«Salvajes. El cuento del lobo» es el último documental de Álex Galán. Dos años de grabación en el Parque Nacional de Picos de Europa y uno de montaje en el que lo humano y lo salvaje se han dado la mano y han dejado sobre la mesa las posturas de un conflicto cuya solución exige algo más que palabras.
Como dice una frase de la canción que pone punto final a Salvajes, a Álex Galán “le gusta la gente”. Le gusta hablar, conocer, entender, pero también escuchar. Si no fuera así, sería imposible haber construido un entramado de historias contadas en primera persona en las que se ve a los protagonistas en su medio, rodeados de la vida que todos los días viven o sufren. Depende. No hay término medio: quien ama al lobo lo defiende a toda costa. Quien lo odia, desea su muerte. Es un conflicto que tiene tintes ancestrales y, tal y como se están planteando las cosas, no parece que las posturas estén en vías de aproximación. En Salvajes todos hablan libremente, a nadie se le ha dicho lo que puede o no decir. Cada uno ha expresado su punto de vista, los problemas y las posturas están claras y tal vez la pregunta obligada para uno y otro bando sería: y ahora, ¿qué?…
-Dime la verdad, habiendo tantos temas en Asturias sobre los que poder hacer un documental interesante, ¿qué necesidad tienes de meterte en estos berenjenales?
-Ninguna. Lo que pasa es que lo fue marcando la propia gente. Después de estar grabando durante varios años por Mongolia, Siberia o Kirguistán, me apetecía hacer algo con una mirada más cercana a lo que pudiéramos llamar, en nuestra Cordillera Cantábrica, y siempre entre comillas, indígena. No entendido como gente que anda en taparrabos sino como personas que viven muy vinculadas a la tierra, con una idiosincrasia particular y en los márgenes del sistema. En un principio solo los escuché, al igual que hice en otras partes del mundo y ellos mismos fueron marcándome el camino hacia el lobo y me di cuenta de que este era el tema que más le separaba a pesar de no ser su mayor problema. Me daba la sensación de que había mucha gente que no había tenido nunca la oportunidad de tener un lugar en el que decir lo que pensaba. Al final, lo que más nos reconforta a nosotros es ver que hablan libres y con soltura ante la cámara.
“Salvajes consiguió -creo que por azar, porque eso no lo puedes forzar ni en edición ni en guion- que cada uno vea en la película lo que quiere ver o lo que siente”
-El pasado 2 de junio, como campaña promocional, le enviasteis al ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, un cráneo de cabra y muchos lo entendieron como una amenaza. ¿Fue una acción medida u os sorprendieron las repercusiones?
-Queríamos conseguir lo que conseguimos. Aunque ahora contamos con Wanda Films, nosotros somos una productora muy pequeña formada por cuatro amigos. No sabíamos cómo hacer que la película tuviese un impacto mediático y se nos ocurrió eso. La calavera de un animal es un símbolo muy claro de algo que en una ciudad puede aterrorizar, pero que en un pueblo pasas a su lado y ni la miras. También hubo una presentación privada para medios en Madrid donde las entradas eran crotales de las cabezas que se habían enviado. Todo tenía una continuidad y un simbolismo que pretendía hacer pensar en lo alejado que se está en las ciudades de la realidad que se vive en los pueblos.
-¿Cómo ha sido la experiencia del preestreno?
-A Gijón vino gente que llevaba décadas sin ir al cine y me gustó recuperar el concepto de cine de provincias. Llegó gente de Sotres o de Potes que decían que solo habían ido al cine de pequeños. En Guipúzcoa, cuando acabó la proyección, vino a hablar conmigo una familia de pastores de la Sierra de Aralar y decían que para ellos ese día era histórico porque nunca había ido toda la familia junta a la ciudad. Siempre había alguien que se quedaba con los animales. Me pareció interesante la idea de hacer una película que a la gente de los municipios pequeños y los pueblos les diese un motivo para ir a la ciudad. A veces parece que la cultura es algo que se exhibe en la urbe y que se crea desde ella. ¿Cómo puede ser que una persona haya pasado 45 años de su vida sin tener un solo aliciente para ir al cine? Algo no funciona. Decimos que son gente cerrada, pero si no les damos una llave…
“A veces parece que la cultura es algo que se exhibe en la urbe y que se crea desde ella. ¿Cómo puede ser que una persona haya pasado 45 años de su vida sin tener un solo aliciente para ir al cine?”
-¿Todas las partes se han sentido reflejadas?
