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jueves 26, junio 2025

M Pardo Couture, sinónimo de arte

Fusión Asturias
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Fusión Asturias somos un equipo de mujeres enamoradas de Asturias y con una mochila común llena de ilusión, entusiasmo, ganas de descubrir y fuerza a raudales para llevar a cabo todas nuestras ideas.

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Marta Pardo, más conocida como M Pardo Couture, se define a sí misma como “creadora creativa” y tanto sus tiaras como sus coronas, vestidos, corsés o tutús son un derroche de imaginación que llevan detrás no sólo muchas horas de trabajo, sino un nivel de creatividad, implicación y perfección propia de una cabeza que sabe soñar y de unas manos que han aprendido a interpretar los sueños.

Una de las grandes pasiones de Marta es el ballet. Pero, como ella misma dice, llegó tarde para ser bailarina. Así que optó por dedicarse a su otro sueño: crear cosas con las manos. Comenzó por un corsé victoriano. Después llegaron trajes de inspiración histórica, tutús y una tiara de ballet pensada para el personaje de Gamzatti (La bayadère) que fue la verdadera culpable de que todo empezase a crecer y sus trabajos llegasen a mucha gente. Empezó a recibir pedidos y sus piezas de alambrismo con cristales y gemas son, a día de hoy, parte de la vida y de los momentos felices de muchas personas. No hace falta mucho tiempo ni ver muchas de las cosas que hace Marta para darse cuenta de que nada en sus trabajos es porque sí. Dice que las piezas le hablan, le gritan lo que quieren ser y ha aprendido que, eso que para muchos podría ser locura, para ella es una manera de entender la vida, de verla con ojos libres y de formar parte de momentos únicos de la gente que acude a ella.

-¿Cómo se inicia alguien en este tipo de arte?
-Antes trabajé de otras cosas y esto lo tenía como un hobby que me gustaba y con el que me sacaba unas pelillas. Yo siempre quise ser bailarina, pero se me hizo tarde así que pensé: ¿Cuál es mi otro sueño? Crear cosas con las manos. Como dice una amiga mía, soñar con las manos. Dice que soy más inteligente con las manos que con la cabeza.
La cosa empezó a moverse y fue como una bola de nieve que, al final, se hizo grande. La tienda está abierta desde 2011 y, al principio, era mucho más duro. Realmente no me la tomé en serio hasta 2019. Empezó a funcionar con una tiara de ballet que, en principio, hice para mí. De aquella, tenía un blog en una plataforma de artistas que ni siquiera era de diseño. Subí una foto y me empezaron a llegar e-mails de gente que quería una réplica. A día de hoy, es una de mis piezas más vendidas de ballet. Hice otros diseños que empezaron a funcionar y la gente comenzó a preguntarme si no haría tiaras de fantasía. Tiro más hacia esta rama porque me permite soñar y ser más creativa y jugar.

-¿Cuáles fueron tus primeras obras?
-Las primeras cosas que yo cosí para mí eran corsés. Con diecinueve años empecé a tomarme carnaval muy en serio. En verano ya empezaba a hacerme los trajes pensando en lo que me iba a poner. También me hacía trajes para bailar y una cosa fue llamando a la otra. Empecé a hacer corsetería a título personal porque en Oviedo era imposible encontrar lo que yo quería. Decidí aprender y hacérmela como a mí me diese la gana. Hubo gente que me empezó a preguntar si también lo haría para los demás y, actualmente, en Oviedo hay varias personas que tienen corsés míos. Yo abogo por la corsetería a medida. No me gusta nada el concepto de “talla estándar” porque es una mentira. Creo que todos hemos comprobado que en una tienda eres la talla A y en otra la Y. Tiene que ser una cosa a medida porque tiene que apretar en los sitios apropiados en base a las proporciones de la persona. Un corsé es más difícil de vender que una pieza que tú te pones en la cabeza y prácticamente la misma talla le vale a todo el mundo.

-¿Qué encuentras en ese tipo de arte?
-Que te lo puedes poner. Una pintura la cuelgas en una pared y la puedes visualizar y disfrutar de otra manera, pero la ropa la puedes disfrutar a diario por la calle. Es algo que no se considera arte, aunque para mí sí lo es. Las pasarelas de los grandes diseñadores de los 70, 80 y 90, eran verdaderas fantasías. Te las podías poner, aunque no un martes para ir a por el pan. No vas a usar una tiara para ir al súper, aunque sí conozco gente que se las pone de manera regular. Sobre todo, en Madrid o Barcelona porque aquí es todo un poco más discreto. En las grandes ciudades, donde no se te juzga tanto por tu aspecto, hay mucha más libertad para jugar y experimentar con la estética.

