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domingo 30, marzo 2025

Natalia A. García, escritora: «Quien olvida está condenado a repetir los mismos errores»

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Amante de las artes, Natalia A. García ha publicado su primera novela titulada Un año menos. Ambientada en la Guerra Civil Española, cuenta la historia de Inés y su familia en la cuenca minera asturiana, concretamente en Mieres, en una época en la que intentar sobrevivir era el día a día de muchos.

Tras lanzarse a la aventura de escribir esta primera novela, la segunda ya casi la tiene acabada. «Aunque no tengo fecha, estoy ahora mismo con la corrección final y mi estimación es que tal vez para mayo o junio esté lista. La temática tampoco es de las que dejan indiferente: las huelgas de la minería que sucedieron en Asturias en el 62». Como ella misma reconoce, «va a ser una historia dura pero entrañable, en la que, por encima de todo, se ensalza la amistad, la lucha, el amor, y la esperanza».

Natalia se lleva bien con las palabras y mal con las injusticias. Para ella, olvidar no debería ser nunca opción ya que, quien lo hace, está condenado a volver a repetir los errores del pasado.
Reivindica la lectura como vía de comunicación y conexión entre la historia, las personas, las ideas y, por qué no, las diferencias; sentarse a hablar como solución a muchos problemas y escuchar como el camino más corto para llegar a un destino común que no es otro que el entendimiento.

-Habiendo tantos temas “amables” sobre los que escribir, ¿por qué sientes la necesidad de hacerlo sobre cuestiones tan duras?
-Me encanta esa pregunta porque muchas veces lo he pensado. ¿Por qué esta temática y expresada de una manera que llegue a las personas e, incluso, las haga llorar? Me gusta mucho la historia y soy tremendamente contraria a las injusticias. Son algo que me sacan de quicio, no puedo con ellas. Cuando era pequeña y veía en el colegio que alguien se metía con una persona, siempre la defendía. Y, ahora de mayor, lo sigo haciendo. De unos años a esta parte, en este país, parece que nos estamos olvidando de lo que ha pasado y hay un resurgimiento de ideas y políticas que no deberían de volver jamás. Esto no sólo debería estar olvidado, sino que tendría que estar ya erradicado de la sociedad. Veo que vuelve y necesito decirle a todo el mundo que no se pueden olvidar de lo que se ha sufrido en este país. Que eso no pasó hace mil años, que, como se suele decir, fue ayer. Siento la necesidad de intentar despertar la conciencia de la gente que creo que está dormida por la desinformación.

-¿Por qué es importante recordar, no permitir el olvido?
-Principalmente porque considero que, si recuerdas lo que ha pasado, no lo repites. Me duele tanto ver en televisión que el fascismo vuelve a resurgir, que se vuelve a intentar retroceder en los derechos de las personas LGTBI, de las mujeres o que en pleno siglo XXI se nos siga cuestionando por vestir de una manera u otra… Fíjate que son nuestras abuelas y nuestras madres las que pasaron por eso y las que lucharon mucho para que nosotros no tuviéramos que vivir lo mismo, especialmente las mujeres. Son sólo dos generaciones y por eso no podemos olvidar.
Es importantísima la memoria, el decir que no, el reivindicar que estas cosas no fueron “batallitas entre nuestros abuelos”. Esto fue un conflicto político que acabó en una Guerra Civil en la que se mató a gente dentro del mismo país porque no les dejaban ser libres. Realmente, siempre ha habido dos bandos y yo distingo muy bien el que ataca del que se defiende. Esto lo estamos viendo también en guerras que están sucediendo en nuestros días. Al final, todo es lo mismo. El pasado no deja de ser el mismo presente. Las cosas no cambian tanto como pensamos. Cuando oyes cosas como que hay un chat de unos militares en el que han puesto que hay que matar a veintiséis millones de españoles, te sorprendes y te preguntas si eso está pasando de verdad. No nos podemos olvidar de nuestra historia, de lo que nuestros abuelos nos contaban. Me parece importante recordar y por eso soy una gran defensora de la memoria. Me gusta escribir sobre ello, aunque haya gente que lo lea y niegue que eso pasó.

