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jueves 25, abril 2024

Aeromodelismo de doble generación

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Carlos Corredoira descubrió muy joven su pasión por el aeromodelismo y con el tiempo esta pasión pasó a ser también la de su hijo Carlos. Ahora, ambos integrantes del Club Ensidesa Castrillón, se enfrascan en la reparación y construcción de aviones en miniatura con los que surcan los cielos asturianos.

La historia de Carlos Corredoira Saavedra y el aeromodelismo se remonta a su infancia, a una época en la que existían escuelas patrocinadas por el Ministerio del Aire donde los niños aprendían a construir sus propios aviones y luego los hacían volar. De aquellas, Carlos estaba en Lugo (su tierra natal). “Empecé con diez años -explica este experimentado constructor de maquetas de aviones-, en esa época había escuelas por toda España y había mucha gente que lo hacía. Te suministraban los materiales, teníamos locales y todo eran facilidades. Empezabas aprendiendo lo básico y con el tiempo ibas aumentando tus conocimientos”. A los once años ya hacía prototipos de veleros, aviones sin motor. Era lo que se llevaba entonces, modelos que solo planeaban. “El primero que hice fue un Pelayo, pero después pasé a una categoría mayor al hacer un Baby”, explica el lucense.

El aeropuerto de Lugo, en Lavacolla, era el escenario de juego para probar aquellos aviones. El motor llegaría años más tarde y con él la modalidad de vuelo circular, “empezó en mi época, este vuelo era con dos cables y dabas vueltas en círculo, haciendo figuras con el avión”.
Tras una estancia de años en Bruselas, Carlos regresó a España y se asentó en Avilés donde empezó a desarrollar una faceta formadora con jóvenes que querían aprender, en el Instituto Carreño Miranda. Fue entonces cuando conoció el Club de Aeromodelismo de Ensidesa, en el que sigue participando junto con su hijo. “Cuando llegué no sabían mucho de aeromodelismo y yo fui quien los ilustró”.

Su hijo Carlos C. Chamorro nació en Bruselas pero llegó a Asturias con tan poca edad que se siente asturiano de pura cepa. Creció rodeado de aviones, así que imposible resistirse a esta afición, más aún cuando era su padre el principal impulsor. “Él se apuntó al club de joven, pero luego por cuestiones laborales lo dejó -explica su progenitor-. Estuvo fuera varios años y lo retomó siendo mayor cuando le regalé un helicóptero de foam. Ahí le entró el bichito otra vez, y desde entonces ya no paró, tanto que ahora él es peor que yo.”

“Empecé con diez años en esa época había escuelas por toda España y había mucha gente que lo hacía. Te suministraban los materiales, teníamos locales y todo eran facilidades. Empezabas aprendiendo lo básico y con el tiempo ibas aumentando tus conocimientos” (Carlos padre)

https://fusionasturias.com/otras-secciones/arte-y-museos/aeromodelismo-de-doble-generacion.htm Aeromodelismo de doble generaciónAhora ambos trabajan juntos construyendo aviones pero también reparándolos, una tarea que hacen con gusto para ayudar a los amigos integrantes del Club castrillonense. “A veces, después de las exhibiciones, nos llegan aviones destrozados completamente y tras el arreglo salen volando igual o mejor que al principio”-añade orgulloso el octogenario constructor.
Algunos de los modelos que tienen ahora para reparar provienen de las últimas quedadas en las que ha participado el Club, en Francia y Santander. Los aeromodelos, gracias a esta dedicación, disfrutan de una segunda, tercera o cuarta vida, “se puede reparar casi todo, salvo algo que venga hecho añicos totalmente, pero si tenemos partes grandes que se puedan unir o reconstruir se puede arreglar. Luego pesará más porque lleva más pegamento -explica Carlos hijo, que aprendió la técnica con su padre-. Los que sabemos reparar los aviones somos mi padre y yo, los demás compañeros del Club tienen menos conocimientos, así que aunque ellos también colaboran, la parte mayor de la reparación recae sobre nosotros”.

