La DGT prevé noventa millones de desplazamientos durante este verano. Drones, helicópteros, cámaras de alta definición y agentes vigilan a los conductores que infrinjan las normas al volante. Si bien la seguridad vial es responsabilidad del Ministerio del Interior, también lo es de toda la sociedad. ¿Cómo creemos que conducimos? Y lo más importante, ¿cómo lo hacemos realmente?
Las multas más frecuentes que se imponen a los conductores españoles son, por este orden, el exceso de velocidad, conducir bajo los efectos del alcohol o droga, no respetar las señales de tráfico como un semáforo en rojo, stop o ceda el paso, utilizar el teléfono móvil mientras se conduce, no llevar puesto el cinturón de seguridad o sistema de retención infantil, y no tener los papeles en regla del vehículo (seguro obligatorio o haber pasado la ITV).
En concreto, alerta la DGT, uno de cada cinco accidentes con víctimas está relacionado con la velocidad excesiva, le siguen las distracciones y el alcohol. ¿Somos conscientes de que al saltarnos las normas de tráfico estamos creando una situación de grave riesgo no solo para nosotros, sino también para el resto de personas que circulan por la vía?
El pasado año la app gratuita DriveSmart que analiza el comportamiento del conductor para detectar malos hábitos al volante, y ayudar a mejorar y premiar la buena conducción, elaboró un estudio sobre cómo conducimos los españoles. Uno de cada tres (33%) se consideraba muy buen conductor. Un 32% se describía como bueno, el 23% como excelente y solo uno de cada doscientos españoles se creía malo al volante.
La visión que tenemos de nosotros mismos es altamente positiva, nos consideramos aplicados y conscientes a la hora de conducir cuando la realidad es que se cometen muchos errores, unos por desconocimiento y falta de atención, otros porque se conduce despreocupadamente sin reflexionar acerca de lo importante que es la actividad que estamos realizando y los riesgos que entraña.
Imprudencias en carretera
Conductores hablando por el móvil, consultando un mapa o papeles, programando el GPS, comiendo, bebiendo incluso alcohol, discutiendo acaloradamente con el resto de ocupantes, sin las manos puestas en el volante… todas ellas son conducciones temerarias que observamos en carretera casi de forma habitual
A esta mala praxis hay que sumar otro grupo de riesgo: los mayores. La edad queramos o no, pasa factura y esa no es una variable que tengamos presente para valorar nuestra capacidad a la hora de conducir. A medida que uno se hace mayor procesa más lentamente la información, tarda más en reaccionar ante los imprevistos, se despista, surgen problemas de visión, pérdida de coordinación, de movilidad del cuello…causas todas ellas que acaban provocando muchos accidentes, especialmente en las intersecciones o entrada a las autopistas, o en los golpes por detrás. También es cierto que no se puede generalizar porque depende de las condiciones psicofísicas de cada persona.
“Sin sanción la política de seguridad vial es estéril y esa sanción tiene que tener un valor educativo, para disuadir de cometer determinadas conductas”
En base a las últimas estadísticas de incidentes de tráfico y después de poner el foco en los conductores más jóvenes, la DGT se muestra ahora preocupada por este grupo de conductores mayores de 65 años porque su tasa de siniestralidad es muy superior a la de otros grupos de edades. En el pasado año perdieron la vida cerca de quinientas personas mayores.
Tal y como está ahora la legislación, a partir de los 65 años el carné se renueva cada cinco y la ley permite restricciones a la hora de renovar como ir siempre acompañado, tener retrovisores más grandes, conducir en un radio limitado de kilómetros alrededor del domicilio… No obstante, aún se ve a personas al volante no aptas para conducir, lo que lleva a pensar en la rigurosidad de las pruebas psicotécnicas, un punto sobre el que investiga la propia DGT.
Kamikazes
Un kamikaze es aquel que entra en sentido contrario en una autopista y circula por ella, pero no todos tienen el mismo perfil. Según fuentes de la Guardia Civil de Tráfico lo más habitual en Asturias son personas que se equivocan y entran en sentido contrario sin darse cuenta. De estos despistados, la mayoría son personas de edad avanzada.
El pasado 15 de julio un kamikaze condujo por la A-8 desde Cadavedo hacia Gijón más de cincuenta kilómetros en sentido contrario, a más de doscientos por hora. El conductor murió tras colisionar con dos vehículos. Era el cuarto kamikaze en lo que va de año en las carreteras asturianas, que han dejado tras de sí tres fallecidos y siete heridos.
¿Qué motivaciones hay para este tipo de comportamientos? El asturiano Raimundo García Cuesta, presidente de la Asociación Española de Accidentología Vial (AEAV) asegura que “no hay una sino varias motivaciones. Desde el puro despiste, a la conducta temeraria con absoluto desprecio a la integridad de los demás usuarios de la vía, pasando por la irresponsabilidad de ponerse al volante después de consumir alcohol o drogas. Los condicionantes del hecho en sí, junto a las circunstancias personales del autor, son determinantes para definir esta conducta que suele producirse más en autopistas o autovías pero que también se pueden dar en vías convencionales de doble sentido”.
Circular en sentido contrario, a gran velocidad y eludiendo las posibles salidas, suele responder, según fuentes de la Guardia Civil, a apuestas o motivaciones de tipo personal e incluso suicidas. “Hay estudios que vinculan este tipo de conductas con la agresividad y la violencia que se respira en nuestra sociedad”, apunta García Cuesta. “Lo que está claro es que se realizan con un desprecio manifiesto y absoluto a las más elementales normas de respeto hacia los demás. Van siempre ligadas a un componente de ‘voluntariedad’, aún asumiendo riesgo para ellos mismos e inherentemente para los demás como algo normal.
Para evitar que esto ocurra, me parece fundamental el rechazo social, y ello pasa por la educación y sensibilización”.
Dicen que conducimos como vivimos. El vehículo, al fin y al cabo, es una prolongación de nosotros mismos porque somos quienes lo dirigimos. A veces, incluso llegamos a exteriorizar comportamientos que, fuera de la privacidad que da este habitáculo tan pequeño, serían impensables.
Es responsabilidad de la DGT garantizar la seguridad vial y el descenso del índice de siniestralidad en nuestras carreteras pero, ¿es suficiente la presión policial y judicial para acabar con este drama? Se endurecen las sanciones pero, ¿esto ayuda a cambiar la situación? “Llegado a este punto siempre acabamos hablando de la educación. Es cierto que es la clave de la bóveda de la seguridad vial, pero la experiencia demuestra que sin presión policial y/o judicial, no hay avance. De aquí podemos sacar dos conclusiones -añade García Cuesta -, primero que sin sanción la política de seguridad vial es estéril. Y segundo, que esa sanción tiene que tener un valor educativo, para disuadir de cometer determinadas conductas. Y no vale la disculpa de que ‘eso pudo haberle pasado a cualquiera’. Efectivamente puede pasarle a cualquiera, pero cualquiera que no atienda a las elementales normas de conducta en tráfico, y que no respete a los demás”. Por tanto, tolerancia cero por parte de toda la sociedad civil ante cualquiera de estas conductas. Un vehículo en manos irresponsables puede convertirse en un arma que puede matar. Los demás podemos ser cómplices.