El último cortometraje del director asturiano J.K. Álvarez titulado “La Reina de los Idiotas” obtuvo el premio al mejor trabajo producido en la comunidad de Madrid en el festival Notodofilmfest. Obtuvo también las nominaciones al Mejor Director, Mejor Producción, Mejor Actriz y al Premio Distribución.
Mona es una chica que, gracias a subir contenidos a sus redes sociales, va ganando cada vez más seguidores y más poder mediático. Su condición de influencer la lleva a crear un partido político con el que obtiene casi cinco millones de votos en unas elecciones. En su discurso, mensajes como que la Tierra no es redonda o preguntas como si el SIDA existe o es un invento del gobierno para meternos miedo.

J.K. tiene una mirada y una forma de contar historias especial. Dice que no entiende el cine como un elemento reivindicativo sino como un espacio en el que las personas sientan y se emocionen. El paso del tiempo le ha dado la serenidad y la experiencia suficiente para madurar los proyectos que asume de una manera diferente. La impulsividad ha dado paso a la tranquilidad de saber que, si un proyecto tiene que salir, saldrá. Lo único que le pide a una idea para que pase a través de su mirada, es que tenga alma.
–La Reina de los Idiotas, nuestra realidad contada en tres minutos y veintinueve segundos… ¿Cómo es posible?
-Para empezar, porque no había más remedio. Las bases de este festival dicen que lo máximo que puede durar el corto son tres minutos y medio, con lo cual, sabíamos que no teníamos más tiempo. Había una serie de ideas que quería dejar reflejadas y también es verdad que en el día a día, cuando abres Instagram, Facebook o cualquier red social, te lo ponen muy fácil, no hay que inventar demasiado.
Cuando estaba escribiendo el guion pensé: voy a poner una estupidez, algo muy exagerado. Y se me ocurrió que hubiese un debate en televisión sobre si la Tierra es o no redonda. A los pocos días vi justo eso en algún medio de comunicación o en YouTube y me quedé alucinado. Tú escribes algo pensando que es una hipérbole y, a los dos días, ves que ocurre. Ahí te das cuenta de que es totalmente cierto eso de que la realidad supera a la ficción. Cuando ves que sucede de verdad, da más miedo.
«Tú escribes algo pensando que es una hipérbole y, a los dos días, ves que ocurre. Ahí te das cuenta de que es totalmente cierto eso de que la realidad supera a la ficción»
-¿Y a quien deja en evidencia?
-Creo que el corto habla más de los que están detrás de todo que de los que están delante. Por ejemplo y sin ir más lejos, yo escribí esto antes de las elecciones en Estados Unidos y lo que pasó tras ellas me parece que tiene más que ver con los norteamericanos que con Donald Trump. Al final, es un reflejo de la sociedad en la que vivimos que permite ciertas cosas. ¿Por qué idolatramos a personajes como Mona o Donald Trump? ¿Por su talento? Evidentemente, no. Lo vemos, nos hace gracia y nos causa miedo al mismo tiempo. La pregunta es ¿quiénes han votado a este tío para que esté ahí? ¿Qué tienen en la cabeza? Esa es para mí la reflexión.
-¿Quién dirías tú que es realmente la reina o el rey de los idiotas?
-Yo creo que es un reflejo de quienes los levantan hasta allá arriba. Que millones de personas sostengan tus argumentos o que una sola persona sea capaz de convencer a tantísima gente de que beba lejía porque así se cura el coronavirus, es para hacérselo mirar.
-¿Todo vale?
-Parece ser que sí. Muchas de las cosas que aparecen en el cortometraje son sacadas de contextos reales. Lo del SIDA, lo que se dijo durante la pandemia de si existe el virus o si son invenciones para meter miedo. Cuando aparece ella limpiando el río es una adaptación de un hecho que sucedió en Galicia: hay un vídeo en internet de un concejal de un pueblo limpiando el río en el que tú ves que tenía un fotógrafo al lado, se hacía la foto y, a continuación, volvía a tirar la basura. Yo lo he visto.
Lo del tapón unido a la botella lo decía exactamente igual Santiago Abascal en un mitin, que era una invención de los europeos para forrarse. Ya no me sorprendo.

«Muchas de las cosas que aparecen en el cortometraje son sacadas de contextos reales»
-Cuando el corto vio la luz, no sabías si era una comedia o la mayor historia de terror que has contado. ¿Lo sabes ahora?