A la vista tienen un próximo reto. Cuando hayan terminado con las reparaciones, ambos quieren empezar a construir un macro modelo, la maqueta de un Pelayo. “Mi padre tenía ganas de hacer un avión de los de antes pero ahora en escala superior, de casi tres metros. En cuanto acabemos las reparaciones y nuestros amigos marchen contentos empezaremos con este proyecto”. Carlos padre coge el relevo y añade que “se trata de un velero de ala alta, muy noble para volar. Tenemos el plano hecho desde que comenzó la pandemia, pero no pudimos meternos en él”.

Ahora ambos trabajan juntos construyendo aviones pero también reparándolos, una tarea que hacen con gusto para ayudar a los amigos integrantes del Club de Aeromodelismo Ensidesa Castrillón, al que pertenecen.

Los Corredoira ya no son solo padre e hijo, sino colegas en una afición que les ha llevado a hacer vuelos por escenarios de toda España. “La experiencia de trabajar con mi padre es muy buena. Él fue quien me enseñó a construir, aunque a veces también discutimos porque vemos lo mismo pero desde diferentes ángulos. Ahora hay nuevos materiales, nuevos pegamentos y a veces ocurre que yo utilizo un pegamento de los que ahora pegan en 5 minutos mientras qué él prefiere otro y dejar secar la pieza durante el resto del día”.

Carlos padre reconoce que experimenta cierta añoranza de los primeros tiempos. Entonces, en su casa reinaba el olor a pegamento y el espacio para guardar las maquetas era un bien preciado. “Antes trabajábamos con materiales nobles y todo era completamente distinto. En aquella época ibas a un concurso, se te rompía el avión y tenías que arreglarlo en el hotel para poder seguir concursando. Ahora es verdad que los materiales nos dan muchas más facilidades”.
Al vivir en Avilés le tocaba hacer la mili en Marina o en Caballería, pero pudo entrar en el ejército del Aire gracias a su título de aeromodelista. En el aeropuerto de Villanubla se concentraban habitualmente varios jóvenes que como él tenían el título y pasión por los aviones. “Del aeromodelismo ha salido mucha gente para la aviación civil -explica-, de nuestro Club varios pilotos de ultraligeros”.

Modelo DC-3 en construcción, en el local municipal que utiliza el Club Ensidesa Castrillón, en Arnao.
Modelo DC-3 en construcción, en el local municipal que utiliza el Club Ensidesa Castrillón, en Arnao.

La fusión de los conocimientos de toda la vida con técnicas y materiales más innovadores les está permitiendo a ambos cumplir algunos de sus sueños en cuestión de aeronáutica. Han construido juntos muchos aviones pero Carlos padre se siente especialmente orgulloso de un DC-3, un avión legendario de la Segunda Guerra Mundial, “que vuela muy bien”. Ellos continúan trabajando la madera para hacer todo tipo de aviones, aunque poco a poco empieza a extenderse el uso de la fibra de carbono, “aquí en España empiezan a verse cada vez más aviones a reacción, que son todo fibra, -explica el más joven de los Corredoira-. Nosotros lo podríamos hacer, pero eso lleva una elaboración enorme porque hay que hacer moldes, preparar las fibras y ajustarlas, algo que se suele hacer en fábricas”.

La tarea de pilotar los aeromodelos recae sobre él. La pérdida de vista ha contribuido a que su progenitor de 83 años ya no tenga intención de hacerlos volar, aunque eso no le impida sentir la emoción del primer estreno de cada trabajo. Una vez que los modelos salen del taller que les cede el Ayuntamiento al Club en Arnao el siguiente paso es probarlo en una pista a las afueras de San Martín de Podes. “La verdad es que a mí siempre me volaron todos, desde el principio -explica Carlos padre-, esto te da confianza. Pero aun así cuando vamos por primera vez con uno siempre piensas que pasará, cómo lo hará, porque cada modelo es distinto. Varían en la forma de hacerlo y a veces hay que hacer correcciones, ponerle más peso en el morro, lastrándolo con plomo”.

