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lunes 14, octubre 2024

Sara Balsera. Manos de hada, corazón de bosque

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No usa la escoba para volar, pero sí cuenta con su propia escoba de bruja y hechiza a muchos con su magia. A veces lo consigue con sus acuarelas y pinceles, otras con productos saludables elaborados con plantas o minerales, y en ocasiones con sus pensamientos, entrelazando y compartiendo su particular manera de ver el mundo. Creativa e inquieta, las ilustraciones de Sara Balsera transportan al universo de belleza y magia al que ella pertenece y alimenta.

Por circunstancias, esta artesana que se ha criado en una aldea de montaña sierense, vive ahora en Oviedo, en el barrio de La Corredoria. Y en cuanto puede, busca el verde que tanto necesita, la naturaleza que le aporta energía y un sentido a su vida. Solombra (sombra en asturiano, el nombre con el que se la conoce en redes sociales) se considera una hija del bosque y a él acude cuando lo necesita. Su corazón fluye con el agua y anida en las leyendas y seres mitológicos.

-Te has definido a ti misma como una bruja verde. ¿Por qué este apelativo?
-En los cuentos populares la bruja verde se caracteriza por ser mala, como ocurre con la del Mago de Oz, pero en este caso hace referencia al aspecto de la bruja que está conectada al mundo de las plantas, en base a lo terapéutico, a lo curativo, a la fitoterapia. Soy la típica brujilla que viviría feliz en el monte.

“Siempre me ha gustado ver el lado oculto de las cosas, verlas desde otro prisma diferente”

-¿Cómo una persona tan joven como tú llega a desarrollar este tipo de conocimientos? ¿Qué tipo de alquimia se ha producido para crearte tal y como eres ahora?
-Nací en el año 90 y siempre fui un alma inquieta a la que le gustaba tocar de todo un poco. Cuando tenía 20 años, y después de estudiar Ilustración editorial, hice un curso de cosmética natural en el que aprendí el lado terapéutico de las plantas. Me gustó tanto conocer sus propiedades que decidí emprender el proyecto Atalaya Verde a través del cual empecé a elaborar productos naturales que fuesen lo más biodegradables posible. Llevo muchos años indagando e interesada en aspectos de la naturaleza, tanto en plantas y minerales como en terapias alternativas, como por ejemplo, el Reiki. Hice cursos de fitoterapia, naturopatía… y como siempre he sido un poquito brujilla -esto me viene de familia, sobre todo por mi madre y otros ancestros- siempre he estado interesada en el mundo mágico. Leía, entre otros autores, al famoso Paracelso que tiene el libro Botánica oculta: las plantas mágicas.

-Generalmente, a la hiedra se la considera una planta trepadora bastante invasora, en cambio, tu visión de ella resalta sus beneficios medicinales y su capacidad mágica, protectora contra cualquier energía negativa. ¿Cómo llegas a ver las plantas desde ese otro lado?
-Siempre me ha gustado ver el lado oculto de las cosas, verlas desde otro prisma diferente y, precisamente, al indagar en la mitología celta averiguas cosas como, por ejemplo, que para los celtas las plantas son símbolos mágicos, aparte de terapéuticas. Tenían una simbología y una conexión con el mundo invisible, con el mundo feérico de las hadas, y la hiedra era una de las plantas conectada al mundo de las hadas, al igual que el saúco o el tejo. Es cierto que también es peligrosa usarla, pero al igual que otras plantas, tiene una parte terapéutica para resfriados y como expectorante. Paracelso también lo decía, ‘no hay plantas buenas o malas, la dosis diferencia un veneno de un remedio’. El poder es el poder, la cuestión es cómo lo utilices, puede ser para bien o para mal.

“Para los celtas las plantas, aparte de terapéuticas, son símbolos mágicos. Tenían una simbología y una conexión con el mundo invisible, con el mundo feérico de las hadas”

-En tus post de Instagram están muy presentes las estaciones del año y lo que, como consecuencia, marcan para quienes viven siguiendo los ciclos naturales.
-Sí, cuando empecé a interesarme por el tema brujeril encontré varios caminos, como el neo paganismo y la Wicca, lo que es la brujería moderna. En la adolescencia fue con lo que conecté y una de sus influencias es la celta, así que también aprendí a conectarme con las diferentes estaciones del año, los solsticios, los equinocios, las festividades solares y lunares. Aprendes que para ellos el renacimiento de la vida empieza en Yule, que es cuando yo nací, (el 21 o 22 de diciembre). En estas fechas tiene lugar el nacimiento de la luz, cuando todo empieza a resurgir. Luego viene Ostara, la primavera, y ahí todo está cogiendo fuerza, está en su esplendor. Luego llega Beltaine que es el momento de la fertilidad, está todo conectado de una forma u otra en las etapas de la vida y del año en sí. El verano es el tiempo de las cosechas, que eran muy importantes para los celtas y en otoño, es cuando ya empieza la muerte a aparecer para luego volver a resurgir. La muerte total no existía para ellos, siempre había un renacimiento. Es una forma bonita de conectarte con la vida y vivirla de una manera más consciente y más mágica.