-Después del preestreno, hablando con pastores y naturalistas, que son las dos partes más enfrentadas, me pareció que sí se habían sentido representados y que Salvajes consiguió -creo que por azar, porque eso no lo puedes forzar ni en edición ni en guion- que cada uno vea en la película lo que quiere ver o lo que siente. Todos manifestaron agradecimiento porque su historia fuese contada lo más fielmente posible. Pero, en el fondo, creo que el más agradecido soy yo porque han permitido que seamos nosotros los que contemos esta historia de manera casi definitiva. Ambas partes decían que el documental puede gustarte más o menos, pero poco más se puede añadir ya. Aquí están escritos ya todos los capítulos sobre la problemática del lobo.
-El que defiende al lobo lo ama con locura y el que lo odia desea su muerte. ¿Es posible la convivencia con posturas tan sumamente enfrentadas?
-Yo, como mínimo, creo en la convivencia entre personas y en la del hombre con la naturaleza. Lo que pasa es que siempre hay partes que hay que limar. Hay que rebajar aristas en el lado de la naturaleza para poder vivir y desarrollarnos cómodamente en ella. De hecho, es lo que hemos hecho en las ciudades hasta acomodarla a nuestro estilo de vida y casi hacerla desaparecer, así que también el mundo rural tiene derecho a hacer lo mismo con algunas cosas para sentirse un poco más cómodo. También es cierto que una parte del mundo rural debería limar sus asperezas con cierta parte de la fauna salvaje. Me da la sensación de que al rural le falta adquirir nuevas sensibilidades en materia ambiental o animal y, al mundo urbano, le falta lo mismo sumado a no exigir tanto a la gente de los pueblos. Desde la ciudad hemos arrasado con todo y le estamos pidiendo a ellos que aguanten lo que nosotros no quisimos y esto es injusto. Ahora se vive en Gijón, pero ahí también había bosques y ríos. En Madrid había osos y lobos y todo se eliminó para poder vivir cómodamente. No entiendo porqué, cuando un pastor quiere apartar fauna para vivir cómodamente, le decimos que él no puede hacerlo. Lo que tengo claro es que el equilibrio nunca puede ser a costa de alguien y menos de forma abusiva.
“Desde la ciudad hemos arrasado con todo y le estamos pidiendo a la gente de los pueblos que aguanten lo que nosotros no quisimos y esto es injusto”
-¿Qué tiene el lobo que ya desde la antigüedad ha generado sentimientos tan encontrados?
-Viene desde lo ancestral porque era el único animal capaz de competir de tú a tú y que, cuando salíamos a cazar un ciervo, él salía a hacer lo mismo y se organizaba en manada tan bien o mejor que nosotros. Nos generaba un punto de admiración. Al final, terminó por acercarse a nuestros campamentos y, de tanto hacerlo, se convirtió en un perro. Somos más parecidos de lo que pensamos y ahora creo que hay tanta romantización por un sentimiento de culpa y vergüenza. Venimos de ahí, no éramos tan diferentes y qué distantes estamos ahora… Acabamos con todo y estamos muy lejos de lo que en principio nos conectaba. El cerebro humano está en la misma fase de evolución que cuando éramos cazadores recolectores. Lo que cambió es la cultura y el medio en el que nos desarrollamos.
-En este conflicto, ¿hay buenos y malos?
-Hay personas libres, por eso quisimos hacerlo con el tono western, porque uno de sus códigos es que los personajes suelen tener mucha libertad para desarrollar sus personalidades. En Salvajes, los malos son buenos para su bando y viceversa. Depende en qué lado del valle hagas las preguntas. Ya fuera de toda polémica, lo que sí te puedo decir es que, a mí, durante los dos años que duró el rodaje, me dieron de comer, cenar y desayunar, dormí con ellos, nos calentamos juntos en invierno, me enseñaron su trabajo, sus casas, sus ideas, su moral… Todos ellos me abrieron y me dieron todo. A nivel personal podría decir que todas las personas que salen en el documental son buenas, pero se enfrentan por un tema concreto con estilos de vida y visiones diferentes.
“En realidad, este un debate entre hombres y mujeres, entre personas de un bando y de otro, pero el lobo nada tiene que opinar”
-En todo este proceso, ¿dirías que has disfrutado o has sufrido?
-Lo disfruté mucho. Me gusta la gente, igual que me gusta la fauna y la naturaleza. Y esta engloba paisaje, animales y personas, que también somos animales. Me gustó escucharlos y sobre todo que me permitieran entrar en sus vidas. Todo lo hice con mucho tacto porque, por primera vez, me iba a enfrentar directamente a las repercusiones de mi trabajo. Si grabas en Mongolia, intentas ser lo más fiel a la verdad posible, pero ellos no van a ver el resultado y no te van a juzgar. Con Salvajes hay un componente sentimental y humano que es que yo conozco a los protagonistas y muchos se convirtieron en amigos. Se juntaba la parte documentalista de querer hacer algo fiel a nuestra idea con no querer decepcionarles.
