Se entrega sin reservas en la promoción de su trabajo y, a pesar de tener cuatro publicaciones en la calle, Aida Sandoval sigue emocionándose con la repercusión de sus palabras en los lectores. No entiende la literatura como una senda recurrente, de ahí que sus obras busquen siempre sorprender a la vez que entretener. El resultado son historias adictivas como las de La Muñeca, fragmentos de vidas en las que si en algún momento crees reconocerte, es probable que seas tú.
En esta ocasión, la escritora gijonesa regresa al mundo editorial utilizando el escenario literario de una comunidad de vecinos. Tras el éxito de su anterior trabajo, Animales hambrientas, se adentra ahora en un libro que cosecha emociones, sexo, verdades y mentiras encubiertas, soledades y encuentros. Un libro trampa del que no es posible salir sin leer hasta la última página.
-¿Estás contenta por cómo se está recibiendo tu nueva novela?
-Muy contenta, ya la anterior tuvo una acogida muy buena y esta también. Se nota que la gente a la que le gustó mucho la anterior espera la nueva con ganas, igual que me pasa a mí cuando me gusta un escritor o una película. Algunos lectores me dicen que he encontrado mi voz propia, que ya se me identifica escribiendo y eso es muy bonito. Y de regalo de Reyes tuve una crítica en el Cultural del ABC que me dio un empujoncín, aunque yo el baremo lo mido sobre todo por los comentarios de la gente, más que por los medios.
Como a mí me gusta hacer cosas distintas siempre tengo miedo a decepcionar y que el libro pueda no gustar, y ese reconocimiento es lo que te empuja a no parar.
“Algunos lectores me dicen que he encontrado mi voz propia, que ya se me identifica escribiendo y eso es muy bonito”
-¿Cuándo descubriste que lo tuyo era contar historias?
-Ya me viene desde pequeña. Escribir para mí siempre fue como un refugio, una madriguera, me sentía menos sola y más a gusto conmigo misma si podía volcar las cosas al papel. Tardé mucho en sacar el primer libro, porque nunca había pensado hacerlo en un plan más serio y que lo leyesen los demás. Yo, sobre todo, me declaro lectora. Leer me ha salvado de muchísimos disgustos, de la adolescencia… de etapas en las que cualquier cosa era un mundo, y enfrascarme en un libro era un bálsamo para mí.
-Con lo que tardaste en dar el paso de publicar, la de escritos que tendrás guardados.
-Tenía más de treinta años cuando publiqué el primer libro, pero también te digo que soy mucho de tirar, sobre todo los escritos. Siempre pensé ‘hay que tirarlos porque ya saldrá algo mejor’. Ahora, según voy cumpliendo años tengo más apego y ya tengo algunos cajones llenos, pero antes lo tiraba todo.
“Yo, sobre todo, me declaro lectora. Leer me ha salvado de muchísimos disgustos, de la adolescencia… de etapas en las que cualquier cosa era un mundo y enfrascarme en un libro era un bálsamo para mí”
-¿Qué fue lo que te hizo decidir exponerte al lector?
-Fue un paso muy importante y me costó decidirme a hacerlo porque sí que, como dices, te estás exponiendo. Además, los lectores siempre confundimos un poco lo que se cuenta con el autor. En la novela anterior Animales hambrientas, que está contada en primera persona por una chica de cuarenta y algo años, la pregunta más repetida que me hacían era si esa chica era yo y si la historia era real.
Pero igual que a mí me han salvado muchos libros, me hacía ilusión entretener o devolver un poco todo lo que me ha dado la lectura. Algún lector me ha escrito o me ha dicho en persona que el libro le ha ayudado, que le ha entretenido varios días, y eso es superreconfortante.
-De tu experiencia, ¿qué lectura recuerdas que te haya ayudado más?