Sara Balsera
Sara Balsera

-Tu forma de entender el medio natural no es algo muy frecuente en una sociedad que, en muchas ocasiones, vive de espaldas a la naturaleza. ¿Te sientes a veces un poco marciana?
-La verdad es que sí, a mí me gusta mucho conectar con el mundo y con las personas, es algo que me llena. Ahora, en la era digital, cuanta más distancia ponemos con la naturaleza más individualistas y separatistas parece que nos volvemos, dejamos de conectarnos con el mundo como realmente es. Se ve sobre todo en las ciudades grandes donde habita el ruido, el estrés, lo materialista… es un poco triste, pero yo creo que es tan fácil como intentar tomarse un poco de tiempo para uno mismo, para reconectar contigo mismo y con las personas a las que quieres y para volver a la naturaleza siempre que puedas. Esto, al menos, te permite ser un poco más consciente de lo que está pasando, porque parece que estamos dentro de una burbuja en la que nos ponemos el piloto automático de: ‘me tengo que levantar a las 7, tengo que desayunar rápido para llegar a tiempo al trabajo y ponerme una máscara para que la gente vea que soy feliz y productiva’. Parece que si no hacemos algo, sentimos que no somos productivos y no estamos pagando al mundo lo que nos está dando.
Intentar volver a uno mismo, a la tierra y al mundo natural es una escapatoria del futuro que se viene.

“Ahora, en la era digital, cuanta más distancia ponemos con la naturaleza más individualistas y separatistas parece que nos volvemos, dejamos de conectarnos con el mundo como realmente es”

-De alguna manera, durante el confinamiento la gente tuvo un tiempo para sí misma y muchos descubrieron facetas nuevas y creativas que desconocían que tenían.
-Sí, la creatividad se notó en todo el mundo y también la necesidad de conectar con más personas, en las redes sociales se vivió ese boom. Dentro de lo malo se puede sacar algo bueno. Aunque suene feo, a mí me vino muy bien porque al estar en casa pude reconectarme conmigo, salir de la rutina y empecé a darle caña otra vez a la Atalaya Verde. Se notó que la gente necesitaba volver a lo natural, a cuidarse, a mimarse un poquito y buscaban productos naturales, buscaban esa reconexión.

-¿Dónde y cómo encuentras tu propio equilibrio?
-Cuando puedo me escapo al monte o al bosque, intento encontrar un rincón alejado donde pueda sentirme sola pero al mismo tiempo bien conmigo misma, y donde haya un riachuelo o algo de agua porque me conecto muy bien con ese elemento, con el agua, aunque también con la tierra. En mi pueblo tengo varios rincones elegidos desde niña. También voy cuando puedo con mi pareja a la zona de Los Oscos, porque él es de allí y es una zona preciosa, con una naturaleza muy frondosa, más virgen y caótica. En general, en Asturias somos muy afortunados porque tenemos rincones preciosos, rincones mágicos como, por ejemplo, la Olla de San Vicente, que cada vez es más conocida y está dentro de una lista de lugares con más energía aquí en Asturias. Es un lugar precioso, la ruta es muy fácil de hacer y cualquiera que la haga va a desconectar y sentirse súper bien.

“El agua es un elemento que simboliza la adaptación y la perseverancia. Hay que adaptarse a lo que te toca, pero también ser perseverante para conseguir lo que deseas o necesitas. Yo me siento afín con ella”

-Hablas del agua como uno de tus elementos preferidos y precisamente estamos asistiendo a un reconocimiento del agua y sus propiedades nunca visto hasta ahora. No hay más que ver mensajes como el del anuncio “Sé agua”. ¿Cómo vives tú esa identificación?
-Como en el anuncio de “Be water my friend”, el agua es un elemento que simboliza la adaptación y la perseverancia. Hay que adaptarse a lo que te toca, pero también ser perseverante para conseguir lo que deseas o necesitas. Yo me siento afín con ella, aunque es verdad que a pesar de vivir en Asturias, con el mar tan cerca, no sé nadar. Es algo que siempre arrastro conmigo, porque al mismo tiempo me atrae mucho pero también me da mucho respeto, tengo ese feeling con el agua un poco especial.