«Lo último que saqué son tiaras en plan griego, con hojitas doradas, perlas naturales… y las referencias fueron Gladiator y Troya. Necesitaba crear cosas con materiales que tengo en casa, con esta inspiración, y que la gente se pudiera permitir»

-Detrás de todo eso, ¿cuántas horas de trabajo hay?
-Depende de la pieza y también de mi propia experiencia. Tengo algunas que nacieron siendo recortes de cosas. Me da lástima que se echen a perder y los reciclo. Ahora, son piezas que están en catálogo y que hago a propósito. La pieza me pide lo que quiere ser. Otras veces, tengo clientas que vienen con una idea concreta y un presupuesto. En esos casos, diseñamos a partir de la referencia que me mandan y lo adaptamos a lo que se pueden permitir. Y, otras, lanzo mini colecciones en base a lo que me apetece. Por ejemplo, lo último que saqué es una cosa pequeña que necesitaba quitármela de la cabeza: tiaras en plan griego, con hojitas doradas, perlas naturales… y las referencias fueron Gladiator y Troya. Necesitaba crear cosas con materiales que tengo en casa, con esta inspiración, y que la gente se pudiera permitir. Tengo que trabajar teniendo esto en cuenta porque puedo realizar verdaderas fantasías en las que esté un mes trabajando y que la pieza valga mil euros, pero no todo el mundo tiene ese dinero para gastárselo en una corona que se va a poner dos veces en su vida.

-¿Qué es lo que marca la diferencia?
-Es muy fácil caer en la trampa de acabar haciendo lo que hace todo el mundo. Te inspiras en lo mismo y no puedes acabar ahí. Entonces hay veces que lanzo una colección estática que son piezas exclusivas, piezas únicas que no tengo intención de repetir. Ahí tiro de lo que a mí me gusta y no pienso en las horas que me va a llevar, ni en los materiales que voy va a gastar. Lo hago y luego ya calculo. Si te coartas poniéndote una cifra tope, al final, estás pensando en lo que quieren los demás y no en lo que quieres tú, ya no estás creando como artista sino como mercader. Es cierto que es una dicotomía con la que tengo que trabajar todos los días. No quiero olvidarme de que tengo una imaginación que quiero explotar y si trabajo con cifras estoy poniéndome cortapisas. Soy una creativa/artista.

Colección Maleficarium. Bolero, chaqueta de reina malvada, steampunk gótico, traje de villano. Obra de M Pardo Couture
Colección Maleficarium.

«No quiero olvidarme de que tengo una imaginación que quiero explotar. Si trabajo con cifras estoy poniéndome cortapisas. Soy una creativa/artista»

-¿Qué activa la necesidad de ponerte manos a la obra?
-La urgencia de hacer lo que tengo en la cabeza. Es una necesidad natural. La colección que estoy preparando ahora quería hacerla pensando en Halloween, pero no sé si me va a dar tiempo, así que igual hago algo intermedio porque lo otro es algo en lo que me quiero deleitar. Cuando hice “Las novias de Drácula”, se me quedaron en el tintero un par de ideas, entre ellas un vestido. Tengo la corona para él mirándome desde la estantería y parece que me pregunta todos los días: “¡Qué!, ¿para cuándo?” La verdad es que las ideas siempre están. Tengo libretas enteras llenas de dibujos. Es una cosa acumulativa. Cuantos más años vivo, más cosas quiero hacer, porque más ideas llegan que me inspiran. Este concepto que estoy trabajando ahora y con el que llevo dos años, saldrá en algún momento. Lleva mucho tiempo esperando por mí y no lo puedo seguir dejando porque necesito sacar esta idea adelante. Es como cuando escribes una lista de tareas para que no se te olvide nada. Bueno, pues mi lista de tareas es hacer las cosas para poder empezar de cero otras.

