Las Asociaciones de Supervivientes por Suicidio, que trabajamos día a día para aliviar el sufrimiento emocional de familiares y allegados de personas fallecidas por esta causa en distintas comunidades de este país, y que tenemos como objetivo fundamental ofrecer apoyo integral a estas personas en sus duelos, nos unimos hoy en este comunicado conjunto para manifestar nuestro más absoluto rechazo al tratamiento en medios de comunicación de los últimos casos de adolescentes fallecidas por suicidio.
Según las últimas cifras oficiales del INE para 2023, 4116 personas fallecieron en nuestro país por esta causa, triplicando casi las provocadas por accidentes de tráfico, superando en 13,6 veces los homicidios y 90 veces las producidas por violencia de género. Al menos 11 personas pierden la vida en nuestro país cada día por este motivo. El suicidio es, además, un drama social que no afecta solo a quienes pierden la vida, sino que trae graves consecuencias emocionales a quienes se encuentran en el entorno de la víctima.
Por ello es importante entender que nos puede pasar a cualquiera y debemos colaborar en que el tema deje de estar estigmatizado y sea tabú. Existe una clara necesidad de hablar del suicidio, tras años de olvido y silencio, y, sobre todo, demanda de recibir información por parte de la ciudadanía. Y no solo por parte de los familiares supervivientes. Profesionales sanitarios, docentes, de los cuerpos de seguridad, de la administración y, por supuesto, de los medios de comunicación, están cada día más implicados en recibir formación y atender el tema con profesionalidad.
Porque hablar de suicidio salva vidas. Pero no todo vale, ni de cualquier manera. Durante años se prohibió a los medios hablar de suicidio temiendo el llamado efecto Werther –fenómeno social de aumento de suicidios por imitación–. Desde el Ministerio de Sanidad o asociaciones como Papageno, se han publicado recomendaciones para esa información responsable y positiva, que colabore en salvar vidas. Incluso desde esta asociación de profesionales se han creado los Premios de Periodismo Responsable, que llevan ya cinco ediciones reconociendo a periodistas de este país. Tenemos grandes ejemplos de cómo hacer bien las cosas desde el punto de vista informativo, y citamos como ejemplo a Yaiza Perera, Guillermo Córdoba o Santiago Sáiz, como referentes de ese buen hacer.
Y, sin embargo, estamos asistiendo a la barbarie. Desde el caso de la chica sevillana al de las dos jóvenes jiennenses, estamos asistiendo con horror al tratamiento de la información sin ningún tipo de filtros, cayendo en todos los errores que se deberían de evitar dadas las graves circunstancias –menores de edad, secreto sumarial, etc.–. Se citan lugares, métodos. Se publican nombres, fotografías, detalles privados que pertenecen a su más sagrada intimidad, vulnerando derechos de las chicas y sus familias, añadiendo dolor, mucho dolor a esas familias, pero también, a otros supervivientes.
Desde este foro unido de Asociaciones de Supervivientes exigimos que se pidan responsabilidades a quienes tengan autoridad sobre esas publicaciones en medios, que se cumplan esas recomendaciones por parte de todos los profesionales de la comunicación y que se respete la memoria de las víctimas y el dolor y la privacidad de las familias. Todos y todas tenemos una inmensa responsabilidad en esta emergencia silenciosa que cobra la vida de 11 personas cada día.
Cada muerte por suicidio es un fracaso de toda la sociedad. Intentemos que la información sobre suicidio sea aliada de la prevención y no lo contrario, respetuosa con la memoria de las víctimas, sensible al dolor de quienes quedan tras ellas, como cuestión de justicia social y humanidad.
- Asociación Abrazos Verdes
- Asociación Alhelí
- Asociación Alma y Vida
- Asociación Andaluza de Supervivientes por Suicidio de un Ser Querido – Ubuntu
- Asociación Caminar – Asociación Valenciana de Apoyo en el Duelo
- Asociación DSAS – Después del Suicidio Asociación de Supervivientes
- Asociación Hablemos – Asociación de Prevención de Suicidio y Apoyo a Supervivientes.
- Asociación Sara Jiménez
- Asociación Sendas para la Prevención del Suicidio y de la Salud Mental
- Associació Tramuntana Després del Suïcidi
Los medios de comunicación de nuevo fracasan en su ética
Por Mercedes Jiménez-Carlés “La Seño Mercedes”. Psicóloga.
