerdo la inocencia y lo que nos unió la primera vez que cogimos droga juntos. Igual que pasar momentos buenos y malos lejos de casa a su lado. Era corazón, entrega, bondad, muy cognitiva a la vez que sensible. ¡Mira tú a dónde llegó una perra que supuestamente no serviría!
Turco fue el hijo de Lúa que salió de un parto complicado. Era todo pasión, corazón y entrega. Mi frase con él era: “te vas a morir moviendo la cola” y así fue. Fue un perro que se utilizó para defensa e intervención y para explosivos; fue muy equilibrado, lo que pasa es que, físicamente, aparecieron problemas. Ahí pude dar rienda suelta a mi trabajo policial porque yo ya tenía más madurez profesional y más claro lo que quería.
Después llegó Gea. Ella es regia, carácter. De manera diferente pero también con muchísima entrega. Siempre fue muy seria y un poco cascarrabias. Con ella tuve que cambiar. Esta es la clave, adaptarse al perro y utilizar el método adecuado para sacar lo mejor de él. Gea lo tenía difícil porque, el listón que había dejado Lúa era muy alto, pero al final se repitió la historia con sus incesantes aprehensiones de estupefacientes. Fue condecorada con la Mención Honorífica Dirección General de la Policía por su trayectoria profesional en el año 2022.
Tuve una camada de Gea, de la que salieron nueve cachorros, y me quedé con Bruma. Es amor con patas. Cuando era chiquitina, era las más cognitiva. Jugando ya hacía cosas diferentes, iba por delante del resto de cachorros, siempre lograba el objetivo. Yo me tiraba en el suelo, los llamaba, venían todos y siempre acababa la primera encima de mí. Con ella surgió el amor a primera vista y lo tuve claro desde el principio. Con ella utilicé y desarrollé métodos diferentes (MINIMAX). Es sensible, pero, tiene una entrega hacia mí impresionante, lo da todo. Siempre digo que es la hembra con la que nunca discutí. Es la unión perro-guía perfecta. Es chiquitina, tiene los ojos color miel y es todo implicación.
Llegó otra camada y escogí a Crono. Cuando era más cachorro me confundía. Me gustaba, pero me podía equivocar. No sabía si lo que veía era receptividad o dispersión. Tiene nueve meses y decimos que es Turco reencarnado. Es todo entrega, valiente, sólido y muy equilibrado, le encanta buscar y promete mucho.

-Los premios que habéis recibido, ¿hablan bien de ellos o de ti?
-No me gusta hablar de los premios. A mí me han dado condecoraciones por cosas y nunca hablo de ellas, pero de los premios de mis perros sí por una sencilla razón: por orgullo. Son suyos, aunque los reciba el guía. Ellos no se enteran, pero siempre digo que hay una parte romántica en el sentido de que es una muestra de respeto y consideración. Ponerle el nombre de Lúa al albergue de animales de Oviedo, es de las cosas que más me gustó porque me parece una muestra de admiración hacia un perro que hizo muchas cosas. Me encanta. Tengo una vitrina donde no sólo tengo premios y condecoraciones, sino también grandes recuerdos de ellos. Es mi historia con ellos.

Albergue de animales de Oviedo Perra Policía Lúa.

-¿Cuánto trabajo invisible realizan? ¿Cuántas vidas salvadas?
-Llevo más de veinte años trabajando con perros de explosivos y en rescate estuve diez años operativo. Siempre digo que es la especialidad incomprendida. Todo el mundo te pregunta cuántos explosivos han detectado, pero no cuántas zonas han descartado. En cualquier evento de especial trascendencia, se inspeccionan zonas e itinerarios de seguridad. Es como cuando trabajas con un perro de rescate. Encontrar al accidentado es difícil, pero tú has descartado muchas zonas que permiten seguir avanzando en el desarrollo del dispositivo.

