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domingo 24, noviembre 2024

Pablo Argüelles, cardiólogo. “Los genes lo orquestan todo”

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Se licenció en Derecho, pero incluso inmerso en el estudio de procedimientos judiciales y administrativos ya hacía ojitos a la Medicina. Al final, Pablo Argüelles se rindió a lo que parecía un destino inevitable y al que sin duda contribuyó el fallecimiento de sus dos abuelas, a las que le hubiera gustado poder cuidar con mayores conocimientos.

Su historia comenzó con su nacimiento en la maternidad ovetense, pero sus tres primeros años los pasó en Langreo hasta que su familia se trasladó a Gijón. Y una visita al hogar familiar ya daría muchas pistas sobre su carácter inquieto y la necesidad de aprender de todo aquello que se cruzaba por su camino, como el ajedrez o la música. “Siempre fui muy polvorilla, se ve mucho en la música. Mi casa está llena de instrumentos que he ido tocando: el piano, el violín, la guitarra, el saxofón, la flauta… Aprendí un poco de todo, pero en realidad soy maestro de nada”.

Si lo hubiera elegido, también podría haber sido un buen profesor. Vocación de docente no le falta y por eso es de los facultativos que se aseguran que sus pacientes entiendan qué les está pasando y cómo deben afrontar sus enfermedades. Su libro La biología molecular en siete metáforas revela una de sus muchas pasiones, en este caso la biología molecular, que conoció de forma tardía pero le robó el corazón hasta el punto de querer contagiar su entusiasmo al resto del mundo.

-¿Qué fue lo que le llevó a estudiar Derecho viendo que la ciencia le apasionaba tanto?
-La verdad es que no solo me gustaba la ciencia, porque de la misma manera siempre me han interesado mucho las Humanidades, y Derecho es lo típico que eliges cuando en algún momento no sabes bien qué hacer, además a mis padres les parecía una salida muy buena con todas las oposiciones que se podían preparar. Tampoco podría haber estudiado Medicina en ese momento porque no había hecho el Bachillerato español de Ciencias de la Salud, hice el Bachillerato Internacional que tenía asignaturas como Física o Química, pero no Biología.
También hubo un tiempo, hace muchos años, en el que pensé estudiar Informática, era una época en la que quizás era más difícil tener las cosas claras.

“Al poco de empezar a estudiar Medicina fui a una conferencia de López Otín, aquel mundo me fascinó y, tras pedirle permiso, a la semana siguiente estaba yendo a sus clases en la Facultad de Biología”

Pablo Argüelles, cardiólogo
Foto cedida por P.A.

-Terminada la carrera, preparando oposiciones es cuando decide dar un giro y empezar a estudiar Medicina. ¿Por qué ese cambio?
-En realidad ya lo tenía pensando anteriormente y hay un momento en el que me digo que es ‘ahora o nunca’. Había coincidido con el fallecimiento de mis dos abuelas, y el desconocimiento de los temas circundantes a estos dos fallecimientos también me hizo hace pensar que si tal vez tuviera conocimientos sobre algo de esto, a lo mejor podríamos haber hecho alguna cosa de forma distinta. Además, una de ellas, que tenía alguna dolencia cardíaca, no estaba muy conforme con mi decisión de estudiar Derecho. Siempre me decía que cómo no había estudiado Medicina y en concreto cardiología, que era la enfermedad de la familia.

-Empezar a estudiar medicina con veintisiete años no debió ser fácil, primero por ser de los mayores en clase y también por un cambio de papeles.
-Por un lado, está la dificultad de volver otra vez a esa rutina (que uno ya pensaba abandonar) de estudiar para los exámenes, que es muy distinto a estudiar en general. Uno debe seguir estudiando toda su vida, pero la época de hacerlo para un examen es algo muy concreto; es como el hecho de tener que volver al campo de batalla para un soldado que ya es veterano.
Y en el caso de la medicina me supuso una dificultad el hecho de no tener conocimientos básicos de la biología mismamente. Para mí el ADN era algo que buscaba la policía en las películas, una especie de entelequia, no tenía ni idea de lo que suponía a nivel de arquitectura celular y, en cambio y paradójicamente, ese mundo de la biología molecular fue casi lo que más me interesó. Al poco tiempo de empezar la carrera, estaba yendo por el verano a cursos específicos de esta materia. Pasé de no tener ni idea a interesarme mucho por ello.

