Teté lleva treinta años tejiendo redes de derechos en un sector que se descose, el de la pesca tradicional. Se niega a que el papel de las rederas quede escondido tras las redes: «si nosotras paramos, los barcos no salen a faenar». Para visibilizarlo ha creado una asociación, prepara a nuevas generaciones que quieran continuar con el oficio, ha abierto una tienda de artesanía basada en economía circular y ha convertido el oficio en un atractivo turístico y cultural en Lastres que es donde vive.
Teté Costales acaba de ser reconocida como Mujer Prestosa 2025, unos premios con los que la Asociación Mujer Empresa reconoce a mujeres que inspiran, transforman y dejan huella en su entorno. Sin duda, es una de ellas.
Su proyecto empresarial fue elegido por la Red Europea de Zonas de Pesca entre 3.500 iniciativas como uno de los mejores proyectos de diversificación dentro del sector pesquero en Europa. Y no es para menos, porque sus manos meticulosas, además de tejer redes, luchan contra la invisibilidad y el olvido con todas las armas que tiene a su alcance.
-¿Qué te supuso este reconocimiento?
-Bueno, me dio mucha alegría. No sabía que existían estos premios y mucho menos que por ahí estuviese mi candidatura. Sigo desconociendo a día de hoy quién la presentó, no tengo ni idea. Pero siempre es grato que alguien valore tu trabajo.
-Esto se suma a otros; en 2023 fuiste reconocida con el Premio Mujer Rural y en 2024 como Mujer Asturiana del año. Algo estarás haciendo muy bien…
-El problema es que sí soy reconocida a nivel de premios, pero no en cuanto al trabajo que realizo tan imprescindible en el sector pesquero que consiste en armar aparejos de pesca y repararlos cuando se rompen. Hay un tipo de redes que se reparan y otras que sólo se hace el armado porque las piezas vienen hechas de fábrica. Pero ese armado hay que hacerlo a mano, no hay ninguna máquina que lo haga. Todo es artesanal. No tiene más secretos, pero la realidad es que cada vez quedamos menos rederas. Además es un oficio que está mal pagado, por eso he tenido que diversificar y montar una tienda. Por la edad podría jubilarme, pero voy a seguir mientras me encuentre bien porque lo cierto es que no hay relevo generacional, no tengo quien me sustituya y amo esta profesión, la considero esencial.
«Soy reconocida a nivel de premios, pero no en cuanto al trabajo que realizamos tan imprescindible en el sector pesquero (…). Si no hay redes, no hay pesca»
-Creaste, junto con una compañera, la Asociación de Rederas de Bajura de Asturias. ¿Con qué intención?
-Pues precisamente por esto que estamos hablando, dar visibilidad y revalorizar nuestro trabajo. Desde entonces, poco a poco, se han ido jubilando y a mí no me gustaría hacerlo sin antes asegurarme que hay reemplazo. Soy una persona muy terca y cuando algo se me mete en la cabeza puedo tardar en conseguirlo un año, dos, tres… pero lo consigo. Estuve dos años luchando para crear esta Asociación, anduve otros dos detrás de la Escuela de Náutica para conseguir que nos dieran un certificado de profesionalidad ya que éramos la única autonomía del Cantábrico que no tenía este reconocimiento. Estoy ahora en lucha para que los cursos que imparto (de 300 horas) tengan un reconocimiento legal, un certificado, porque sin él no puedes ser redera. Pertenecemos al Régimen Especial de la Mar y sin ese documento no puedes darte de alta como autónoma. Como ves, siempre estoy peleando por algo.
-He leído que desde niña eras peleona, ¡lo llevas en tu ADN!
-Sí, creo que me viene de fábrica (risas).
-Otra cosa peculiar en tu caso es que el amor por este oficio no te viene del entorno familiar…
-Es cierto. Mi padre era carpintero y nací en un pueblo que se llama Tornón (Villaviciosa) que no es puerto de mar. Vine a Lastres (Colunga) con mi hermano para ayudarle en el bar que acababa de abrir. Ahí conocí a un pescador y me casé con él. Veía que este trabajo lo realizaban principalmente los hombres en el puerto, había muy pocas mujeres. A mí aquello me encantó desde el primer momento. Impartieron un curso desde la Cofradía de Pescadores, pero como no era hija de pescadores no pude hacerlo según regulaban sus estatutos. Más adelante se impartió otro curso desde el Ayuntamiento de Colunga y ahí no tuve problema. Desde entonces no he dejado de coser, y ya van treinta años.
«A los marineros jubilados, como pago por arreglar las redes, les daban algo de cena y ya estaba, pero nosotras queríamos vivir de ello y empezamos a exigir un salario»
-En este tiempo ¿ha cambiado algo?
-No en cuanto al trabajo que sigue siendo muy manual, pero digamos que sí en cuanto a la forma de hacerlo. Recuerdo que aquel primer curso de rederas al que asistí nos lo impartió un hombre porque en aquel momento eran los marineros jubilados quienes hacían esas tareas. Así que cuando nosotras –que éramos medianamente jóvenes– nos incorporamos al trabajo, fuimos un poco la revolución. Como trabajábamos en la calle, en el puerto, pues llevábamos nuestro termo de café –ellos nunca paraban– y nosotras empezamos a hacer la pausa del café. A los marineros jubilados, como pago, les daban algo de cena y ya estaba, pero nosotras queríamos vivir de ello y empezamos a exigir un salario. Aun así, se gana muy poco porque trabajamos en un sector mal pagado.
