Nos han pedido algunas personas la esquela de Norino, con la que cerrábamos el capítulo anterior. Se reproduce recortada. Creó escuela; unos meses después fallecía “El Paste” en Siero, “La familia no ruega una oración por su alma, sino que os toméis una cerveza a su salud”. Quizá un poco tarde para desear salud, pero a la postre casos de realismo ante la muerte, que tanto nos impresiona, pese a su natural e irremediable llegada.
Hay muchas citas que nos recuerdan el final de nuestro camino; mi favorita suele atribuirse a Benjamin Franklin, uno de los redactores de la Constitución USA. Informaba sobre ella en 1789 al enciclopedista Jean Baptiste Le Roy; le explicaba su esperanza de que resultara duradera, “si bien en este mundo nada puede considerarse seguro salvo dos asuntos, la Muerte y los Impuestos” (but in this world nothing can be said to be certain, except death and taxes). Sin embargo, esta expresión ya se encuentra en Daniel Defoe cuando escribió su hilarante Historia Política del Diablo, (1726).
La publicación de esquelas obituarias contribuye a financiar la prensa en papel y es motivo de tertulia en el café mañanero. “Vamos a ver los que dejaron de fumar”, decía un conocido de los que empiezan el periódico por estas páginas. Tiene uno la debilidad de observar en ellas las curiosidades. Comparto algunas.
Los nombres. Por ejemplo, Blancanieves existió de verdad y falleció en el sanatorio Adaro de Sama de Langreo, pero no asusten a sus niños, que ha dejado una heredera del mismo nombre. En enero de este año se dio la curiosa circunstancia de que el mismo día fallecieron Tito y Tato. Hubo en su tiempo una Progresina y una María Síndica, una Esecilia o un Nabor, y una señora Nimia, que ya son ganas de hacerla de menos. Su entorno consideró tal vez un poco incómodo el nombrar a Agapitolina y abrevió en Gapi. Un vecino de La Fresnosa de Langreo, cuyo nombre empezaba por “L”, deja en este mundo a cinco hermanos con la misma inicial.
La publicación de esquelas obituarias contribuye a financiar la prensa en papel y es motivo de tertulia en el café mañanero. “Vamos a ver los que dejaron de fumar”, decía un conocido de los que empiezan el periódico por estas páginas.
Hubo un Don Aldegundis, sin abreviatura conocida, y la familia de Doña María Placeres estimó el nombre quizá un poco provocativo y prefirió llamarla Alvarina; aunque no deberían preocuparse, hubo una Santa Jocunda que cumpliría siglos el 25 de este mes y a la que han por patrona los 37 habitantes de Bujarrabal (Sigüenza).
El fallecimiento de Roberto era comunicado por su esposa Novela en términos poco literarios, sin recurrir al tradicional “su apenada”; más lacónica era la esquela de Víctor, ciudadano mierense que nos ahorraba la larga lista de parientes, y a ellos el debate por la prelación, con un sencillísimo “Y demás familia”.
Los apellidos. Llamativos en ocasiones, como el de la señora viuda de Hilario el guardia, Market, que da otra perspectiva a la manida expresión marketing. Otros tienen en ocasiones combinaciones espectaculares; ya he traído por aquí a un Valiente Moro y a un Lobo Ufano, que no están mal, tiene su aquél una señora apellidada Pintor Bailón, pero la palma en este apartado se la lleva alguien que tuvo que soportar toda la vida como nombre de familia el de Vecino Macarrilla.
Los símbolos vienen a ser la necesidad de mostrar que uno ha sido alguien en la vida. En eso eran especialistas los familiares de los difuntos que pregonaba el diario ABC, tan nobles, tan militares, tan importantes ellos. Ahora ya ha bajado la nómina de tanta nobleza, pero aún se encuentran joyas, como la de un marqués que, pese a su título, se muere en Barcelona como cualquier peón de albañil y deja unos nietos con unos apellidos como para que se los aprendan los muchachos. A saber: zu Hohenlohe-Bartenstein Gutiérrez-Maturana-Larios Kalachnikoff. (Como ya conozco el colmillo retorcido de alguna lectora, juro por el honor del Capitán Garfio que no lo invento, tengo recortada la esquela de aniversario como prueba).
Hay apellidos que, en ocasiones, tienen combinaciones espectaculares; (…) tiene su aquél una señora apellidada Pintor Bailón, pero la palma en este apartado se la lleva alguien que tuvo que soportar toda la vida como nombre de familia el de Vecino Macarrilla.
Las profesiones. Otro capítulo sin desperdicio es el que contempla los añadidos para ayudar a identificar al difunto, necesidad que menguaría si las esquelas llevaran foto. Entiendo que a un Angones se lo identifique como “lagarero”, que a Lolo lo etiqueten como “cuponero”, o que digan “Moreno el sastre”. En Felgueras de Lena faltó “Macizo el tratante”.
Sí entendí que la familia de Don Ignacio, fallecido en el fatal año 20, a la edad de noventa y siete, señalara su título de piloto de helicóptero, porque fue la “licencia nº1 de España”. Ahora bien, no veo yo la importancia de añadir a Don I.M.P. el título de “socio del Real Oviedo”.
Los apodos. Muy arraigada la costumbre de dar sobrenombres, y así hemos de lamentar el fallecimiento de La Hueva, o el de Pepe Bacardí. Otra familia, más moderna, usa el apelativo cibernético de su finado, @eudaimonía, de raíz aristotélica. En ocasiones te dan sorpresas históricas, como la esquela que anunciaba el óbito de El Rey Aurelio, que no tenía que ver con la monarquía astur, sino con las piraguas. En Langreo hubo que lamentar la pérdida en 2024 de quien llevara el sonoro apelativo de Cagamentos.
Los otros. Hubo en este país una guerra con horrible represión de los derrotados, a los que se dejaba pudrirse en las cunetas. Admiro la constancia de la familia de Rosario Montes Estrada, del Prau Nuevu, Barredos, que cada año publica su esquela. Formaba parte de un grupo que fue sacado de la cárcel de Laviana para ser masacrado en la Cuesta Vindoria, entre Santana y Ciañu.
Se lee: “Asesinada y desaparecida el día 26 de noviembre de 1937. Nunca hemos sabido dónde reposan sus restos. Sus hijas y nietos la recordamos con orgullo y admiramos sus ideales”.
Las cenizas. No tuvieron despedida civil ni religiosa estas malafortunadas personas; la tuvieron militar, algunas, con tiro de gracia incluido. La despedida y el mantenimiento de lugares de recuerdos es una forma de sobrellevar el duelo. Últimamente se ha generalizado la incineración; las iglesias que pierden ingresos por la falta de inhumaciones se han inventado los columbarios. En Francia se crearon “jardines de paz” en los cementerios municipales, con mini parcelas al respecto.
Por aquí los deudos se llevan las cenizas a casa o las esparcen por ahí, costumbre menos ecológica. Un ciudadano andaluz metió en un compromiso a su hijo, porque pidió que las suyas descansaran en la factoría cervecera de La Cruz del Campo; el afán del heredero por cumplir casi acaba en cárcel. Algunos despreocupados tiran urna y todo, quizá por eso algunos ayuntamientos han dictado normas ad hoc. Carmen Martín nos hace llegar una foto que puede servir de idea para otros.