El periodista Ramón Suárez se estrena literariamente con Amores únicos, una historia que reivindica el romanticismo valiente a la vez que entremezcla crítica social y psicoanálisis. Sus páginas invitan a reflexionar sobre la importancia de los amores de calidad y cómo repercuten en la salud mental.
La novela de este entreguín refleja cómo el amor puede ser una experiencia de transformación para el ser humano. A través de la relación, sus tres personajes principales se adentran en las sendas no convencionales de los vínculos, en una experiencia que invita a la reflexión sobre cómo debemos amar y ser amados.
-En tu debut literario apuestas por una historia sobre el amor y el espíritu romántico. ¿Por qué esta elección?
-El amor siempre ha sido algo muy importante para mover el mundo, para movilizar a las personas, incluso hubo guerras por amor. Hoy hay un desencanto, quizá porque los vínculos son más frágiles y, aunque ahora puedes elegir a quien amas con más facilidad que en otras épocas, también hay más facilidad para romper. La gente dice que no cree en el amor, pero luego cuando rascas un poco ves que anhelan tener a alguien que les quiera y alguien a quien querer de verdad. Y si no fuera sí, no existirían las redes sociales de ligoteo o los programas de buscar pareja.
Yo huyo del concepto de media naranja o del ‘sin ti no soy nada’, porque ese es un amor más egocéntrico, un amor que suple una carencia. Hablo de uno que intenta hacerte mejor a ti como persona, que intenta cambiarte la perspectiva del mundo de forma que lo quieras más por estar enamorado o enamorada y amar. Me refiero a un amor con las cualidades del romanticismo valiente, un amor que cuida, que aspira a una eternidad, aunque pueda ser que luego la vida o el destino lo frustre, pero que tiene esa aspiración a hacer un proyecto de vida, a compartir planes, a compartir las debilidades, las vulnerabilidades, porque tampoco hablamos de un mundo de color de rosa.
“Un espíritu romántico debe aceptar la cara y la cruz de la vida, saber proponer y saber renunciar y sobre todo responsabilizarse. Nada que ver con los amores light que sólo piensan en el rendimiento y en que sean productivos”
-En varias ocasiones has mencionado el romanticismo valiente, ¿cómo lo podemos reconocer?
-Parto de la base de que el romanticismo no consiste sólo en piropear o en hacer bonitas poesías, yo voy al espíritu romántico, a no tener miedo a amar con todas las consecuencias. Un espíritu romántico debe aceptar la cara y la cruz de la vida, saber proponer y saber renunciar y sobre todo responsabilizarse. Nada que ver con los amores light que sólo piensan en el rendimiento y en que sean productivos. Un romanticismo valiente ha de huir de todo este tipo de cosas que parecen calculadas y erradicar esa idea decimonónica del romanticismo del hombre que abría la puerta y besaba la mano a la mujer, pero luego la encorsetaba y era algo castrante. Se trata de un romanticismo que construye paraísos, pero que no renuncia a la realidad y a los vaivenes que pueda traer la vida, y en el que el sentimiento es tan fuerte que es alimento de un motor que nunca se queda sin gasolina.
-¿El amor que describes en tu libro está desprovisto de reglas y fórmulas establecidas?
-Sí, pero tiene los sentimientos y las ideas iniciales claras, en la historia que cuento los límites se van poniendo a medida que la relación va avanzando. La protagonista es una mujer que ha vivido una pasión fuerte que la dejó un poco desgastada y una depresión; es una persona bastante introspectiva, con un punto de timidez, una mujer de laberintos y callejones mentales sin salida, con muchos remordimientos y con tendencia al autocastigo. Esta mujer se encuentra con Gloria y Aris, dos personas que son pareja y que, aunque también han sufrido en la vida, ahora encarnan el verdadero espíritu romántico. Han encontrado su propia fórmula para cultivar una especie de plenitud y felicidad y quieren regalarle a Anjara lo que a ellos les sobra, que es el bienestar.
“En La regla de tres, Antonio Gala plantea un amor atípico, pero con unos principios muy definidos de lo que yo entiendo que es el amor, porque cuando uno ama, ha de poner toda la carne en el asador, sea como sea y sea a quien sea”
-Sé que leíste La regla de tres de Antonio Gala. ¿Te influyeron sus planteamientos en la manera de entender el amor?
-Sí, porque en ese libro en concreto Gala plantea un amor atípico, pero con unos principios muy definidos de lo que yo entiendo que es el amor, porque cuando uno ama, ha de poner toda la carne en el asador, sea como sea y sea a quien sea. El punto de partida de ese libro, que es de los años 90, plantea un trío emocional más que el poliamor. Hoy día estamos mucho más familiarizados con el tema que en esa época, pero debería leerlo mucha gente porque hoy se habla del poliamor con bastante desinformación y frivolidad, como si valiese cualquier cosa. Yo lo leí en la adolescencia y me abrió muchas perspectivas.