“Para mí el ADN era algo que buscaba la policía en las películas, no tenía ni idea de lo que suponía a nivel de arquitectura celular y, en cambio y paradójicamente, ese mundo de la biología molecular fue casi lo que más me interesó”

-¿Buscó siempre maestros que le fuesen orientando?
-A lo largo de la historia es una tradición europea, aunque creo que también oriental, el buscar a maestros o mentores que hayan recorrido determinados caminos y te puedan guiar. Yo al poco de empezar a estudiar Medicina fui a una conferencia de López Otín, aquel mundo me fascinó y, tras pedirle permiso, a la semana siguiente estaba yendo a sus clases en la Facultad de Biología. También tuve la suerte poder ir a los cursos de Margarita Salas en la Universidad Menéndez Pelayo en Santander durante los veranos; tengo recuerdos muy bonitos de la gente que conocí allí.
El tener maestros es una cosa muy importante en todos los ámbitos. De hecho, los japoneses tienen una palabra muy bonita para hacer referencia a lo que sería aquí un profesor o mentor, ellos dicen sensei: sei significa vivir y sen, antes. Podría traducirse como el que ha vivido antes o el que ya ha vivido, y es el que puede mostrarte lo que ya ha vivido.

-De alguna forma, todo esto también lo ha experimentado en otra faceta, el ajedrez. ¿Resulta gratificante enseñar?
-Sí, en ajedrez he tenido mis maestros y muchos muy buenos, sobre todo a raíz de una suerte de democratización que hubo del conocimiento de este deporte gracias a las tecnologías de la información. Cuando empecé de niño, los grandes maestros que había estaban en Rusia y otros sitios muy lejanos y era muy difícil tener acceso a un conocimiento de un nivel superior. A partir del siglo XXI ya había mucha facilidad para tener clases con algunos de los mejores jugadores del mundo y pude tener mis propios senseis, como por ejemplo, el gran maestro Julio Granda. Luego empecé con la idea de crear un canal de YouTube en el que transmitir lo que sabía a otras personas.

“Cuando empecé de niño con el ajedrez, los grandes maestros que había estaban en Rusia y otros sitios muy lejanos y era muy difícil tener acceso a un conocimiento de un nivel superior”

Jugadores de ajedrez

-Eligió auto denominarse El Capa. ¿Por qué?
-Es por José Raúl Capablanca, una leyenda del ajedrez, un campeón del mundo que nació español pero que luego, cuando Cuba se independizó, fue cubano. Le llamaban El Capa, y ese era el nombre que yo utilizaba para jugar en una página que ha dejado de existir, pero que era muy querida en el mundo del ajedrez: Chess24. El primer profesor que tuve, Luis Barredo, era cubano y siempre hablaba de El Capa y a mí me gustó el nombre. Y aún hay gente que me pregunta si soy familiar de él, pero no es así.

-¿Qué le ha enseñado el ajedrez que le puede servir en su faceta profesional?
-Pues que todo en la vida son patrones que se repiten una y otra vez, tanto en las personas como en sus células, en la salud y en la enfermedad, y también en las posiciones del tablero. En ajedrez es muy importante conocer determinados patrones para luego identificarlos cuando se vuelvan a presentar, aunque quizás lo hagan de una forma que pueda parecer distinta pero que, en realidad, en esencia es la misma, y esto te permite saber cómo actuar frente a esa situación. En la medicina es muy parecido, todos los pacientes son distintos, pero a la vez son iguales. Hay unos determinados patrones que nos hacen pensar, por ejemplo, que una persona está teniendo un infarto, y cuantos más casos haya visto el médico de una determinada patología, más probable es que sepa actuar conforme precise. Y lo mismo pasa en el ajedrez, si hemos visto ya miles de posiciones con un determinado patrón, cuando nos vuelva a aparecer otra posición va a ser mucho más fácil saber actuar en consecuencia.

