Es la cuarta generación de una familia dedicada a la construcción naval, cuyos inicios se remontan al siglo XIX, y ahora lidera un próspero astillero en Figueras, cuya seña de identidad son los buques de alto valor añadido que gozan de reconocimiento mundial.
-¿Cómo fueron sus inicios en este sector?
-Mi bisabuelo era carpintero de ribera y hacía los típicos botes de madera en Berbesa. Mi abuelo empezó a trabajar con él a los once años, y fue quien más tarde, creó la empresa. Era una persona de mucho carácter, un empresario que se hizo a sí mismo y yo me llevaba muy bien con él. Con 12 ó 13 años pasé mi primer verano en el taller haciendo tornillos -espárragos, como se llamaban en aquella época-. A partir de ese momento, todos los años iba al astillero a hacer cosas: soldar, cortar chapa, hacer tornillos… A medida que fui creciendo fui metiéndome en otras cosas, viendo pruebas e instalación de motores. Me gustaba la mecánica y se me daban bien las matemáticas así que empecé a estudiar ingeniería naval. Hice prácticas en el astillero y años más tarde me hice cargo de él.
-¿Cuál fue su principal aportación a los astilleros?
-Heredé el astillero funcionando, en un momento en el que había mucho trabajo y con buenas condiciones económicas, pero muy atrasado tecnológicamente. Así que al principio me centré en dar el salto tecnológico. Informaticé todo el astillero y cambié la forma de producir. Coincidió una época muy buena porque había subvenciones del Ministerio de Industria para este tipo de mejoras y, tecnológicamente hablando, pasamos de estar en la cola de los astilleros de España a estar en la cabeza. La gente respondió fenomenal y pasamos directamente del corte manual al corte por control numérico, sin pasar por el control óptico que se hacía en otros astilleros.
-¿Qué destacaría de sus antecesores?
-Tal vez el coraje de mi abuelo, por ser un emprendedor que salió de la nada porque era hijo de un carpintero de ribera y en 1925, con muy pocos medios, creó la empresa. No tenía estudios pero sí una inteligencia natural fuera de lo común y fue el que vio el cambio, pasó de hacer barcos de madera a utilizar el acero. Emigró a Argentina, pero se volvió de allí por problemas de salud y al final hizo aquí sus Américas.
-La historia de esta zona siempre ha estado marcada por las condiciones de la ría.
-Sí, en la ría se hacen barcos desde la Armada Invencible, llegó a haber entre 15 y 20 astilleros que trabajaban en todas las orillas de la ría. Entonces las carreteras y las comunicaciones eran muy malas, se navegaba a vela. El primer motor que se instaló en un barco de pesca en esta zona, fue en Rinlo y lo puso mi abuelo. Hasta entonces se utilizaban traineras para ir a pescar a remo o a vela, y barcos de transporte que iban incluso a América a vela. En la ría había mucho más calado que ahora y subían barcos de 30 y 40 metros hasta Vegadeo, allí cargaban madera en el muelle, algo que hoy es impensable.
«Ser empresario es más duro de lo que mucha gente cree»
-¿Se planteó alguna vez el no continuar aquí debido a las dificultades del calado?
-Sí, porque tenemos unos problemas físicos importantes. Cuando se privatizó el astillero de Gijón, estuvimos tentados a comprarlo, con la idea de ampliar porque mover un astillero es tan complicado que es casi imposible. Si estuviésemos en un sitio industrial con más calado y más muelles probablemente sería más fácil, pero es donde estamos y nos fuimos adaptando. Esto te obliga a pararte y pensar las cosas. Es un esfuerzo titánico luchar contra todo ello, porque estamos limitados en eslora, en manga, en calado, en altura y nos impide ir a barcos más grandes. Estamos siempre modificando las gradas, las grúas, el muelle para adaptarnos a los mercados que encontramos.
-Se ha definido como un aldeano rústico, natural de Castropol.
-Sí, nací en Castropol, vivo en Castropol y estoy orgulloso de ser de aquí. Y algo que siempre he valorado es que esta tierra tiene muy buena gente, sana y trabajadora. En la empresa hay trabajadores que ya llevan varias generaciones y eso hace que sientan al astillero como propio. Cuando tienes un problema y hay que dar el callo es con la gente de aquí con la que puedes contar, de ellos me fío. Es uno de los motivos por los que no me he llevado el astillero a otra zona.
-El astillero da trabajo a más de 500 trabajadores, ¿es un extra de responsabilidad?
-Eso es un estímulo pero también a veces un peso, porque cuando las cosas van mal no solo piensas en tu familia también en las de los demás. Ser empresario es más duro de lo que mucha gente cree porque cuando terminas tu jornada laboral te llevas los problemas a casa. Los pequeños e intermedios que surgen en el astillero se encargan de solucionarlo otras personas del equipo, pero los que llegan a mí siempre son gordos.
-¿Hay buenas perspectivas para el futuro cercano? ¿Cuántos buques hay en marcha?
-Hemos dejado atrás momentos muy complicados y actualmente tenemos mucho trabajo y muchos contratos en perspectiva. En Figueras tenemos siete barcos en construcción que son para Noruega. Tenemos un barco oceanográfico, dos de trabajo para plataformas, uno de transporte de salmón en vivo y tres remolcadores que utilizan propulsión a gas, la primera vez que se hacen estos barcos en Europa. Y en la división de fibra, en el muelle de Vegadeo, estamos construyendo dos catamaranes que se quedarán en España, uno en Tarragona y otro en Vigo.