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domingo 24, noviembre 2024

Imposible preveer

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No hay manera de que se pongan de acuerdo para formar gobierno, en la incertidumbre aparece uno de ellos, muy conocido, ante las cámaras y asegura ‘Es imposible preveer‘.
Imposible de toda imposibilidad, porque el verbo preveer no existe, es una de tantas copias fáciles que hemos hecho; la conjugación es menos complicada de lo que parece, porque el gerundio de tal verbo imaginario se las traería, «preveyendo«. Más fácil; lo único que hay que hacer es poner la forma verbal del verbo ver y anteponer el pre. Así, termino este párrafo según lo previsto, y no de acuerdo con lo preveído, expresión que de milagro no se oye.


Milagrero dicen que era el labrador Isidro, cuya fiesta se celebra en mayo; tanto que lo santificaron, que es como subir a los altares la indolencia y la jeta, porque mientras el buen hombre andaba en sus arrobos celestiales le tenían que hacer la faena de la agropecuaria los ángeles. Pero claro la fama a veces no tiene que ver con la realidad y los agricultores lo tienen por varón favorecedor de sus asuntos, necesitados como andan de que alguien los tome en serio. Cosas de la hemeroteca, he aquí una manifestación encabezada por San Isidro en protesta generalizada en Castilla y León en abril de 1992.

Ha estado por Madrid un amigo de esta columna, en la 8ª de la AERM (Alliance of European Republican Movements), es decir, para que nos entendamos, la Plataforma de Europeos Afectados por la Monarquía; gentes con gran espíritu cívico, que concentrados en el fondo a veces olvida las formas (gramaticales). Ya he puesto varias veces el ejemplo de erratas compensatorias en textos del Ateneo Republicano de Asturias, importante miembro de AERM, capaz de escribir República sin tilde, para a continuación colocarle en el incorrecto «repúblicano«, o de olvidarse la hache con un horrísono «onor«, para regalársela de manera estruendosa a las «hurnas«. Pues bien, en el primer programa de la Convención, cuya organización correspondió a España este año, se anunciaba la clausura «a cargo del presidente del Ateneo de Madrid, ciudadano Enrique Tierno Galván«.

Es cierto que estos asuntos de los republicanos suenan a veces a cosa pasada, -sobre todo cuando las citan los amigos de los Borbones-, pero hombre, no llega la cosa a conseguir resurrecciones, que el famoso alcalde de la capital del Reino no está entre nosotros desde 1986. (Más tarde fue rectificado el folleto de AERM, se trataba de Enrique Tierno Pérez-Relajo, doctor en Físicas, hijo del prócer).

Pequeños descuidos que hacen amena la lectura. Resulta menos gracioso cuando se paga porque te endiñen una patada al diccionario. Veo en un periódico un artículo a dos columnas, con anuncio final, o sea, con un coste de varios cientos de euros, en el que se pregona la apertura de un nuevo restaurante, «El Llagarón del Sella», y se afirma «Un nuevo templo del buen llantar«. Sin embargo en el sumario está escrito de modo diferente, «El nuevo templo del buen yantar está en Contrueces». Es duda habitual, ahora que casi nadie distingue los sonidos «y/ll», pero un creativo de publicidad, ante la duda, para evitar dejar mal a quien le da de comer, puede consultar el diccionario RAE donde le explicarán que «yantar, del latín ientare, = comer, ingerir alimentos», mientras que «llantar, del latín plantare«. En asturiano está más claro aún, que llantáu es un plantío y llantar es hincar o echar en cara.

Claro que los escribidores a veces se pasan por el otro lado, por dárselas de leídos, rozando el ridículo por exceso. Don Ramón Pérez-Maura, aunque no me ha sido formalmente presentado, se me aparece en una columna de ABC zahiriendo (¡qué sorpresa, Señor!) a la nueva izquierda y hace una pregunta de persona cultivada: «¿Se imaginan ustedes que en Grecia se conmemorara la gesta del caballo de Troya que nos relató Virgilio en la ‘Eneida’ y que del equino de madera…?» Pues no, no me lo imagino, la verdad; porque aunque con los siglos el idioma ya no es el que era, me supongo yo que a las nobles personas lectoras de Grecia les resultará bastante más apropiado usar el texto de la «Iliada», de su compatriota Homero, primera versión del mito del caballito, que tener que andar en latines.

Vamos a terminar con un cumpleaños, el de Su Graciosa Majestad, que ha llegado a los noventa sin haber aprendido a vestirse, la mujer, que tiene el mal gusto en el aliño indumentario directamente proporcional a los millones de libras de sus cuentas. No es de extrañar aquella broma que contaba Ramón J. Sender para explicar su mal dominio del inglés cuando convirtió el himno «God save the Queen» (Dios salve a la Reina) en «God shave the Queen» (Dios afeite a la Reina); el que suscribe causó estupor en una cafetería de Budapest cuando al pedir su ansiado desayuno de huevos con jamón (ham), solicitó con pronunciado acento langreano «eggs with jam» (mermelada). La nueva cocina…

La corona embiste
La corona embiste
Bueno, que a todo esto andábamos con la señora de Windsor. Es conocida la tendencia a condecorar a aquellas celebridades que extiendan por el mundo las bondades del United Kindgom, de modo que fueron elevados a la nobleza gentes más propios de los Comunes, como los Beatles, o ese escocés independentista que hacía de 007; así que con mejor ajustada razón a otro Bond, en este caso el guapo de Roger Moore, que además fue El Santo; lo que no se entiende muy bien es la noticia, -de nuevo la hemeroteca- que me ha hecho llegar el buen amigo Huber Obeso, desde su página, prima de ésta, «Habla bien, coño». ¿La reina embiste?

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