-Es verdad que hoy día no parece haber una trayectoria laboral ‘segura’ por así decirlo, pero para más inri tú estudiaste Ilustración, luego cosmética natural y te formaste en otras disciplinas que no son precisamente las más conservadoras en un sentido profesional. ¿Cómo sentaron en tu entorno familiar estas decisiones?
-Siempre he sido un poco cabeza loca, por suerte, mis padres siempre me han apoyado a pesar de venir de una familia muy humilde en la que estaba muy presente la frase que siempre te corta un poquito las alas: ‘del arte no se vive’.
El mundo de las plantas siempre me llamó la atención y mi madre me inculcó conocimientos de remedios naturales, además ella tenía libros que a mí me gustaba ver desde pequeña. Cuando estudié Cosmética natural esto era una buena opción; entonces hacer jabones naturales y otros productos no estaba tan perseguido como lo está ahora que tienes que hacer un montón de papeleo además de muchas pruebas en el laboratorio. Yo ahora lo llevo como un proyecto mío que comparto con la gente porque me encanta conocer y estudiar las plantas, pero no lo considero como negocio porque necesitas mucha inversión y no me parece muy rentable.
Cuando estudié bachiller artístico descubrí lo que realmente me gustaba y aunque tuve que salir de Asturias para estudiar Ilustración para mí fue como abrir un nuevo mundo. Ya sabía a lo que me quería dedicar. Es duro porque para ser realmente buena tienes que dedicarle muchos años, y a mí me queda mucho camino por recorrer, pero es algo que me llena y con lo que conecto.

-¿Hay que estar dispuesta a sortear todas las dificultades para hacer lo que realmente quieres?
-Sí, desde luego. Yo, por ejemplo, tengo una enfermedad en los brazos que está catalogada como rara y que me ha traído de cabeza. En la adolescencia me dolían mucho los brazos y los médicos me llegaron a decir que por qué no cambiaba de profesión cuando les decía que quería estudiar Arte. Yo respondía que me daba igual, que prefería aguantarlo porque haciendo lo que te apasiona puedes intentar sobrellevar lo que venga, y ahí estoy luchando. Y cuando no me encuentro bien, sin dejar de lado la medicina tradicional que también es necesaria, busco siempre un remedio natural, algo complementario. Cada uno tiene que encontrar su camino.

-En otro post tuyo en el que hablabas sobre jabones y champús naturales contabas cómo te lanzaste a buscar algo para ti, a raíz de algún episodio de psoriasis. ¿Hay que atreverse a buscar?
-Sí, hay que lanzarse y hacer pruebas porque cada cuerpo es un mundo. Un mismo champú anti caspa por ejemplo no le va a ir bien a todas las personas, cada piel es diferente. Eso es algo que tuve muy en cuenta y por fin encontré algo que me va muy bien, que encima es natural y lo más ecofriendly posible, así que hay que hacer todo lo posible por encontrarlo.

“Parece que si no hacemos algo, sentimos que no somos productivos y no estamos pagando al mundo lo que nos está dando. Intentar volver a uno mismo, a la tierra y al mundo natural es una escapatoria del futuro que se viene”

-¿Crees que está creciendo la apertura a lo ‘no convencional’, tanto en cuestión de cosmética como en la medicina?
-Creo que cada vez las personas sienten más el despertar de buscar algo más natural y salirse del redil, pero siempre hay trabas. Cuesta abrirse a lo novedoso, a lo natural, siempre te ponen un poquito la zancadilla, pero lo importante es la intención y que mantengamos siempre la necesidad de buscar algo mejor de lo que ya tenemos.

-¿Para qué sirven los sahumerios que podemos ver en tus redes?
-También se llaman atados de plantas y hierbas, y se han utilizado desde la antigüedad para limpiar energéticamente los espacios e incluso a personas y animales. Al igual que en las iglesias queman laurel y romero, sobre todo en el norte, esto también tiene su origen en lo mágico y celta. Es una herramienta más para limpiarte de las malas energías y aquí en Asturias, que tanto se vive el mal de ojo, tenemos incluso un ritual muy antiguo que se transmite de bruja en bruja que es el pasar el agua. Es una herramienta mágica más de toda brujita.

