Qué bonitas, las playas asturianas. Nos gustan con sol y buen tiempo, cuando el mar está azul y tranquilo. Pero también nos gustan grises y nubladas, con el Cantábrico brumoso y fresco. Playas urbanas, cómodas y accesibles. Otras, poco frecuentadas, son un lujo que envidian los que se aglomeran en las costas de otros lugares del país, en plena temporada alta.
Aún tenemos sitios prácticamente vírgenes, calas escondidas de acceso reservado para aquellos afortunados que conocen cómo llegar. Nos gustan los arenales para pasear y también los escarpados bordes de roca, elevados y verticales. Sea como sea, nuestra costa nos encanta. Por eso, queremos que nos dure. Que siga como es: cercana, atractiva, con ese punto salvaje que la diferencia de otros lugares donde las playas han sido domesticadas en virtud de los intereses inmobiliarios que, como hemos visto ya, son pan para hoy y hambre para mañana.
No queremos que eso ocurra aquí. Para eso se protegieron espacios naturales, con la idea de blindar kilómetros de costa y apartarlos de la especulación urbanística, que tantos destrozos irreparables ha causado en los últimos años.
Sólo un 15,6% de nuestra costa está protegido. Greenpeace ha analizado nueve espacios, en siete de los cuales se han encontrado amenazas debidas a la actividad humana.
Sin embargo, y aún con esas medidas, la costa está en peligro. Es lo que recoge el informe “Destrucción a toda costa 2009”, publicado en julio por Greenpeace. Denuncia que siete de los nueve Espacios Naturales Protegidos (EPN) de la Costa Asturiana están en peligro. Hablamos de más de treinta y tres mil viviendas, dos puertos, cuatro polígonos industriales y un campo de golf, obras todas proyectadas en el entorno de supuestos espacios naturales protegidos de la costa.
El informe señala que Asturias es, después de Euskadi, la comunidad autónoma con menos ENP en su litoral. Sólo un 15,6% de nuestra costa está protegido. Greenpeace ha analizado nueve espacios, en siete de los cuales se han encontrado amenazas debidas a la actividad humana. Concejos con nombre propio: Tapia de Casariego, Navia, Cudillero, Castrillón, Corvera, Gozón, Gijón, Parres, Colunga, Llanes y Ribadeo, donde se promueve un urbanismo insostenible sustentado por los ayuntamientos y con la complicidad del Gobierno del Principado. Greenpeace pone ejemplos: desde un desmesurado plan urbanístico en Gozón que amenaza el espacio de la Red Natura 2000 de Cabo Busto-Luanco con la proyección de un campo de golf en el Paisaje Protegido de Cabo Peñas, hasta la ampliación del puerto deportivo y nuevos astilleros en la Ría de Ribadeo.
El informe es duro a la hora de resaltar la dinámica de creación de espacios naturales y normativas ambientales con el propósito de conseguir méritos políticos, una normativa que luego se pasa por alto en el momento en que aparece un conflicto de intereses con proyectos urbanísticos.
Proteger un lugar sobre el papel para seguidamente dejarlo desprotegido sobre el terreno es un desvarío. Esperemos que los regidores locales tengan cordura. Esperemos que el gobierno autonómico proteja el futuro, y no las inversiones puntuales. Y en último término, esperemos que los asturianos, los verdaderos dueños de la tierra, los responsables de la herencia que dejaremos para el futuro, no consientan que unos y otros se repartan lo que es de todos.
Lo dicho, que nos duren. §