-El libro cuenta lo que vivió una familia, pero ¿cuántas historias hay dentro de una misma historia?
-La verdad que la escritura, como cualquier otro tipo de arte, es una vía muy importante para llegar a la gente, es una forma fácil de transmitir y, a quien le guste leer, le puede ayudar porque se puede ver reflejada en un personaje, en dos o en todos. Puedes identificar cosas que te han pasado también a ti y, de esa manera, sabes que no eres el único. Muchas veces yo creo que la soledad empuja a la gente a hacer cosas que no son del todo razonables, ni tan siquiera para sí mismas. Creo que, a través de lo que escribo, puedo mantener la memoria y ayudar a personas. Ayudar a entender qué pasó y que se tenga en cuenta que lo que cada uno vivió, es diferente. No fue sólo una guerra, es que todas las personas que pasaron por ella tienen su historia y son importantes.
Un ejemplo: yo me acuerdo de mis abuelos, mi abuela murió cuando yo tenía 13 años y mi abuelo cuando cumplí 15. A esa edad yo no tenía mucho interés en estos temas. Hablaba con ellos alguna vez de la Guerra Civil y recuerdo que, después de tantos años, veía en su cara que todavía tenían miedo de contarte cosas.
Cuando escribí el libro, hablé con personas que vivieron aquella época, sobre todo la posguerra, y todavía tenían miedo de decir cosas. Te lo contaban bajando la voz y, de vez en cuando, miraban por si pasaba alguien cerca. Yo les decía: ¿tienes miedo? Y algunos me dijeron: nunca sabes quién escucha. Fíjate hasta qué punto esa guerra marcó a esa generación y a las siguientes. La huella que ha dejado en este país va mucho más allá de lo que hoy por hoy quieren hacernos creer ciertas mentes.

-Dependiendo del bando hay quien habla de olvido, perdón, recuerdo, de pasar página, de memoria… ¿En qué punto crees que se pueden dar la mano todas las cosas?
-Para cerrar una herida tienes que abrirla, limpiarla, coserla y darle tiempo para que cicatrice. No puedes echar tierra sobre ella y dejar que siga pudriéndose por debajo porque entonces jamás se va a curar. Creo que no sería tan difícil si todas las partes estuvieran de acuerdo en lo que pasó. Pero no lo están y parece que jamás lo van a estar. Podríamos decir: venga, vamos a ceder y no vamos a buscar culpables, pero sí hay que darle justicia a todas esas personas que la están pidiendo. Muchas veces el problema viene de que hay mucha gente en las cunetas. La pregunta es ¿por qué hay que olvidarlos y dejarlos ahí? No hay ni una sola persona del bando sublevado que esté en una cuneta, ¿por qué tienen que estarlo los del bando republicano? Más si encima, muchos, son gente del pueblo. No eran militares, ni políticos, era gente normal, muchas veces con su carrera que, a lo mejor, eran socialistas o comunistas y que peleaban por sus derechos. O cuantos habrá que acabaron ahí por rencillas y, como no se hacían juicios ni se preguntaba, se les fusilaba y ya está. Yo creo que no nos podemos permitir que la cosa quede en darnos la mano y problema arreglado. Eso ya lo hicimos y no funcionó. En el 75, cuando murió Franco y empezó la transición, aquí se tragó mucho y, desde mi punto de vista, se hizo mal. No puedes empezar una democracia con gente que viene de una dictadura. ¿Hoy eres fascista y mañana demócrata? ¡Eso es imposible! Creo que el punto de inflexión está ahí. Que se ceda, se reconozca y se decida sacar a toda la gente de las cunetas. Es importante hacer las cosas bien.