-Yo me enganché con el boom del realismo mágico; me acuerdo del libro La casa de los espíritus de Isabel Allende, que me pareció maravilloso. Era una historia en la que querías entrar, querías vivir dentro de esas páginas y pensé: ‘me gustaría escribir una historia tan emocionante, tan bonita’. También es verdad que no he vuelto a encontrar en Isabel Allende un libro que me gustase tanto, pero aquel sí espoleó mis ganas. También lo hizo Cien años de soledad. Una profesora de Literatura nos obligó a leerlo y creo que fue el mayor favor que me han hecho nunca, y eso que me acuerdo de haberlo comprado a regañadientes.
-¿Hay que abrir los libros sin prejuicios?
-Sí, pero es complicado porque todos lo primero que hacemos es mirar la contraportada a ver quién lo escribió. Primero miramos el autor y luego entramos en el libro. Yo lo entiendo porque hay muchísima oferta, hay muchos libros, pero sí deberíamos entrar un poco más desnudos a la lectura.
“Muchas veces me preguntan si cuando empiezo una historia sé cómo va a acabar, pero no tengo ni idea de lo que va a pasar y es lo que más me gusta de escribir”
-¿Cómo es tu proceso de construcción de una novela? ¿Surge una chispa y tienes la necesidad de darle salida?
-Pues sí, es algo así. Me viene una idea a la cabeza y necesito ponerla en el papel, y luego va creciendo sola. Muchas veces me preguntan si cuando empiezo una historia sé cómo va a acabar, pero no tengo ni idea de lo que va a pasar y es lo que más me gusta de escribir. Para mí es muy divertido, aunque esto no quiere decir que no lleve trabajo. A lo mejor estás tres días escribiendo y al cuarto lo coges y lo tienes que tirar porque ya no te sirve lo que hay escrito, sólo sirve para construir algo mejor. Así que depende tanto del humor que tenga ese día, de lo que me haya pasado, de cómo me hayan tratado en la calle, etc., no sabes qué te va a pasar, como ocurre en la vida que tampoco tienes ni idea.
-¿Cuando escribes piensas si le gustará al lector o trabajas libre de este pensamiento?
-Escribo para mí, no estoy preocupada de lo que pueda o no gustar. Sí me preocupo luego cuando se edita el libro, entonces sí tengo ese respeto por si la gente entenderá lo que quiero contar.
Porque en mis libros -como dice Haruki Murakami- hay sótanos oscuros, hay muchos sentimientos, hay también mucho sexo y eso es complicado. No hay muchos libros donde se mezclen tanto estos temas, y no sé si el lector va a entender lo que quiero contar o se va a quedar simplemente en que es una historia sin más. Ahí sí entra el miedito, pero mientras escribo no.
-¿El momento de la publicación es de morderse las uñas?
-Sí, (Aida se ríe) de hecho, siempre las llevo pintadas porque me las muerdo. Soy una persona nerviosa y aprendí que si me pintaba las uñas, me las mordía menos, porque si no tenía que volver a pintarlas.
“Esto de publicar es una ruleta rusa, tú apuestas, pero no sabes cómo va a salir y es mucho trabajo escribir un libro. Lo haces a fondo perdido porque quieres, te gusta y te hace feliz, y es con lo que disfruto, pero no espero grandes beneficios”
-¿Cuál fue tu primera historia de la que te sintieras especialmente orgullosa?
-Le tengo muchísimo cariño al libro Golpes de memoria que fue el segundo libro publicado, pero no fue el segundo escrito. Me llevó entre ocho o diez años construirlo y le tengo un cariño especial, fue la primera vez que sentí una satisfacción al pensar: ‘esto lo he hecho yo, me gusta y lo quiero defender porque estoy convencida de que es bueno y es mío’. No quiere decir que el primero no lo fuese, pero sí que fue como una especie de prueba de ensayo. Salió bien y gustó, pero donde yo me dejé de verdad la piel por primera vez fue en Golpes de memoria.