“Todo en la vida son patrones que se repiten una y otra vez, tanto en las personas como en sus células, en la salud y en la enfermedad, y también en las posiciones del tablero de ajedrez”

-La biología molecular nos permite ir más adentro, buscar el origen de lo visible, ¿es importante trazar este camino?
-Sí, puede parecer un poco místico o sincrético, pero el interior es a veces mucho más importante que el exterior. Por ejemplo, nos preocupan mucho las arrugas que tenemos en el exterior, cuando en realidad las que de verdad nos hacen envejecer son arrugas que están en el interior, arrugas que están en el genoma y en la maquinaria cerebral que hace posible la vida. Muchas veces hay que mirar un poquito más allá de lo evidente para encontrar la esencia de las cosas.

-¿Por qué dio el paso de publicar un libro explicando las claves de la biología molecular?
-Siempre he tenido bastante tendencia a tratar de explicar las cosas. Soy una especie de profesor frustrado, me gusta mucho explicar algo y lo mismo me da que sea en petit comité que en un gran auditorio, encuentro placer en ello. Y cuando descubrí el fascinante mundo de la biología molecular, empecé a tratar de transmitirlo a las personas que tenía más cerca, a mi familia, a mis conocidos, porque aquello me parecía increíble. Empecé haciendo algunas diapositivas para explicarlo y luego preparé un pequeño librillo con ánimo puramente propedéutico, con algunos conceptos muy básicos pero importantes para, al menos, saber qué era aquello.

“Nos preocupan mucho las arrugas que tenemos en el exterior, pero las que de verdad nos hacen envejecer son las que están en el interior, arrugas que están en el genoma y en la maquinaria cerebral que hace posible la vida”

-Ahora el futuro parece encaminarse a una medicina de precisión. Viendo los avances y la rapidez con la que se suceden, ¿está más cerca de lo que pensamos el mundo de ciencia ficción que vemos en las películas?
-Bueno, algunas personas muy sabias dicen que las barreras de lo imposible retroceden a pasos agigantados, y en este sentido más que hacia una medicina de precisión -porque precisa ya lleva mucho tiempo siéndolo- quizá se va más encaminado hacia una medicina a medida o a la carta.
Al igual que hablábamos antes de ese mirar más adentro, en pacientes que antes podían parecer iguales en apariencia por un análisis más somero, un conocimiento más profundo nos permite ver que hay mutaciones distintas en cada persona, causas distintas de esa entidad que llamamos cáncer de forma genérica y que van a requerir por tanto tratamientos diferentes, porque si las causas no son las mismas, o si los genes que han mutado no son los mismos, no se puede esperar solucionarlo con un tratamiento igual para todos. Y aunque aquí sí entre el término precisión, también entra el de ‘a la carta’, es como el pret a porter. Uno va a un centro comercial y puede comprar un traje de una talla, pero si tiene el brazo más corto o el hombro más caído no le va quedar tan bien como si se lo hace un sastre a medida. Y eso sería igual para una medicina en la que también se tendrían en cuenta ciertas particularidades y se pondría un tratamiento dirigido a lo que le pase a ese paciente.