“Antes había más miedo a expresarse abriéndote a los demás por si te veían de otra forma, la historia siempre habla de las cazas de brujas, pero yo creo que cada vez está mejor visto. Mucha gente nos verá como ‘abraza arboles’ y ‘saltapráos’ pero es una característica más”

Sahumerios de salvia blanca, Sangre de Drago y cuarzo
Sahumerios de salvia blanca, Sangre de Drago y cuarzo

-¿Hay una comunidad oculta que comparte este interés por conectarse con la naturaleza y ver más allá de lo visible?
-Sí, de esto hay que darle las gracias a Internet y redes sociales porque ahora es mucho más fácil conectar con esa comunidad, con personas que sienten y piensan como tú. Antes había más miedo a expresarse abriéndote a los demás por si te veían de otra forma, la historia siempre habla de las cazas de brujas, pero yo creo que cada vez está mejor visto. Mucha gente nos verá como ‘abraza arboles’ y ‘saltapráos’ pero es una característica más, y creo que cada vez hay más personas que sienten esa llamada y que es más fácil conectarse entre unos y otros.

-¿Qué es para ti la magia?
-Buf, es como preguntarle a un filósofo qué es la vida. Creo que cada uno lo vive de una forma diferente, pero en lo esencial es el percibir y sentir lo que no podemos ver del mundo, pero sabemos que ahí está. Es intentar ver el mundo desde otra perspectiva más allá de lo que puedas percibir con tus ojos o con tus sentidos reconocidos, yo lo veo así. Como las emociones, algo que pueda crear en ti una emoción es también una especie de magia, o incluso poner mucha intención para conseguir lo que tú deseas es magia ya de por sí.
La magia natural es utilizar los elementos naturales de la propia madre naturaleza para un fin, tanto sea para sanar como para invocar algo que tú desees o para mejorar tu vida, incluso para hacer cosas que no son tan buenas. La energía es energía y tú la utilizas como deseas.

“Creo que cada uno vive la magia de una forma diferente, pero en lo esencial es el percibir y sentir lo que no podemos ver del mundo, pero sabemos que ahí está. Es intentar ver el mundo desde otra perspectiva más allá de lo que puedas percibir con tus ojos o con tus sentidos reconocidos”

-En tus pensamientos está muy presente la necesidad de conectar con los ancestros, de volver a los orígenes. ¿Cómo se puede hacer esto en una sociedad que no mira hacia ello?
-Es muy bonito intentar conocer la historia de nuestros antepasados, intentar volver a ver una forma de vida lo más original posible. A mí, por ejemplo, me gusta indagar en las historias de mi familia porque hay muchas que no me han contado y que son muy curiosas. Es algo que te hace reconectar con tus raíces y volver a lo original, a tu línea. Nosotros ahora estamos más desconectados de la naturaleza, pero nuestros antepasados aprovechaban los recursos de otra forma, de una manera más bonita, tenían sus creencias y vivían según ellas en el campo. Es importante entender cómo vivían ellos para saber cómo regresar a un camino que hemos perdido.

“Nuestros antepasados aprovechaban los recursos de otra forma, de una manera más bonita, tenían sus creencias y vivían según ellas en el campo. Es importante entender cómo vivían para saber cómo regresar a un camino que hemos perdido”

-Cuéntanos de tu proyecto en redes sociales: la Atalaya Verde.
-Empezó cuando tenía 20 años, era muy jovencita y me gustaban los jabones naturales, que fue lo primero que hice. Por razones de la vida tuve que dejarlo un poco apartado, hasta que con la pandemia resurgió esta “llamada natural’ y empecé a ver que había buena respuesta por parte de los demás. Comencé a elaborar productos nuevos, como el champú solido que está tan de moda ahora. Me gusta enfocarlos hacia la mitología, por eso cada jabón tiene un nombre mitológico asturiano; también le puse nombres de la mitología nórdica a los champús y luego hice productos más brujeriles como salmerios, velas… los he estado haciendo para amigos y conocidos.
También compartía recetas y consejos para vivir de una forma más natural, concienciar a la gente para que fuésemos más ecológicos, más respetuosos con el medio ambiente y también vivir el lado mágico, un lado más oculto. Yo no soy una gurú, pero desde mi perspectiva puedo ayudar a ese despertar del mundo; quería hacer algo así y ahí está. Y aunque ahora mismo estoy mucho más centrada en la Ilustración, sigue siendo parte de mí y está disponible.