-¿Casi tan importante como sentarse y hablar?
-Vital. Creo que, si se hiciese un ejercicio de escucha con la gente mayor, se alucinaría. Muchas veces pensamos que no tienen nada que contarnos y que siempre están con la típica historia del abuelo cebolleta. No los escuchamos de la manera que ellos quieren que lo hagamos. Para escribir la novela, yo hice el ejercicio de sentarme con ellos y dejarles espacio para respirar. Primero empiezan tímidamente y, a medida que cogen confianza, te cuentan cosas superinteresantes de las que puedes aprender mucho. Sólo tienes que dejarlos, escucharlos, no llevarles la contraria ni pararles el relato. No hay nada más maravilloso que hablar y escuchar a la gente por todo lo que te da y te puede enseñar. Pero tienes que estar dispuesta. Yo lo hago mucho con mi madre, que va a cumplir 85 años.
Mis abuelos vivieron en la cuenca y eran mineros. Todos sabemos que esta fue una zona muy reprimida desde el 34 porque sabían que aquí había una resistencia potente. Y fíjate que, siendo así, ella te dice que tampoco vivía tan mal y que tuvo una infancia feliz. Si en aquel momento tenías una idea personal de lo que pasaba podías tener problemas y sé que mis abuelos eran de los reivindicativos. Así que yo creo que la suya fue una generación que vivió muy engañada para que no vieran la realidad y poder protegerlos. ¿Cómo te protegen tus padres cuando no tienen libertad? Quitándote la tuya.

-¿Tenemos ahora la libertad que antes no tenían?
-Hoy no te fusilan por decir alguna cosa, pero te caen denuncias por cagarte en Dios o por decir que deberían de volar el Valle de los Caídos, así que ¿realmente somos libres? Desde mi punto de vista sigue habiendo es ruptura en España y no sé cómo vamos a poder solucionarlo. Las generaciones siguientes, como no espabilen, lo van a tener crudo. Aunque no se puede decir que todos los jóvenes son iguales porque hay muchas chicas y chicos muy concienciados que quieren conocer, pero la realidad es que las tecnologías y la forma que tienen de informarse no les ayuda mucho. Para mí, la mejor generación que he conocido, que es la de nuestros abuelos, ya no está, por eso es importante que no se pierda su recuerdo. Por eso, en cierta manera, escribo libros.

-¿Escribir este libro te ha cambiado?
-Empecé a escribir Un año menos porque quería recordar a la gente que vivió la guerra, pero en el proceso fui haciendo una transición: cuanto más hablaba con la gente, más profundizaba y más quería saber. Y me di cuenta que detrás de todo, había mucho que no nos habían contado. En el colegio se hablaba de una Guerra Civil, del tiempo que había durado y para de contar. No se mencionaba la palabra dictadura en ningún momento, no te explicaban más.
Mi curiosidad fue creciendo con el paso del tiempo y, cuando acabé el libro, me di cuenta de que quería seguir aprendiendo y contando todo lo que pasó. Por eso, la segunda novela también es de historia contemporánea, es del 62 (un conflicto que, por lo que he podido ver, la gente tampoco conoce). No sabemos la historia de nuestra tierra.
No sé si estoy evolucionando u obsesionándome, pero sí es verdad que no empecé igual que terminé. Cuando puse el punto final, tenía muy claro que quería sacarla y que la gente la leyera, porque las cuatro o cinco personas a las que se la dejé leer también me animaron. Fue cuando decidí autoeditarla a ver qué pasaba y, la verdad, es que ha ido muy bien. Reconozco que es complicado, más cuando no tienes detrás una editorial, pero empecé la novela considerándome una contadora de historias y ahora me considero un poquito más escritora.

Natalia A. García en la presentación de su novela "Un año menos" en la librería Te gusta leer de Gijón.
Natalia A. García en la presentación de su novela en la librería Te gusta leer de Gijón.

-De todo lo que te ha hecho sentir, ¿con qué te quedarías?
-Yo, hay veces que estoy dándole a la tecla y estoy llorando a lágrima viva. Sobre todo, porque me genera mucha pena y rabia el que esa generación haya tenido que pasar por todo eso, porque no hayan podido levantar la voz para quejarse, porque nosotros tuviésemos una vida mejor gracias a que ellos la tuvieran muy jodida. Ver ese dolor me parte el alma. Esa rabia ha sido también el impulso para contarlo, pero de una manera bonita que a la gente le sea fácil de leer.