-¿Crees que en muchas ocasiones se confunde el amor con otras alternativas?
-Claro, porque otra cosa es una pasión o un deseo, que son muy respetables, pero ocurre como con la amistad que hay compañeros, hay conocidos y hay amigos. El amor tiene que tener siempre un elemento de personalizar a la persona que amas, y que esa persona sepa o por lo menos intuya por qué tú la has elegido o por qué te han elegido. Cuando estableces algo especial con alguien, tiene un porqué y un para qué y no hay que tener miedo a decirlo. Hay que tener los principios y sentimientos muy claros cuando uno ama, tanto si decide establecer una pareja o una trieja, que también es algo que se plantea en Amores únicos, si con esas condiciones se puede hoy crear una trieja o algo más.
“Creo que hay que pensar y repensar lo vivido y no tener miedo a sentarse de vez en cuando a analizar y ver por dónde ha ido nuestra vida y por dónde nos gustaría que fuese”
-¿Los personajes de tu obra conducen también a la reflexión?
-Los personajes principales, aparte de vivir, piensan lo vivido y lo cuentan, y para mí eso es fundamental. Hay mucha gente que analiza demasiado y no vive, también hay otras que viven mucho y no analizan nada, yo intento conseguir el equilibrio. Y Gloria, que es filósofa y muy resolutiva, se hace preguntas y tiene respuestas para ellas porque ha vivido y pensado mucho. Yo intento trasladar en los diálogos esa capacidad de reflexionar, de forma que la gente además de leer una novela en la que suceden cosas -porque hay secretos, malentendidos y momentos de acción-, encuentre también ese poso de reflexión que pienso que es muy importante. Se resolverían muchos problemas si, aparte de amar, analizamos cómo queremos y cómo queremos que nos quieran.
-¿Es una llamada a pararse a pensar?
-Sí. Yo no soy mucho de vivir ‘el aquí y el ahora’, creo que se ha puesto demasiado de moda esto de la fluidez. Vivir sólo el momento es liberador para la gente que está inhibida, encorsetada, y a la que le han prohibido muchas cosas, pero si no hay una reflexión posterior a una experiencia vivida, esa experiencia no alcanza el cien por cien de intensidad. Creo que hay que pensar y repensar lo vivido y no tener miedo a sentarse de vez en cuando, a analizar y ver por dónde ha ido nuestra vida y por dónde nos gustaría que fuese.
-¿El libro se alimenta de tus propias experiencias?
-Yo he vivido algunas cosas que se cuentan, otras las he visto en diferentes entornos y otras son producto de la imaginación, de mi observación de la realidad. Considero que soy una persona que ha sufrido por amor, que también he hecho las cosas mal, que las podía haber hecho mejor y muchas veces ha sido por falta de reflexión. Lo que pasa es que ahora estoy en un momento en el que creo que sé lo que me conviene y lo que no, y me gusta contarlo.
Por poner ejemplo de cosas que son fruto de una experiencia propia, hay un personaje del libro que durante un tiempo vive sin agua y sin luz, y eso lo he vivido yo en Sevilla durante meses por amor a una idea de trabajo. Quería resolver un problema y tenía que estar en esas condiciones, iba a ducharme a un gimnasio, cargaba el móvil en una cafetería y experimenté una solidaridad vecinal que también intento reflejar en el libro.
“Considero que soy una persona que ha sufrido por amor, que también he hecho las cosas mal, que las podía haber hecho mejor y muchas veces ha sido por falta de reflexión”
-¿Qué te llevó a interesarte por el psicoanálisis y la filosofía después de haber hecho la carrera de Periodismo?
-Siempre me gustaron los temas psicológicos y conceptualizar todo con la filosofía, y coincidieron en el tiempo mi incursión en el psicoanálisis y la filosofía de una manera más seria. Estaba atravesando una etapa complicada y elegí la técnica psicoanalítica, porque -a pesar de sus fallos- me pareció más completa que otras. El psicoanálisis escucha mejor, respeta mejor la vida de uno, te ayuda a entender tu pasado para que luego entiendas tu presente y construyas tu futuro de una manera más cabal, o al menos más libre. Intenta sacar lo tuyo, lo propio de ti, lo personal, y a mí eso me fascinó, aunque también hay cosas con las que no estoy de acuerdo.
Hoy se dice mucho la frase: “Yo no miro para atrás ni para coger impulso”, y pienso que es un error, es bueno mirar para atrás. Si no estudiáramos la historia de un país para entenderlo, si no entendemos nuestra biografía, nuestras decisiones pasadas, no vamos a entender dónde estamos y por qué estamos donde estamos.
