Recuperaciones y reciclaje, el trabajo necesario

¿Qué pasa con nuestro coche cuando se acaba su vida útil? ¿O con el microondas? Muchos de los residuos que desechamos como chatarra o abandonamos en un punto limpio empiezan ahí una ‘segunda vida’, en la que se aprovecha y se recicla lo más posible.
A esto se unen diferentes tipos de residuos industriales, muchas veces contaminantes, que deben ser tratados con especial cuidado. Las responsables de realizar esta labor son las llamadas empresas de recuperaciones, un sector que gana importancia en una doble vertiente: económica y ecológica.

En la sociedad actual el reciclaje ya se considera un valor fundamental. Crece la conciencia de que habitamos en un mundo de recursos finitos, y es imprescindible no desperdiciarlos. Las cosas que no utilizamos deben reutilizarse exhaustivamente, y en esta línea trabaja el sector de las recuperaciones y el reciclaje, los tradicionales «chatarreros», que han tenido que adaptarse a los tiempos, siendo conscientes de que juegan un papel fundamental.
Arastur (Asociación de la Recuperación Asturiana) aglutina a las empresas de la región, un sector que mueve aproximadamente cien puestos de trabajo directo, una cifra que hay que valorar positivamente en un contexto global de destrucción de empleo. «Todas las empresas que nos dedicamos al reciclaje en Asturias estamos manteniendo el mismo empleo desde hace cuatro o cinco años, con muy pequeñas variaciones», valora Daniel Langer, presidente de este colectivo. Y eso que, lógicamente, también se acusa la crisis en este terreno: «Al haber descendido la venta de coches de forma evidente, los talleres tienen menos carga de trabajo y generan menos cantidad de chatarra. Nosotros tenemos capacidad para gestionar unas diez mil toneladas, pero estamos moviendo cinco o seis, cuando seguimos manteniendo las mismas instalaciones». Los cálculos indican la cantidad de desperdicios metálicos generados por el sector industrial español se han reducido en torno a un cuarenta por ciento, debido al descenso de la actividad, lo que supone un evidente aumento de la competencia a la hora de su clasificación y tratamiento. .

La ecología se convierte en una cuestión de rentabilidad, más teniendo en cuenta que muchos de los residuos que se gestionan son peligrosos o altamente contaminantes, y requieren un tratamiento especial.

Aquí no se tira nada

O, desde luego, lo menos posible. En los últimos tiempos el sector ha hecho un gran esfuerzo por optimizar los materiales que llegan hasta sus empresas, invirtiendo en maquinaria y buscando vías de reciclaje y aprovechamiento (proyectos de I+D+i), además de tener que adaptarse y cumplir una normativa cada vez más estricta. Y, lógicamente, todo este esfuerzo va encaminado a producir un beneficio, ya que las empresas deben ser rentables. Siguiendo con el ejemplo de los coches: «Contamos con que aproximadamente el treinta por ciento del coche se va al vertedero directamente. Es decir, que nosotros compramos diez y aprovechamos seis o siete, y ahí está nuestro margen de beneficio. Tenemos que sacar hasta el último kilo de metal del vehículo, para cubrir el precio de esa merma. Cuanto más se aproveche, más rendimiento sacas».
La ecología se convierte así en una cuestión de rentabilidad, más teniendo en cuenta que muchos de los residuos que se gestionan son peligrosos o altamente contaminantes, y requieren un tratamiento especial. En ese sentido, la normativa se va endureciendo progresivamente y siendo más exhaustiva en la descripción de las obligaciones. «Pongamos por caso lo que nosotros llamamos gama blanca: lavadoras, lavavajillas, microondas… -ejemplifica Daniel Langer-. Antes estos elementos se podían destruir o triturar directamente. Ahora la ley exige un desmontaje previo de ciertos componentes, como el cableado exterior, placas electrónicas, pantallas de cristal líquido, etc, que tienen que ser retiradas antes de fragmentarse». Todo esto es trabajo, y ha obligado al sector a modernizarse de forma evidente en los últimos años, invirtiendo en maquinaria y en optimizar procesos para sacar el máximo rendimiento a una chatarra que muchas veces no está bien valorada en el mercado

