El primer museo de Avilés lo es por partida doble: pertenece a la ciudad y trata sobre ella. 9.000 visitas en el mes de apertura dicen mucho del éxito de esta fórmula, gracias a un museo lleno de contenido, que va más allá de las paredes físicas de su edificio.
Quedamos para ver el Museo una tarde de primavera. El Sol, que tan esquivo ha estado últimamente, ha decidido hacer acto de presencia y es adecuadamente celebrado por los paseantes. Es lo ideal, pero tampoco pasa nada: el lugar que nos ocupa está en la Ferrería, la calle que guarda más vestigios del Avilés original, convenientemente porticada por los avilesinos, que sabían perfectamente lo que se hacían. La calle permitía cruzar de puerta a puerta una muralla que ya no existe, pero en uno de sus extremos se encuentra el lugar escogido para contar la historia de la ciudad. Aquí está la antigua Iglesia de San Nicolás, hoy de los Padres Franciscanos: es el lugar donde, hace unos mil años, nació Avilés. Y justo enfrente se levanta un pequeño edificio de nueva construcción, diseñado ya con el objetivo de albergar este museo, que se adapta claramente a las necesidades de la muestra. Cuenta por ejemplo con un mirador volado sobre la calle, que integra la iglesia en el recorrido como si fuera una pieza más del museo. Lo hace además combinado con una animación en 3D que permite viajar por el tiempo y detenerse en el edificio tal y como era en diferentes épocas históricas. Viejo y nuevo. Dentro y fuera. Son las constantes que se van encontrando a lo largo de la visita.
Pero eso será cuando entremos, y para ello hemos conseguido unos guías de excepción. Los hermanos De La Madrid, Vidal y Juan Carlos, son los responsables del planteamiento y el contenido de este museo,. Ambos comparten profesión -son historiadores- y una pasión: Avilés. De modo que, además de ser el primer museo público de titularidad municipal, éste es un proyecto personal de los dos hermanos. ¿Cómo lo han conseguido? “Con mucha suerte y mucho tiempo”, se ríe Juan Carlos “porque tanto Vidal como yo llevamos más de veinticinco años trabajando en cosas diversas, pero siempre tenemos en la recámara un libro, un estudio, algo sobre Avilés. Después de todo ese tiempo casi teníamos el discurso elaborado en la cabeza, así que cuando nos llamaron para ver qué se nos ocurría, pensamos en esto”.
La ría, el hilo conductor de esta exposición, está presente en todos los pisos: no se concibe la ciudad sin ella.
La ciudad por dentro. Para entrar en el Museo sólo hay que dar las buenas tardes: la entrada es gratuita. El recorrido está planteado de arriba a abajo, de modo que partimos del tercer piso para acceder a una pequeña presentación con piezas que representan las etapas principales de la historia avilesina: la villa medieval, la villa moderna, la ciudad burguesa y la ciudad industrial. Una pequeña sorpresa, además, insiste en ese concepto de viejo y nuevo: la ubicación permite gozar de unas vistas únicas, que aúnan la vieja iglesia con el nuevo edificio del Centro Niemeyer, al otro lado de la ría.
Y precisamente es la ría el hilo conductor de esta exposición, está presente en todos los pisos: no se concibe la ciudad sin ella, según explica Juan Carlos . “Son como la gallina y el huevo, desde luego Avilés nació porque pudo ser un puerto, y todo lo que vino después fue una simbiosis entre los habitantes y su entorno. Nosotros tenemos escrito que la ría es patrimonio histórico, además de patrimonio natural. Sin ella no se puede explicar la historia de la ciudad”.
El planteamiento del museo es para todos los públicos y para todos los niveles. “Hemos buscado hacer un museo de contenidos”, cuenta Vidal. “De modo que si quieres pararte a leer o escuchar los contenidos, puedes hacerlo; si quieres más información, nosotros la proporcionamos hasta donde quieras saber. Y si simplemente vienes a pasear, el museo también lo permite, porque siempre te vas a quedar con algo”. Para ello hay muchos elementos visuales, piezas originales, reproducciones, contenidos multimedia, códigos QR, pantallas táctiles, que siempre van acompañadas de algo más antiguo -un teatrillo del siglo XVIII, una ruleta estilo Las Vegas- para mantener esa dicotomía de viejo y nuevo que se repite continuamente.
Es un museo informal, ameno y divertido. “En realidad es un esquema muy clásico -describe Juan Carlos-. El museo es el lugar donde viven las musas, pero hay algunos donde te aburres mucho. Nosotros hemos procurado que las musas vengan al menos a dormir, porque sabemos que salen mucho. Por eso, aunque paran por aquí en algún momento, en realidad hay que salir a buscarlas por la ciudad”. Esta metáfora describe perfectamente el concepto básico, en un eslogan acuñado por los hermanos: Avilés es un museo. Y ciertamente la visita anima a recorrer luego los distintos lugares en vivo, ya que puede uno situarlos en el mapa y organizar la ruta según sus intereses.
El Museo se encuentra frente a la antigua Iglesia de San Nicolás, lugar donde nació la ciudad de Avilés.
La ciudad cambiante. Paseando por la muestra, es fácil imaginar que hay dos tipos básicos de visitante: el que es de Avilés, y el que no. El primero descubre una visión inédita de su ciudad, y el segundo puede tomar el museo a modo de centro de interpretación, conociendo las claves básicas para disfrutar de la visita en condiciones. “Y últimamente ha surgido un tercer tipo, que es la visita mixta”, apostilla Vidal. “Yo ya he visto a gente de Avilés que acompaña a gente de fuera y les explica el Museo, porque ellos ya habían estado aquí previamente. Eso sí puede ser un síntoma de cambio, o de cierto orgullo sobre el patrimonio avilesino”.
Ese cambio de percepción es fundamental, en una ciudad que tradicionalmente ha tenido “mala fama”. En el imaginario colectivo más reciente, Avilés es todavía ese lugar industrial, que en los años setenta ostentaba el dudoso honor de ser la segunda ciudad con más enfermedades respiratorias de Europa. “Para mucha gente Avilés era una fábrica, la industria había devorado la ciudad -describe Juan Carlos-. Y cuando desapareció la fábrica se pensó que la ciudad también desaparecería, pero resulta que mil años antes de Ensidesa aquí ya estaban pasando cosas”. No en vano Avilés, apunta Vidal, era la segunda ciudad de Asturias hasta finales del siglo XVIII. Toda una historia que, a pesar de estar a la vista, es casi desconocida, pero gracias a este Museo está dejando de serlo.
Otra de las claves de esta transformación es la construcción del Centro Niemeyer, que está presente en la muestra, aunque de forma tangencial. “Es que nosotros somos historiadores, y el Niemeyer aún no ha contado su historia”. Una historia unida a la de la ciudad, que todavía tiene mucho que decir.