En este año el director y documentalista Álex Galán ha publicado El reino de los pastores, Xalda. Experiencias de una raza y Galerna y salea. Tres documentales cortos que narran historias que tienen que ver con la tierra y la preservación tanto de oficios, como de razas autóctonas y del territorio.
Lleva un año prácticamente sin parar. Desde que hizo la película Salvajes, Álex Galán ha ido encadenando un proyecto tras otro y como él mismo reconoce “avecino una crisis creativa bastante grande”. Se impone una parada. Un volver a los orígenes y recuperar de la vida la inspiración que le permita continuar contando historias.
Dice que tal vez le hubiese gustado vivir en otro tiempo, uno en el que todavía se mantuviese el poder de la soberanía sobre el territorio, en el que no se hubiese perdido la conexión con la parte más salvaje del origen del ser humano y en el que el ritmo de los días fuese más tranquilo. Pero la realidad, es que le ha tocado vivir en estos tiempos. Tal vez por eso siente la “responsabilidad” de dejar constancia de que existió, y en muchos territorios todavía existe, una vida más sostenible, mucho más serena y ajena a la sensación de caminar constantemente por la cuerda floja.
De los trabajos realizados en este año todavía le quedan por dar a conocer dos: una peli grabada en Kirguistán junto al actor de la serie La casa de papel Darko Perić titulada “Territorio” y un documental sobre los últimos cunqueiros que todavía viven en Degaña.
-Has pasado de una película como Salvajes y de grabar otra con Darko Perić en la estepa kirguís a hacer tres documentales cortos sobre historias pegadas a la tierra. ¿Cómo ha sido el cambio?
-Estos documentales tienen la intención de engrandecer algo que, en el fondo, parece pequeño. La realidad es que queríamos darles honor a todas estas historias. No todo tienen que ser genialidades venidas del otro extremo del mundo, también merece ser contada la historia de unos paisanos y paisanas en una esquina de Pola de Allande, que sacan adelante la raza de una oveja. Nos pidieron una historia sin artificios y me lo tomé como un reto porque detrás de algo así, siempre existe algo más grande de lo que pensamos. A mí, particularmente, el de la Xalda, que es el que puede ser más sencillo en términos artísticos porque no deja de ser un reportaje puramente informativo y divulgativo, es de los más potentes. Hablamos de dos paisanos que salvaron una raza y esto, muy poca gente lo va a poder decir en su vida.
-¿Qué es lo que hace que alguien se comprometa con la preservación de una raza, oficio o territorio?
-Hay un punto básico que es el de la necedad. Pero no entendida como algo obtuso, sino como la actitud de alguien comprometido con lo que hicieron sus abuelos, sus padres, y que ahora se pregunta ¿voy a ser yo quien lo deje? Hay un poco de herencia, de esa memoria de los antepasados, de querer coger un testigo y seguir hacia delante. Por otro, tanto los marineros que continúan manteniendo esa pesca tradicional, como los pastores que se quedan en puerto, como los que salvan a la oveya Xalda, son gente que tienen un alto componente de romanticismo. Saben que tal vez lo que hacen no sea productivo, ni llamativo, pero siguen ahí. Pienso en lo que comentaba el paisano de la pareja de pastores al final de El reino de los pastores: antiguamente, bajaba del puerto y veía a unos que habían marchado dos años a Alemania y volvían con un coche y él se preguntaba: ¿qué hago yo aquí oliendo a queso y a cabra? Se lo cuestionaba, pero no se iba. Yo dejé de hacerles esta pregunta que me acabas de hacer porque me sentía idiota. Resulta que le estoy preguntando a alguien por qué vive en el culo del mundo y él me responde tranquilamente: “porque es mi hogar”. Me di cuenta de que era una estrechez de miras por mi parte. Lo hacen porque es suyo. Y esto que puede parecer tan simple, tiene más fuerza que muchas otras respuestas teóricas y argumentales.
“Estos documentales tienen la intención de engrandecer algo que, en el fondo, parece pequeño. La realidad es que queríamos darles honor a todas estas historias”
-¿Es gente que tiene una personalidad propia?