El ADN del hombre

-¿La genómica es la clave de todo?
-Nosotros, como todo lo que nos rodea, somos un conglomerado de moléculas en mucha armonía, pero para que esa armonía esté presente hace falta una especie de director de orquesta que es el genoma. En los genes están las instrucciones que dan lugar a las diferentes partes de nuestro cuerpo, las proteínas, todos los pequeños ladrillos que hacen posible la vida, pero además de el qué, también están contenidos en ellos el cuándo, el cómo y el cuánto. Lo orquestan todo, en último término es como decía Saramago y a su vez lo recordaba muchas veces el profesor López Otín: el genoma es el cofre de nuestros secretos más íntimos, esos que no nos atrevemos a contarnos ni a nosotros mismos.
Y en este sentido ahí está todo, es imposible pensar en un nivel más íntimo de información biológica que afecte a nuestras vidas que el del genoma.

-Hace un tiempo conocimos la inmortalidad en una especie de medusas. ¿Ocurre en estos seres debido a su menor complejidad?
-Efectivamente, pero inmortales no son solamente las medusas, aquí mientras estamos hablando tenemos a nuestro alrededor un montón de bacterias inmortales, lo que pasa es que son muy aburridas. Son un mundo unicelular en el que el único objetivo es multiplicarse, multiplicarse y multiplicarse. De hecho, el precio de la inmortalidad es precisamente esa simplicidad, porque es un genoma circular, no tiene pérdidas en las replicaciones y por tanto puede hacerlo infinitamente una y otra vez. Nosotros, en cambio, con un genoma lineal en las células eucariotas, perdemos un poco de información en cada replicación, se van acortando los famosos telómeros y por tanto, las células no se pueden multiplicar en la eternidad, tienen un límite. Ese límite lo propuso el profesor Hayflick y por eso lleva su nombre y marca el momento en que nuestras células no se pueden seguir replicando y entran en lo que se llama estado de senescencia. Es el precio que pagamos, aunque también puede pensarse que es al revés, que el premio que viene con la mortalidad es la mayor complejidad. Es lo que somos a día de hoy.

“El sueño de mucha gente es llegar a vivir más de doscientos años e incluso ser inmortales, pero en si eso se llegase a hacer, ya no seríamos nosotros, porque el Homo sapiens vive como mucho los ciento veinte años de Jeanne Louise Calment”

-Pero los humanos siempre buscamos una mayor longevidad.
-Hay mucho interés en todo esto de prolongar la vida más allá y la esperanza de vida ha ido aumentando sobre todo a lo largo de los últimos cien años. Apenas llegaba a los 40 años en los países más avanzados a principios del siglo XX, y hoy en día en muchos casos supera los 80 años; se puede decir que se ha doblado y en los países más avanzados empieza a ser más habitual el llegar a ser nonagenario. Pero efectivamente hay un momento en que podemos llegar a acercarnos a un límite y en nuestro caso lo tenemos en Jeanne Louise Calment, que fue una aristócrata francesa de finales del siglo XIX que vivió 122 años 6 meses y 14 días, ese es el récord de longevidad de un Homo sapiens.
El sueño de mucha gente es llegar a vivir esos años o más, modificarnos y vivir más de doscientos años e incluso ser inmortales, pero en primer lugar si eso se llegase a hacer, ya no seríamos nosotros, porque el Homo sapiens vive como mucho los ciento veinte años de Jeanne, quizás lo haría un Homo inmortalis o un Homo sapiens 2.0, con unas modificaciones genéticas.
Imaginar algo así es complejo. No sé hasta qué punto de vista sería del todo interesante y da un poco de vértigo porque estamos hablando de prácticamente crear otra especie distinta.