-¿El espacio que deja en tu cabeza una idea realizada, automáticamente, se llena con otra?
-Es excitante y terrible al mismo tiempo. Maravilloso y tortuoso. Es el resumen de la vida de una persona que no para. Además, tengo ansiedad, cosa que tampoco ayuda mucho. Me apasiona cuando veo la pieza terminada y metida en un contexto porque, cuando me vuelvo loca y hago cosas, trabajo con un concepto completo. Esto me lleva a hacer fotos para mostrarlo de la manera más apropiada posible y ya no sólo es ese momento en que estás disfrutando haciéndolas, sino que te das cuenta de que has conseguido sacarte una idea de la cabeza y convertirla en algo tangible. Luego, el otro momentazo es cuando llega alguien y lo compra. ¡Eso ya es una fantasía! Me emociona mucho y siempre suelto alguna lagrimilla cuando leo las reseñas que me deja alguna novia o cualquier otra persona. Tengo clientes desde hace varios años que me piden cosas loquísimas y que luego me dejan reseñas sorpresa en las que puntúan con cinco estrellas, me dicen que el trato ha sido maravilloso, que la pieza está increíblemente terminada con un nivel de detalle fabuloso y que soy 100% recomendable. Eso ya es satisfacción por partida triple.

«Para mí no solamente es lo que ganes económicamente, sino lo que te da a nivel emocional. Ayudas a una persona a realizar un sueño y eso es una maravilla»

-¿Hay algún momento de todo el proceso creativo que disfrutes de manera especial?
-Creo que me gustan todos. Sacar una idea que está en el éter y poder llevarla a la realidad, disfrutar mientras la estás haciendo y el momento en el que, por fin, la completas. Después, el hacerle fotos, mostrársela a la gente para que también la puedan ver y, el final, que es cuando la persona la recibe y la disfruta. Para mí no solamente es lo que ganes económicamente, sino lo que te da a nivel emocional. Ayudas a una persona a realizar un sueño y eso es una maravilla. Son cosas que forman parte de momentos históricos de su vida: una novia en el día de su boda, un artista en la representación de su obra en un teatro… Formas parte de ese punto culmen en el que ellos son tremendamente felices. Es algo de lo que me empecé a dar cuenta hace pocos años. Me dije: ¡madre mía!, estoy colaborando en que la gente tenga recuerdos. Verdaderamente, estoy impactando en la vida de la gente. Es una cosa muy loca que te da algo de vértigo y también mucha satisfacción.

-Saber eso, ¿te pesa o te motiva?
-Es una responsabilidad. Tengo compañeras del gremio que me han comentado que trabajaban con novias y que ya no quieren porque son muy complicadas y perfeccionistas. La realidad es que hay personas que son más difíciles y otras más agradecidas, flexibles y comprensivas. Depende de la persona, pero, la verdad, yo nunca he tenido malas experiencias con novias. Unas han sido muy correctas y otras que son mucho más expresivas y te dicen que justo es la idea que tenían, que les combina superbien con el vestido y que es exactamente lo que buscaban. Al final, acertamos las dos: ella escogiéndome y confiando en mí y yo consiguiendo sacar de su cabeza lo que ella tenía y también cooperando con mi propia imaginación. Hay un montón de diálogo, mucho intercambio de imágenes y referencias. Yo tengo que saber qué es lo que ellas esperan y ellas tienen que saber lo que yo les puedo ofrecer. Lo primero, que conozca mi estilo porque yo tengo una serie de limitaciones y puedo intentar hacer cosas, pero siempre voy a ser muy clara con la persona. Si veo que no voy a poder hacer lo que quiere, le ofrezco alternativas y puede aceptarlo o no. Tenemos que coordinarnos, unificar criterios y todo esto implica una gran labor de comunicación.

«Cuantos más años vivo, más cosas quiero hacer, porque más ideas llegan que me inspiran»

-¿Cómo es eso de que “el material me pide lo que quiere ser”?
-Ahora mismo estoy trabajando en una de mis tiaras best-seller. Es una cosa muy sencillita: una diadema con cuatro lunas y estrellitas. Esta idea, originalmente, me la pidió una novia. Quería una tiara que tuviese algo similar a cinco picos hacia arriba. No quería algo demasiado elaborado y así se la hice. Siempre que realizo cosas nuevas, guardo la estructura básica y, a menudo, las aprovecho para hacer piezas nuevas o reinterpretaciones. Me quedé con la idea de esa tiara y a mí, el espacio entre esos picos, me gritaba que le metiese unas medias lunas hacia arriba. Así lo hice y fue un bombazo. Ahora que la tengo delante, la veo así y me doy cuenta de que tiene toda la lógica del mundo y que queda genial. A esto es a lo que me refiero cuando digo que me grita y me dice a la cara lo que quiere.