-El documental ¿enseña más del humano o del animal?
-Del humano. De hecho, una de las particularidades es que el lobo no aparece en el documental. Creíamos que meterlo era pervertirlo y bajarlo al barro. En realidad, es un debate entre hombres y mujeres, entre personas de un bando y de otro, pero el lobo nada tiene que opinar. Él es un animal salvaje que hace lo que tiene que hacer: comer, campear, esconderse, atacar… Solo vemos los daños que provoca: animales muertos y manifestaciones a favor o en contra. Es una película de humanos y me da la sensación de que, como tales, tenemos mucho miedo e incluso rechazo a lo salvaje. Es de dónde venimos y queremos huir a toda costa de ello. Ya no somos ese mono de la antigüedad, cada vez somos más tecnológicos y estamos más lejos de esos instintos que nos avergüenzan.
“Definiría lo salvaje como libre. Es algo indomable por definición y atractivo porque tiene mucho de los orígenes”
-Define salvaje…
-Lo definiría como libre. Es algo indomable por definición y atractivo porque tiene mucho de los orígenes. Otra cosa que para mí también lo define es memoria y pasado. Es lo que fuimos y por eso se convierte en algo magnético pero que da miedo. Es un lugar al que se nos van los ojos. Queremos mirar, pero no queremos ver lo que hay dentro.
-¿Pretendemos domesticar lo salvaje?
-Totalmente. Ahora mismo, el humano, con lo salvaje, solo tiene dos salidas: domesticarlo o arrojarlo a los márgenes de su vida donde no lo pueda ver. Actualmente hay un movimiento que en inglés llaman “rewild” que viene a ser algo así como resalvajizar. Es curioso, porque se habla de hacerlo en zonas y cerrarlas totalmente al ser humano. Es algo que lo hacen con mucha intención y con amor pero que nos aleja todavía más porque conviertes a la naturaleza en un parque temático al que acudir desde las ciudades.
Tenemos un Parque Nacional como Picos de Europa que es uno de los pocos donde habitan seres humanos que desarrollan una actividad económica y conviven con un montón de especies. La primera cuestión sería cargarnos a los “indígenas” de esas zonas y supongo que lo siguiente sería hacer pasarelas y buses lanzadera para visitar esos espacios y maravillarnos de cómo eran las cosas antes; por suerte, todavía existen muchos sitios donde lo que era es lo que es.
Que el ser humano viva en lo salvaje me parece que tiene un valor patrimonial inmenso. Realmente es el equilibrio natural, lo que pasa es que nosotros, desde hace muchísimos años, lo forzamos mirando siempre hacia nuestro lado, con lo cual terminamos con él. No nos damos cuenta de que hay seres humanos que pueden seguir desarrollando su actividad en ese entorno salvaje porque no solo no perjudican a la naturaleza, sino que la hacen más rica y diversa.
“Tener poder es poseer una capacidad para lograr objetivos, lo que pasa es que éstos son equivocados”
-Ningún animal tiene tanto poder como tiene el hombre. Somos capaces de extinguir una especie, quemar un bosque, contaminar un mar… ¿Somos conscientes de ello?
-Somos conscientes del poder, pero no de la responsabilidad que conlleva. Como esto se une a que cada vez nos alejamos más del origen, el poder lo empleamos en llegar a sitios donde no sé si estamos tan seguros de querer llegar. Tener poder es poseer una capacidad para lograr objetivos, lo que pasa es que éstos son equivocados. Cuando el homo sapiens intentaba establecerse en sitios fijos, ser sedentario y tener un sistema agrícola, avanzaba hacia algo muy claro que era vivir mucho más cómodo, pero en la naturaleza. Yo ahora mismo no sé a dónde vamos porque cómodos ya vivimos, sin conflictos con lo salvaje también… Los problemas que tenemos son los que nosotros mismos nos generamos y cada vez hay más gente con depresión, estrés o ansiedad. Es como que estamos en tierra de nadie.
-Todo va muy rápido, cada vez más. ¿El tiempo corre siempre en nuestra contra?