-Totalmente. Esta personalidad se dibuja en que son personas que se alejaron menos del origen como especie. Aunque todos estamos más lejos, ellos están próximos a la esencia. Siguen pareciéndose más a esa persona salvaje, entendiéndolo como alguien que vive en y de la naturaleza. El orgullo es algo que nos seduce contar como historia porque cada vez nos encontramos menos ese sentido de pertenencia. Si me pongo a analizar, incluso existe menos apego a cosas como puede ser la familia. Hace setenta años, la gente no se iba de casa cuando se casaban. Todos compartían el espacio porque había una sensación de pertenencia enorme. Hoy en día apenas existe ese sentimiento hacia nada. Quizá a ser del Sporting o del Oviedo, del PSOE o del PP, pero sentir que perteneces a un linaje ya no lo hay. Cuando te encuentras a gente que todavía lo mantiene es muy alentador. Te das cuenta de que el ser humano todavía puede moverse por sitios en los que el ser no viene dado porque obtengas éxito o pertenezcas a una clase social.
“Resulta que le estoy preguntando a alguien por qué vive en el culo del mundo y él me responde tranquilamente: “porque es mi hogar”. Me di cuenta de que era una estrechez de miras por mi parte. Lo hacen porque es suyo”
-¿Es algo que ellos se planteen abandonar?
-Ellos mismos saben que están “anticuados”, pero lo increíble es que se empeñan en seguir desarrollando un oficio y un modo de vida que saben que está abocado a desaparecer y no sólo en términos económicos sino también emocionales. Yo creo que casi nadie de los que están ahí se siente cómodo sabiendo que él puede ser el último, porque pensar eso es bastante deprimente. Deciden seguir siéndolo cuando, probablemente, muchos de nosotros, ante esta perspectiva, decidiríamos abandonar por la vía rápida y no seguir soportando ese peso durante tantos años. Imagino que va minando y les pesa ver que son los últimos. Pero tienen la determinación de continuar.
-El carácter que tiene cada uno ¿se parece al territorio en el que desarrollan su actividad?
-Hay una esencia diferente dependiendo del territorio en el que están. Tienen un carácter diferente, aunque todos ellos mantienen cosas en común y una de ellas es la practicidad. Cuanto más cercano al origen del ser humano está una persona, es mucho más práctica en sus formas, todo lo que hace está menos adornado. Probablemente no habrá muchas bromas, pero son muy funcionales y tienes todo el rato la sensación de que, cualquier cosa que se rompa, aunque sea un trípode que no vieron en su puñetera vida, van a encontrar la forma de arreglarlo o de que seas capaz de colocar la cámara fija en un sitio que es lo que haría un trípode. Si algo se rompe, se arregla. Si tú dices que no se puede llegar a un sitio, ellos te dicen: se podrá. Esto lo mantienen en todos los territorios.
“Tienen la serenidad de saber quiénes son y tal vez saben que lo que hacen está abocado a la desaparición, pero nacieron siendo pastores o pescadores y morirán siéndolo”
-A nivel personal, ¿encajas mejor con unos que con otros?
-Es curioso. Hay algo que nos hace conectar de una manera diferente con cada uno. Como documentalista, yo no adoptaba la misma actitud con los pastores que con los pescadores por una cuestión instintiva, no porque lo pensara. Mi conexión con los pastores es muy rápida. Desde que llego ya estamos en la misma sintonía, nos entendemos y hablamos el mismo lenguaje. Con los marineros me costaba más. Sin embargo, a David le pasaba lo contrario. Con los pastores él tiene un perfil más bajo y con los marineros se entiende a las mil maravillas. Siempre le digo de coña que algo tendrá que ver que el piso en el que vive tiene todo el suelo de madera de barco antiguo. Su abuelo era marinero así que puede que, por su idiosincrasia, encaje a la primera.
-Si hablamos de fortaleza social, de capacidad de supervivencia ¿hemos avanzado o retrocedido?