-¿Qué tipo de ilustraciones haces, con qué técnicas?
-Precisamente por ser demasiado inquieta me da por experimentar y, aunque alguna vez uso la línea digital para sacar más provecho a las ilustraciones, la realidad es que disfruto manchándome, sobre todo con la acuarela porque es muy difícil de utilizar y dominar. El profesor que tuve en Madrid, Max Hierro, decía que la acuarela era como la dama indomable porque una vez que la fastidias es muy difícil de corregir; por eso mismo se aprende mucho con ella. Cuando me pongo a pintar pienso en perder el miedo y me gusta experimentar, mezclar técnicas y hacerlo sobre soportes naturales. Utilizo elementos como la sal o el bicarbonato para sacar texturas, pinto sobre diferentes soportes, como rodajas de árboles, piedra e incluso hojas de árboles.
Me gusta extrapolar mi visión natural de la vida en el arte e intentar hacerlo lo más natural posible, en eso estoy.
También he probado recientemente el óleo porque mi pareja, Breo Álvarez, es un artista asturiano que pinta siempre al óleo y fue él quien me animó a probar esa técnica.

Gouache sobre una hoja caída. Obra de Sara Balsera
Gouache sobre una hoja caída

-En tu faceta ilustradora has publicado una serie dedicada a la mitología asturiana, ¿dónde adquiriste la base para crear esos personajes?
-Siempre me han llamado muchísimo la atención las culturas antiguas, entre ellas la egipcia y la celta, y en Asturias tenemos tanta influencia de la cultura celta que solo fue dar un pasito más. Empecé a leer muchos libros de nuestro famoso Alberto Álvarez Peña y tuve la suerte de trabajar unos añitos en la Librería Cervantes de Oviedo, donde tenía acceso total a un montón de libros y documentación. Gracias a esto me surgió la oportunidad de participar en el libro con el que la librería celebró los 100 años de vida: Miscelánea de Cervantes. El que era mi jefe me propuso hacer las ilustraciones de mitología asturiana, de folclore y de cosas tradicionales de esta tierra, algo que me encanta porque tenemos una tierrina muy rica en misticismo, magia, supersticiones, etc. Podemos aprender mucho de nuestros ancestros que creían en muchas cosas y es una pena que todo eso se pierda; así que estoy metida en este mundo desde hace mucho tiempo.

“La Ayalga es el ser mitológico con el que más me identifico. No la pintan como la más hermosa, su don es más bien que se puede comunicar con animales y plantas”

-¿Qué nos puedes contar de los seres mitológicos asturianos que has retratado?
-Una de las cosas que más me gusta es que en toda la mitología del norte de España hay muchísimos seres que están conectados, son como diferentes versiones de un mismo ser. Por ejemplo, la Güestia es como la Santa Compaña de Galicia, pero tiene como contraste que algunos dicen haber visto la procesión de almas con huesos encendidos en lugar de cirios. Cada uno cuenta su versión, pero siempre es un ser que suele dar miedo.
Al Busgosu, el rey de los bosques, lo dibujé en plan fauno, como si fuera el dios Cernunnos de la mitología celta. Es el que cuida los bosques, animales y plantas, y está por encima del bien y del mal, no tiene la misma conciencia que nosotros y a aquel que no respete las normas de la naturaleza lo va a castigar.
También hice el Diañu Burlón, que es un poco más capullín, y al Nuberu, uno de los que más me gustó retratar, lo interpreté en plan anciano o mago antiguo de las nubes. Tuve que reducir la lista porque no podía llenar el libro de seres mitológicos, pero salieron el Sumiciu, el Trasgu, la Bruxa y la Guaxa, que es de los seres oscuros que se utilizaron para meter miedo a los niños. Como el Papón, un hombre gordete, con una papada enorme que se tragaba a los niños.

Postales mitológicas asturianas publicadas en Miscelánea de Cervantes.
Postales mitológicas asturianas publicadas en Miscelánea de Cervantes.

-¿Qué personaje te resulta más atractivo o con cuál te identificas más?
-La Ayalga, que también hice para el libro, es el ser con el que más me identifico. No la pintan como la más hermosa -como puede ser la xana, que también dibujé-, su don es más bien que se puede comunicar con animales y plantas; es como una especie de hada o ninfa del bosque. Como la Xana, está siempre conectada con el agua y también con los Cuélebres que están siempre custodiándolas y guardan tesoros, como de hecho indica el término ‘ayalga’ que significa ‘tesoro’.

-Ahora que has probado esta línea ilustradora ¿no tienes ganas de continuar en estos mundos mitológicos?
-Sí, además hace años había empezado un proyecto de cuento infantil que se llamaba ‘Les Cróniques d’un Trasgu» y por cosas de la vida no llegué a terminarlo, pero es un reto bonito que tengo en mente.

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