-Tenemos un poder que muy pocas veces empleamos y puede que todavía no lo hayamos entendido que es el de parar. Existe obsesión por avanzar, pero también podemos deteneros y esto no es solo una teoría metafísica. Ahora está de moda el mindfulness, que resumiendo viene a ser detenerme en el momento para después poder seguir avanzando a toda pastilla sin que el estrés me mate. Por eso me llamaba la atención las vidas indígenas en otras partes del mundo; aquí también las tenemos porque todavía hay gente que vive mucho más detenida, pero son personas a las que no valoramos, los vemos bajo ese concepto antiquísimo del aldeano o el pueblerino, cuando son personas mucho más centradas en el presente. Tal vez ese estilo de vida es el que debamos copiar y no criticar. Realmente es un modelo mucho más sostenible a nivel medioambiental, pero también lo es en términos emocionales y psicológicos. Si no saben a dónde van, se quedan quietos y ya está.
“Centrándonos en el tema del lobo, me parece que para resolver un conflicto hay que entenderlo, y para hacerlo hay que afrontarlo. Y muchas veces me da la sensación de que hay partes en los dos bandos que no lo quieren hacer”
-¿Y qué me dices del poder de decidir?
-Efectivamente. Pero siempre que tenemos la ocasión de hacerlo, decidimos dar un paso más. Tener la capacidad de decidir no siempre quiere decir tener que ir hacia delante. Puedes pararte e incluso ir hacia atrás, pero esto para nosotros es impensable.
-¿En qué punto del camino nos hemos perdido?
-Nuestra especie cada vez se cerró más en una zona lo más confortable posible. Dejamos de vivir para consumir aventuras, naturaleza o etnografía, y ahora todavía lo maquillamos más y decimos que lo que vivimos son “experiencias”. Suena guapo decir que el fin de semana viví una experiencia de inmersión con los pastores en una cabaña. Vamos y les preguntamos cosas que nuestros abuelos ya sabían, pero que nos importan tres cojones porque pensamos que ellos eran de otro tiempo. Incluso pagamos para que nos lo vuelvan a contar…
-Para proteger la naturaleza, ¿hace falta entenderla?
-Sí y creo que tiene una fase previa. Para poder protegerla hay que amarla y para amarla hay que conocerla. Centrándonos en el tema del lobo, me parece que para resolver un conflicto hay que entenderlo, y para hacerlo hay que afrontarlo. Y muchas veces me da la sensación de que hay partes en los dos bandos que no lo quieren hacer. Esto es justo lo que me parece que hace que un conflicto se vuelva algo sin solución.
“Si en las zonas rurales la gente tiene el conocimiento para que todo viva, es raro que vengan las normas de un sitio en el que ya no todo vive”
-El documental ¿muestra todos los aspectos de la verdad?
-Yo creo que sí. Fueron dos años de rodaje y uno más de montaje. Fue un rompedero de cabeza porque teníamos muchísimo material y nos interesaba que estuviesen todas las partes contadas, pero sobre todo, que esas historias se entrelazaran y se fueran uniendo. Que pudieses ver cómo uno se responde al otro y, cómo en realidad, se afectan entre ellos. Todo lo que sale es lo que quisieron decir, aunque tal vez hay una versión que creo que falta que es más ajena al conflicto y no la metimos porque si no pasaría de ser documental a ser una serie.
Lo que deberíamos preguntarnos es a quién interesa este conflicto y, por ponernos un poco conspiranoicos, a quien puede hacerlo es al mercado, la administración o el sistema. Realmente es mucho más beneficioso que estemos culpando a un animal que pensando en por qué los corderos se pagan como hace veinticinco años. Mientras un pastor sienta que su vida no es próspera por culpa de un animal, el sistema lo tendrá más fácil para seguir haciendo lo que hace. Es preferible que salgamos a la calle a gritar putos lobos y a matarlos que a ponernos delante del Carrefour o el Mercadona y preguntarles a sus presidentes qué coño están haciendo con los precios. Aparece el lobo, mata tres ovejas y en ese momento dices: hasta aquí. Es la gota que colma el vaso y claro que esa gota molesta, pero lo que sería impresionante sería ver a todos los ganaderos, pastores y agricultores en pie de guerra diciendo se acabó.
-¿Inspira más miedo el animal o el humano?
-Inspira más preocupación el animal, pero más daño el humano. Quien más está dañando al medio rural es el sistema de un mercado pensado exclusivamente para avanzar a un ritmo tremendo, pero lo que más miedo da es el mundo salvaje. Al final son miedos ancestrales.
“Es preferible que salgamos a la calle a gritar putos lobos y a matarlos, que a ponernos delante del Carrefour o el Mercadona y preguntarles a sus presidentes qué coño están haciendo con los precios”
-¿Cómo sería un ecosistema sano y equilibrado?