-Retrocedido. Si hablamos de supervivencia la gente se puede escandalizar o pensar que es algo que está muy lejano porque ya no tenemos que batirnos con la vida como hacían antes. Pero lo que sin duda perdimos, son habilidades. El suceso más importante para el ser humano fue aprender a hacer fuego y, aunque suene exagerado, ahora ya nadie necesita hacerlo. Así que, si fuimos capaces de perder la habilidad más importante, podemos ir derrochando el resto de cosas ganadas. Yo veo a mi padre y sabe arreglar un canalón, poner un ladrillo encima de otro, arreglar un manguito del coche, plantar un manzano o curarle la herida al perro. Yo, para casi todas estas cosas, tengo que avisar a alguien. Lo que llamamos confort y sociedad del bienestar, nos va alejando de la supervivencia y nos convierte en dependientes; mientras nos funcione pues supongo que muy bien porque nadie quiere tener que hacerlo todo, pero el día que no tengas quien te lo haga, malo. Sin falta de ponernos apocalípticos, igual estamos perdiendo la noción de que hacer tareas realiza al ser humano. Los monjes afirmaban que el trabajo dignifica. Lógicamente lo decían para tener a la gente machacada, pero la verdad es que lo realizada que se siente una persona cuando es capaz de llevar a cabo tareas por sí misma no es comparable con otra sensación. Siempre fue así y, en términos biológicos, no hemos cambiado tanto como especie. Nuestro cerebro sigue siendo el mismo que cuando éramos cazadores recolectores. Todo lo que cambió es cultural. A mí me da la sensación de que este desajuste cada vez desemboca en más casos de ansiedad, estrés o depresión. No estoy diciendo que con el trabajo duro y físico esto desaparezca, pero la realidad es que no sientes lo mismo cuando vas al súper y coges una lechuga que viene metida en un plástico, que cuando esa misma lechuga la has plantado tú mismo en la maceta del balcón.
“Si hablamos de supervivencia la gente se puede escandalizar o pensar que es algo que está muy lejano porque ya no tenemos que batirnos con la vida como hacían antes. Lo que sin duda perdimos, son habilidades”
-Todos los protagonistas de estos documentales emanan alegría de manera natural. ¿Cómo lo consiguen sabiendo las dificultades a las que se enfrentan?
-Sí, es así. Y, yendo un poco más allá, algo que percibes es que ellos se muestran enfadados por los problemas que viven, pero no desequilibrados y me parece que ahí está el quid. Nosotros, en nuestros trabajos cotidianos, aparentemente no estamos tan enfadados y tenemos un carácter más jovial todo el tiempo, pero estamos más lejos del origen. Ellos, dentro de lo puteados que se puedan sentir en un momento o por cosas determinadas, están más tranquilos. Tienen la serenidad de saber quiénes son y tal vez saben que lo que hacen está abocado a la desaparición, pero nacieron siendo pastores o pescadores y morirán siéndolo. Mientras tanto, son capaces de conseguir su alimento y hacer lo que necesitan. Eso les genera una dignidad y ésta, a su vez, un equilibrio. Pueden estar encabronadísimos con todo, pero están en paz y creo que ahí también se mantiene una salud emocional. Es curioso pensar que, teniendo una vida más dura, tienen mejor salud que quien trabaja con calma en una oficina.
-¿El ser humano necesita otorgarle un sentido a su vida?
-La gente que vive pegada a la tierra sigue teniendo una brújula que les marca una dirección y eso, de buenas a primeras, alivia. Seguir perteneciendo a un linaje, a una cultura, a un territorio y a una forma de actuar, ayuda mucho. Para mí hay una palabra muy importante que posee toda esta gente que es soberanía. La mantienen sobre sí mismos y sobre el territorio en el que se desarrollan y esto es algo que tal vez sea lo más revolucionario que pueda haber ahora mismo. Si pasa algo alrededor, les da igual porque ellos van a seguir viviendo como siempre lo hicieron. Esto les hace permanecer cuerdos porque, te puede salir mejor o peor, pero estás tomando tus propias decisiones y sintiéndote soberano de ti mismo.
“Para mí hay una palabra muy importante que posee toda esta gente que es soberanía. La mantienen sobre sí mismos y sobre el territorio en el que se desarrollan y esto es algo que tal vez sea lo más revolucionario que pueda haber ahora mismo”
-Hablas constantemente de valores que ahora mismo parecen de otra época. ¿Los sientes como actuales?
