La I+D+i tiene un papel fundamental en los productos agroalimentarios. De esto saben mucho en el SERIDA con Juan José Ferreira al frente como responsable del Programa de Genética Vegetal. / Fotos: Fusión Asturias
El pasado mes de septiembre se organizó una jornada demostrativa en Santiago (Valdés) sobre las nuevas variedades de Faba Granja obtenidas por el Programa de Genética Vegetal del SERIDA (Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario). Como resultado del trabajo de los investigadores del SERIDA , se han obtenido variedades descendientes de la variedad comercial Andecha, entre las que se encuentran nuevas variedades de Faba Granja: Sinara y Maximina. Entre otras características, son resistentes a los patógenos más habituales, lo que supone un menor empleo de pesticidas, y también son más precoces, lo que reduce el riesgo de pérdidas de la cosecha por lluvias al final del cultivo.
-El SERIDA lleva los últimos quince años desarrollando programas de mejora genética sobre la faba. ¿En qué consisten?
-Cuando empezamos, aproximadamente en 1991-95, diseñamos varias estrategias. Una era introducir resistencia frente a tres patógenos que en aquel momento considerábamos prioritarios: el virus del mosaico común, el virus necrótico del mosaico común y la antracnosis. Lo que buscábamos era disponer de materiales que, teniendo las características de faba, dispusieran de resistencia genética frente a estos patógenos. Ahora hemos presentado estos resultados.
-¿Qué aportan las nuevas variedades de faba?
-Disponer de un material resistente favorece al cultivo, pero ahora la necesidad es mayor por dos razones. Primero, porque la Comunidad Europea restringe cada vez más los productos fitosanitarios autorizados, con lo cual los agricultores tienen menos herramientas para proteger sus cultivos frente a los daños que causan las enfermedades. Por otra parte los consumidores, demandan un cultivo más saludable, que lleve menos residuos de productos sanitarios y que sea medioambientalmente sostenible. Ante esa disyuntiva la mejor solución es que los agricultores utilicen materiales portadores de resistencias genéticas o mejor adaptados al cultivo, y creemos que esto es un paso en esa dirección.
“Debemos cuidar lo que tenemos, investigar e innovar lo máximo posible para ser más competitivos, y llegar a la sociedad con precios razonables y rentables”
-¿Qué importancia cobra en estos últimos años la investigación en el sector agroalimentario?
-En mi opinión, un país moderno es aquel que invierte en la innovación y la investigación, de modo que sea capaz de competir con nuevos productos y estrategias frente a terceros países que cuentan por ejemplo con mano de obra barata. El apostar por la investigación, y por la transferencia de esta investigación a su sector, siempre redunda en beneficio de la sociedad. Hay que decir que todo esto que hemos culminado ha sido financiado por el INIA (Instituto Nacional de Tecnología Agraria y Alimentaria), el Gobierno del Principado de Asturias y por entidades como Caja Rural, que en los últimos años han apostado por la investigación.
Si estas variedades suponen un 20% de incremento en el elemento de un cultivo, imagínate lo que supondría por ejemplo en una hectárea que puede producir dos mil kilos. Si además tenemos en cuenta que no hay que utilizar productos fitosanitarios que podrían “dañar” el medio ambiente, el beneficio todavía es mayor.
-Los productos agroalimentarios asturianos están ganando cada vez más prestigio. ¿Existe potencial para abrir mercado en el extranjero?
-El potencial es enorme si lo sabemos cuidar. No podemos competir con producciones masivas pero sí con algunas producciones de calidad. No podemos olvidarnos de que la gente tiene que comer todos los días y lo que come está relacionado con la salud, de modo que la calidad de los productos influye directamente en la salud de los consumidores.
Tenemos grandes empresas tanto en el tema de la leche como en el de la carne que están invirtiendo mucho en sus producciones; tenemos productos muy reconocidos como los quesos, y otros como la sidra, la faba o la escanda, que ya son diferenciados a nivel nacional. Por eso debemos cuidar lo que tenemos, investigar e innovar lo máximo posible para ser más competitivos, y llegar a la sociedad con precios razonables y rentables.
-Por otro lado, hay una cultura de importación de determinados productos que perfectamente se podrían producir en Asturias.
-La sociedad debería valorar más las producciones locales: tenemos agua, tenemos los medios, pero necesitamos más gente y canales de comunicación adecuados. Un ejemplo claro es el arándano: hay una empresa, Asturian Berries, que comercializa en el norte de Europa todo el arándano que se produce en Asturias. Si hubiera más producción, más que se exportaría, y si fuésemos capaces de que cincuenta familias pudiesen vivir del arándano generaríamos riqueza para Asturias, porque esto significaría a su vez que otras cincuenta pueden vivir de la faba, y así sucesivamente en diversidad de cultivos. El orden sería satisfacer la demanda local en primer lugar, y luego exportar.
También hay que educar al consumidor para que valore los productos autóctonos frente a otros, para que sea consciente de que a lo mejor tiene que pagar un poquito más, pero es en beneficio de Asturias.
Para ello cuentan con distintos departamentos de investigación, dedicados tanto a la producción animal como a la tecnología de los alimentos, cultivos hortofrutículas y forestales. También cuentan con una sección tecnológica y de servicios, que se encarga de canalizar al sector agroalimentario la oferta tecnológica que se deriva de las diferentes investigaciones en curso, mediante actividades de transferencia y formación, experimentación y demostraciones, entre otras.
El estudio ha sido dirigido por Juan José Ferreira, Responsable del Programa de Genética Vegetal del SERIDA, junto a Francesc Casañas, de la UPC. En él se han analizado cuatro variedades de judía común, entre las que se encuentra la faba asturiana. Uno de los resultados más destacados muestra que las semillas inmaduras o fabas frescas precisan un menor tiempo de cocción frente a las fabas secas, ya que aún no han comenzado el proceso de deshidratación. El estudio plantea la posibilidad de adelantar la recogida de la faba asturiana, lo que permitirá encontrar nuevos usos culinarios de este producto, aumentando el rendimiento y el aprovechamiento del cultivo tradicional.