El filósofo José Antonio Marina acaba de publicar “Historia de las soluciones. En busca del talento político”, con este libro busca trasladar al ciudadano la idea de que el objetivo de la política es resolver los problemas que surgen al convivir en sociedad y que el ejercicio del poder recae tanto en los políticos como en los ciudadanos, aunque estos últimos tienen que querer hacerlo y saber cómo. Marina recuerda que la política no es la gestión del poder -la lucha por alcanzarlo y mantenerlo- sino la resolución de los problemas.
Dice que en España tendemos a plantearlo todo como un conflicto, así el adversario siempre será el enemigo al que hay que combatir o aniquilar. Por el contrario, el buen político -dice Marina- será aquel que sepa transformar el conflicto en problema y a partir de ahí se esfuerce en buscar las soluciones. Es decir, tú y yo tenemos un problema, nuestro enemigo es ese problema, así que vamos a ver cómo podemos buscar una solución. A este mecanismo lo denomina inteligencia política. Lógicamente, no todos los problemas tienen solución, pero eso hasta que no se intenta no se sabe; así se han conseguido los grandes avances sociales. Un libro, sin duda, muy adecuado para estos momentos.
La política española está en formato conflicto desde hace mucho tiempo. Lo que quiere un partido es vencer al otro y eso, además de favorecer una polaridad absolutamente estéril, está generando una gran desconfianza en la sociedad. Las agresiones, los bulos parece que han cruzado todas las líneas rojas que había hasta el momento y la crispación amenaza con generar aún más desafección entre los ciudadanos. Por eso creo que la carta de Pedro Sánchez, su mensaje y el parón de cinco días ha venido muy bien para reflexionar, no solo a él sino a todos.
Reflexionar sobre el rumbo que estamos tomando como sociedad, el grado de deshumanización al que está llegando nuestra vida pública, y nosotros con ella. ¿Qué hacemos ante tanta mentira organizada, crispación y engaño? ¿Es esto política? ¿Cómo poner freno a tanto deterioro democrático? Tal y como están las cosas, ¿quién se va a atrever en las próximas elecciones a presentarse, no ya a presidente del Gobierno, sino a alcalde de su pueblo?
Y en esto los ciudadanos también tenemos parte de responsabilidad. Todos sabemos que los discursos broncos y la crispación centran la atención de la audiencia y los mensajes quedan más grabados. ¿Por qué a los políticos les beneficia este tipo de discursos? Pues sencillamente, porque hay una parte de la ciudadanía que los sigue y los apoya. Así de claro.
Necesitamos a políticos que estén a la altura, que sumen, que busquen soluciones, no que piensen sólo en cómo aniquilar al rival. Los ciudadanos, más en una época de crisis como la que estamos viviendo, deseamos que quienes se dedican a la muy noble y relevante administración y gestión de la cosa pública, sean personas con razonables competencias profesionales y humanas, sí, humanas, para que puedan hacer frente a la tarea que tienen entre manos: mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos y hacer de esta una sociedad más justa. Y para ello, no todos valen.
Este parón puede marcar un punto de inflexión en esta crisis, ¡ojalá! A veces vale la pena alejarse un poco del ruido para tomar perspectiva y distanciarnos de lo que nos es cercano, para clarificar ideas y objetivos.