-Ahora estoy obsesionado con dos palabras: soberanía y territorio. La peli que grabamos en Kirguistán con Darko Perić se llama Territorio. En ella él, como actor mediático, inicia un camino de redención, lejos de los focos, y en busca de los instintos primarios. En ese camino se va narrando cómo se encuentra con una comunidad de pastores y cazadores en el altiplano kirguís y éstos conviven con el fantasma del leopardo de las nieves. El personaje de Darko, prácticamente se limita a observar lo que no se ve. Para mí, esta palabra tiene mucho que ver con la anterior. Territorio es más que pueblo o zona rural. Es algo ancestral, es decir: “este es mi trozo de tierra, planto en él, sé obtener alimento de él y, sobre todo, sé ser soberano en él. Incluso, si hace falta, esconderme en él de una u otra manera”. Sé que esto tiene matices con los que puede no estar de acuerdo nadie porque hay miles de maneras de defender un territorio y tal vez unas sean buenas y otras malas, pero ahí están.
-Hay una Asturias que se ve, se vende y que la gente visita y otra oculta bajo el mar o en esas cuevas donde se madura en queso en Picos. ¿La magia de esta tierra está en lo que no se ve?
-En contraposición a estos documentales de gente con esta permanencia y pertenencia a un sitio y tan presentes en todo lo que hacen, está este mundo plástico y tan de nadismo que existe fuera. Es curioso que lo que no se ve, es lo que tiene contenido y lo que se ve, son las hordas de autobuses subiendo a los Lagos. Gente haciéndose fotos en un entorno sólo porque es guapo, sin preocuparse de conocer por qué ahí hay una pradera o por qué existe un bosque en vez de un glaciar. Todo esto no importa porque es contenido, hace pensar y mejor evitar el esfuerzo. ¡Por supuesto que lo importante está debajo de todo esto!
“Es curioso que lo que no se ve, es lo que tiene contenido y lo que se ve son las hordas de autobuses subiendo a los Lagos. Gente haciéndose fotos en un entorno sólo porque es guapo, sin preocuparse de conocer por qué ahí hay una pradera o por qué existe un bosque en vez de un glaciar”
-¿Hay más vida en esas majadas, donde aparentemente no pasa nada, que en una ciudad?
-Totalmente, porque tiene más que ver con el ritmo real de la existencia. Ten en cuenta que, en el planeta, entendiéndolo como un todo del que formamos parte junto con animales, bosques, etc., la gran mayoría de lo que permanece conectado lleva ese ritmo. Claro que pasan más cosas y que la vida es más real, porque ahí es donde la existencia está llevando su ritmo natural. La vida dura más así. Nosotros presumimos de la cantidad de cosas que hacemos en un día y parece que, cuánto más te cunde el tiempo, mejor te va. Vas tan rápido, aceleras todo tanto que no te enteras de lo que haces. Si se trata de que la vida dure lo máximo posible, a lo mejor el camino es hacer menos. Es estar más tiempo existiendo y menos creando necesidades.
-¿Cuánta verdad existe en las imágenes de estos tres documentales?
-Nada de lo que sale ahí se puede impostar. Una familia que vive siete meses al año en el puerto cuidando a los animales, levantándose a las cinco y media de la mañana y acostándose con el sol, no puede disimular y darme algo que realmente no es. Lo único que me pueden transmitir es lo que tienen. A veces sólo es colocar la cámara y tratar nosotros de hacerlo con la misma poca prisa que ellos. Según van viviendo, tú vas haciendo. Tienes que ir un paso por detrás todo el rato.
“Una familia que vive siete meses al año en el puerto cuidando a los animales, levantándose a las cinco y media de la mañana y acostándose con el sol, no puede disimular y darme algo que realmente no es”
-¿Se convierten ellos en los directores y tú en el primer espectador?