-¿Cuántas rederas sois ahora en Asturias? ¿En qué concejos?
-Fíjate, en la Asociación éramos seis y ahora estoy yo sola. Puede haber alguna en Luarca, pero somos muy pocas en activo. Hay otra chica que es redera, pero no es autónoma, trabaja para su propio barco, no dispone del certificado de profesionalidad que le permitiría darse de alta. Y en Bustio (Ribadedeva) también puede haber una, pero en las mismas circunstancias.
«Si hubiera tenido un sueldo digno como redera trabajaría de lunes a viernes; en mi situación actual y habiendo diversificado mi actividad, trabajo todos los días de la semana de 9:00 a 21:00 horas»
-¿Emprendiste por necesidad o por iniciativa emprendedora?
-Por necesidad. Si hubiera tenido un sueldo digno como redera sería solo eso y trabajaría de lunes a viernes; en mi situación actual y habiendo diversificado mi actividad, trabajo todos los días de la semana de 9:00 a 21:00 horas. Cuando los barcos marchan a la costera del bocarte al País Vasco están fuera un mes o mes y medio, y nosotras durante ese tiempo no teníamos ingresos así que había que buscarse la vida de alguna forma. Empecé a hacer llaveros, pulseras, y eso lo ponía al principio en unos caballetes en el puerto y lo vendía. Luego pedimos la concesión de un local aquí en el puerto que llevaba diez años cerrado que había sido un astillero y nos lo concedieron. Coincidió en ese tiempo que hubo unas ayudas de fondos europeos solo para el sector pesquero, para fijar población y gracias a eso pudimos montar esta tienda de artesanía y artículos de pesca deportiva. Son artículos que hago con restos del material con el que trabajo: felpudos, salvamanteles, llaveros, pulseras. Luego, tengo a una alumna mía que también colabora con sus creaciones: bolsos, pendientes hechos con redes… Son cosas muy originales.
-¿En qué momento se te “enciende la bombilla” y piensas que eso que haces todos los días puede ser un atractivo turístico?
-Esa idea me surgió antes que la tienda. Cuando estábamos en el otro almacén teníamos el portón siempre abierto mientras trabajábamos y vimos que se asomaba mucha gente interesándose por lo que hacíamos. Así que hablé con la Oficina de Turismo y les propuse hacer visitas guiadas a nuestro taller con un horario concreto para que no nos estuviesen interrumpiendo en la jornada de trabajo todo el tiempo porque la verdad es que en verano pasaba mucha gente. Allí explico a los turistas los distintos tipos de artes de pesca que se utilizan en el Cantábrico, les enseño unas reproducciones en tamaño reducido que tenemos de los aparejos, lo que nosotras hacemos…
-¿Qué falta para ese reconocimiento? ¿Por qué cosas sigues luchando, Teté?
-Por el relevo generacional. Mira, ayer estuve todo el día trabajando en Avilés. Un barco necesitaba reparar su red, así que marché a las siete y media de la mañana y llegué a casa a las ocho de la tarde. Quiero que alguien siga haciendo esto.
-¿Ves luz al final del túnel?
-Lo veo difícil, pero ahí sigo, trabajando en dos frentes. Por un lado, con la Administración, les digo que algo hay que hacer si no queremos que este oficio desaparezca. Por otro, insisto a quienes les gusta esto para que no desistan, para que luchen por ello, para que diversifiquen su actividad. Nadie regala nada, las cosas se pelean; o te mueves y llamas a puertas o las cosas nunca cambian. En mi trayectoria, he tenido la suerte de encontrar ayudas, he visto que las buscas y aparecen. Creo que ese es el camino. Si te gustan las redes, no renuncies a nada, es algo devocional como el que decide ser enfermero.
Me preocupa cuando los chavales en el instituto lo primero que preguntan cuando se habla de trabajo es cuánto dinero se gana. ¿No existe más valor que el dinero? Yo gano poco y soy feliz, pero estoy satisfecha porque veo que mi labor es imprescindible en el sector pesquero para que otros puedan hacer la suya. Si no hay redes, no hay pesca.
«Creo que hay mucha gente anónima en el entorno rural que se merecería este reconocimiento y más, porque lucha con muy pocos medios y eso no lo ve nadie. Este premio también va para ellas»
-Teté, ¿qué es para ti la felicidad?
-Pues para mí es estar haciendo algo que me gusta y poder vivir de ello. Aunque lo más importante de mi vida es mi familia. Me casé muy joven, y aunque no soy tan mayor, el pasado 29 de junio hice las Bodas de Oro. Tengo dos hijas, dos nietos y soy feliz. No necesito más.
-¿Por qué crees que eres una Mujer Prestosa?
-Eso habría que preguntárselo a las mujeres que me eligieron. Soy exponente de una profesión que se está perdiendo y estoy luchando para que no desaparezca. Creo que hay mucha gente anónima en el entorno rural que se merecería este reconocimiento y más, porque lucha con muy pocos medios y eso no lo ve nadie. Este premio también va por ellas.