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miércoles 8, mayo 2024

El pueblo siempre fue y será soberano

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Los gobernantes, en democracia, son empleados, servidores, elegidos por el pueblo para que se ocupen de gestionar los asuntos relativos al pueblo, que son casi todos. Por eso y para eso se les elige y se les paga.
Hay otro tipo de gobernantes que usurpan el poder, el derecho a gobernar, sin el consentimiento del pueblo. Esos son los dictadores. Y para poder llevar a cabo su delictiva tarea utilizan la represión, el miedo, las amenazas, sobre el pueblo. Y también cobran por eso.
Y por último, hay un tercer tipo que está formado por aquellos que se cuelan en la democracia, se presentan a elecciones y se hacen pasar por demócratas, cuando en realidad lo único que buscan es el poder para desde él imponer sus ideas a todos los ciudadanos y someterlos a sus desvaríos, a su visión retrógrada de la libertad y de los derechos de los ciudadanos.

El pueblo siempre fue soberano
Ilustración: @Arabesko3

En cualquier caso, el pueblo es el gran protagonista, la fuente de donde emana el poder que a todos encandila, que todos persiguen y que a tantos vuelve locos. Pero muy pocos saben manejarlo.
Extraer ese poder del pueblo y utilizarlo para bien o para mal es el gran sueño de muchos a través de la historia. Es como una droga que a muchos convierte en vampiros sedientos de poder y, por desgracia, muchas veces también de sangre.

Pero eso es así, repito, porque el poder lo posee el pueblo.
Por eso el pueblo siempre fue, es y será soberano. O, dicho de otra forma, el auténtico dueño de la situación.
Pero ocurre que el pueblo está dividido, desunido, separado y, en el peor de los casos, enfrentado.
En su interior reside el poder, la fuerza necesaria para conseguir sus objetivos, que son a la vez sus derechos fundamentales. Pero en el exterior los pueblos son fácilmente manipulables por los que buscan manejarlos y así utilizar su poder.

El pueblo siempre fue, es y será soberano. O, dicho de otra forma, el auténtico dueño de la situación.
Pero ocurre que el pueblo está dividido, desunido, separado y, en el peor de los casos, enfrentado.

Son engañados para convencerles de que sus hermanos, que sus vecinos, que los que profesan otra religión o tienen otro color de piel, son sus enemigos.
Son engañados para que vean en estos supuestos enemigos a los que les quieren quitar sus derechos y sus libertades.
Son engañados hasta el punto de que son capaces de matar a sus hermanos o vecinos y seguir ciegamente a los que de verdad les están robando sus derechos y sus libertades.

Resulta casi imposible comprender que ese sistema siga funcionando a través de siglos. La respuesta sólo se puede buscar en la incultura, en la ignorancia, algo que por cierto es lo que más alimentan los que buscan sólo el poder.
Esta fue y sigue siendo la triste realidad en la humanidad, un pueblo universal, con las mismas necesidades, anhelos, derechos y aspiraciones, enfrentado, dominado y poseído por unos pocos que, como vampiros, se alimentan de su energía y de su fuerza.

Pero algo está cambiando. Algo se está moviendo facilitado por la apertura de fronteras, por la facilidad de las comunicaciones, por la expansión de Internet.
Un movimiento nuevo está surgiendo en el planeta, una red que crece cada día y que aglutina a todos aquellos que quieren, que necesitan, un nuevo orden mundial, que no se parece en nada al que la familia Bush quería imponer.
El ciudadano universal está descubriendo la fuerza del grupo, de la unidad. Está comprobando que juntos, sumando fuerzas, se puede construir, como si de gotas de agua se tratara, una gran ola que puede borrar del mapa a los dictadores, a los buitres, a los que sólo aspiran a forrarse y llenarse de poder a costa del pueblo.

El naciente Pueblo Universal debería evitar a los líderes, ser la suma de las voces, no el eco que responde a una voz.

El peligro radica en que los mismos buitres, conscientes de ese creciente movimiento, retocan sus métodos, cambian sus estrategias, para poder manejar también a esos crecientes grupos y conducirlos a donde les interesa.
El naciente Pueblo Universal debería evitar a los líderes, ser la suma de las voces, no el eco que responde a una voz.

Hoy en día, y gracias a la facilidad de las comunicaciones, es muy fácil y muy rápido organizarse. La respuesta ante situaciones no permisibles, ante decisiones que involucren al pueblo sin contar con el pueblo, pueden ser automáticas y tener tanta fuerza que derriben cualquier intento de manipulación interesada.