-Sí. Yo puedo tener una idea, pero toca mimetizarse porque los que saben son ellos. Para empezar, si les pides otra cosa, les cuesta hacerla. Si la hacen, no va a quedar natural y, aunque todo esto sucediese y fuese bien, ¿qué sentido tendría hacer algo que no les surgió a ellos? Quedará muy guapo, pero ¿para qué? ¿Nos desplazamos allí, subimos al puerto, nos quedamos a dormir semanas para volvernos con lo que queríamos nosotros y que ya teníamos previamente pensado? Al final eres como un turista más, vas y te llevas un souvenir. Se supone que lo importante es lo que tienen ellos para darte, así que tienes que dejarte por completo y saber que van a controlar ellos las secuencias. ¡Y menos mal!, porque es así cuando funciona. Por ejemplo, saben por dónde va a salir el ganado y te dicen dónde tienes que ponerte. Tú les argumentas que desde el otro punto tienes un ángulo mejor y te pones donde quieres. Al final te quedas con cara de idiota porque no grabas nada. Con lo cual, a la tercera, ya les preguntas: ¿dónde pongo la cámara? Y es así como debe de ser porque tú controlas la parte técnica, pero ellos las sensaciones y son los que tienen que transmitir con qué tipo de imagen se emocionan. Te das cuenta perfectamente de que para ellos es importante cuando, al atardecer, ven venir a las cabras con Peña Santa de fondo. Pues sólo te queda plantar ahí la cámara y captar esa imagen. El único momento en el que somos nosotros los que marcamos es cuando ellos salen en escena. Ahí, hay que hacer justo todo lo contrario porque, tanto pastores como pescadores, no tienen autoconsciencia de ellos mismos como algo interesante. No tienen sentido del espectáculo y por eso son tan auténticos.
-¿Podrías decirme un rasgo de la gente del mar que no conocías y te haya sorprendido?
-Su gran capacidad de aceptación de algo negativo sin estallar en conflicto. No porque tengan unas cuotas de mierda se convierten en furtivos. No porque les estén apretando con la forma en la que tienen que coger percebes recogen más de una manera oculta o siniestra, al contrario, manejan su territorio en un entorno en el que no es fácil. Vi esa imagen de calma ante la tempestad que, probablemente, tiene que ver con estar en las olas constantemente. Saben que contra el mar no pueden pelear, eso lo tienen en su ADN e imagino que, con volver vivos cada jornada, ya tienen bastante. Supongo que ese carácter de poner mala cara ante la galerna es lo que hace que, incluso, aunque se vean apretados, se mantengan, sigan saliendo, no quemen los barcos en el puerto y armen una gorda.
“Tanto pastores como pescadores no tienen autoconsciencia de ellos mismos como algo interesante. No tienen sentido del espectáculo y por eso son tan auténticos”
-Sus problemas nunca son los temporales, el clima o los animales. Son los que generan los de su propia especie que gestionan desde despachos. ¿En qué punto deberían encontrarse estas dos partes?
-Puede sonar demagógico y tal vez lo sea, pero en el Amazonas todos dejamos que el territorio lo gestionen los indígenas y, cuando Bolsonaro toma una decisión en contra de ellos sin haberles consultado, a todo el mundo le llama la atención. Esto nos tiene que llevar a pensar que ese equilibrio tiene que pasar siempre por que se considere a los habitantes de un territorio como los expertos gestores. Luego se pueden poner normativas o adecuar cosas, pero sus opiniones son las que se tienen que considerar porque llevan viviendo ahí desde siempre y son los primeros interesados en seguir haciéndolo. ¿Por qué sabemos que ellos son capaces de hacerlo? Sencillo: porque llevan ahí generación tras generación y el territorio continúa siendo productivo de una forma equilibrada y sostenible. Creo que hay que invertir una cosa y es que el pastor y el pescador no deben sentarse en una mesa para escuchar, debe ser al revés. Los que legislan tienen que sentarse frente a ellos para escucharlos, después ya se dialogará sobre lo que está bien o no. Sé que esto es muy atrevido e impopular porque es dejar la política en manos de civiles. Pero lo que realmente estás haciendo es dejar la gestión de un territorio en manos de quien sabe hacerlo y del principal interesado en preservarlo.