-Realmente creo que ya existe, pero nos falta el valor para reivindicar que no está mal. Tenemos un Parque Nacional como Picos de Europa en el que hay pastores elaborando queso -que es una cosa patrimonial- con paisajes de una belleza impresionante que permiten que venga turismo, animales de cabaña ganadera que se desarrollan en sus pastos en los que además hay rebecos, lobos, gatos monteses, buitres y quebrantahuesos. Lo normal sería que cuando el lobo aparezca y mate a una oveja, el sistema se la pague al pastor. También parece una cosa bastante lógica que, cuando haya un exceso de animales que pongan en peligro todo el equilibrio, incluida la cabaña ganadera, el Estado tome medidas efectivas. Debería ser un sistema en el que puedan vivir el paisaje de una forma lo más natural posible, el animal lo más libre posible y el hombre de una manera lo más próspera posible. De pronto se dice que hay que proteger al lobo al 200%. ¿Por qué? Si tocamos a los jabalís y a las gaviotas por qué no a este animal, si es uno más. Si hay que hacerlo, adelante, pero hay que afrontarlo sin miedo.
Otro ejemplo sin sentido: tenemos las cabañas y a los pastores viviendo en ellas y no les dejamos construir una chimenea porque todo tiene que ser como era antes. Pero si no pasa nada por hacerlo. ¿Qué es mejor, que dejes que se construya y que el pastor siga ahí o que no lo hagas, el pastor se canse, se marche y la cabaña se venga abajo?
-¿La inteligencia de la naturaleza está por encima de la humana?
-La naturaleza es más práctica y, al final, hace que las cosas funcionen. El Estado o las administraciones puede que sean inteligentes, pero, en ciertos sitios, la práctica la tienen los que viven allí. Si en las zonas rurales la gente tiene el conocimiento para que todo viva, es raro que vengan las normas de un sitio en el que ya no todo vive. No puede ser que una persona que vive o trabaja en Madrid, donde antes había bosques, ríos y osos, le explique a una persona de Cangas del Narcea qué tiene que hacer para que siga habiendo bosques, ríos y osos. Supongo que habrá que preguntarle a la gente de la zona y delegar un poco más en ellos. Con esto no quiero decir que haya que dejar que los que están en el territorio hagan lo que les dé la gana, pero hay que intentar consensuar. Cuando veas que en una zona hay muchos humanos cometiendo errores o tomando decisiones equivocadas, intervén. Pero si nos regimos por esto, habrá que empezar a intervenir primero en las ciudades.
“Lo que aprendí con este documental es que no es tan importante tener o no razón, sino ser una persona honesta y valiente para dar tu opinión”
-¿Qué dirías que has aprendido tú con este documental?
-Lo que aprendí es que no es tan importante tener o no razón, sino ser una persona honesta y valiente para dar tu opinión. Cuando estaba entrevistando a un pastor o a un naturalista, no me importaba tanto si yo estaba de acuerdo con lo que decía, me importaba ver que tenía delante de mí a una persona que estaba siendo real.
También aprendí a reconocer la valía del que tienes enfrente. Esto me lo aportó el escuchar opiniones tan enfrentadas durante tanto tiempo porque, al final, entiendes que lo verdaderamente interesante siempre está en los grises. Lo más sencillo es preguntar, pero muchas veces nos da miedo porque ¿y si nos parecemos más de lo que creemos? Al final todo se resume a que tal vez deberíamos escucharnos. Es más sencillo estar enconado todo el día en tu bando porque estás más protegido. Hay una vulnerabilidad tremenda cuando preguntas por qué. ¿Y si me convences y me doy cuenta de que lo que estoy pensando no está bien?
-¿Hay alguna escena del documental que te guste especialmente?
-La escena del desayuno, para mí dice mucho. A los protagonistas los conozco desde hace cuatro o cinco años y en ese momento ves los roles de una familia en la que hay un niño pequeño que le encanta seguir con la ganadería, pero hay otro mayor que lo único que le interesa es el fútbol y no tiene ninguna gana de ese relevo. Vemos a una mujer que está relegada a las tareas de casa y un hombre que ejerce de patriarca funcional porque lleva las cabras, pero también moral porque es el que sostiene la familia. Lo del niño es guapísimo, ya no solo por su postura frente al lobo que es muy entrañable, pero mi momento favorito es cuando cuenta que le dicen que tiene que bajar a la ciudad porque allí va a estar mejor, pero a él le gusta más estar en el monte. No te dice que quiere estar corriendo en libertad y haciendo lo que quiere. Quiere estar “tranquilo, sentado en una piedra”. Posiblemente, él es el que está más próximo a lo salvaje.
Me encanto el documental.seguro q por salvaje q sea el animal si se le da cariño se doma