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domingo 24, noviembre 2024

No hace falta ir muy lejos

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Aquí, cerca de casa, han abierto unos ciudadanos orientales, trabajando de sol a sol, como chinos, una tienda casi tan grande como el campo de fútbol que tiene al lado, en el que la hierba artificial no reverdece las viejas glorias del Racing de Sama ni del Círculo Popular de La Felguera.

Han cogido en alquiler una vivienda en la misma planta que la mía; cada mañana salen puntuales, por turnos, que si el ascensor es grande ellos son muchos, y saludan educadamente en el mejor castellano que han aprendido. Como todo lo han hecho por sí mismos se nota en el letrero de la apertura, «regalos gratis».

No hace falta ir muy lejos, por Teobaldo Antuña Por lo menos hacen el esfuerzo de comunicarse en el mismo idioma de sus potenciales clientes. No les voy a pedir que lo escriban en asturiano, sería injusto, sobre todo cuando frente al portal del que cada mañana salimos los chinos y yo, una empresa de colchones se empeña en convencernos de sus productos en presunto idioma inglés.
No hace falta ir muy lejos, por Teobaldo Antuña
Suelen tener las tiendas orientales algunos problemas con la sintaxis, lo que origina situaciones divertidas, como ésta, que (gracias por la foto, Patricia) parece tener a la venta tiernos infantes.
Peor es, vuelvo a mi portal, lo de una prestigiosa entidad financiera asturiana, en la sucursal debajo de casa, frente a la tienda de colchones, que intenta captar fondos con un cartel en que parece que ofrece algo «mini gratis»; que debe ser algo así como «no es gratis del todo», lo cual, hablando de bancos, tiene su lógica.
No hace falta ir muy lejos, por Teobaldo Antuña. No es la primera vez, ni será la última, que denuncio desde estas páginas a los creativos publicitarios, que zarandean el idioma con una soltura sin par. Se ponen insoportables señalando pantones y otros asuntos gráficos, se vuelven locos con el diseño electrónicamente asistido, pero no se les ocurre contratar a alguien de filología que revise los textos; en este caso escribiría «mini altavoz gratis» y lo habrían entendido hasta los trabajadores orientales.
Oriental supongo yo que será una cosa que se come y que responde al nombre de tataki de bonito; en el mismo menú entra dim-sum, una raclette de quesos y un cheescake asturiano. Estas cosas, probablemente muy ricas, se le han ocurrido a Koldo Miranda, en quien admiro la iniciativa empresarial, a la par que la mano para la cocina, lo que no es óbice para que le tire de las orejas por esta propensión a los barbarismos. Es que además, el hombre, cae en la trampa de reconvertir, con bien poca gracia, una tradicional expresión del catalán. En este boquiaguador menú que nos ofrece para el Día de Asturias en el Centro Niemeyer (al que Atenea proteja), incluye «pan tumaca». ¿Lo cualo, dice usted? No entiendo por qué escribe en japonés,o lo que sea eso del bonito, en francés lo de la raclette (des fromages, puntualizo), en inglés que hará una tarta de queso asturiana, y no puede poner en su grafía original «pa amb tomàquet» (pan con tomate); ¿piensa que algún sentimiento anticatalanista le restaría comensales?, ¡home, si hi ha molta gent del Barça, aquí!
Empanada, no gastronómica, mental, tenemos con los idiomas. Es que Asturies ya es Babel, desde que los concursos de escanciadores los ganan dominicanos, ecuatorianos y polacos, las fabadas las hacen senegalesas, de nuestros mayores cuidan peruanos, compramos en los chinos y nos amenizan las terrazas acordeonistas rumanos. ¡Hasta el fútbol parece tomado!, y si no fíjense en la noticia de La Nueva, hace unos días: «El centrocampista malayo Samuel Baños, ex capitán del Sporting…» La verdad que para ser natural de Malasia, que, por cierto, ya no se llama así, tiene un nombre bien español. (Aclaración toponímica: se dice entre las gentes cultas, maliayos a los de Villaviciosa).
Ahora tenemos que volver a emigrar, andan ingenieras y torneros estudiando alemán a marchas forzadas; volveremos a tomar Europa, con nuestros primos hermanos, los gallegos, que tienen para las lenguas nuestra misma inutilidad. O patriotismo: ¡si quieren entendernos que aprendan ellos a hablar! Vean la divertida anécdota que nos contaron en O Luar, de la TVG y que les ofrezco gracias a la inestimable ayuda lingüística de mis amigos Isabel y Antonio, que viven felices en Castro, no concello de Carballedo.
Refiere una señora mayor, entre galego, castellano e inglés, que estuvo emigrada en la Gran Bretaña, interna en una casa de judíos donde, sobre todo, cuidaba de la madre, que comía a dios por una pata, «…e estaba coma unha cachalota, e un día díxenlle: ‘Señora, no more food; no more food, señora’…» Ocupadas andaban en recoger unas bolsas de plástico, algunas de ellas estaban rotas y la señora le dijo: «It’s no good, put on the corner ¡Aquello fue Troya! «Eu díxenlle que puta sería a súa nai, e eu pensei que se estaba vengando de min, e que me estaba insultando porque lle dixen que non había máis comida; empecei a chorar, e veu a señora e dixenlle que a súa nai me chamara puta na cona«. Y si la protagonista sabía poco inglés los contratantes nada de galego «E saiu o fillo, un rapaz de dez e oito anos, así de alto, e buscou no diccionario e de seguido entenderon ‘puta’ pero ‘na cona’ ¡non viña no diccionario!».
Hubieron de entenderse por el idioma universal, los gestos. Muerto de risa, le pregunta Gayoso, el veterano y divertido presentador, cómo se arregló para explicarles el término; ella, con ese remango de mujer de aldea curtida en mil batallas, le dice «¡Así!», y se lleva, espectacularmente, la mano a la entrepierna, con ostentación y orgullo, entre los aplausos de un público absolutamente entregado a la causa.

elquetieneboca@gmail.com

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