Se acerca al siglo de vida disfrutando de una lucidez extraordinaria, aguda capacidad de observación y el sentido crítico intacto. Desde la amplitud de miras que otorga el haber sido uno de los protagonistas de la historia del siglo XX en nuestro país, Santiago Carrillo disecciona una realidad marcada en los últimos tiempos por la crisis de la fórmula capitalista y el surgimiento de movimientos ciudadanos que reclaman cambios.
Más sabe el diablo por viejo que por diablo. En el caso de Santiago Carrillo el dicho se cumple por doble partida. Este comunista que ha sobrevivido a los vaivenes de la historia sin perder el norte, hoy es un referente valioso para la izquierda, en un momento especialmente convulso en el que el sistema y los valores deben redefinirse.
-El Ayuntamiento de Gijón le ha nombrado Hijo Predilecto de la ciudad, ¿qué supone para usted esta distinción?
-Desde el punto de vista personal es un espaldarazo que me da Gijón, es en cierto modo un reconocimiento de que mi vida y mi labor, con sus aciertos y sus errores, es digna de ser reivindicada por mi ciudad, y creo que eso es importante para una persona, sea cual sea el campo en el que ha desenvuelto su actividad.
-También en el barrio de El Llano de Gijón, donde nació, una calle lleva su nombre desde el año 2000. ¿Está muy cambiado ese rincón de su infancia?
-Mi ciudad se porta conmigo de una manera muy generosa. Yo nací en el Llano del Medio, y de aquel lugar en el que vi la luz y comencé a andar, al de hoy, existe un abismo. El Llano del Medio de mi tiempo es hoy irreconocible, dando mucha más amplitud, luz, y personalidad a la ciudad. Gijón terminaba casi en la puerta de la villa, antes del Llano y ahora abarca una zona muchísimo más amplia que antes eran terrenos vagos.
“La izquierda en España se ha rendido al poder de los mercados”
-Nace en Gijón en 1915 aunque a los 9 años se traslada a Madrid. ¿Se siente orgulloso de haber nacido en una tierra que conoció las luchas más heroicas por las libertades?
-Sí, me siento orgulloso y la verdad es que siempre he presumido de ser asturiano, de ser hijo de una tierra de metalúrgicos, de mineros, de marinos, de pescadores, de agricultores, de gente extraordinaria que jugó un papel fundamental en la lucha por las libertades en España.
-¿Qué valoración hace del reciente cambio de escenario político en Asturias?
-La verdad es que ha sido un cambio demasiado brutal, como lo ha sido también en el resto del país. Creo que existe una política generada por el sistema financiero que ha afrontado la crisis como puramente financiera, asignándose la tarea de recapitalizar los bancos a costa de arañar hasta el último céntimo y de destruir hasta la última conquista social. Esta política, que ha sido asumida por el gobierno del Partido Socialista, ha tenido consecuencias terribles para el sistema democrático de nuestro país, porque ha entregado un poder infinito, un poder que no había tenido ningún partido en la España democrática, a un partido que parece moverse entre la justificación del franquismo y la necesidad de ser demócrata que imponen los tiempos. Eso ha alterado profundamente el equilibrio político y ha puesto al país ante una gran preocupación de si el futuro va a ser el mantenimiento de lo actual, o un retroceso político y social importante. Pienso que eso ha generado ese mar de fondo que ha cambiado la composición de las instituciones políticas en Asturias como en el resto de España y que hoy preocupa, creo, a muchísima gente.
-¿Cuál es el papel de la izquierda en esta crisis, en la que el capital campa a sus anchas?