“En los marineros vi esa imagen de calma ante la tempestad que, probablemente, tiene que ver con estar en las olas constantemente”
-¿Tienen más amenazas que ayudas?
-Diría incluso que algunas de las ayudas que tienen, son parte de su amenaza. Son trampas porque, gracias a ellas van a poder sobrevivir unos años, pero están condenando una actividad de por vida. Es una muerte en silencio. Cada vez que los marineros o los pastores reciben una subvención en forma de limosna les están dejando fuera del juego del comercio. El pescado viene de Marruecos sin ningún tipo de control sobre cómo se extrae y pasa lo mismo con la carne que viene de Patagonia.
Más allá de amenazas puntuales como puede ser el lobo para los pastores, o el precio de los combustibles para los marineros, el mayor problema es que se les metió en el juego del libre mercado y ahí nunca van a poder ganar. Nosotros estamos en un país en el que todo está legislado para que la tierra y el mar se mantengan, pero si otros productos entran en el mercado sin que se les mire absolutamente nada, la diferencia va a ser brutal y el consumidor, de alguna manera, se ve obligado a “traicionar” al productor local. Pero, ¿cómo no lo va a hacer? ¿Quién puede pagar los productos al precio de aquí? Para mí, ésta es la amenaza que tiene el sector primario. Creo que todos preferiríamos comprar el producto local, pero ¿con qué sueldo? Comprar el alimento a tu vecino se convirtió en un producto gourmet, pero hacerte con el que viene de lejos es más rápido y barato. ¡Algo no cuadra!
-¿Su realidad es compleja?
-Lo que te voy a decir se puede entender bien, mal o regular, pero, en el fondo, todas las legislaciones que hay ocurren porque el consumidor las demanda. Las leyes están hechas para que tengamos un pescado de mierda a un precio de mierda. Esto es así porque lo reclamamos como consumidores y porque las prioridades cambiaron. Para los pastores que viven en el puerto y que ahora tienen setenta u ochenta años, en su economía familiar, al principio, el 80% era para comer, el 10% para cosas de la casa y un 10% para sustos. Ahora, la economía de una persona se basa en el 80% para unas vacaciones, un coche o un piso y, lo que reste, para comer y ahí nos vamos a lo barato. Nadie quisiera que fuera al revés porque queremos irnos de vacaciones, salir a tomar algo, comprarnos el último móvil y en lo que hemos decido reducir, es en la comida. Estos documentales, aunque sean historias pequeñinas, son importantes porque son los últimos vestigios de producción de alimento en un país o en un continente como puede ser occidente. Vamos a dejar de convertirnos en productores para ser únicamente consumidores.
“Creo que hay que invertir una cosa y es que el pastor y el pescador no deben sentarse en una mesa para escuchar. Debe ser al revés. Los que legislan tienen que sentarse frente a ellos para escucharlos”
-La tradición, el pasado, ¿tiene futuro?
-Yo diría más bien que la tradición será la próxima revolución. Es algo más grande. No sólo va a tener que ver con el folclore (no hay más que ver el éxito que, por ejemplo, está teniendo ahora mismo Rodrigo Cuevas), sino que volver a cómo vivíamos antes va a ser el futuro, porque va a tener que ver con la autosuficiencia. Con un paisano y una paisana capaces de crear alimento en su huerto. No hace tanto que empezábamos a ver cómo se patentaban las semillas o cómo, durante la pandemia, la gente plantaba lechugas o tomates en las macetas de su balcón.
-Ni la tierra ni el mar regalan nada. Son oficios duros. ¿Hay relevo un generacional dispuesto a asumir esta realidad?
-En el sector primario lo hay, lo que pasa es que no va a ser en forma de comunidades como había antes. Estarán abocados a ser casi renegados, gente que permanezca al margen del circuito. Habrá pastores en Picos de Europa, pero no majadas llenas de ellos. Habrá quien se dedique a criar ovejas, pero no ese relevo de criadores y pueblos enteros que vivan de ello. Por cada veinte que se van, se queda uno, y así es imposible. Lo que pasa es que cuando deja de haber comunidad, se genera más soledad, deja también de haber cultura porque lo que queda se convierte en algo residual y puede que “embrutecido”. Es como lo que vemos ahora en las reservas con los indios americanos, la herencia no va a ser tan genuina como la que tuvieron ellos. Va a ser enseñada, pero no sentida desde el principio.
