Hace sólo dos años que este minero prejubilado cría gallinas, pero en ese tiempo se ha implicado profundamente en la defensa de una raza autóctona y amenazada. La pita pinta es ‘la de aquí, la de toda la vida’. Con uno de sus ejemplares ganó el pasado octubre el Concurso exposición de avicultura y cunicultura de Morcín.
-¿Cuándo empezó a criar gallinas?
-Bueno, a mí siempre me gustó tener pitas pero cuando estaba trabajando no tenía un sitio para ello; así que cuando me prejubilé hice una casa en Morcín y puse un gallinero con ejemplares variados. Da la casualidad de que tengo una cuñada que es profesora en Oviedo, y me comentó que en su colegio la Asociación de Recuperación de la Pinta Pinta Asturiana (ARPPA) había llevado unas incubadoras para que los niños vieran cómo nacen los pitos. El caso es que dejaban que la gente se llevase los animales recién nacidos, y mi cuñada me trajo dos, que tenían unos quince días.
-¿De ahí salió el ejemplar ganador en el Concurso de avicultura de Morcín?
-Bueno, ahí hay una anécdota muy curiosa. En octubre se celebra el Mercáu de Otoño en Santa Eulalia. Lo organiza la asociación So la Malena, cuya presidenta es mi mujer. Ellas querían animar el mercado y yo sugerí hacer una exposición con algunas pitas, pero como no tenía experiencia ni infraestructura busqué asesoramiento, y llegué hasta Emilio (Martínez, presidente de ARPPA). Él se ofreció para dejarnos las jaulas y venir a valorar los animales, y el día del mercado le llamaron la atención dos ejemplares, que eran exactamente ésos. ¡Habían pasado siete meses y conoció a sus animales! Esto fue el año pasado, y de una de aquellas pitas crié la que ganó el concurso siguiente.
-De un año a otro el Concurso exposición de avicultura y cunicultura de Morcín parece que se ha disparado.
-Es que aquella pequeña exposición que hicimos en 2015 gustó tanto que Emilio se puso en contacto con el ayuntamiento, que se interesó en el tema, y en 2016 ya tuvimos más de trescientos animales. Desde luego, nuestra intención es seguir organizándola.
-Desde entonces se ha implicado con el trabajo de la ARPPA. ¿Sólo cría pitas pintas?
-A raíz de aquel primer contacto me hice socio, porque me parece interesante tirar por una raza autóctona, en vez de tener un gallinero con varias razas mezcladas. No es que la pita pinta sea mejor o peor que otra. Según estudios da unos 220 huevos al año, que no es mucho, pero yo creo que es mejor calidad que cantidad. Y el pitu tiene unas condiciones extraordinarias, pero para eso hay que darle una calidad de vida. El propio nombre lo dice: pitu de caleya. Necesita libertad -yo no concibo tener animales metidos en una jaula de 2×2-, una buena alimentación y un periodo mínimo de un año para crecer.
-De momento esto lo hace por afición. ¿Se ha planteado comercializar?
-No, lo hago porque me gusta. Voy a seguir criando para mí, y trabajando con la asociación para recuperar la raza, que estuvo prácticamente desaparecida. Por eso animo a la gente que esté interesada a que se ponga en contacto con nosotros, que la asesoramos en lo que necesite. Pinche aquí para ver más reportajes de este concejo