-Depende de cómo lo mires. Evidentemente está escrito y hecho en clave de comedia, pero nos debería de dar miedo porque lo que refleja ocurre realmente. No es ni siquiera una distopía. La gente en el cine se reía, pero, a lo mejor, lo ponemos dentro de cuatro años y ya no nos reímos tanto. El tiempo va a ser el que defina lo que es, pero, por desgracia, me temo que va a ser lo segundo. Piensa en el poco tiempo que lleva de presidente Trump en Estados Unidos y mira los decretos que ha firmado, las decisiones que ha tomado, las personas que ha puesto en determinados puestos… ¿No asusta? Además, son gobiernos muy personalistas porque el gobierno de Estados Unidos se basa en Donald Trump con un ego inmenso y en el otro lado está Putin con la misma circunstancia. Me da un poco de miedo que estas dos personas manejen los armamentos nucleares más grandes del mundo.
-¿Es más importante que nunca seguir contando historias?
-Creo que, al final, el cine no tiene la obligación de ser algo reivindicativo. Es una lectura que cada uno saca, pero su función es entretener, hacer sentir emociones a quien venga. Que pasen miedo, sientan pena, se rían… Yo cuento historias, pero no lo hago con la mentalidad de denunciar ninguna situación.
También pienso que está bien que se haga, pero cuando va acompañado de que te lo pases bien y lo disfrutes.
«Piensa en el poco tiempo que lleva de presidente Trump en Estados Unidos y mira los decretos que ha firmado, las decisiones que ha tomado, las personas que ha puesto en determinados puestos… ¿No asusta?»
-¿Cambia tu perspectiva si valoras todo como padre?
-Es algo que a mí me da mucho miedo. Lo intento controlar, pero es muy difícil. Hace poco leí un libro que se llama El poder de la atención, y me parece muy recomendable porque habla de todo este tema de las adicciones, las redes… Mi hijo cumple doce años y está en la edad de empezar a tener móvil aunque muchos de sus compañeros ya tenían un iPhone desde los ocho. Nosotros nos negamos y nos hemos resistido todo lo que hemos podido, pero en septiembre empieza el instituto y ya toca. Asusta mucho porque cada vez me doy más cuenta de lo enganchados que están a las pantallas. Si no es la televisión, es el portátil, la Tablet o el móvil. Ahí es donde piensas ¿qué pasa? ¿No hay otro entretenimiento que no sean las pantallas? Es una necesidad que se está generando y hay que prestarle más atención a este tema. También es verdad que las tecnologías tienen su parte buena, pero hay que saber controlarla. El día de la gala de entrega de premios, él siguió todo a través de la retransmisión que hicieron en directo. Me fue llamando todo el rato, la vio hasta el final y fue muy bonito poder compartirla con él de esa manera.
-El eterno debate: ¿lo de antes mejor que lo de ahora?
-Puede que nuestros padres o nuestros abuelos también nos criticaran a nosotros porque veían en nuestra generación cosas diferentes a las suyas. Es ley de vida no ver con buenos ojos las diferencias que hay entre nuestra niñez y la de nuestros hijos. Yo, cada vez que alguna chica me dice que está embarazada, siempre le digo lo mismo: “mantenlo o mantenla alejado lo máximo posible y el mayor tiempo que puedas de los youtubers”.
«¿No hay otro entretenimiento que no sean las pantallas? Es una necesidad que se está generando y hay que prestarle más atención a este tema»
-¿Sabemos convivir con la realidad?
-Yo creo que, en cierto modo, utilizamos este tipo de tecnología para huir un poco de ella. En el libro que te comentaba antes, hablan mucho del valor de la atención y de la adicción a la dopamina. Podemos pasarnos tranquilamente cuarenta minutos mirando cosas en el móvil sin darnos cuenta. Lo que se llama ahora la felicidad instantánea, tienes esa sensación de manera rápida y al alcance de la mano. ¿A cuántas personas no les ocurre eso? Es mejor desconectar el cerebro con la idea de escapar de la infelicidad y ponerte en modo zombi.
-¿Sentarte a tomar un café y hablar o contarlo por redes?
-¡Cuéntamelo! Yo no quiero saber dónde has estado de vacaciones o si te has tomado un daiquiri. No lo entiendo de otra manera. Había otros trabajos que al final no resultaron nominados pero que los vi antes de que hicieran la selección final que hablaban de la adicción que hay a las pantallas, sobre todo en niños y jóvenes. Focalizas ahí y no te das cuenta de lo que sucede a tu alrededor. Estoy hablando contigo de esto y estoy pensando que también podría hacer un cortometraje sobre este tema.

-¿Notas que el tiempo te ha cambiado?