-Habría que pensar en una sociedad totalmente diferente.
-Sin irnos al extremo de la inmortalidad, que es ya demasiado difícil de imaginar, si pudiésemos con una pastillita llegar a los doscientos años, esto tendría una parte oscura, porque se agravarían y agrandarían muchísimo las diferencias sociales que hay en el mundo. A finales del siglo XIX o principios de siglo XX tanto las personas más ricas del mundo como las más pobres tenían una esperanza de vida muy parecida, que era de aproximadamente 40 años. María de las Mercedes de Orleans murió con 18 años de una fiebre tifoidea porque el agua del palacio estaba contaminada, al igual que podía morir otra chica que trabajase en la fábrica con esa edad pero, conforme ha ido avanzando la tecnología en los países más avanzados, ha ido aumentando la esperanza de vida, mientras que en otros lugares donde no hay acceso a estos avances y tecnologías no ocurrió. Si tenemos avances que nos permitan ir más allá, tendremos casi como dos clases de seres humanos; los que se pueden pagar la pastilla de la inmortalidad y los que no. Sería una separación increíble porque una pastilla de esas no sería barata y la diferencia sería enorme.
Hace unos años lo vimos cuando salió el Sofosbuvir, un tratamiento muy efectivo para la hepatitis C, que era relativamente caro y hubo unas protestas muy grandes porque no se quería aprobar para todo el mundo y, claro, ya había dos clases, los que podían pagarlo y los que no. Pues imaginemos el extremo más grande que ya es con la vida en general.

“Si tenemos avances que nos permitan ir más allá, tendremos casi como dos clases de seres humanos; los que se pueden pagar la pastilla de la inmortalidad y los que no”

-La tecnología es como un caballo al que hay que saber dirigir y que en muchas ocasiones va muy por delante. ¿Hace falta una mayor conciencia social o una legislación rápida que ponga los raíles por donde deba ir?
-Hay un aforismo clásico que dice: Ubi societas, ibi ius allá, donde haya una sociedad se necesita un derecho, y esto es lo mismo. No deja de ser una de las muchas esferas que entran en consecuencia de la existencia de personas en una comunidad. La sanidad, como cualquier otra, necesita una regulación, al igual que la necesita cualquier otro aspecto de la vida social, sería inimaginable pensar que la ciencia tiene un estatus especial. Requiere una regulación ajustada a las especiales características y con la intensidad necesaria para cada uno de sus momentos y compartimentos, porque no todos lo requieren con la misma intensidad.

Los usos de la IA en la medicina

-La IA ya está ofreciendo grandes resultados a nivel médico, pero ¿hay que plantearse también el ponerle freno?
-Evidentemente no deja de ser otro de los aspectos o esferas propios de la vida en comunidad y por lo tanto, necesita su regulación, como todo. Precisamente, aquí en Gijón se ha celebrado recientemente el II Congreso Metacardio que es un congreso sobre nuevas tecnologías e IA aplicadas a la medicina y hemos tenido ocasión de ver y aprender de expertos de todo el país en este tema. Desde el uso que se puede dar a los bots de GPT, de lenguaje predictivo, que permite la generación de artículos o la interpretación de textos complejos a otras cosas como el diagnóstico por imagen, el diagnóstico electrocardiográfico, la monitorización de determinadas constantes de los pacientes y determinadas métricas o la posibilidad de llevar a cabo los ensayos in silico (de silicio), ensayos clínicos en los que en realidad no hay pacientes porque son una suerte de modelos computacionales que permitirían poder llevar a cabo los análisis. Ahora mismo todo este mundo está un poco en pañales, pero pronto se va a poner de corto y luego de vestido largo. Enseguida va a estar aquí y algunos dicen que no se trata de si se va a usar o no, dan por supuesto que se va a usar y la cuestión es quien se va a adaptar y quien no, porque quien no lo haga podría quedarse fuera. Tal vez sea una segunda revolución digital, igual que hace años parecía que el ordenador era solo para unos pocos, y hoy día, sea el teléfono móvil o el PC, todo el mundo lo utiliza y la informática forma parte de la vida de todos y cada uno de nosotros.