-La izquierda, o una parte muy importante de ella en España, se ha rendido al poder de los mercados. En los últimos veinte años el sistema financiero se ha convertido en un poder fáctico con una potencia como no ha tenido nunca. Eso ha sido facilitado por la crisis de la izquierda, que ha afectado al Partido Comunista y a la socialdemocracia, en el sentido de que cada vez más parece simplemente un partido liberal. La izquierda en este momento está buscando su identidad, las razones de existir en el siglo XXI. Está confusa, y mucha gente ayuda a esa confusión. Pienso que, precisamente, la lucha contra las consecuencias de la crisis puede ser lo que dé a la izquierda la posibilidad de un resurgimiento, de una nueva cristalización correspondiendo a los tiempos actuales y manteniendo los valores que ha tenido históricamente.
“Estamos en un final de una época: la época del poder absoluto del sistema financiero”
-¿La concentración del capital financiero es una amenaza contra la democracia?
-Sí, sí. La realidad es que ahora la gente empieza a darse cuenta de la contradicción rotunda que existe entre democracia y poder financiero. Hace poco tiempo se nos vendía con éxito que ambos eran partes integrantes de un mismo sistema; ahora estamos empezando a ver, con más claridad que nunca, que el sistema financiero pone en peligro y puede terminar destruyendo la democracia. Si las gentes llegan a comprender esta realidad, ese avance sería decisivo para la aparición de una nueva izquierda moderna, una IZQUIERDA con mayúsculas, que cambie, que transforme la sociedad.
-¿Queda aún espacio político para una izquierda en este país?
-Yo creo que sí y va a haber cada vez más. Este 15-M que ha surgido, en el fondo yo lo veo como una eclosión de la izquierda, de una izquierda moderna, nueva, que pone el acento en la lucha contra el poder del sistema financiero, y por una auténtica democracia.
-Hablando sobre el 15-M, ¿cómo vive un viejo comunista como usted este movimiento?
-Para mí ha sido una grata sorpresa. Precisamente, mi formación política e ideológica me hacía concebir la esperanza de que la gente al final saldría a la calle a defender no sólo el futuro, sino valores y principios que en el fondo son tradicionales de la izquierda. He visto que eso está pasando, he tenido algunos contactos con los jóvenes de este movimiento, y la verdad es que entre ellos me he sentido rejuvenecer. Cuando hablo con ellos recuerdo mi juventud, y en el fondo esta gente quiere lo que queríamos nosotros: cambiar esta sociedad, que haya más igualdad, más libertad, más solidaridad y sentido humano en la vida. Mi impresión es que de aquí va a salir la base de algo nuevo.
Mire usted, mi experiencia es que hay una serie de personas que se han considerado siempre como conservadoras, que hoy empiezan a pensar que el sistema capitalista no tiene pies ni cabeza. Empieza a pasar un poco lo que pasó por ejemplo en Francia, donde personalidades como De Gaulle, que era un hombre conservador, tradicional, que había sostenido el nazismo y colaborado con los invasores, al contacto con un capitalismo adquirió la conciencia de que los poderes económicos de aquel tiempo habían traicionado al país. Y De Gaulle fue el hombre que nacionalizó una parte muy importante de las industrias y los bancos franceses, lo que unos años antes nunca hubiera imaginado que iba a hacer. Y como él hubo otros políticos, tradicionalmente conservadores, que al fin y a cabo se dieron cuenta de que hay cosas que merecen ser conservadas, pero hay otras que son un obstáculo para la gente y el progreso. Y yo creo que esta crisis económica y financiera está provocando también crisis en el pensamiento de personas notables, gente inteligente que al final podría sumarse a un movimiento de cambio de la sociedad.
“Entre los jóvenes del 15-M me he sentido rejuvenecer”
-¿Qué valoración hace de este movimiento tal y como se está desarrollando?
-Mi impresión es que está en sus primeros pasos y se va a incrementar cada vez más con el desarrollo de la crisis. Son personas jóvenes, con la cultura que tienen las nuevas generaciones de hoy y que no existía en los tiempos en los que yo era joven; en general, con una cultura que les permite llevar su razonamiento al fondo de los problemas. Evidentemente, como todo movimiento nuevo y casi espontáneo, hay una cierta inocencia todavía en él, pero está madurando con una rapidez grandísima y está aprovechando incluso sus primeros errores para convertirse, tal y como yo espero, en un movimiento con una comprensión muy amplia de las cuestiones, de los problemas, de la gente, con un sentido solidario fortísimo.