Y luego está la filosofía, que te da muchas herramientas a la hora de entender la sociedad, la política, etc. Casi todos los movimientos sociales parten de luchas del intelecto que tienen su germen en ella.
-¿En Amores únicos se entrevé el amor como un remedio sanador respecto a la salud mental?
-Creo que más que un remedio es como una medicina, o al menos es un camino mejor. La protagonista en el libro dice en un diálogo: “el remedio no aparece, no nos alivian ni las pastillas, ni las meditaciones, ni las técnicas de una escuela o los consejos de un coach o gurú. Estamos muy desorientados porque nos ha colonizado la sociedad del espectáculo, la de la prisa y la del cansancio”. Ellos a partir de esta radiografía de la actualidad intentan demostrar, sobre todo la pareja que es tan enérgica, que el amor en sí conlleva que una persona mejore sólo por el hecho de sentirse querida e importante para alguien, y que a nivel mental eso ya tiene un poder fuerte. Pero eso puede ocurrir sobre todo si el amor es de calidad y no un amor de plástico, hay que diferenciarlos.
“Quiero seguir exprimiendo Amores únicos y sus personajes, un libro en el que no solo hablo de romanticismo, también hay crítica social”
-¿Por qué el título Amores únicos?
-Estuve a punto de llamarle El laberinto de los amores poliédricos, pero me pareció enrevesado y me decidí por el otro porque considero que el amor -sin llegar a ser egocéntrico ni egoísta- tiene que hacer que una persona se sienta más brillante y única para alguien.
-¿Cuándo empezaste a escribir este libro?
-Hace años que lo escribí, empecé a hacerlo a raíz de la carrera de Filosofía y de terminar una parte de un psicoanálisis, pero luego lo retoqué mucho porque me apetecía darle un giro en la forma de expresarlo, aunque la historia y los personajes estuvieron claros desde el principio.
-¿Cómo vives estos momentos tras tu debut literario?
-Con expectación, por ahora estoy recibiendo buenas críticas y me gusta dar mi mensaje. Estoy muy contento y quiero seguir, de hecho, tengo en mente otra historia que ya he empezado. Pero de momento quiero seguir exprimiendo Amores únicos y sus personajes, un libro en el que no solo hablo de romanticismo, también hay crítica social. Abordo temas diferentes como el envejecimiento, el suicidio, la maternidad, cómo la cirugía estética puede cambiar la identidad de una persona, cómo una economía puede afectar a la salud mental, etc. Son cuestiones actuales, porque no es una novela anclada en paraísos artificiales maravillosos, las burbujas que se crean lo hacen con dosis de realidad. Pero sobre todo me interesa reflejar cómo el amor, el sentimiento, puede ayudar a la salud mental y dar solución a muchos problemas, tanto el que uno puede proyectar como el que puede recibir.
“Cuando una persona siente que puede con naturalidad exponer alguna parte dura o traumática de su vida, en el fondo, eso lo fortalece”
-Al publicar una obra expones en cierta medida una parte de ti. ¿Se siente, por tanto, una mayor vulnerabilidad?
-En realidad, pienso que mostrando la vulnerabilidad te vuelves más fuerte. He dedicado un tiempo de mi vida a la prensa del corazón y cuando estudias a un personaje importante, saber de su vida te ayuda a entender mejor su obra. Y no es que haya que airear las porquerías de uno porque sí o las debilidades, pero cuando una persona siente que puede con naturalidad exponer alguna parte dura o traumática de su vida, en el fondo, eso lo fortalece.
Por otra parte, al hacer una novela tampoco desvelo qué parte escrita es mía y qué parte no, entre comillas me pongo una máscara, porque no especifico. De todas formas, yo soy muy partidario de contar ciertas cosas que mucha gente cree que son debilidades o motivos de burla cuando uno esté preparado o preparada. Con naturalidad y bien reflexionado se puede contar todo o casi todo, esas debilidades empoderan a la persona.
-Hay que ser valiente para hoy en día reivindicar el amor como lo haces.
-Hoy en día que hay tanta prisa para todo que vamos a muchos sitios pero a ninguna parte. Al final, ese espíritu romántico que defiendo nos ayudaría a saborear la vida con una valentía, con un coraje de vivir mejor y poder decir: “este soy yo, esto es lo que aporto, lo que pido y lo que comparto”. Y voy a ello con la ilusión inicial de ir hasta el final, aunque luego por el camino pueden pasar cosas. Y si luego se acaba la relación y duele, no pasa nada. No nos mintamos, ¿cómo no va a doler?, si llevas varios años con una persona con la que has compartido muchas cosas en común. Pero si ocurre, no hay que poner parches, no hay que tener miedo. El romanticismo no es una sensación de irrealidad, no vives en un mundo fantástico, es dar un poco de color a la realidad pero con una responsabilidad, con capacidad de iniciativa y también de renuncia.