Los ciudadanos del mundo tienen que ver que les unen los mismos intereses, los mismos sueños, las mismas necesidades. Tienen que buscar en lo que les une, no en lo que les separa. Tienen que comprender que precisamente ahora estamos todos ante un “enemigo” común, el cambio climático. Un “enemigo” que no diferencia ideologías, razas, religiones ni costumbres. Un “enemigo” que en realidad no lo es, porque sólo es la réplica a la actitud ignorante y egoísta del hombre ante la naturaleza.

No vamos a hablar de políticos ni de política, vamos a centrarnos en lo que está en juego, en esos valores que dignifican o degradan a los ciudadanos, al pueblo soberano.

Pero sí puede convertirse en una poderosa razón para unir más los lazos entre todos, unir los esfuerzos, y decir basta ya a los que siguen ignorando el tema, aunque a su vez toman medidas particulares para su “supuesta” salvación.
El planeta, todo el planeta, es para los seres humanos, para todos. Asumir esa realidad y trabajar para la unidad de los pueblos, para recuperar los derechos, es la gran tarea de este siglo que vivimos y que tantas amenazas ofrece en el horizonte, la mayoría por culpa de los manipuladores y de los usurpadores del poder del Pueblo Universal.

En este país estamos en un momento muy importante, decisivo, porque tenemos ahí unas elecciones donde las dos fuerzas, siempre enfrentadas, luchan por poseer el poder, el poder que les da vencer en estas elecciones, el poder que pertenece al pueblo soberano, no a los políticos.
Pero no vamos a hablar de políticos ni de política, vamos a centrarnos en lo que está en juego, en esos valores que dignifican o degradan a los ciudadanos, al pueblo soberano.

Y el primer valor es la Libertad. Todos hablan de la libertad porque saben que es una necesidad intrínseca a la naturaleza humana, y es utilizada como el cebo que los pescadores utilizan para “capturar” a sus presas.
Pero sucede que nadie, absolutamente nadie, está capacitado para otorgar ese derecho, porque es algo que tiene que conquistar cada uno, no puede ser regalada, porque tiene que ver con la verdadera naturaleza del hombre, de cómo fue creado y de lo que lleva en su interior, en sus genes, como herencia de los “dioses” que le crearon.

Estamos ante unas elecciones muy importantes, casi definitivas, y tenemos la responsabilidad de defender las libertades conseguidas y de impedir que la mentira triunfe.

La Libertad es un tesoro sagrado que sólo se comprenderá y se vivirá cuando el hombre despierte de su letargo y comprenda que no se necesita a nadie para poder ser libre, sólo es necesario vivir el amor, la unidad y el respeto hacia los demás y hacia la Madre tierra que nos acoge y nos cuida.
La Libertad es la cumbre que se conquista después de mucho trabajo, de mucho reconocimiento, de muchas renuncias, pero, sobre todo, de comprender que es el “regalo” que se recibe cuando llegas a comprender que sólo tú la puedes activar, que nadie está capacitado para dártela.

Otro valor muy degradado es la Verdad. Cada día es más notorio cómo la mentira va ganando camino, cómo se utiliza como arma política para golpear al contrario, para ponerle en evidencia ante los ciudadanos, para ganarle. Pero los tiempos que vivimos no permiten que nada que lleve como bandera la mentira triunfe, que las sucias estrategias de los que quieren a cualquier precio poseer el poder consigan sus objetivos y, de esa forma, que todo retroceda a un pasado de triste recuerdo en el que los dictadores se ponían las botas con lo que pertenecía al pueblo, incluso si para ello había que utilizar la fuerza, la violencia.

Estamos ante unas elecciones muy importantes, casi definitivas, y tenemos la responsabilidad de defender las libertades conseguidas y de impedir que la mentira triunfe.
Tenemos la responsabilidad de darles un portazo a todos los que buscan colarse en un gobierno que no se merecen, porque son los mismos “perros” con otros collares, porque no respetan a los seres humanos ni a sus derechos, porque así lo mamaron de sus ancestros y quieren recuperar lo que creen que es suyo.

El Pueblo es soberano, el Pueblo posee el verdadero poder, el Pueblo debe mirar hacia delante y no dar ni un solo paso atrás.

Además, sería muy peligroso para todos enfrentarse al futuro que nos espera con unos gobernantes que niegan el cambio climático, que niegan los derechos de la mujer, que niegan todo aquello que sus limitados cerebros no llegan a comprender.

Votemos en libertad, cada uno desde su visión y comprensión de la realidad que vivimos y de lo que nos espera vivir.

La Madre tierra se ha cansado de ser maltratada. Y cuando se manifieste en toda su intensidad no distinguirá entre ideologías, ni razas, ni religiones.

Para ella todos somos uno, todos somos sus hijos.

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