-¿A quién escuchas más: al ángel de la creatividad o al demonio del autoboicot?
-Hay veces que todo lo que hago me gusta y quiero hacer más y otras en las que no se me ocurre nada. Va por temporadas… Si estoy preocupada, pasando una mala época o enferma, me cuesta más.
Por ejemplo, ahora, estoy en un momento en el que me piden muchas cosas y me suele pasar que, cuantas más cosas tengo en la agenda, más ideas se me ocurren. Soy de la mentalidad de que las musas te tienen que encontrar trabajando. Hay días que no te apetece nada ponerte a hacer cosas y me tengo que obligar. Además, siendo autónoma, todo depende de ti y sí o sí tienes que sacar cosas porque, sino, no cobras. Muchas veces me obligo a mí misma a no pensar esto porque si no me hundo en la miseria. Me agobio en el sentido de que todo lo que hago tiene que agradar y esto sí que es una lucha constante. Sobre todo, estando en redes porque son muy crueles y totalmente imprevisibles.

«Soy de la mentalidad de que las musas te tienen que encontrar trabajando. Hay días que no te apetece nada ponerte a hacer cosas y me tengo que obligar»

-¿Cómo llevas el tema de la presión?
-Estoy aprendiendo a gestionarlo. Considero que estoy en el proceso de desarrollar callo para no gustarle a todo el mundo. A veces me viene un cliente con una idea y sé positivamente que le va a gustar a mucha gente. Pero hay otras veces, sobre todo cuando trabajo con cosas para mi propia creatividad y disfrute, en las que no pienso si le va a gustar a la gente o no. A mis piezas más locas, las que más deseo hacer, me lanzo con toda la ilusión. Supongo que es algo que nos pasa a todos los artistas. Lo que tienes que hacer es hablar con tu arte, hacer lo que te pide el cuerpo y lanzarte a la aventura. Y, si gustas, muy bien y, sino, pues ya lo harás en otro momento. Es imposible hacer coincidir a todo el mundo ni puedes pretender ser la reina de todo.

-¿Cuándo das por concluida una pieza?
-A veces no tiene fin y se lo fuerzas tú. Hay momentos en los que más vale ponerle un punto final a seguir trabajando en ello porque, al final, corres el riesgo de cargártelo. Por eso, a no ser que tenga una idea muy clara en la cabeza, procuro hacer antes diseños en papel. Bocetos. Es mucho más sencillo si hay una imagen a la que tú te puedas agarrar. También es más fácil dar por terminado algo si tienes un diseño que te sirva de guía. Si no tienes un plan de acción es muy difícil porque puedes echar horas y horas o malgastar materiales intentando desarrollar una idea y no llegando a ninguna conclusión. Para eso tiras de papel que es mucho más barato y ves cómo queda.

«Lo que tienes que hacer es hablar con tu arte, hacer lo que te pide el cuerpo y lanzarte a la aventura»

-¿Me explicas cómo se sueña o se piensa con las manos?
-Creo que todos los trabajos manuales son bastante meditativos. Cuando ya tienes un plan de acción, te dejan la mente libre para pensar en otras cosas y divagar. Puedes estar disfrutando de lo que estás haciendo y, al mismo, tiempo pensando o imaginándote eso de otra manera o en otro contexto. A menudo, tengo 800 post-its, agendas, libretas, un montón de papelinos con ideas de guiones que se me ocurren o de diseños que me surgen sobre la marcha. Tengo las manos ocupadas, pero la cabeza, entre comillas, está libre. Mis manos piensan y mi cabeza sueña despierta con otras cosas. También es verdad que puede llegar a ser un poco estresante vivir en mi cabeza, por eso procuro tenerlo todo apuntado. Yo creo que esto le pasa a cualquier artista o persona que haga algo creativo con las manos. Al final, estás desarrollando un sueño, una idea que se te ha ocurrido. Y no tiene que ser necesariamente en la rama artística. Yo siempre digo que todo lleva el mismo proceso. Por ejemplo, la gente que diseña las baldosas de la calle, el dibujo de los ladrillos, los tendales o las macetas. Toda esa gente ha tenido un proceso creativo por el que transcurrir hasta llegar al producto final. Con esto quiero decir que el concepto de arte es muy amplio y pasa por todo lo que sea fruto de la imaginación humana. A mí me parece que es una forma de vivir.

