En cuanto la piragua toca el agua la adrenalina se dispara e inunda el torrente sanguíneo. El cuerpo se pone en máxima alerta. Es lo que se llama ‘un subidón’, incrementado por el efecto de miles de espectadores que jalean desde las orillas. No hay más secreto: es pura química lo que engancha a los participantes. Es la magia del Descenso Internacional del Sella y lo que hace que todos, profesionales, aficionados y espectadores, quieran volver para repetir las sensaciones. Y si no, que se lo digan a Walter.
Walter Bouzán, ganador del Descenso en K2 en los últimos cinco años consecutivos, más dos veces en K1, sabe bien de lo que habla. Con un palmarés internacional de los de quitarse el sombrero, tiene la “humilde” competición del Sella como una de las más grandes de su carrera deportiva y su experiencia personal.
-Tienes una brillante carrera internacional y has ganado varias veces el Descenso del Sella, tanto en solitario como junto a Álvaro Fernández Fiuza. ¿Cómo sienta ganar en casa?
-Es una sensación muy especial. Todos sabemos que ésta no es una carrera normal, sino muy atípica por todo lo que tiene alrededor: la fiesta a la que viene tanta gente, que acaban siendo también espectadores del Sella. Eso no existe en otra parte. Hay carreras muy importantes en otros lugares del mundo, pero como el Sella no. Es lo más parecido a cómo se puede sentir un futbolista en un gran estadio.
-En el conjunto de tu carrera deportiva ¿qué representa el Descenso?
-Para mí es casi una obligación. Después de haber ganado, uno quiere volver al año siguiente y tratar de revalidar. Eso quizá le reste algo del disfrute de los primeros años y añada algo de presión, pero da igual: es el principal objetivo del año. Ganar cinco veces consecutivas está al alcance de muy pocos y me siento privilegiado por ello, aunque soy consciente de que tarde o temprano se va a acabar.
“El K2 es como un matrimonio, riñes mucho y también tienes momentos muy buenos. Hay que saber convivir con otra persona. El K1 es más independiente, te da más libertad para hacer lo que te apetece en cada momento”.
-¿Es el principal objetivo, por encima de europeos y mundiales?
-Yo tuve la suerte de ganar dos campeonatos del mundo, y en otros tres me llevé la plata. La satisfacción personal es por supuesto enorme, pero el ambiente al luchar en meta no es ni por asomo el que hay aquí. En ninguna otra parte vas a tener la sensación de ganar delante de doscientas mil personas. Es algo muy especial, algo que engancha.
-¿Cómo ha influido en tu afición a la piragua el hecho de nacer en Ribadesella?
-Si eres de aquí es raro que en alguna etapa de tu vida no te hayas subido a una piragua, bien de joven o de adulto. Por supuesto, ha influido mucho.
-Una novedad de este año es que una contrarreloj va a decidir la salida del Sella, en vez de un sorteo. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
-Ya se verá con el tiempo si es acertado o no. En teoría a mí me podría beneficiar, pero con respecto a los demás creo que se va a perder espectáculo, que es lo que hace grande al Sella. Date cuenta de que hay muchas embarcaciones que a lo mejor no van a pelear por la victoria, pero con el sorteo, si tenían suerte, podían estar en el grupo de cabeza durante los primeros kilómetros. Era una ocasión para algunas K2 que, sin ser de primer nivel, podían tener ahí su momento de gloria. La salida, la incertidumbre de lo que iba a pasar ahí, era algo importante para la prueba.
“El ambiente del Sella es único: en ninguna otra parte vas a tener la sensación de ganar delante de doscientas mil personas. Es lo más parecido a cómo se puede sentir un futbolista en un gran estadio”
-Compites tanto en solitario como en compañía. ¿Cuál es la diferencia de entrenar y competir en una y otra modalidad?
-En la preparación hay mucha diferencia porque prácticamente entrenamos todo el año en individual. Álvaro vive en Oviedo, yo aquí en Ribadesella, y nos juntamos sobre todo cuando empieza la temporada de las competiciones en K2.
El K2 es como un matrimonio, riñes mucho y también tienes momentos muy buenos. Hay que saber convivir con otra persona. El K1 es más independiente, te da más libertad para hacer lo que te apetece en cada momento.
-Combinar el trabajo con los entrenamientos y con las competiciones no es tarea fácil, máxime cuando hay poco apoyo por parte de la Federación. ¿Cómo ves este tema actualmente?
-Cada uno tendrá sus dificultades. Yo tengo un horario laboral de diez horas y me arreglo como buenamente puedo. Tengo claro que lo principal es el trabajo. La piragua no me da de comer, e incluso me cuesta dinero y disgustos a veces. Hago un sacrificio grande para intentar sacar adelante una temporada más, y mientras pueda no será el último año.
-¿A qué has tenido que renunciar para convertirte en un deportista de élite?
-A muchas cosas, sobre todo pierdes de estar con la gente. Yo ahora mismo salgo de casa a las siete y media de la mañana y regreso a las diez de la noche. No hago nada más, porque voy directamente del trabajo al polideportivo. Vivo en Ribadesella, que es un lugar pequeño, y prácticamente no conozco a nadie porque no paro. Aparte de que soy muy despistado, claro (risas).
-Los buenos resultados son siempre agradables, pero ¿cómo se digieren los malos?
-Efectivamente los buenos resultados son agradables y los malos… Yo en el momento me agarro unos cabreos importantes, pero luego se me pasa. Tengo claro que no vivo de esto. Es un deporte y un pasatiempo. También es verdad que con el tiempo se toma también como una responsabilidad y una obligación, pero en cualquier caso yo nunca en mi vida había pensado llegar donde he llegado, o sea que si a partir de ahora ya no gano más, voy a pensar que todo lo hecho estuvo bien.