Les escribo no solo como profesional, sino desde un profundo compromiso humano. Soy profesora y psicóloga, y llevo años acompañando a niños, niñas y adolescentes cuyos silencios, miedos y heridas emocionales, y familias que atraviesan situaciones de vulnerabilidad me han enseñado muchísimo. Precisamente por eso no puedo permanecer callada ante la manera en que, una vez más, los medios de comunicación han decidido informar sobre un caso de muerte por suicidio.
Por eso me siento en la obligación moral de dirigirme a ustedes tras la publicación reciente de una noticia relacionada con un caso de muerte por suicidio, cuyo tratamiento informativo no se ajusta a los códigos deontológicos ni a las recomendaciones internacionales sobre prevención.
Lo que más me duele, conmueve y preocupa, es que esta no es la primera vez, no es un hecho aislado, esto es lo alarmante de esta situación. Hace un mes, los medios de comunicación difundieron la noticia del caso de una menor de una manera muy lamentable en términos que, tristemente, fueron ampliamente criticados por su carácter inapropiado, sensacionalista y por vulnerar principios fundamentales de protección de la infancia y prevención del suicidio siendo muy perjudicial: se expusieron datos innecesarios y se generó un clima de espectacularización que nada tiene que ver con el rigor periodístico. Esa cobertura, entonces ya muy cuestionada, dejó una herida profunda en muchos profesionales que trabajamos diariamente con menores vulnerables.
Cuando difundieron el caso de esta menor, la cobertura mediática ignoró la sensibilidad de la audiencia joven y se trató un hecho devastador con una ligereza que todavía hoy resuena entre quienes trabajamos con menores vulnerables. En aquel momento, muchos profesionales sentimos que se había cruzado un límite que jamás debería haberse tocado.
Hoy, ver que patrones semejantes se repiten, me provoca una enorme preocupación y rabia, porque sé —lo sé por experiencia directa— que cada palabra publicada puede aliviar o puede dañar, puede proteger o puede poner en riesgo. Los niños y adolescentes que atraviesan momentos de sufrimiento no son titulares, ni datos, ni estadísticas: son vidas en formación, profundamente sensibles a lo que leen, ven y escuchan (modelos). Porque detrás de cada titular imprudente hay vidas que pueden quebrarse; detrás de cada descripción innecesaria hay niños que pueden interpretarla de formas peligrosas; detrás de cada enfoque sensacionalista hay familias desesperadas tratando de entender un dolor que jamás debería explotarse mediáticamente.
Les vuelvo a recordar que organismos internacionales como la OMS advierten que la cobertura mediática inadecuada puede incrementar el riesgo de imitación y agravar el malestar emocional en personas vulnerables. Por ello, las guías éticas insisten en evitar detalles innecesarios, dramatizaciones, explicaciones del método o enfoques sensacionalistas, y recomiendan incluir información de apoyo y líneas de ayuda.
No se trata sólo de cumplir una norma: se trata de proteger vidas. Cuando un medio comunica con responsabilidad, contribuye a la prevención; cuando comunica sin sensibilidad, puede provocar un daño mayor del que imagina. Hablo de rostros concretos, de adolescentes que llegan a clase con la mirada perdida, de pequeños que preguntan cosas que ningún niño debería preguntarse, de madres y padres temblando al ver noticias que temen que sus hijos lean. Hablo de experiencias reales, de sufrimientos que ustedes quizás no ven, pero que existen y se agravan cuando la información se maneja sin sensibilidad.
Como docente y psicóloga, como alguien que escucha el llanto callado de muchos menores y el miedo silencioso de muchas familias, les ruego considerar con seriedad la repercusión de sus publicaciones. No les hablo desde la crítica, sino desde la urgencia de quien conoce el sufrimiento que se esconde detrás de estos hechos y que, precisamente por eso, no puedo permanecer en silencio.
El periodismo tiene un poder enorme para contribuir a la prevención y a la protección de la comunidad. Por ello, les solicito reconsiderar las prácticas actuales y asumir un compromiso claro con la ética profesional y la responsabilidad social. La forma de informar puede proteger vidas: es una obligación moral y deontológica tomarlo en serio.
Les pido que revisen sus protocolos, que refuercen la formación ética de su equipo y que asuman un compromiso claro con la protección de la infancia y la salud mental. La sociedad necesita medios responsables; los niños y adolescentes necesitan sentirse a salvo también en la forma en que se habla de ellos.
La sociedad necesita medios que estén a la altura de la dignidad que exige informar sobre el sufrimiento humano.
Confío sinceramente en que estas palabras sirvan para impulsar una reflexión profunda y un cambio necesario.