“Cuando hacemos esas entrevistas y te cuentan cómo con nueve años se enrolaron y se fueron a pescar a alta mar, siempre pienso, como documentalista, que me encantaría ir con ese niño a grabar su jornada de pesca, pero que ya no puedo”
-¿Eres consciente de que tal vez estés documentando oficios o tradiciones que existen en su última generación?
-Estar grabando pastores en el puerto, pescadores de formas tradicionales, criadores de razas autóctonas o comunidades indígenas en cualquier otra parte, para mí, es como estar haciendo arqueología presente. La sensación es de desasosiego. No por lo que estamos grabando, sino por lo que ya sabemos que no vamos a poder grabar. Cuando hacemos esas entrevistas y te cuentan cómo con nueve años se enrolaron y se fueron a pescar a alta mar, siempre pienso, como documentalista, que me encantaría ir con ese niño a grabar su jornada de pesca, pero que ya no puedo. Me gustaría preguntarle lo que pensaba, ver cómo pescaba, cómo se relacionaba con los adultos y cómo con esa edad volvía a casa. Cuando estamos grabando nos da la sensación de que siempre llegamos tarde.
La forma es sencilla porque también lo útil, para este tipo de cosas, es que sea así. Lo que intentamos con Galerna y Salea, El reino de los pastores y con Xalda. Experiencias de una raza, es que quede como una especie de archivo histórico. Que tanto esos docus, como otros que vengan en esa línea, sirvan como un manual de instrucciones de cómo se vivía antes y para que eso fuese comprensible no podíamos tirar de cabriolas cinematográficas y excesos como hicimos en Salvajes o en Territorio. La cuestión es que lo puedan ver en un colegio más adelante y se den cuenta de cómo vivía la gente en el 2023 y también lo hicimos así para que quedase algo más universal para la cultura asturiana. Historias de la tierra para gente de la tierra que sirvan de manual de instrucciones.
“Estar grabando pastores en el puerto, pescadores de formas tradicionales, criadores de razas autóctonas o comunidades indígenas en cualquier otra parte, para mí, es como estar haciendo arqueología presente”
-Ahora que los tres documentales ya están publicados, ¿qué es para ti lo más importante de haberlos grabado?
-Más allá de lo que son los protagonistas, me gustaría que nos diésemos cuenta de la grandeza que tienen las historias pequeñas que tenemos alrededor, cosas que hay en nuestra tierra que son muy cercanas, familiares y que están desapareciendo. En septiembre u octubre vamos a sacar un documental de los cunqueiros que hay en Degaña. Son una madre y un hijo y son los últimos. Se acaba ahí porque no hay relevo. Además, para el estreno, por primera vez en la historia, vamos a llevar el cine al pueblo y lo vamos a hacer a lo grande con carpa, pantalla, moqueta y butacas. ¿Cuántas historias más habrá sin tener que salir de Asturias? Para mí lo importante es empezar a tener la capacidad de ver lo que pasa a nuestro alrededor de una manera científica en el sentido de mirar de verdad, de analizar y trabajar en ello porque, seguramente, haya cosas más interesantes de lo que nos pensamos.
-¿Por qué sientes la responsabilidad de preservar este tipo de cosas?
-Creo que es una nostalgia de algo que no viví porque yo no nací en un pueblo, no tuve abuelos ganaderos ni pescadores y no me iba todos los años al puerto y, sin embargo, siempre tengo el mismo pensamiento: ¿por qué no habré nacido en otra época? Yo no pude vivir esta parte del ser humano más ancestral y arraigada a la tierra, me tocó otra, y además al asumir esa responsabilidad de contarlo siento dos cosas: una, dicha muy entre comillas, que estoy dejando testigo de algo, recogiendo voces que quedan ahí plasmadas o guardadas. Y por otro lado, que, gracias a las horas y horas de conversaciones con estas paisanas y paisanos, estoy pudiendo vivir otra vida. Todo gracias a ellos.