Además de sus trabajos como escritor y librero en Oviedo, Alberto Polledo es conocido por su apasionada defensa de la naturaleza y su afición a las montañas y al senderismo. Fruto de estos intereses nace Buen camino: la crónica de un viaje a Santiago de Compostela siguiendo los pasos de Alfonso II el Casto, Rey de Oviedo.
-Como decía el poeta, «se hace camino al andar». ¿Qué te motivó a escribir «Buen camino»?
-En realidad, toda la vida he tenido el vicio de caminar, y a la vez ir recopilando datos sobre toponimia, historias, fotografías. Así comencé y así hice el viaje a Santiago. Al llegar a casa y organizar todo lo que tenía me salió una descripción del viaje, un relato más literario que turístico.
-¿Qué se encuentra el lector al peregrinar por las páginas de este libro?
-Depende naturalmente del ánimo del lector. El viaje te va enganchando a medida que lo vas haciendo, te vas encontrando contigo mismo, vas conociendo paisajes y culturas nuevas, porque por el camino te vas relacionando con peregrinos de todas partes del mundo. Y todo eso sin salir prácticamente de casa, porque lo tenemos al alcance de la mano.
El relato está contado desde el punto de vista de un observador y de un gran amante de la naturaleza. Hay descripciones bastante claras de las aves, del paisaje, de las gentes, y hay críticas a veces feroces en contra de los parques eólicos, de las canteras… de los males que acechan a la naturaleza en general, y a la asturiana y la gallega en concreto.
-Además del viaje propiamente dicho, ¿hay también un peregrinar interior?
-En este caso se desarrolla en un viaje concreto, pero yo creo que el peregrinaje lo vamos haciendo a través de la vida, en el día a día, y al final de todo haces un balance positivo, negativo o neutro. Esto requiere pensar que hay que luchar todos los días por este mundo, y hay que tratar de mejorarlo. En cuanto al Camino de Santiago, es un hecho circunstancial que recompensa desde cualquier punto de vista; un modo ideal para, en un plazo corto de tiempo, encontrarse con uno mismo.
-El Camino tiene un evidente componente religioso, ¿puede resultar atractivo para un no católico?
-Por supuesto que la realidad religiosa está ahí, aunque no es excluyente. Lo que pasa es que una persona no comprometida con el cristianismo podría hacer igual el Camino de la Plata, o un viaje por los Ancares. Para caminar valen muchas cosas, y el viaje a Santiago sirve para cualquiera, pero es especialmente reconfortante para el cristiano.