-Al perro lo educas para que afronte situaciones potencialmente peligrosas, pero, ¿quién te “educa” a ti para mantener a raya tus emociones a la hora de enfrentar un trabajo en el que lo puedes perder?
-Cuando estás entrenando, aunque suene frío, el perro es tu herramienta de trabajo. A medida que pasa el tiempo hay más unión, más amor y mayor vinculo. Cuando tuve que enviar a mi perra a algún sitio peligroso, por supuesto que viví tensión y nervios, pero no puedes pensarlo porque si no no podrías desarrollar el trabajo con efectividad. Si me meto en esa línea emocional, pierdo mi capacidad operativa y ahí surge, casi de manera involuntaria, una parte de frialdad que es la profesional. Me expuse con mis perros a situaciones de riesgo y, en el momento, haces lo que tienes que hacer, pero después, es cuando la cabeza se te dispara. Eres tú contigo mismo. Nadie te entrena a ti. Al final cada perro tiene su solidez, su resistencia al estrés, su sensibilidad y tú haces lo que puedes. La opción, si te desborda, es dejar la especialidad. Tiene una parte de satisfacción muy grande cuando haces un buen trabajo, pero es duro cuando te planteas la posible pérdida de un perro en acto de servicio.

-Por ley de vida, ellos se van antes que tú… ¿Cómo lo gestionas?
-Esta es la parte mala de este trabajo. Nunca estás preparado. Cuando eres sensible, sufres, y a medida que te haces mayor, eso aumenta. Tienes que vivir y luchar con los duelos. A mí, algo que me consuela y en lo que realmente creo, es que fui yo quien decidió trabajar con perros. Llega un momento en la vida en el que tienes que valorar si te compensa o no. Hay mucha gente a la que se le muere un perro y decide no tener otro; yo esta posibilidad no la puedo ni la quiero contemplar. Prefiero estar roto y destrozado por no tenerlos que no haberlos conocido. ¿Me compensa estar mal una temporada, tener un duelo y sufrir? Sí, porque si echo la mirada atrás, no te hablo de premios, éxitos, medallas o reconocimientos sino de emociones juntos. Es la vida misma y es terapéutico. Trabajo con ellos, por la noche llego a casa y estamos juntos, estoy leyendo un libro mientras toco a un perro, me los llevo de vacaciones, hago deporte con ellos… Son 24 horas, 365 días al año. Te dan mucho en poco tiempo. Cada momento tiene significado y todo ese vínculo de amor, cariño, unión o de cuidados cuando no están bien, es felicidad y calidad de vida.

-Muchas veces, ¿es más fácil entenderse con los perros que con las personas?
-Yo me entiendo muy bien con los animales en general y con los perros en particular. Con las personas es más complicado. Lo perros te proporcionan emociones, te oxigenan, te dan cariño, sacan lo mejor de ti sin pedir nada a cambio. En general me llevo bien con la gente, pero sí que es cierto que los animales me ayudaron a ser más selectivo y mejor persona.

-¿Despiertan en ti un amor diferente?
-Sí, ni mejor ni peor, diferente. Hay un amor que despierta el perro condicionado por algo importante que es la fragilidad y la dependencia que tiene de nosotros en una sociedad humana. Cuando cuidas de alguien que depende de ti, eso te une y genera un vínculo fuerte y diferente.

Perros de la Unidad Canina de la Policía Nacional de Oviedo especializados en estupefacientes y drogas.

-¿Sabrías vivir sin ellos?
-Hace poco hablaba con alguien importante dentro de este mundillo y le decía que, si algún día, por limitaciones físicas, no puedo tener perro, me costaría mucho adaptarme a otra forma de vida. Esto lo puedes interpretar negativamente, pero es todo lo contrario. Lo que quiero decir es que, sin el contacto con un perro, sin la responsabilidad de tenerlo, sin esa vinculación, todo sería diferente y no concibo vivir sin ellos. El día que me jubile, que no trabaje con perros, no compita o no haga nada, iré a una protectora y cogeré a un perrín al que, con mis conocimientos, pueda ayudar. A lo mejor en vez de pesar treinta kilos como los que tengo ahora, tal vez pese ocho, tendrá una oreja para arriba y otra para abajo, a lo mejor estará ciego o tendrá una cojera, pero me dará igual. Disfrutaremos el uno del otro.

-¿Deberíamos educarnos para saberlos educar?
-Yo formo a educadores y terapeutas y muchas veces les digo que el problema de la gente es que, por ignorancia, no interioriza lo que está pasando. Siempre pongo un ejemplo: tú tienes un niño y vas con él por la calle. Tu hijo empieza a dar patadas, a escupir e insultar. Automáticamente, lo corriges. Eres consciente de que tienes un problema y obras en consecuencia. ¿Cuántas veces ves a un perro que está gruñendo, ladrando, enfrentándose y el dueño dice que tiene mal carácter, no le hace caso o lo que es peor, lo justifica? Lo que siempre les digo es que tienen que interiorizar que ese perro está insultando y amenazando. Mis perros están en casa y si pasa alguien por delante, ladran por una cuestión territorial. Pero, en cuanto entras, se acabó. Si uno de ellos te gruñe y te amenaza, obro en consecuencia. Es cuestión de educación. Todo es trabajo de base y la gente tiene que entender que, en un grupo social de dos especies diferentes, tiene que haber una estructura social jerárquica bien definida.