Esto de publicar es una ruleta rusa, tú apuestas, pero no sabes cómo va a salir y es mucho trabajo escribir un libro. Lo haces a fondo perdido porque quieres, te gusta y te hace feliz, y es con lo que disfruto, pero no espero grandes beneficios, sólo saber que a la gente le gusta y que ha encajado bien.
-¿Con el cuarto ya te sientes un poco más segura?
-Sí, porque ahora veo que hay gente que entiende lo que yo quiero contar y que están dispuestos a entrar de mi mano en un mundo más complicado. Mis historias tienen mucho sentimiento, mucho trasfondo, muchas capas, me gusta jugar a las muñecas rusas y con todas esas capas tú vas a entender hasta donde quieras o hasta donde puedas. Me gusta esa especie de juego en el que el lector puede ver varias historias, varias versiones.
“Mis historias tienen mucho sentimiento, mucho trasfondo, muchas capas, me gusta jugar a las muñecas rusas y con todas esas capas tú vas a entender hasta donde quieras o hasta donde puedas”
-Para adentrarse escribiendo en la profundidad de estas capas ¿hay que bajar primero a los sótanos de los que hablabas?
-Sí, siempre he sido una persona muy sensible al igual que nerviosa, y esto tiene su parte mala porque sufres mucho, y a mí escribir me ayuda a llevarlo mejor. Y todo lo que escribo en el papel lo siento, así que el primer paso en el juego de capas es mío, porque primero tengo que quitarme yo las capas para saber de qué estoy hablando y es una exposición a pecho abierto. En el proceso te quedas sin uñas, por eso cuando alguien me dice que le ha ayudado mucho el libro es porque a lo mejor se siente reflejado y ahí gusta saber que no estás solo.
-Te oigo mencionar en varias entrevistas la palabra ‘soledad’. ¿Tuvo o tiene un peso importante en tu vida?
-Cuando hablo de la soledad no hablo de la falta de compañía, porque tú puedes estar rodeada de mucha gente y sentirte sola. Hablo de la soledad interna y creo que todos los que escribimos sufrimos un poco de ‘soledad’ porque son trabajos muy solitarios. Y cuando vuelcas algo al papel, exorcizas un poco de esos fantasmas y de esa necesidad de compañía propia, no compañía de los demás. Son temas importantes de los que hablamos poco y en los que -ahora que me voy atreviendo más- me gusta hacer hincapié: hablar de la soledad, de la nostalgia o de la salud mental, entendiéndola como la salud de sentirse bien cada uno y no porque tengas un problema grave.
“Cuando hablo de la soledad no hablo de la falta de compañía, porque tú puedes estar rodeada de mucha gente y sentirte sola. Hablo de la soledad interna y creo que todos los que escribimos sufrimos un poco de ‘soledad’ porque son trabajos muy solitarios”
-¿Hay que asimilar dentro de la normalidad que no siempre se esté mentalmente estable?
-Claro, porque ahora parece que todos tenemos que estar felices todo el rato y eso es imposible, Mr. Wonderful nos está haciendo daño. A mí me hubiese gustado tener más herramientas de pequeña para poder canalizar esa sensibilidad, ese sentimiento de soledad, y tengo la esperanza de que en el futuro haya más ayuda, más psicólogos en colegios, para que los niños puedan tener esas herramientas y hablar de ello con naturalidad. Ahora hablamos del acoso escolar, de los suicidios… y todo eso teníamos que poder prevenirlo.
-¿Por qué La muñeca es tu libro más arriesgado?
-Creo que porque -parafraseando a Murakami- bajamos a los sótanos más profundos. Si en Animales hambrientas hablábamos de miedo, de soledad, de sentirse perdido en la vida, aquí todavía hablamos más de ello. Tocamos temas delicados como, por ejemplo, la sexualidad de cuando tienes un hijo con alguna discapacidad, temas que existen pero no queremos hablar de ellos porque no tenemos solución. Yo presumo de que el libro es real, y como no quería meter la pata pregunté al médico de cabecera, pero nadie sabía decirme cómo se trataba la libido, ese apetito sexual en estas personas. Acabó contestándome el Comité de Ética de Cabueñes al que también le hice la pregunta y son cosas sorprendentes porque no existe una respuesta, una solución. Son temas de los que habría que hablar más.