Los Corredoira ya no son solo padre e hijo, sino colegas en una afición que les ha llevado a hacer vuelos por escenarios de toda España.

Tanto en radiocontrol como en vuelo circular se requiere mucha pericia y práctica para pilotar los aeromodelos. Su hijo es todo un experto y es posible verle tanto a los mandos de aviones como de helicópteros de los que también es un gran aficionado, aunque en este caso la construcción es diferente. “En realidad, los helicópteros solo los montamos, compramos las piezas construidas y luego se ensamblan porque a diferencia de los aviones la estructura es metálica. Es mucho más difícil, tienes que utilizar unas herramientas muy específicas, mientras que la madera siempre la puedes cortar y pegar”.

Ya se han recorrido media España con sus prototipos, participando en todo tipo de competiciones, aunque la pandemia ha dificultado la organización de muchas de las exhibiciones y competiciones. Las restricciones sociales aparejadas a la Covid 19 han afectado profundamente al sector del aeromodelismo, que en estos últimos tiempos ha visto muy reducida su actividad exterior. Muchas de las exhibiciones que se venían realizando por todo el país han sido ahora sustituidas por quedadas organizadas desde un ámbito más familiar.

“Ya no es posible continuar como antes por todo lo que piden -explica Carlos hijo-. Es necesaria la presencia de ambulancias, bomberos y exigen unas medidas en la pista difíciles de conseguir. Así que ahora, cuando queremos juntarnos, quedamos por Whatsapp o por teléfono, avisamos a familiares, amigos del trabajo, etc., ya no es como antes”. El principal problema que plantea esta situación es la menor visibilidad de un hobby que cada vez cuenta con menos seguidores, y que además no es barato. “Ahora con todas las restricciones tienes que estar afiliado a un Club, estar federado, registrado en AENA y tener un número de piloto en AESA, un montón de cosas, mientras que otras personas cogen un balón o una raqueta de tenis y se van a jugar. Están ahogando al aeromodelismo, en las generaciones próximas lo practicarán cuatro”.

En las quedadas organizadas es posible encontrar todo tipo de aeromodelos. Pueden compartir la misma pista avionetas Timber, helicópteros o aviones de la Segunda Guerra Mundial.

En estas quedadas organizadas es posible encontrar todo tipo de réplicas de aviones, desde los más sencillos confeccionados con corcho hasta los que se pilotan por radiocontrol. Pueden compartir la misma pista avionetas Timber, helicópteros, aviones de distintas nacionalidades de la Segunda Guerra Mundial… Los principiantes se inician con modelos de corcho, prototipos básicos que se pueden comprar en tienda o encargar por Internet. El salto a la madera es para los aeromodelistas más concienzudos, los manitas de las manualidades que consiguen recrear a la perfección cada detalle en la maqueta.

En opinión del piloto, al aeromodelismo en España todavía le queda mucho recorrido para alcanzar a potencias mundiales como EEUU, Austria, Alemania, Suiza o Francia, países con mayor poder adquisitivo. Algunos sudamericanos como Chile y Argentina tampoco se quedan atrás, aunque son los países europeos del Este los especialistas en aviones ligeros, que utilizan la fibra de carbono. “Estos países años atrás no pudieron evolucionar en electrónica por una cuestión económica, pero sí lo hicieron en el material de las fibras y ahora cuando la gente quiere comprar para competición lo hace en Polonia o lo que es ahora la antigua Checoslovaquia. En cuestión de competición, son la élite en el carbono”.

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1 COMENTARIO
  1. Que bonito ver trabajar juntos a un padre y a un hijo. Transmitir de generación en generación cosas tan bonitas y valores como los que se dejan caer en esta magnífica entrevista.
    Enhorabuena a la revista por dar visibilidad a historias tan bonitas y a este padre e hijo por su entrega.

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