La última película del director de cine asturiano Álex Galán “Valle blanco, Gallo negro”, se estrenará en Asturias el próximo 19 de noviembre, en la 63 Edición del Festival Internacional de Cine de Gijón/Xixón (FICX). Previamente, inauguró la sección oficial del Festival de Cine de Santander, donde se llevó el premio Faro Verde y pasó también por el Festival de Cine Mediterráneo de Annaba (AMFF) en Argelia.
Cuando quedas con él es literalmente imposible conversar exclusivamente de la película o el documental que estrena. Con Álex Galán no se hacen entrevistas. Con Álex Galán se habla. De su curiosidad innata, de la capacidad de sorprenderse, de la necesidad de disfrutar de los tiempos lentos, de cómo el territorio te puede llegar a transformar, de la identidad, de la necesidad de volver a sentir, de lo salvaje… Dice que su última película es «la cosa más rara que hicimos hasta la fecha». Siendo él quien es y estando tan al margen de la industria cinematográfica, esta definición sorprende y despierta curiosidad a partes iguales. Lo que está claro es que es una película del pueblo, hecha con el pueblo.
-“Valle blanco, Gallo negro”. ¿Acabó siendo lo que tú tenías pensado?
-En principio, íbamos a hacer un documental que reflexionara sobre qué queda de la identidad de un pueblo cuando pierde sus símbolos. En este caso el de la conservación, como es el urogallo y el de la industria, como es la minería. Iba a ser reflexivo, pero, en el momento que conocimos a los vecinos de Zarréu, nos dimos cuenta de que ellos no querían contar la historia desde el punto de vista nostálgico del paso del tiempo, el cierre de las cosas y la tradición perdida, sino que era un pueblo que estaba muy unido, tenía mucho sentido del humor, ganas de hacer cosas y muy activos, aunque hubieran perdido esos símbolos. Así que cambié mi enfoque por completo y me puse a su disposición. A partir de ahí la pregunta fue: ¿Qué historia contamos? Después de charlar varias veces alrededor de algunos vasos de vino, fueron saliendo historias, a cada cuál más disparatada, y tengo clarísimo que todo se dinamitó cuando alguien dijo: “Pues yo tengo un urogallo en el garaje”. Les dimos libertad para que nos dijesen cualquier ocurrencia que tuviesen y ya nos encargaríamos nosotros de buscarle el encaje cinematográfico. Cuando ya estábamos en el rodaje, probé a darles un guión escrito para que memorizasen, pero me di cuenta de que perdían la naturalidad y no funcionaban igual. Con lo cual, lo que hice fue darles unas indicaciones y plantearles situaciones. A partir de ahí, me ponía a grabar dándoles toda la tranquilidad y yo ya hacía la limpieza en el montaje.
-Dices que es la peli más rara que has hecho hasta la fecha. ¿Qué necesidad tienes de meterte en estas harinas?
-Por la necesidad de hacer algo diferente a lo que hice hasta el momento. Por un lado, para no aburrirme y por otro, para no tomarme demasiado en serio lo que hago y decir que, al final, sólo estamos haciendo cine. No estamos cambiando el mundo. Como yo no me tomo muy en serio a mí mismo, no tengo miedo a que nadie diga que lo que hago se sale del discurso esperado. Sigo haciendo lo que creo que mejor se me da que es contar historias de cualquier tipo a través de una cámara, en forma de película, documental, en una entrevista, charlando contigo, en un podcast e, incluso, es lo que hago cuando guío a un grupo en un viaje. Lo que pasa es que, en ese caso, es sobre el territorio y las personas que lo habitan. Mientras haya historias que contar yo no me voy a aburrir nunca. No me va a dar tiempo a contar todas las historias que quiero antes de morir.
-En esta película, los protagonistas ¿son personas o personajes?
-Son más auténticos que otros personajes de otras pelis porque siguen menos símbolos. Y, cuando digo esto, también me refiero a técnicas y patrones que son universales para actuar. En este caso los habitantes del pueblo de Cerredo, no manejan esos conceptos y nosotros intentamos encapsularlos lo mínimo posible. Por eso hay esa libertad en ellos. De hecho, me parece que es una libertad muy atractiva incluso cuando no consiguen la “armonía” que pueda parecer que consigue un actor profesional. Lo interesante puede llegar a ser ese fallo y a mí me gusta mucho entendiéndolo como que hay veces que se pueda notar que están a punto de llegar tarde para decir algo, que casi miran a cámara o que están a punto de trabarse y no llegan a hacerlo.
«Los habitantes del pueblo de Cerredo no manejan las técnicas y los patrones que son universales para actuar y nosotros intentamos encapsularlos lo mínimo posible. Por eso hay esa libertad en ellos»
-¿Qué es lo que otorga identidad a los símbolos y a las personas?