-¿Jerarquía bien entendida?
-Nosotros estamos condicionados por unas exigencias sociales. Estamos sujetos a normas, jerarquizados y cumplimos con las cosas. El perro tiene que ser igualmente acorde a sus exigencias. Si no hay educación, hay descontrol y ahí puede pasar de todo. La cuestión no es “tengo dinero y me compro un perro” sin más, es una responsabilidad muy grande que implica educación, conocimientos, esfuerzo, darle lo adecuado, anticiparte a conductas, asesorarte y dedicarles tiempo. Para tener un perro hay que estar dispuesto a asumir toda la responsabilidad que conlleva sino ¿para qué?

-¿Cuánta gente te vio como un bicho raro cuando hablabas de procesos cognitivos o de métodos de educación innovadores?
-Ya sabes que en esta vida van a valorar si hiciste algo importante cuando te mueras. Cuando yo empecé con todo esto, ya tenía estas tendencias y mucha gente hablaba de mí de manera despectiva a nivel profesional. Conseguí cosas y, hoy en día, me hace mucha gracia porque doy una charla y veo entre el público a gente de aquella época. Ahora me escuchan y yo sigo siendo el mismo. Me parece curioso. Si hago algo de otra manera, no es por marcar diferencias. No tengo esas inseguridades, es porque creo que se pueden conseguir resultados y soy firme con un proyecto. Simplemente es coherencia.
En formación, trabajo con gente muy joven que vienen empujando fuerte y siempre los animo, no hay que limitarlos. Yo me voy a beneficiar de esas cabezas y sus métodos. Hablar como hablamos ahora era disparatado hace unos años y, hoy en día, es normal decir que el perro piensa. No lo hace condicionado por un vocabulario, sino que utiliza unos patrones mentales para lograr un objetivo. Mi opción en aquella época era reinventarme y adaptarme o quedarme con lo que había. También es verdad que tuve mucha suerte y estuve en el momento y con las personas adecuadas en muchos sitios. Creo que, si algo hice bien, fue tener la humildad de empaparme y absorber de todo en todos los lugares por los que pasé.

David Rodríguez, guía de la Unidad Canina de la Policía Nacional en Oviedo

-En esto, como en otras muchas cosas, ¿la humildad es una palabra mágica?
-En el mundo del perro, a veces, hay mucha testosterona y poca humildad. Al final, no estás oxigenado y no miras las cosas bien porque estás pendiente de demostrar, de hacer ver quién eres y eso no te deja crecer. Por eso digo que, aunque lleves treinta años en esto, puede haber sido tiempo perdido. La humildad te lleva a poder asumir críticas constructivas y te permite abrir la mente para seguir aprendiendo y mejorando. Hay que dejar que los demás te enseñen. El perro es el reflejo del dueño y pasa mucho con las razas que se consideran que marcan un estatus. Hay quienes canalizan sus inseguridades en el perro y cuando escuchas hablar a gente, te echas las manos la cabeza por lo que están diciendo. Muchas veces se justifican y dicen: “este perro es tonto”. A lo mejor lo eres tú por no entenderlo y ser incapaz de sacar lo mejor de él.

-¿Índice de “gamberrismo” de tus perros?
-Cuando no estoy trabajando, me ves por ahí y mis perros son igual que los de cualquier persona. No estoy constantemente demandando órdenes y esperando a que las ejecuten. Siempre uso las mismas frases: “ser y estar”, “aquí y ahora”. Sin pretensiones. Que sea perro, que se equivoque. Mis perros también se revuelcan entre porquería si me descuido o intentan robarme la comida. Y todavía hay gente que me pregunta ¿pero a ti te pasan esas cosas? ¡¡Hombre, verás!! Mis perros no son máquinas. Yo tengo un control, no los tengo asilvestrados, y si estamos trabajando no hay opción al error, pero en el día a día es muy importante dejarles ser perros con todo lo que conlleva de desconexión y sin exigencias.

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