-¿Ampliamos el concepto arte?
-¡Que me digan no! ¿Los artistas son sólo los que pintan, los que hacen esculturas o los que actúan en el teatro? ¡Para nada! Un artista también es el que está cortando ventanas en un taller porque lo hace con toda la perfección de la que es capaz. Si me apuras hasta lo pienso de las cosas seriadas, porque alguien hizo el patrón para elaborar la primera pieza, lo tuvo que pensar y también existió un ingeniero que hizo las máquinas que las están elaborando.

«Actualmente vivimos en un sistema capitalista basado principalmente en el intercambio de dinero, pero el valor emocional de las piezas es incalculable»

Corsé elaborado por M Pardo Couture.
Foto: Euliser Polanco. Modelo: Marta Pardo

-¿Cómo llevas la exposición que supone estar en redes sociales?
-A menudo digo que las redes son desagradecidas. No sólo en el sentido estético o de generar rendimiento sino en que desvirtúan el trabajo que hay detrás de las cosas. Esto es algo que, de vez en cuando, procuro mencionarlo para que el discurso vaya calando. La gente ve tu trabajo y dice, ¡qué caro! El año pasado hice un reel que funcionó muy bien hablando sobre este tema. Pensé que me iban a llover todos los hates del mundo porque, además, respondía a un comentario que escogí al azar entre miles de los que me han caído a lo largo de los años, en el que alguien decía que la pieza era muy bonita, pero que costaba cuatrocientos euros. Lo primero que hice fue mirar a cámara y decir que cuatrocientos euros es lo que pago yo por poder trabajar en mi país. A partir de ahí, desarrollé toda la idea. No es que sea caro, es que hay un montón de trabajo detrás. Tú no sólo estás pagando por la pieza. Estás pagando los impuestos, los materiales que se emplean y por una idea que se me ocurrió a mí y a nadie más y que estoy elaborando con mis manos en la España de 2025. Con lo que esto conlleva de años de experiencia, cantidad de materiales usados en las pruebas, horas de ensayo y error, el esfuerzo, el llanto, el sudor y, a veces, la sangre, dicho de manera literal.

-¿Se entendió o te llovieron las críticas?
-Me hizo mucha ilusión porque mucha gente lo apoyó y compartió. Esto es ya una cruzada personal paralela a mi trabajo como creativa. Hay que educar a la gente en que el arte no es sólo una necesidad, cada artista le pone el precio que considera porque tiene que tener uno. Actualmente vivimos en un sistema capitalista basado principalmente en el intercambio de dinero, pero el valor emocional de las piezas es incalculable. Hay que entender las cosas dentro del contexto en el que se producen. Ahora mismo, la gente está muy mal acostumbrada porque se van a una tienda de la cadena X y se compran un vestido, por ejemplo, por cincuenta euros. Resulta que, tal vez yo, les vendo otro del mismo estilo por quinientos pero la cuestión es: ¿quién lo ha diseñado?, ¿quién lo ha hecho?, ¿cuánta más gente lo tiene?

-¿No se dijo siempre que la artesanía tiene el valor añadido de lo único?
-Esta es otra de las cosas que tengo por ahí en el tintero y que en algún momento sacaré porque ya es una necesidad. No me gusta cuando la gente compara, por ejemplo, una pieza mía con otra que puedes encontrar en la tienda X donde hay 800 copias que ha hecho un niño indio en unas condiciones infrahumanas. ¿Qué es lo que estás apoyando ahí?
Es bueno recordar que las cosas deben tener el precio de un trabajo ético hecho, además, en mi caso, en Europa, que tiene sus impuestos, sus historias legales y su nivel de vida. Ahora mismo, tal y como está todo, necesitas un sueldo mínimo para vivir y es el que es; yo no quiero ser mileurista, pero tampoco me quiero hacer rica con esto. Con que me dé para vivir y ahorrar un poco, estoy satisfecha. Evidentemente, no me voy a menospreciar y tengo que ser una buena jefa conmigo misma, la dignidad humana y laboral tiene que cumplirse y pasa por ahí. Por supuesto que me parece bien que alguien no esté dispuesto a pagarlo, tú decides lo que haces con tu dinero. Lo que yo ofrezco es un servicio de lujo y, si lo quieres, prepárate para pagar el precio que tiene. Tenemos que acostumbrarnos a que sea así porque, realmente, es como es.

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