-Creo que es la primera vez en mi vida que me hacen una pregunta que no sé responder… Supongo que las propias personas. Como tengo una visión muy animal del ser humano –porque en realidad es lo que somos– siempre pienso que la identidad la crea el territorio y los semejantes que lo habitan y no al revés.
Para mí los símbolos son algo mucho más inútil. Algo muy guapo, empaquetado, entendible y exportable que lo puedes transmitir muy bien a los demás; a veces se les da forma de bandera, ídolo o icono, pero no es tan genuino como la identidad. Además, se van construyendo a favor del relato así que los veo un poco menos interesantes.
-¿Por qué hace falta tener símbolos para tener identidad?
-Creo que sólo la identidad, sin símbolos, nos convertiría en una especie demasiado libre. Si sólo tenemos la identidad, es como algo bruto, muy genuino, ancestral, que sale a borbotones. Nos costaría más ser tan sociales como queremos ser, pero, si lo encorsetamos en un símbolo, nos convertimos en algo más entendible para la gran mayoría, haciendo más fácil y llevadera la convivencia. Es esa superficialidad que necesitamos para que nuestra esencia no choque demasiado con la de los demás.
«Creo que sólo la identidad, sin símbolos, nos convertiría en una especie demasiado libre (…); nos costaría más ser tan sociales como queremos ser»
-¿Podemos llegar a ser demasiado libres?
-Creo que ya no. De hecho, son muchos siglos y generaciones tratando de que la libertad cada vez estuviese más ordenada y en sus compartimentos para que respondiera a prácticas sociales asumibles casi por todo el mundo. No vamos a ser más libres de lo que ya fuimos, más bien lo iremos siendo menos. Y hablo de libertad de identidad, de esencia. La prueba está en que los símbolos cada vez son más comunes y reconocibles a nivel mundial por todos. Esta podría ser la mejor definición de la globalización: que todo sea muy parecido en todas partes hace que seamos menos libres, primero en nuestra identidad y luego en el resto de las cosas.
-¿Siempre fieles a la idea de “filmar CON la zona y no EN la zona”?
-Ahora mismo, al ser tantas personas haciendo muchas cosas, consumiendo tanta información y queriendo recibir tantos estímulos, somos todos los nuevos colonos. Llegamos a un territorio, absorbemos todo lo que podemos de él y nos vamos dejando las sobras de lo que no quisimos. Para mí, ahora mismo, el turismo es el gran colonizador de territorios en el mundo porque, de forma momentánea, se lleva cierta experiencia y no deja nada aparte de cuatro duros. Por eso siempre repito mucho esto de no hacer cultura en los pueblos, sino hacerla con los pueblos. Hay mucha diferencia entre estas dos cosas.
De Cerredo me llevé una película, una experiencia y un relato. Y, sabiendo que eso puede generar los efectos de ser como ese colono, quise también dejar algo y eso sólo se puede hacer si ellos forman parte de lo que tú haces y, en este caso, era hacerles formar parte de la peli. Según me dijeron, fue uno de los inviernos más divertidos que habían pasado desde que recuerdan. Se quedaron con la alegría de sentir que el resultado final es suyo. Lo hicieron ellos, yo no les he dejado una limosna; ellos mismos han conquistado y conseguido sacar adelante una película.
«Llegamos a un territorio, absorbemos todo lo que podemos de él y nos vamos dejando las sobras de lo que no quisimos. Para mí, ahora mismo, el turismo es el gran colonizador de territorios en el mundo»
-¿Te vas construyendo con las piezas que te aportan las personas con las que te encuentras?
-En los lugares que realmente son genuinos, yo siempre soy un visitante. Llego, me mimetizo, me sumerjo en ello, disfruto muchísimo y recibo todo el cariño de la gente de la zona, de la cultura, del lugar, pero después me voy. Entonces sí que es verdad que siento que me voy nutriendo de todo eso y voy cogiendo cachitos que nunca llegan a ser mi esencia innata, pero que van construyendo mi identidad. Intento ir formando un mapa de algo que veo auténtico en los demás. Lo único que veo genuino en mí es la curiosidad y la necesidad que tengo de satisfacerla. Todavía me quedan muchas piezas por encajar. Es más, deseo que queden muchas siempre porque el patrón con el que busco o coloco mis piezas, es inagotable.
-¿Te morirás incompleto?
-Espero que sí… Es más, añado: ¡Menos mal que moriré incompleto! Me alegro de que sea así, porque significará que todavía quedaban muchas cosas por descubrir. La muerte es una cosa que me jode muchísimo, me parece una putada tremenda. No porque le tenga miedo, sino porque con todo lo que hay por ver y descubrir, va y se te acaba el tiempo.
-Y, ¿cuánto más tiempo tienes, más quieres?