Yo además tengo la convicción de que a la política que está haciendo el capital financiero no se le puede hacer frente de verdad más que en la calle, porque las instituciones han demostrado ser tremendamente débiles y susceptibles de rendirse ante ese poder fáctico. Creo que la calle es el lugar en donde vamos a poder modificar eso de forma ciudadana, cívica, pacífica y democrática.
-¿Habrá un antes y un después del 15-M?
-Bueno, nada es eterno, y una vez que cumpla la misión que se ha impuesto este movimiento podría diversificarse. Pero tengo la impresión de que por el momento va a ser la base de cualquier cambio y de cualquier progreso. Eso no está en contradicción con la evolución posible de algunos partidos políticos, ni con la posible aparición de fuerzas políticas que traten de llevar a las instituciones el espíritu de ese movimiento. Estamos en un final de una época, la época del poder absoluto del sistema financiero, y en el comienzo, todavía difícilmente perceptible, de otra época en la que la democracia va a ser más efectiva, en la que va a haber más igualdad., es decir, de un cierto salto de calidad en la vida del género humano.
-¿Cree que se van a crear nuevas formas de hacer política?
-Seguro que sí, y que va a encontrarse una manera de combinar lo que llamamos democracia representativa con una democracia más viva, con más participación, en la que se encuentren formas de consulta y de búsqueda de la opinión de los ciudadanos; en la que el ciudadano deje de ser alguien que ve lo que hacen los que él votó, y se convierta en alguien que va a vigilar a los que votó. Creo que eso va a dar a la democracia un valor y una densidad que la historia no ha conocido nunca.
-España está siendo muy observada debido al movimiento del 15-M. ¿Puede convertirse nuestro país en una referencia a nivel internacional?
-Tiene importancia. Es un mérito de España que sea aquí donde se ha iniciado más claramente este movimiento. Además es importante el hecho de que haya nacido con una vocación global, porque estos jóvenes son conscientes de que estamos en una época de globalización, y de que un país solo no va a cambiar este sistema si no opera y consigue resultados a una escala mundial. Hoy las batallas que pueden tener éxito tienen una vocación internacional, y este movimiento la tiene muy claramente, ya que está enlazado con movimientos semejantes en otros países.
-“Los viejos camaradas” es su publicación más reciente: un repaso a los dirigentes del Partido Comunista que encabezaron la lucha en defensa de la democracia republicana primero, y contra la dictadura franquista después. ¿Este libro era una deuda pendiente?
-Sí. En la edad en la que me encuentro he tenido la suerte de sobrevivir a la mayor parte de mis camaradas de los primeros tiempos, y me duele que a pesar de lo importantes que fueron para mí y para este país, a estas alturas muchos de ellos, que sacrificaron su libertad y sus energías, incluso su vida, estén olvidados. Con este libro he querido recordarles a las nuevas generaciones que antes de que ellos nacieran existieron personas que hicieron cosas importantes y sobre todo que crearon el punto de partida en el que los jóvenes ahora están situados para seguir avanzando.
“La lucha contra las consecuencias de la crisis puede ser lo que dé a la izquierda la posibilidad de un resurgimiento, correspondiendo a los tiempos actuales y manteniendo los valores que ha tenido históricamente”
-¿De esos viejos camaradas cuál ha sido el más entrañable y por qué?
-Uno de los más entrañables es probablemente Pasionaria. Pero también José Cazorla, Pepe el Lain, el viejo equipo con el que trabajé dirigiendo la revista de las Juventudes Socialistas, que luego derivó en crear lo que se llamó la JSU. Ese viejo equipo es el que me llega más hondo, porque nos conocimos cuando teníamos diecisiete, diecinueve años, y juntos aprendimos las primeras nociones de la lucha, de la política; y juntos conocimos los primeros amores. Ese grupo para mi tiene una importancia sentimental enorme.