-Creo que me estoy volviendo más vago que nunca. Cuando tenía veinte años y estaba empezando tenía esa necesidad de experimentar, de contar y probar cosas nuevas, de ver la reacción de la gente que, tal vez, sea lo que más me gusta. Me encanta hacer reír a las personas, que se asusten, que se emocionen, que lloren. Con el tiempo, siento cada vez más respeto porque, gracias a la experiencia, sé que tengo que estar muy comprometido porque hacer un corto me va a llevar tiempo, fuerza y trabajo. Así que tengo que estar muy enamorado del proyecto porque esa será la gasolina que me va a exigir el proceso. Si me dijesen “toma estos cincuenta millones de euros y adelante con tu idea”, ya tendría un aliciente, pero, sino, tienes que ser consciente de que ese trabajo que quieres sacar te va a conllevar un gasto económico importante, los siguientes dos años de tu vida van a estar invertidos en esto y la dedicación va a tener que ser intensa.
Desde hace seis o siete años tengo ahí parada una historia. Siento muchas ganas de contarla, pero tengo cojo el segundo acto. Es un cortometraje que quiero pulir y terminar de rematar porque todo lo demás ya está, pero no tengo la disciplina de sentarme todos los días delante de la pantalla a escribir y perfeccionar. Me llega a pasar esto hace diez años y el corto estaba hecho. Ahora mismo, no tengo ninguna prisa. Cuando tenga que venir que venga y saldrá si tiene que salir. No es algo que me preocupe.
-¿Cuál dirías que es el mayor cambio que has dado?
-Yo destacaría el hecho de no tener la necesidad de estar constantemente haciendo y contando cosas, quizás la capacidad de dejar los temas reposar. He aplacado un poco esa inquietud constante que tenía y ya no tengo la “prisa” ni tampoco la “presión” de tener que producir. En ese sentido estoy mucho más relajado y disfruto de las cosas. Hace un par de veranos rodé en Luarca un videoclip con Rozalén. Lo estrenamos el 2 de febrero del año pasado y lo disfruté muchísimo porque estaba en Asturias y tuve tiempo para macerarlo y prepararlo. Fue presión cero porque tuve un año para hacerlo. Así es como me gusta trabajar a mí. Yo soy muy pesado, se lo puedes preguntar a cualquiera de los actores que han trabajado conmigo. Para hacer un primer plano de una mano cogiendo un vaso, igual ruedo seis tomas, por eso, cuanto más tiempo tengo para hacer las cosas, darles vueltas e intentar reflexionar, trabajo mejor. También es verdad que hay veces que me obsesiono y pasa lo que pasa…
«Siempre he intentado hacer un poco lo que me ha apetecido y lo sigo haciendo. Me resisto mucho a hacer cosas sin alma»
-¿Qué buscas en los trabajos que haces?
-Que lo que hacemos nos resulte divertido. En el momento de concebir un trabajo, el que sea (y me pasa cada vez más con el paso del tiempo), busco pasarlo bien, intentar disfrutar de ello y también, evidentemente, que me permita comer. Es un proceso que tiene cierto desastre, tanto tuyo como de personas que trabajan contigo, por eso es importante que lo que estemos haciendo nos guste a los dos, que tengamos la convicción de que el resultado final va a ser bueno.
-¿Haces lo que quieres hacer?
-Siempre he intentado hacer un poco lo que me ha apetecido y lo sigo haciendo. Me resisto mucho a hacer cosas sin alma. Por ejemplo, cuando hicimos el trabajo de Luarca, era una publicidad por encargo para promocionar el sitio y yo me negué a hacer muchos vuelos muy bonitos sobre la zona. En sus redes sociales institucionales ya hay millones de planos increíbles de gente que hace fotos y vídeos y no creo que eso sea lo que a mí se me da bien.
Todas las cosas que hice de publicidad para el Gobierno del Principado tienen un mensaje y cuentan algo y para este encargo, desde mi punto de vista, había que contar una historia. En este caso, de lo que adolece Luarca, como otras muchas zonas rurales de Asturias, es de falta de población. Entonces, más que decir que tenemos unas playas estupendas y animar a la gente a que venga aquí a pasárselo bien, lo que había que contar era que viniesen, pero con la mentalidad de que se puede vivir aquí los 365 días del año. En No te olvides de vivir contamos la historia de una chica de fuera que decide irse de la ciudad y emprender una vida en Luarca. Todo lo que contamos en esa historia es muy emocionante. Lo demás ya lo hacen muy bien muchísimos profesionales que sacan unas imágenes alucinantes. Lo que yo puedo aportar es otra cosa.