“Yo presumo de que es una historia real y en cualquier vida real existe el sexo, a no ser que hayas decidido abrazar el celibato o algo así. Existe y no siempre es bonito, ni siempre es malo”
-¿Por qué el título La muñeca cuando es una novela coral?
-En realidad yo tenía otro en la cabeza, pero a la editorial no le convencía. A mí el de La muñeca al principio me sonaba muy trallado, pero luego vi que estaba bien porque este libro es una tela de araña, es una trampa. Tú empiezas leyendo una historia que crees que va a ser mucho más liviana de lo que te vas a encontrar y te va enganchando, te va atrapando y la muñeca es la primera pista de la trampa. El título es en singular y femenino, pero el libro no va de un solo personaje, ni son femeninos. Igual que la portada con las piernas de la bailarina, las bailarinas no son frágiles ni delicadas, son mujeres con una fuerza tremenda, sobre todo en esas piernas que se sostienen sobre las puntas.
Cualquiera podemos vernos identificado con alguno de los personajes y ¿qué mejor que un título que algo que todos conocemos? Además, también quería hacer una novela feminista, no femenina, que ahora confundimos mucho los términos. Esta no es ni mucho menos una historia contra los hombres, pero sí es feminista en el sentido de que es un poco una ‘venganza’ hacia todos los que nos lo han hecho pasar mal. Creo que ninguna mujer puede decir que nunca se ha sentido tratada como una muñeca, a mí, por desgracia, me ha pasado muchas veces y me sigue pasando, es muy desagradable.
-De ahí el mensaje de tus camisetas promocionales.
-Esto empezó como una broma y acabó gustándome, porque en la novela anterior todo el mundo me preguntaba si yo era la protagonista, y esta vez en la camiseta ya pongo: No soy una muñeca. Así ya queda claro, pero es que nadie es una muñeca, ni un hombre, ni una mujer. Todos tenemos sentimientos y hay que tratarnos con cuidado porque todos somos frágiles.
“Creo que ninguna mujer puede decir que nunca se ha sentido tratada como una muñeca, a mí, por desgracia, me ha pasado muchas veces y me sigue pasando; es muy desagradable”
-En esta novela entras en temas que no se tocan habitualmente ¿todavía quedan temas tabús de los que no se puede escribir?
-Sí, hay muchos. Sobre todo el tema sexual, porque hay miedo a exponerte o a que te encasillen en novela erótica, que no tiene nada que ver, ni mucho menos. Yo presumo de que es una historia real y en cualquier vida real existe el sexo, a no ser que hayas decidido abrazar el celibato o algo así. Existe y no siempre es bonito, ni siempre es malo. Tiene muchas versiones y yo creo que hay que darle esa naturalidad y hablar de ello, igual que hablar de que hay momentos en la vida de las personas en los que quieres desaparecer, porque esto también existe.
-Hay que saber cómo lidiar con todo esto.
-Claro, y ahí están las herramientas que deberíamos tener todos, porque nos puede pasar a cualquiera en cualquier momento. La vida está apuntalada por cuatro cosas y si se te cae alguna de ellas, lo vas a pasar muy mal. Y probablemente, por desgracia, nos va a pasar a todos en algún momento. A todos se nos va a morir alguien a quien queremos mucho, a todos nos van a dejar o nos van a romper el corazón, son cosas que van a pasar.
-Comentaste que te resultaba más entretenida la vida de ficción que a veces el propio día a día. ¿En qué medida esa ficción se sustenta en la vida real?
-Creo que muchas veces esa ficción es lo que no te atreves a hacer en el día a día, en la realidad. Y sí lo puedes volcar al papel, ahí sí tienes esa posibilidad de hacer lo que tú no te atreves o no quieres hacer.