-El Partido Comunista de España era la fuerza clandestina mejor organizada en la época franquista. ¿Qué queda de aquel espíritu?
-Es curioso, pero queda mucho. Aún hay veces que me escriben, o me llaman por teléfono, o me encuentran viejos camaradas de ese periodo del tardofranquismo que estuvieron luchando, y que aunque llevan tiempo fuera del partido y de la política, ocupados por sus profesiones, recuerdan aquel periodo como el mejor de su vida, en el que ellos se realizaron más profundamente. Tengo la impresión de que si un día alguien tocara la corneta llamándoles, mucha de esa gente volvería a agruparse. Es decir, si aquí surgiera una nueva izquierda que defendiera los valores que defendía el Partido Comunista en lo esencial en aquel momento, mucha de esta gente vendría. Ya no son jóvenes, pero tampoco son muy viejos, y creo que los ex combatientes responderían hoy a un movimiento de izquierda serio.
-La desaparición de la Unión Soviética ¿no dejó en entredicho la ideología comunista?
-No. Yo creo que fracasó la experiencia soviética, y lo hizo porque probablemente Rusia, por su atraso, no era la opción que con más normalidad pudiera abordar un proceso de cambio social. Con la muerte de Lenin se rompió la alianza de los obreros y de los campesinos que habían llevado la revolución al triunfo, y vino la colectivización forzada que rompió esa alianza. Y lo que debería ser una democracia de los trabajadores se fue poco a poco convirtiendo en una dictadura burocrática del Partido Comunista, que perdió todas sus características ideológicas y se convirtió en un instrumento de poder por el poder.
Pero el fracaso de la experiencia soviética no sólo es imputable a los errores de los comunistas rusos y a las barbaridades de Stalin, sino al cerco capitalista que se impuso al país, que fue brutal. Se habla mucho de las hambrunas que diezmaron la población en determinados momentos; pero si la URSS hubiera sido capitalista en ese momento le habrían vendido víveres y se hubieran evitado muchas muertes. En cualquier caso, ese sistema no podía perdurar, porque había dejado de tener cualquier comunión con la idea del socialismo y de la libertad.
-Tras el “fracaso” del comunismo, el capitalismo se vendió como el único sistema viable, pero al entrar éste en crisis se plantea la necesidad de buscar nuevas fórmulas.
-Las nuevas fórmulas consisten en llevar la democracia no sólo al terreno político sino al económico y social. En el fondo, la idea del socialismo es la más democrática que se puede concebir, porque no es sólo para votar o elegir diputados, sino para asegurar la igualdad. En esto la democracia siempre tiene fallos, así que para asegurar la igualdad hay que ir a formas de propiedad colectivas, y no hablo de la propiedad de un pequeño taller o una tienda, o de la pequeña fortuna que pueda hacer un artista o un hombre de ciencia; hablo de los grandes medios de producción, de las cosas que, si no son colectivas, son de grupos individuales que terminan dominando la sociedad.
-Parece que la Iglesia española se niega a perder su estatus, heredado del franquismo. ¿Ha llegado el momento de que esta institución se coloque en su sitio?
-Si uno mira lo que dicen los jefes de la Iglesia de hoy, son las mismas cosas que decían bajo el franquismo, y las mismas que decían en la República. Sólo hubo un periodo, el del Cardenal Tarancón, en el que la Iglesia respetó la independencia del poder político y contribuyó al cambio. Fuera de ese pequeño momento histórico, la Iglesia sigue siendo organizadora y reagrupadora de las fuerzas de derecha en este país, porque quiere seguir mandando. Yo después de la Guerra Civil aprendí a darle a la frase de Cervantes “Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho”, una gran importancia política, y planteé en mi partido la necesidad de establecer puentes con el pueblo católico. Creo que los gobiernos democráticos quizá deberían haber sido más activos en este terreno.