Sin tocar el espacio entre la mesa y la silla, se izó bruscamente; su padre lo sujetaba por la muñeca con el fruto acompañado.
–Si deseas ser mayor, harás trabajos de mayores. ¡¡¡Así sabrás apreciar lo que nos cuesta traer un mendrugo de harina horneada!!! Sólo se oían las lágrimas rebotar en un suelo hecho de barro con piedras de río.
La puerta de la casa era de madera, grande, grabada con figuras nunca vistas entre las ciénagas; cuerpos de hombres con pies de lagarto, mujeres con doble cabeza… Emiliano no podía parar de mirarla sin entender en dónde podían habitar.
Un hombre con bigote negro que le tapaba el labio superior abrió la puerta, y con ojos sin alma miró para el pequeño Emiliano y dijo:
–¡¡Así que tú eres ese niño del que tanto habla tu padre!! Sus palabras salían entre una sonrisa. Emiliano estaba perplejo por lo dicho por ese señor de cuerpo menudo y uñas de color marrón barro. Su padre asintió con la cabeza.
¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?
¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!
Promedio de puntuación 3 / 5. Recuento de votos: 1
Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.