Lavado de imagen

Con la crisis se hacen habituales las noticias sobre robos, especialmente de cobre. Un problema que afecta directamente a las empresas de recuperaciones, dando una percepción negativa que desde Arastur se empeñan en desmentir: «En la mayor parte de las chatarrerías de España se ha tomado la decisión de no comprar material a particulares, porque cuando viene una persona con ochocientos kilos de manguera de cobre, el planteamiento es tan sencillo como aplicar la lógica y la ética: ¿de dónde va a sacar todo ese material una persona física? Por eso este tipo de ventas cada día tienen menos salida en el mercado. Pero desgraciadamente, y como suele ocurrir, al final pagan justos por pecadores, y es cierto que sigue quedando gente que, sin escrúpulos y sin preguntas, compra a un precio muy por debajo del valor del mercado para sacar el mayor beneficio». A pesar de que esta autorregulación se complementa con un aumento del número de inspecciones por parte de las fuerzas del orden, éste un tema que preocupa, y mucho, y que no contribuye a la buena imagen de un sector tradicionalmente desconocido.

«Siempre se nos ha tenido como un sector contaminante, y es todo lo contrario. Es un problema de desconocimiento», argumenta Daniel Langer. En ese sentido, Arastur se suma a las acciones de la FER, Federación Española de Recuperación, que está llevando a cabo un importante trabajo de divulgación, poniendo en contacto a los diferentes sectores implicados con la ciudadanía. «Mucha gente no sabe lo que pasa con su vehículo cuando llega al final de su vida útil, pero lo cierto es que ese vehículo pasa por diferentes procesos: primero por un desguace autorizado, en el que se retiran todos los líquidos contaminantes, las ruedas, los vidrios… y después pasa a manos de los fragmentadores, que somos los que trituramos el vehículo. De ahí una parte, la menor posible, va al vertedero, pero un porcentaje muy alto de los materiales vuelven a la cadena de producción. La chapa del coche, por ejemplo, vuelve a ser chapa para vehículo».

“Siempre se nos ha tenido como un sector contaminante, y es todo lo contrario. Es un problema de desconocimiento”. Daniel Langer, presidente de la Asociación de la Recuperación Asturiana.

De este modo, el año pasado se gestionaron en las instalaciones asturianas cerca de cien mil toneladas de chatarra. Los residuos que no se pueden aprovechar se gestionan según marca la ley, y en muchos casos se llevan al vertedero: cada mes, aproximadamente dos mil toneladas. Es una cifra que va disminuyendo progresivamente en función de la normativa, que ha puesto el 2020 como fecha de referencia y punto de inflexión. «En 2020 esas cantidades tienen que haber disminuido drásticamente, de modo que por parte de las empresas implicadas se están haciendo diferentes estudios para ver qué se puede hacer con esos residuos, si son recuperables y para qué se pueden utilizar».

A la última

La mayor parte de las empresas del sector son empresas familiares, dedicadas tradicionalmente a un trabajo poco agradecido y muy exigente en cuanto a aspectos tecnológicos y legales. Para adaptarse a los nuevos tiempos, además, muchas se han esforzado en conseguir certificaciones oficiales que avalen la calidad de su trabajo. «A las empresas se les exige cada día más, y nosotros mismos nos hacemos esa exigencia. Muchos proveedores piden ya determinadas certificaciones de calidad, ISOs, eficiencia energética, prevención de riesgos laborales… así que las empresas que quieran mantenerse deben estar al día en estos temas», opina Daniel Langer.

El sector mueve aproximadamente cien puestos de trabajo directo, una cifra que hay que valorar positivamente en un contexto global de destrucción de empleo.

Con una labor fundamental desde el punto de vista ecológico, además del ya mencionado mantenimiento del empleo, las empresas de reciclaje llevan a cabo un trabajo incluso más desconocido en cuanto a proyectos de I+D+i, al buscar sacar el máximo partido a los materiales. Por todas estas razones, los empresarios y trabajadores reclaman un reconocimiento social que tradicionalmente se ha resistido, y al que se está llegando por la propia evolución del sector, que se está convirtiendo en una referencia de gestión empresarial tecnológica y sostenible.