-Llama la atención que, a lo largo de los capítulos, se suceden muchos actos de amor. ¿Este sentimiento puede encender luces en las situaciones más oscuras?
-No soy de las que piensan que el amor sea lo que mueve el mundo, pero sentirlo te hace salir de muchas cosas. Realmente, si lo tienes, puedes superar ciertas situaciones porque tienes una ilusión, un apoyo. No te sientes solo, te salva. Pero no me refiero sólo a lo que sientes por tu pareja. Es el amor de tus amigos, de tus padres, tus hermanos… Yo creo que es un libro que está lleno de amor de todo tipo, incluso en el desamor. Hay un personaje femenino que siente un amor no correspondido y que, por ser así, toma decisiones que hacen mucho daño, aunque después, con el paso del tiempo, rectifica y hace las cosas bien. El amor es algo muy abarcante que une a la gente mucho más que lo que parece en principio.

-El amor, ¿duele?
-No es algo romántico. La cuestión es que ese sentimiento te mueva a hacer algo bueno por alguien. El primero, por ti mismo. Pero, ni siquiera el amor más bonito y fuerte es perfecto. Yo no tengo hijos, pero considero que el amor más fuerte que se puede sentir en el mundo es el de una madre por un hijo. Muchas veces a madres con las que he hablado, les he preguntado: ¿si pudieses volver atrás, volverías a tener hijos? Y muchas, en la intimidad de su casa, me han respondido que no porque, con ellos, se sufre muchísimo. Con lo cual, ningún amor es ideal, pero todos los amores te sacan de momentos muy chungos. Mismamente llamar a una amiga cuando tienes un mal día y sentarte a hablar con ella es un acto de amor. En la vida hay que tener muchos amores. Cuantos más, mejor.

-¿La vida siempre se abre camino?
-Siempre. Desde hace miles de años siempre ha habido sufrimiento, guerras, muertes. Lamentablemente creo que esto va a ser así mientras el ser humano exista sobre la Tierra porque somos seres muy complejos y parece que estamos programados para matarnos en vez de cuidarnos. Creo que cuando el ser humano desaparezca de la Tierra, que algún día pasará, la vida se va a abrir camino. Mira lo que pasó en la pandemia y, otro ejemplo perfecto es Chernóbil. El ser humano todavía no puede vivir allí por la radiación, pero hay vida. El territorio está lleno de árboles, plantas e incluso de animales. Tienen mutaciones porque, lógicamente, se han tenido que adaptar al medio, pero están ahí. La vida siempre va a perdurar. Que formemos parte de ella dependerá de nosotros mismos. De nuestra inteligencia, se supone.

-Dices en el libro que «lo que nos hace valientes no es que no tengamos miedo, es la capacidad de vencerlo». ¿Realmente lo crees?
-Sí. Es un convencimiento que he tenido desde pequeña. Tal vez porque siempre me han dicho que soy una persona valiente, pero yo nunca lo he pensado así. Por no tener miedo no eres valiente. Simplemente, no lo tienes. Para mí, la persona valiente, es la que supera esa limitación y hace lo que tiene que hacer. Creo que, en la novela, es algo que queda muy claro: todos lo sentían, pero lo superaban porque era lo justo. Esa es una valentía impresionante. No creo que sea algo que tengamos todos. Los que se echaron al monte, los que los ayudaban, todos los que pensaban diferente… Esa gente fue muy valiente y tenemos que reconocerlo. A veces me han preguntado qué hubiese hecho yo en un caso como ese y, realmente, no lo sé. Puedo decir maravillas desde la distancia, pero llegado ese momento, tal vez hiciese todo lo contrario porque el miedo es muy poderoso. La realidad es que, cuando tienes más que perder, es cuando más miedo sientes. Ellos ya lo habían perdido casi todo, lo único que les quedaba era perder su vida o intentar ganar la libertad que les quitaron. La libertad de vivir, de tener una casa, una familia y ganarse la vida.

-Hay dos preguntas en la sinopsis del libro que me gustaría hacerte. La primera, ¿puede una vida consolar una muerte?
-La sinopsis la hizo una amiga mía, que es una máquina haciendo estas cosas y es superlectora. Cuando leí esa frase también me lo pregunté y no lo sé, no estoy segura. Creo que puede ayudar. ¿Superar? Depende de cómo lo mires. Yo prefiero dejarla en el aire y que la gente sea la que responda.

