Todos conocemos al poderoso imperio romano que dominó Europa y parte de Asia hace más de 2000 años. En su máximo apogeo, llegaron a controlar una vasta extensión de terreno que abarcaba desde la península Ibérica en el oeste hasta Babilonia en el Este (lo que ahora sería Irak), y desde todo el norte de África hasta Gran Bretaña, la mitad de la actual Alemania, Austria y la parte sur de Hungría y Rumanía. Fundado como tal en el 27 AC (antes de Cristo), estuvo vigente como una unidad hasta el 395 DC (después de Cristo), en que se separó en dos imperios, el de Occidente (que duró hasta el 480 DC) y el de Oriente o Imperio Bizantino (que sobrevivió hasta el 1453 DC), y es la cuna de la civilización actual.
Los romanos fueron pioneros en diversos aspectos desde en ciencia y tecnología hasta en derecho civil y penal. Fueron los inventores, por ejemplo, del hormigón o la calefacción, desarrollaron los primeros sistemas de saneamiento y alcantarillado o los primeros edificios de apartamentos, pusieron en marcha los primeros periódicos y servicios de mensajería y elaboraron el llamado “Derecho Romano” que aún hoy en día es la base del derecho contemporáneo y los códigos civiles. E incluso fueron los que implantaron el calendario actual, el conocido como calendario juliano. Pero quizás, si por algo destacaron especialmente fue por sus habilidades arquitectónicas. Fueron los primeros en construir estructuras de una altura considerable y desarrollaron técnicas pioneras para la época. Uno de los elementos que más nos llama la atención son los arcos. De hecho, fueron los romanos los que los idearon siendo una de las claves de su gran desarrollo arquitectónico. Pero, ¿cómo eran capaces de construirlos sin la maquinaria pesada de hoy en día?
Los romanos fueron pioneros en diversos aspectos, desde en ciencia y tecnología hasta en derecho civil y penal.
Esta es una pregunta que todo el mundo se ha hecho alguna vez. Y es que llama poderosamente la atención el hecho de que los arcos no se sostienen por sí mismos hasta que todas las partes que lo componen están en su posición. Por lo tanto, requieren de una planificación y diseño que los romanos fueron capaces de desarrollar. Desde un punto de vista técnico, los arcos son estructuras muy resistentes y que ayudan a sostener grandes pesos, permitiéndoles ser la base para seguir la construcción encima. Su particular forma permite distribuir las cargas aplicadas desde la parte superior a la inferior siguiendo la forma del arco (Figura 1). Para sustentar todo el conjunto se suelen adosar otros arcos, para equilibrarlos, muros de suficiente masa en los extremos, o un sistema de compensación mediante contrafuertes o arbotantes.
Llama poderosamente la atención el hecho de que los arcos no se sostienen por sí mismos hasta que todas las partes que lo componen están en su posición.
Para construirlos los romanos comenzaban por los pilares o pies derechos. Para ello empleaban bloques grandes que escuadraban y colocaban formando los pilares. Si los pilares eran muy grandes y quedaba mucho hueco en el medio, rellenaban el interior con mortero cementado con puzolana (materiales silíceos o alumino-silíceos a partir de los cuales se producía históricamente el cemento, desde la antigüedad romana hasta la invención del cemento Portland en el siglo XIX). Los pilares se elevaban hasta el nivel deseado y entonces se colocaban las impostas, repisas salientes que marcaban el comienzo de los arcos. En ese momento, los canteros que se dedicaban al trabajo en piedra, dejaban paso a los carpinteros que colocaban las cimbras, pieza clave en la construcción de los arcos. La cimbra es una estructura semicircular, normalmente hecha de madera que servía de soporte a las piezas del arco hasta que este estaba completo (Figura 2). No debemos confundir la cimbra con los encofrados actuales (de hecho, en Latinoamérica se sigue llamando cimbra a lo que en España llamamos encofrado). El encofrado implica hacer un “molde” normalmente para el hormigón, es decir, se cierran varias superficies con estructuras metálicas o madera para que el hormigón quede encerrado dentro con la forma deseada. La cimbra, por otro lado, es simplemente un soporte en el que las piezas se van colocando hasta que el arco está completo. Haría las veces de “superficie de apoyo”. Así pues, las piezas curvas del arco, previamente talladas minuciosamente por los canteros y denominadas dovelas, se colocaban una a una sobre la cimbra. Finalmente, el arco quedaba terminado cuando se colocaba la última pieza, la central, llamada clave. Posteriormente, se retiraba la cimbra y el arco quedaba listo (Figura 3).
La cimbra es una estructura semicircular, normalmente hecha de madera que servía de soporte a las piezas del arco hasta que este estaba completo. No debemos confundir la cimbra con los encofrados actuales.
Para izar los bloques empleaban grúas, movidas por esclavos, situados dentro de una rueda. Extraían la piedra en canteras próximas, donde cuadrillas de canteros especializados tallaban con cinceles los sillares. Otras cuadrillas de obreros se encargaban del transporte en carretas hasta la obra.