Cualquier espectador que vaya a ver «Cenizas del Cielo» se encontrará con una película valiente, dura, tierna, triste y divertida a la vez… una película que obliga a dejar la indiferencia en la puerta. Si ese espectador, además, conoce Asturias, reconocerá el habla, el carácter y las reacciones de esta tierra. Quirós ha ilustrado una Asturias que no suele salir en la pantalla grande (ni en la pequeña), y al mismo tiempo ha hecho un retrato universal de la gente que lucha por vivir, aún en los lugares más insospechados.
«Para contar historias grandes hay que partir de pequeños detalles»
Es muy difícil hablar con José Antonio Quirós. Muy difícil. No porque él no sea accesible, que lo es, sino porque la cita es en Morcín, concejo al que está muy vinculado desde su infancia. Encima, este fin de semana se celebra el VI Gran Capítulo de la Cofradía de Amigos de los Nabos, esto es, una fiesta gastronómica, popular y sobre todo muy concurrida. Para más inri, Quirós está invitado como Cofrade de Honor. Y como no hace tanto que se ha estrenado «Cenizas de Cielo», rodada en el vecino concejo de Ribera de Arriba, todo el mundo quiere hablar con él: dar su opinión, saludarle, felicitarle, pedirle una firma… No en vano este hombre es, por decirlo así, el padre de la criatura: director, co-guionista y co-productor.
Quirós está entre encantado y abrumado ante este despliegue de gente, pero no escatima tiempo: con todo el mundo se para, a todo el mundo saluda y le dedica un momento. Al final conseguimos el hueco para esta entrevista, un momento de relax incluso para él, que está inmerso en la vorágine de promocionar su película y defenderla, contra viento y marea, también en el mercado internacional.
-¿Y cómo va la película?
-A pesar de que se estrena en un momento difícil de cara al mercado americano, no sé si por suerte o por milagro, ha tenido su propio camino. Se ha distribuido por toda España, así que estoy muy satisfecho, aunque yo soy un inconformista y me hubiera gustado disponer de más promoción. Hay un detalle muy importante en esta película, y es que funciona mucho el boca a oído, en momentos en los que parece que esto ya no tiene un espacio. Ahora se lanzan las películas con muchas copias para que duren siete semanas. Aún así, por ejemplo en Asturias, Barcelona o País Vasco, estuvo en los cines más de dos meses. Ahora estoy con la carrera internacional, que se inició con el Festival de Tokio. No se puede pedir más tal y como está la situación, pensando que en el 2007 y 2008 hay cerca que cuarenta y siete películas que no se estrenaron. «Con la ironía no excluyes la dureza. Esos momentos en los que te preguntas si tienes que reír o llorar son los que más te hacen reflexionar»
-¿La película tiene algún apoyo en este proceso?
-Más que la producción, el gran problema en este país es la distribución y promoción de nuestros trabajos. Cenizas del Cielo tuvo el apoyo de Televisión Española, de TV3, el Principado de Asturias, y el Ayuntamiento de Ribera de Arriba; en eso no hubo problema. El problema está en colocar el producto, algo que los americanos saben hacer muy bien. Por ejemplo, cuando seleccionan tu película en los festivales tienes que ir tú a dar la cara, siempre piden la presencia del director; así que a nivel internacional me voy yo solo o con alguien de la película, y ya. Entonces el director termina siendo un negociador, que se encuentra con los distribuidores extranjeros que ven la película, y tiene que transmitirles determinadas cosas… Y claro, gastas tanta energía: tú eres el director, el coproductor, el coguionista, a pesar de tener un equipo de gente detrás que hace lo que puede, te pasas meses de promoción y aparcas otras cosas. Y otros compañeros te dicen «por lo menos tienes la suerte de que tu película salga adelante», así que tampoco tengo mucho derecho a quejarme.
-Es una película muy localista pero muy universal. Eso es parte del secreto de que os premien en Tokio, donde no tienen ni idea de dónde está Ribera de Arriba.
-Pero están los sentimientos, y esos elementos tan humanos… Al que es de aquí le llega el espacio o la forma de hablar, pero a un japonés por ejemplo le llega el contexto, hay elementos que entiende por la manera de actuar, por una mirada ya se da cuenta de lo que ocurre. Eso fue un pulso de dos años con el desarrollo del guión, que es algo a lo que yo le doy mucha importancia.