-La segunda, ¿se puede amar un recuerdo como al presente?
-Estoy convencida de que sí. Si como sucede en la novela tú quieres a alguien con toda tu alma y muere cuando todavía no ha habido tiempo para generar ningún mal recuerdo, malas experiencias ni ningún desencuentro, claro que se puede hacer, pero siempre sabiendo que ya no está. No sé cómo explicarte esto… Es como cuando te preguntan ¿puedes querer a dos personas a la vez? Sí, por supuesto que puedes. Yo lo he hecho y he podido porque nunca quieres de la misma manera. Vas madurando y viendo el amor de otra forma. Lo que pasa es que lo quieres como si fuera una parte de ti que siempre va a estar ahí pero que aprendes a vivir sin ella. Esa presencia no implica que no te permita amar a otra persona en el presente, simplemente amas ese recuerdo. Es tuyo, lo tienes contigo, lo guardas y, a la persona que está contigo en la actualidad, la vas a querer igual o a lo mejor incluso más.

-¿Permitirte amar sin olvidar es otro acto de valentía?
-Sí, lo es. No quiere decir que olvides, que compares, que uno ocupe lugar de otro. Muchas veces, también influenciados por la sociedad o por el qué dirán, hay gente que parece que no se quiere permitir seguir siendo feliz. Sobre todo, cuando hay de por medio una muerte. Lo normal es que la gente piense que, si te vuelves a enamorar al poco de haber perdido a alguien, no lo debías de querer mucho. ¡No tiene nada que ver! El amor te salva. En el libro, podría haber dejado pasar cinco o seis años hasta que Inés se volviese a enamorar, pero no lo quise poner tan lejano. Ella misma se pregunta: ¿cómo puedo sentir esto si solamente hace un año? Se siente mal por volver a sentir amor hasta que se da cuenta de que tiene que permitirse sentirlo, vivirlo.

-¿Cambia la perspectiva del planteamiento siendo mujer?
-Una visión más feminista es otra cosa que siempre reivindico en los libros. En todas mis novelas, las protagonistas son mujeres. Eso no quiere decir que los hombres no jueguen un papel importante porque sí lo hacen. No les quiero quitar su lugar en la historia porque han hecho y peleado por muchas cosas. Lo que quiero es reivindicar el nuestro porque siempre nos han dejado de lado. Sócrates tuvo una maestra. ¿Quién lo sabe? Casi nadie. Por eso me parece importante que las cosas se conozcan sin quitarle méritos a la otra parte. El feminismo es igualdad.
Mismamente, parece que en la Guerra Civil las mujeres no luchaban. ¿Cómo qué no? Claro que cogían fusiles y salían a pelear. En el monte había mujeres. Pocas, pero las había. ¿Y quién escondía a los guerrilleros? ¿Quién les llevaba comida? ¿Quién se la jugaba cuando bajaba uno enfermo o había que sacarle una bala del hombro metiéndolo en casa? La valentía de las mujeres ha sido siempre vilipendiada y me niego a que sea así. No hace falta enfrentarse con nadie porque todos tenemos nuestro lugar. En el libro se ve claramente que existe una hermandad, una ayuda desde el lugar en el que está cada uno. Sin más.

-¿Los sentimientos cambian dependiendo de quién los tenga?
-Que seas rojo o azul, no quiere decir que sientas las cosas de manera distinta. El dolor, una enfermedad, una muerte… Los sentimientos son lo mismo para todo el mundo. De hecho, había mucha gente que, siendo de bandos distintos, nunca perdieron la amistad. Lógicamente, hubo gente que sí porque, en una guerra, te enfrentas a que tu vecino ha matado a tu hijo y así es complicado ser amigos. Pero hubo gente que supo entender perfectamente que, lo que sucedía, no tenía que ver con la persona. La política es una cosa y mi vecina, la que me ha ayudado siempre, la que me quiere, es otra. A veces, tampoco es cuestión de bandos. Es de personas.

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