“En Gijón se ha celebrado recientemente el II Congreso Metacardio que es un congreso sobre nuevas tecnologías e IA aplicadas a la medicina y hemos tenido ocasión de ver y aprender de expertos de todo el país en este tema”

-En uno de sus vídeos de El Capa decía que le gustaban los retos. ¿En cuáles anda metido ahora mismo?
-En el campo del ajedrez he ido haciendo un reto prácticamente cada año para llegar a unas puntuaciones con un sistema que se llama el Elo. Hice primero el reto de llegar a la puntuación de 2400, luego 2500, después 2600 y ahora estoy con el de llegar a 2700. Me faltó un poco el año pasado y me quedé en 2680, espero conseguirlo este año. Es una manera divertida de ir monitorizando el progreso.
Desde el punto de vista de publicar he empezado a colaborar con el periódico La Nueva España en una columna que se llama Ritmo sinusal y también tengo preparado un libro del que aún no tengo definido el título, pero sí el subtítulo: Un manual de cardiología para pacientes. Como indica su nombre es un manual y en él cuento todo lo que explico en las consultas, porque me gusta que el paciente que sale por la puerta sepa lo que le pasa o lo que no le pasa. La idea es que cualquiera pueda encontrar la respuesta a ¿qué es lo que me está ocurriendo? o ¿qué puedo hacer? Lo tengo bastante avanzado y espero tenerlo en los próximos meses terminado.
Otro proyecto es el de abrir un centro de rehabilitación y salud cardiovascular, se llamará Cardialis y ya estamos con una obra en Gijón. Es un centro que tiene clínica, pero en realidad la idea es mucho más que eso. Este es un reto profesional e incluso empresarial, pero tengo muchos otros más pequeños, la inquietud no se pierde.

-¿Qué quiere abarcar con esta iniciativa sanitaria en Gijón?
-Yo entiendo que, si bien todos de una u otra manera tenemos una idea de qué es lo que tenemos que hacer para tener una buena salud, y sobre todo la cardiovascular, aunque lo sepamos, es difícil hacerlo uno solo.
Una cosa que me gustó mucho en antropología fue cuando consideraron que se había iniciado nuestra especie; un antropólogo decía que ya podían saber el momento en que el hombre se había hecho hombre porque encontraron un fósil o cadáver congelado en el hielo de un hombre de las cavernas que tenía un fémur fracturado, una fractura ya consolidada y sellada. Una fractura de una extremidad de esa importancia en el mundo animal es una condena a muerte, da igual que sea un cervatillo o un elefante, lo que indica que en este caso tuvieron que cuidar de él durante mucho tiempo. Es un poco como la comunidad, con la ayuda de los demás uno puede alcanzar la salud. La idea de Cardialis es que una persona en un momento determinado pueda encontrar la ayuda que necesita para alcanzar objetivos de salud, cualesquiera que sean en ese momento. Puede necesitar una consulta médica con especialistas, un programa de entrenamiento con un entrenador personal, una consulta con un fisioterapeuta, un programa de nutrición o la ayuda de un psicólogo para lidiar con el estrés. Esa idea global de acompañamiento hacia esos objetivos de salud es el porqué de Cardialis, el cómo hacerlo dependerá de lo que necesite cada persona que venga.

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5 COMENTARIOS
  1. Qué envidia de la buena. Creo que he acertado con mi consultor cardiológico, también con un gran admirador de Carlos Gardel, como yo. Abrazos carbayones desde Oviedo: Félix Martín Martínez.

  2. Queli solo decirte que como familia me siento orgullosísima de tener un genio como Pablo creo que como el,pocos con ese tesón e inteligencia….lastima que nuestro punto débil sea neurológico …todo lo que toca para mí es un summa coup lauder….solo una cosa que orgullosos tenéis que estar.. pues Pablo es único suerte me da apuro pues el ya nació con ella un abrzo

  3. Queli que puedo decir de Pablo .,para mí es un ser que nacen pocos con ese tesón e inteligencia.,…todo lo que emprende es lo máximo un summa coup lauder …solo decirte que me siento muy orgullosa que tengamos en la familia un ser como Pablo….lástima que no haya tocado algo neurológico como nuestra familia…pero ya sería demasiado..,.le deseo toda la suerte del mundo aunque ya nació con ella ..un abrazo

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