-En el cine español se tiende últimamente a temas sombríos, como la posguerra, la marginalidad… En cambio tú has hecho una película muy dura, pero al mismo tiempo muy luminosa. ¿Vas contra corriente?
-A mí me gusta tratar las cosas con crudeza, y a partir de ahí saltar del humor a la tragedia. Bebo mucho del cine italiano, que trata los temas de forma muy dura pero con mucho sentido del humor. Sí que es cierto que ahora el cine tiende a ser más radical, incluso yo inicialmente partí de eso, la primera versión del guión era mucho más radical. Pero luego me planteé rebajarlo porque creo que para contar historias grandes hay que partir de pequeños detalles, así que fuimos sacando esos elementos que le dan luminosidad. Creo que podemos llegar mucho más contando las cosas así. Con la ironía no excluyes la dureza. Esos momentos en los que te preguntas si tienes que reír o llorar son los que más te hacen reflexionar.«Creo que hay que respetar las lenguas, estoy en contra de cualquier tipo de doblaje»
-Has tenido el lujo de rodar en el escenario exacto donde transcurre la historia. ¿Qué te supuso como director?
-Mucho nos costó, pero lo conseguimos. Me siento muy orgulloso porque a partir de este escenario se creó el guión, cuando normalmente es al revés: primero se hace el guión y luego se buscan los escenarios. Y la gente se volcó, fueron unos figurantes espléndidos.
Hubo momentos terribles, por ejemplo, de repente nos dijeron que no nos dejaban rodar en la térmica, a pesar de tener un documento escrito, y que te digan eso una semana antes de rodar supone cambiar todo el plan de rodaje. Esto quiere decir que hay algo que esconder, que hay brotes de caciquismo, no sé si en toda España, pero desde luego aquí sí. Menos mal que el alcalde nos apoyó, con sus documentos pudimos entrar hasta el límite de la central térmica, rodamos pegadísimos cuando ellos no querían, vinieron policías, guardias civiles… fue una situación muy extrema y yo estaba de los nervios. Pero gracias a este hombre, con los documentos oficiales pudimos rodar casi todo lo que quisimos. No nos dejaron rodar en la torre, y tuvimos que construirla nosotros. En cierto modo fue beneficioso, porque tuve libertad para rodar como quería, aunque se encareció todo.
-El idioma es una parte importante en la película. Respetas la forma de hablar, los modismos, el acento… Eso también es ambientación.
-Yo creo que es un testimonio visual, un testimonio crítico, y sobre todo creo que hay que respetar las lenguas, estoy en contra de cualquier tipo de doblaje. El otro día me decía un productor catalán que si hubiera rodado la película en castellano hubiera ido más gente, y yo le decía que si no hay cineastas que iniciemos un camino esto va a estar siempre contaminado. Hay gente que por razones de distribución accede a globalizarlo todo, pero creo que de esta manera hemos conseguido más realidad, más autenticidad y sobre todo los personajes son más creíbles. Yo en este tema soy muy pesimista. En este país tenemos una falta de respeto a las lenguas, unos prejuicios lingüísticos y costumbristas… hay partes de África mucho más desarrolladas que nosotros. Cuesta mucho apostar por este tipo de cosas, pero pienso que, aunque ahora sea difícil, esta película tardará en envejecer, permanecerá en el tiempo, como le está pasando a «Pídele cuentas al Rey», que a día de hoy se sigue emitiendo en muchos canales europeos. Otras películas, siendo más comerciales, se mueren más rápidamente.
-Por un lado tienes una película ya terminada en las manos, a la que aún le queda mucho por andar, pero al mismo tiempo ya estás con otros proyectos. ¿Cómo lo llevas?
-Es imprescindible, porque si no esto te come. Llevo con esta película alrededor de tres años, y hay películas que duran seis y siete. Es muy absorbente, así que es necesario trabajar en otras cosas. El siguiente proyecto en el que estoy es muy arriesgado, pero si puedo y me dan la oportunidad lo haré. Está complicado, pero como ves tengo un optimismo total a pesar de todo.