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miércoles 24, abril 2024

Que llueva, que llueva

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Pasado ya de lejos el cuarenta de mayo, el clima, tema de conversación habitual entre los asturianos en cualquier circunstancia, ha ido escalando puestos hasta convertirse en una de las preocupaciones estrella de estos últimos meses.

Y eso que aquí estamos acostumbrados: en Asturias no hay fiesta sin carpa, ni bolso sin paraguas plegable. Sabiendo lo inestable de nuestro cielo, no estamos dispuestos a que el mal tiempo nos agüe la diversión.
Como dice el chiste, en Asturias tenemos cuatro estaciones: otoño, invierno, tren y autobús. Y así, al turista veraniego llevamos años vendiéndole la idea de lo bien que se está durmiendo con una manta ligera y pasando las tardes de terraza con una chaquetita. Dónde va a parar, comparado con los calores asfixiantes de latitudes más sureñas. Los asturianos presumimos del norte como concepto: el buen comer y el buen vivir. El turismo gastronómico, de naturaleza, cultural, y también playero, aunque no tanto.
De modo que basta ya de quejarnos y seamos coherentes: si luce el sol mejor. Pero si no aparece, tampoco es que andemos faltos de opciones. Quizá hemos vendido tanto la oferta cultural del Principado que la damos por hecha, pero basta echar un vistazo a otros lugares para ver que, ante el mal tiempo, en Asturias podemos poner nuestra mejor cara.
Por eso nos gustan iniciativas como la de un empresario hotelero de Llanes que te invita a cenar si llueve durante la estancia, en una celebración de ese verde que, tirando de tópico, «de algún sitio tiene que salir». Y nos gusta que se abran museos como el de Historia Urbana de Avilés, que hemos visitado para este número de Fusión Asturias. Y que se sigan inaugurando más, como el Ecomuseo minero del Valle Samuño, en Langreo, que insiste en hacer valer un patrimonio industrial al que los asturianos no están dispuestos a renunciar. Igual que la mina submarina de Arnao, en Castrillón, que se ha hecho esperar, pero por fin parece que va a abrir sus puertas.
Entidades públicas y privadas están rodando ya sus propuestas veraniegas, programaciones y promociones para animar un consumo turístico que, no nos engañemos, está de capa caída. Y sigamos sin engañarnos: el mal tiempo no ayuda. Cierto es que éste es el año más lluvioso de la historia conocida, esto es, desde que existen registros de la Agencia Estatal de Meteorología. Pero podemos plantarle cara, está en el ADN asturiano no dejarse amilanar por la lluvia, y por eso salimos a disfrutar de fiestas populares, a tomar algo por ahí, a animar nuestro entorno más cercano para poder luego presumir de él.
Así que dejemos que el grajo vuele a la altura que le dé la gana, encomendémonos a la Santina, que bien puede ser nuestra Virgen de la Cueva, y que salga el sol por dónde (y cuándo) quiera. Pero que no nos pille en casa, que para algo estamos en verano.

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