-¡Sí! Me jode más que se me acabe porque veo que hay sitios y personas que no conozco y quisiera hacerlo. Si descubro un territorio, una realidad, una cultura y disfruto de ella, no quiero que eso desaparezca ni dejar de disfrutarlo. Cuanto más viajo y más realidades conozco, más disfruto de la capacidad de asombro, más se me despierta el interés por el planeta y menos ganas tengo de marchar de él. En este sentido, tengo un discurso bastante positivo de las cosas. A mí nunca se me escapa un “este mundo es una mierda y el ser humano es lo peor”. Incluso en situaciones como la actual con la masacre y el genocidio que está sucediendo en Gaza, que es lo más aberrante que le tocó ver a mi generación. Creo que el mundo es un lugar impresionante y que el ser humano es el animal más fascinante que hay en la Tierra, para bien y para mal. Me parece muy injusto tener una visión de que el mundo es muy malo porque hay malos. ¡Joder! ¿Y qué pasa con los buenos que existen?
«La muerte es una cosa que me jode muchísimo, me parece una putada tremenda. No porque le tenga miedo, sino porque con todo lo que hay por ver y descubrir, va y se te acaba el tiempo»
-¿Te transforman las historias que cuentas?
-Diría que esa es la otra necesidad por la que cuento historias. Primero tienes que vivirlas, después contarlas y, una vez que esto pasa, las revives de otra manera. Ya no lo haces desde el punto de vista primario en el que llegas. Cuando las estás viviendo, te están cambiando, te están aportando una visión de algo que no tenías o mostrando una vulnerabilidad tuya que no conocías o incluso una pasión que no sabías que tenías. De pronto, algo te está encantando y te das cuenta que te sientes cómodo en eso que no pensabas que te llamaría la atención. Ahí es cuando te cambian. Después, ya construyes el relato que es cuando todo se convierte en ficción porque ya está un poco distorsionado.
-¿En base a qué estableces los vínculos con la gente y el territorio?
-Lo primero que hago es dejar a un lado la intención que llevo. Si siempre intento que prevalezca lo que tengo en mi cabeza, el vínculo va a ser muy escaso. De hecho, va a ser más un aprovechamiento que otra cosa. Para generar un vínculo puro, tiene que establecerse una conversación, ver y escuchar qué piensan las otras personas. Si entienden o no lo que tú les pides y que te expliquen por qué y cómo entienden ellos las cosas. Es ahí cuando te das cuenta de que, a lo mejor, esas imágenes que quieres no son las más interesantes. Es un acto de generosidad mutua y también de humildad, porque te quita tus propias ideas. Cuando me acerco a ciertos territorios, intento eliminar radicalmente el ego para que esas historias se enriquezcan, pero no ya como una cuestión moral propia de ser mejor persona, sino de forma interesada porque consigo mucho más cuando me saco de en medio. Es la única manera de que te puedas enterar qué pasa en ese lugar. También es verdad que esto tiene que hacerse de una manera consciente y creo que, muchas veces, no se quiere porque implica más esfuerzo. Cuando eliminas el ego, todos, o la gran mayoría de los planes que tenías previos, se vienen abajo y ahí te quedan dos opciones: o te mantienes firme y prevalece lo tuyo o haces lo contrario. Vas a tener que trabajar el doble, pero te va a enriquecer más a ti y a la historia.
«Cuando te cargas todas las capas que te da la seriedad, te queda lo natural, lo auténtico y, por tanto, lo real»
-¿Por qué lo absurdo refleja tan bien la realidad?
-Porque le quita gravedad e ideología a las cosas. Cuando te cargas todas esas capas que te da la seriedad, te queda lo natural, lo auténtico y, por tanto, lo real. Por ejemplo, cuando empiezas una relación de pareja, nada se toma demasiado en serio porque no hay un vínculo que proteger. Simplemente es conocerse y todo es mucho más fresco. Cuando empiezas a tomártelo todo más en serio porque quieres proteger esa relación, comienzan las torpezas. Creo que pasa también con el humor. Los cómicos que mejor funcionan y que más gracia hacen son a los que les da igual cómo salgan las cosas. Tienen una gracia natural y, por lo tanto, real. Por eso creo que la parodia nos permite afrontar temas que pueden ser muy serios desde una gravedad nula. Esto te permite llegar mucho más adentro de donde está la realidad.
-¿Sensatez o insensatez?
-Ser un poco sensato está bien, pero serlo demasiado, es una pérdida de tiempo. Y creo que la pelea casi siempre está en ese equilibrio. Llevar una vida en la que no tengas demasiados problemas, en la que dedique un esfuerzo para conseguir mis objetivos y proteja las cosas que voy consiguiendo, sería una sensatez. Pero, si eso lo conviertes en un todo, acabas perdiendo porque puede que llegues a tener algo muy cómodo, pero habrás dejado por el camino un montón de cosas que te podrían haber enriquecido y que son incluso mucho más interesantes que la seguridad. Sé sensato en unas cosas, pero permitirte dejar de serlo en muchísimas otras.
Próximamente publicaremos el resto de la entrevista…