Como consecuencia de la ola de calor, hasta el 19 de julio, se contabilizaron 1.047 muertes en nuestro país, según los datos del Instituto de Salud Carlos III dependiente del Ministerio de Sanidad. Más de la mitad de los fallecidos tenían más de 85 años.
A pesar de que, en Asturias, por fortuna, no llegamos a las temperaturas infernales que se han registrado en otros lugares de la península, donde se han rondado los 50 grados, también registramos nuestro propio récord histórico con los 41.4 grados en Baíña (Mieres) y varios puntos más del Principado que vivieron jornadas totalmente inusuales de 38.5 y 39 grados.
El calor aquí también se ha cobrado vidas. En la segunda semana de este mes de julio han fallecido en Asturias 334 personas, 110 más de las previstas para esta semana del año en una situación de normalidad pandémica y temperaturas normales para esta época del año. Y todo esto sin haber terminado julio y con el mes de agosto por delante.
¿Y cómo mata el calor? Pues desde Sanidad nos dicen que aunque temperaturas por encima de los 40 grados pueden producir directamente un golpe de calor con resultado de muerte, por lo general lo que provoca el calor en el cuerpo son descompensaciones en pacientes frágiles, con enfermedades crónicas que pueden llevar a la muerte. No son muertes repentinas como podría ser un golpe de calor sino más silenciosas que afectan especialmente a los mayores con alguna patología, la población más vulnerable. Todo empieza, casi siempre, por la deshidratación, el líquido que se pierde es superior al que se bebe y eso desequilibra el mecanismo termorregulador de nuestro cuerpo. A partir de ahí se complica cualquier tipo de patología que puede derivar en fallos cardíacos, respiratorios o renales.
El cambio climático ha dejado de ser algo abstracto y pasa a ser algo muy concreto con lo que debemos de convivir ya que cada día tenemos más evidencias de esta realidad que nos acompaña. Por esta razón ya son muchas las comunidades autónomas que cuentan con planes específicos de salud pública para hacer frente a estas olas de calor. En nuestro caso, la Consejería de Salud del Principado, de acuerdo al nivel de alerta del Plan Nacional de Actuaciones Preventivas de los Efectos de los Excesos de Temperatura sobre la Salud 2022, está lanzando recomendaciones a tiempo real para lidiar la ola de calor que van desde la protección de las radiaciones solares, la correcta hidratación, evitar el consumo de bebidas alcohólicas, y sobre todo la protección a la población más vulnerable al calor como pueden ser los mayores, niños/as o personas que sufren enfermedades crónicas o trabajen al aire libre. Todos los detalles los podemos encontrar en www.astursalud.es
Hace unos días, los asturianos amanecíamos con ocho incendios forestales activos. Cada vez son más frecuentes paisajes más secos y días calurosos, un peligroso tándem que incrementa el riesgo de grandes incendios como estamos experimentando. Incluso nos empieza a resultar familiar cuando vamos conduciendo por la autopista o autovías equipadas con rótulos luminosos y vemos el mensaje “Riesgo de incendio extremo”. Eso de normal no tiene nada.
El cambio climático, -una realidad incuestionable-, no solo mata a personas, sino que también está destruyendo ecosistemas, biodiversidad, casas, negocios, ganado… Es un fenómeno que se está acelerando, y ante ello los expertos hablan de la necesidad urgente de poner en marcha estrategias de mitigación y adaptación para poder minimizar sus impactos. Y estamos de acuerdo porque, por lo que estamos viendo, o más bien sufriendo, el ritmo de adaptación de la población va muy por detrás del aumento de las temperaturas.
Cojamos las dos palabras que nos dicen. Por un lado, mitigación. Eso significa evitar y reducir las emisiones de efecto invernadero, lo que requiere pactos a gran escala que tardaremos un tiempo en ver sus efectos. La otra palabra es adaptación y eso sí está relacionado directamente con cada uno y exige acciones directas como alterar nuestros comportamientos, hábitos de vida, sistemas de funcionamiento y consumo… Este cambio en pequeña escala nos puede permitir protegernos a nosotros, a nuestras familias, así como a la economía o al entorno.
El cambio climático está aquí desde hace tiempo. Aprovechemos estos momentos para adaptarnos a lo que estamos viviendo y que continuará afectándonos en el futuro inmediato. Es una oportunidad que no debemos desaprovechar.