Siguiendo con la serie Vacunación, en esta ocasión nos corresponde explicar la función que desarrollan las vacunas.
La expresión que más puede ayudar a comprender la labor de las vacunas es la de que las vacunas son “un entrenamiento para nuestro sistema inmunitario”. Esto significa que, y esto tiene que quedar muy claro porque es lo que después lleva a la mayoría de las confusiones, las vacunas NO CURAN las enfermedades, si no que ayudan a tu sistema inmunitario a combatirlas. Y es que no debemos confundir a una vacuna con un medicamento: mientras que la vacuna previene la enfermedad “entrenando” a tu sistema inmunitario, el medicamento actúa una vez has enfermado combatiendo la enfermedad. Es decir, las vacunas actúan ANTES de la enfermedad y los medicamentos cuando ya estás enfermo. Y es muy importante dejar esto claro porque es uno de los conceptos que confunden a la gente, sobre todo a raíz de la pasada epidemia de COVID19. Se escuchaba mucho la expresión: “¿Pero para que me voy a vacunar si la gente sigue enfermando y transmitiendo la enfermedad? Pues no era para no enfermar o para no transmitir la enfermedad, sino para que, en el caso de que alguien enfermase, las consecuencias no fueran graves y la enfermedad se pasase con pocos síntomas y sin secuelas.
Paro aclarar aún más las cosas, vamos a definir algunos conceptos. Como ya hemos repetido varias veces, las vacunas no sirven para curar enfermedades, sino para prevenirlas. Sin embargo, esto no quiere decir que no te puedas infectar. Este es otro de los argumentos de los antivacunas: si la gente está vacunada, ¿cómo es que se puede seguir infectando? Esta pregunta viene de confundir, porque muchas veces se utilizan como sinónimos, los significados de las palabras “infectarse” y “enfermarse”. Infectarse implica que un patógeno, ya sea un virus, bacteria, hongo o parásito, o un antígeno entra en tu cuerpo y empieza a multiplicarse. Por otro lado, enfermarse implica que la infección previamente adquirida está causando síntomas o daño en el cuerpo, es decir, el antígeno está empezando a causar daño y el cuerpo está reaccionando. Así pues, ¿es lo mismo infectarse que enfermarse? No, porque la infección puede perfectamente no causar enfermedad (síntomas adversos) si tu sistema inmunitario lo controla antes de que eso ocurra.
No se debe confundir la palabra “infectarse” con “enfermarse”. Infectarse implica que un patógeno entra en tu cuerpo y empieza a multiplicarse. Enfermarse indica que la infección previamente adquirida está causando síntomas y el cuerpo está reaccionando.
Veamos un ejemplo de una situación que puede perfectamente ocurrir para entenderlo mejor. Vas a una reunión de amigos y entras en contacto con una persona que tiene gripe. En el momento que el virus entra en tu cuerpo se te considera de inmediato infectado. A partir de aquí hay dos opciones, que simplemente seas un infectado y ni te enteres o que, con el paso del tiempo pases a ser un enfermo. ¿Cuándo pasas de infectado a enfermo? Cuando empiezas a notar síntomas (goteo de nariz, fiebre, tos, etc.), lo cual significa que el virus ya está causando efectos negativos en tu organismo. ¿Qué tiene que pasar para que seas un mero infectado? Que tu sistema inmune elimine rápidamente al antígeno, evite su multiplicación masiva y evite así que te enfermes. Si esto ocurre, serás un infectado, pero nunca un enfermo. Esta situación ocurre muy a menudo con los resfriados. Estos virus que causan el resfriado están muy extendidos, pero muchas personas se infectan con el virus del resfriado y no se sienten mal (no enferman).
Pero ¿por qué alguien pasa una infección como solamente infectado y nunca se convierte en enfermo y otra persona cae enferma con la misma infección? Pues porque el primero tiene un sistema inmunitario entrenado para esa infección o, lo que es lo mismo, es INMUNE a esa enfermedad. Y ¿qué significa ser inmune? Pues significa que el cuerpo tiene la capacidad de defenderse eficazmente contra una enfermedad, impidiendo que cause síntomas o se desarrolle. Dicha inmunidad se puede adquirir de dos formas, la natural, que ocurre después de haber contraído la enfermedad y haberse recuperado; o la adquirida, si alguien se ha vacunado contra esa enfermedad.
ser inmune significa que el cuerpo tiene la capacidad de defenderse eficazmente contra una enfermedad, impidiendo que cause síntomas o se desarrolle. Dicha inmunidad se puede adquirir de dos formas: la natural (tras haber contraído la enfermedad) o la adquirida (tras haberse vacunado contra esa enfermedad)
Y esto nos lleva a hacernos otra pregunta muy de moda, por cierto, en la época del COVID19: ¿puede ser alguien inmune a una enfermedad e infectarse del patógeno o antígeno igualmente? Y la respuesta es SÍ, uno se puede infectar igualmente, es decir, el antígeno puede entrar en su cuerpo. Ahora bien, si eres inmune, ¿qué va a pasar? Pues que tu sistema inmunológico lo detecta rápidamente y evita que se multiplique y cause daño serio. De hecho, en muchos casos, ni siquiera presentas síntomas, o los tienes muy leves. Esto es, precisamente, lo que les ocurría a algunas personas con el virus del COVID-19, que incluso estando vacunadas o habiendo pasado la enfermedad se infectaban, pero como tenían inmunidad los síntomas eran muy leves o nulos, la infección duraba mucho menos y el riesgo de complicaciones era casi inexistente.
Y otra pregunta más, ¿pueden las vacunas prevenir directamente la infección? Sí, efectivamente esto es posible, y para ello se necesita que el sistema inmunológico reaccione tan rápido y eficientemente que el patógeno (virus o bacteria) no logra establecerse ni multiplicarse en el cuerpo. En definitiva, ser inmune no es un escudo absoluto contra la entrada del patógeno, pero sí es una defensa poderosa que evita que la infección te cause una enfermedad grave.