“La vida está apuntalada por cuatro cosas y si se te cae alguna de ellas, lo vas a pasar muy mal. Y probablemente, por desgracia, nos va a pasar a todos en algún momento”
-Después de leer este libro ¿vamos a querer vivir en el campo, con menos gente alrededor?
-No, vivimos en una sociedad en la que somos gregarios, necesitamos de la comunidad, y por mucho que pensemos que yéndonos a una cabaña apartada no nos va a molestar y afectar nada, es mentira, porque necesitamos del resto de personas. Pero sí es verdad que, de vez en cuando, todos soñamos con no tener vecinos.
-¿Qué es lo que te gusta provocar en tus lectores?
-Me gusta sorprenderlos. Que lean algo distinto y engancharlos, que sea una historia adictiva. Que merezca la pena gastarte el dinero del libro, porque cuanto tú empiezas un libro haces una apuesta y lo haces porque esperas sacar algo de él, esperas disfrutar. Hay tantos libros escritos que yo creo que ya está todo contado, lo único que puedes variar es la forma de hacerlo, el modo de contarlo y eso es lo que yo pretendo: estimular y que el lector sienta que merece la pena leerlo, que ha elegido bien. No pretendo en absoluto dar lecciones morales ni enseñar nada, porque yo no soy nadie para eso, pero sí pretendo entretener.
-¿Hay una cierta dictadura en el momento de plasmar la idea al papel? Me refiero a que es casi imposible dejar de hacerlo.
-Sí, engancha. Al principio, sobre todo, era como una obsesión, pensaba ‘que no se me vaya’ y tenía que levantarme pronto, y cuando tenía que ir a trabajar o sacar al perro a pasear solo quería seguir y seguir. Ahora intento tomarlo con más calma, la idea no se me va a ir, pero reconozco que sí es un poco obsesivo.
“Hay tantos libros escritos que yo creo que ya está todo contado, lo único que puedes variar es la forma de hacerlo, el modo de contarlo y eso es lo que yo pretendo: estimular y que el lector sienta que merece la pena leerlo, que ha elegido bien”
-Con tu cuarta novela ya tienes una madurez literaria ¿qué te ha aportado la literatura?
-Muchísimo. Lo primero que me viene a la cabeza es vida, porque la literatura me ha dado la ilusión. Entre leer y escribir me quedo con escribir y ¡mira qué me gusta leer!, pero escribir me aporta una chispa de ilusión que yo creo que es lo más importante en la vida. Sea la ilusión que sea, todos necesitamos algo para seguir.
-Ahora que estás a tope promocionando esta novela, no tendrás tiempo para otros proyectos.
-Tengo poco, pero ya tengo otra historia bastante encaminada porque lo vivo como una necesidad. Necesito escribir, volcar mis ideas en un papel y, aunque tengo bastante menos tiempos para ello, ahí estamos.
-Echando la vista atrás, ¿consideras que todo esto es un camino que te conduce hacia algo?
-Sí, lo noto y es lo que más me gusta. Noto que me va llevando hacia una seguridad de cada vez atreverme más a hacer lo que quiero hacer, sin ese miedo y esos corsés que tenemos todos por el qué dirán. Y esa seguridad y esas ganas son como una rueda que cada vez me provoca más ganas, más ilusión y me hace sentir más segura; es una sensación muy placentera.
-¿Cómo vive tu entorno cercano tu faceta y tu notoriedad como escritora?
-No me hacen mucho caso, sólo me acusan de que tengo menos tiempo, pero no les impresiona lo más mínimo. Y como escribo de cosas demasiado profundas tengo a mi madre un poco mosqueada, porque claro, las escenas de sexo… pero eso indica que este libro es bueno. Esos patrones de la época de mi madre hay que intentar romperlos, pero siempre que lo hago me llevo alguna colleja verbal.