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jueves 21, noviembre 2024

Jessica Gómez. Una mamá políticamente incorrecta

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Paz es la protagonista de Mamá en busca del polvo perdido, el último libro de Jessica Gómez. Un marido estándar tirando a despistado, un jefe que deja mucho que desear, tres hijos que le roban algo más que la paciencia, pero un objetivo marcado con determinación: echar un polvazo con el padre de sus criaturas. ¿Misión imposible?

Cuando una lee el último libro de Jessica la primera pregunta que asalta da un poco de miedo: ¿será autobiográfico? A medida que avanzas te debates entre la risa y la desesperación al comprender que el caos que se refleja en esas páginas es la realidad a la que se enfrentan día a día muchas mujeres que han decidido ser madres, no dejar de trabajar y sacar adelante un hogar.

Jessica se ríe sin parar. Lo pasa bien, pero también lo ha pasado mal y, tras años y experiencias, ha llegado a entender que no merece la pena preocuparse por tonterías, que todo pasa y que el tiempo va situando cada cosa en su sitio hasta que todas las piezas encajan en el puzle. Sus tres hijos -el mayor de diez, la mediana de siete y el pequeño de dos-, son su eje central y los responsables de que haya descubierto otra forma de entender la vida. Del mayor dice que es un adulto en un cuerpo de niño, de la mediana que llegó para cambiarle todos los esquemas siendo la princesa más maravillosa del mundo y del pequeño todavía hay poco que decir, solo que a lo largo de esta entrevista reclamó la atención de mamá una y otra vez mientras la entrevistadora se reía imaginando la situación.

-Si tú eres Paz y tu vida se parece a la de ella, dime por favor cómo sobrevives…
-Buscaba la risa, pero también la empatía. Se parece a mí en todo. Le he metido cosas que me pasan, otras que me pasaban y otras que sé que les suceden a otras personas. Que Paz soy yo, descarado y que su familia es la mía, que no te quepa ninguna duda. Además, he aprovechado para mis venganzas personales como por ejemplo lo del cepillo de dientes eléctrico. Ya no sé de qué color poner los carteles en mi casa. Tienen la afición de sacármelo del cargador y dejarlo desenchufado porque sí. ¡No me lo explico!
Sobrevivo porque me tomo la vida con muchísimo humor. Me gusta mucho reírme y tengo un sentido del humor sarcástico, irónico y muy ácido que creo que ayuda mucho. Me da por reírme, me hace mucha gracia todo. O te lo tomas así o estás perdida. También es verdad que soy muy desastre, con lo cual tampoco puedo esperar que las cosas a mi alrededor funcionen solas. Tengo que querer mi desastre, abrazarlo, amarlo y convivir con él de alguna forma. A lo mejor si fuera capaz de ser más organizada, meticulosa y perfeccionista, porque sí que me considero detallista, no tendría tanta necesidad de tomármelo así.

“La vida son etapas y rachas, a veces se está peor y otras mejor, pero todos tranquilos que no nos vamos a morir de esto”

-¿Cuánto de correcto y cuánto de divertido hay en tu vida?
-De correcto lo imprescindible o puede que algo más y de divertido prácticamente todo. Hay cosas que no me hacen gracia como por ejemplo que los niños se me pongan malitos o tengan problemas en el cole, esas cosas me afectan. En lo laboral ha habido épocas de estar mal de trabajo y apurados económicamente, ahí me cuesta más sacar la risa, pero tampoco es que haga un drama. Me suelo tomar las cosas con bastante relax. La vida son etapas y rachas, a veces se está peor y otras mejor, pero todos tranquilos que no nos vamos a morir de esto. Si no se puede ir al cine o comer un helado, no se hace y ya está. No pasa nada.

-¿Siempre ha sido así o es el resultado de un aprendizaje?
-Tomarme las cosas con humor me viene de serie, siempre he sido una tía con mucha comicidad. De hecho, la gente que me conoce y que ha leído el libro, me dice que es como ir a mi yo de ahora y al de cuando tenía trece años. Soy la misma, no he cambiado, pero sí es verdad que con el tiempo y las experiencias se perfecciona todo. Ya no es solo que sepa contar las cosas sino también hay que saber desgranarlas, escoger lo importante y disfrutarlo. No solo reírte de ello como una herramienta para que no amargarte, sino disfrutar de ese momento porque es cómico.

“En lugar de ver lo que sí tenemos, valorarlo, apreciarlo y disfrutarlo estamos siempre pensando en lo que no y dejando que esto nos amargue la vida”

-¿Y qué pasa con todos esos complejos, comparaciones y exigencias que nos autoimponemos sobre todo las mujeres?
-Sin ninguna duda nosotras somos mucho más duras con nuestro físico que ellos. En lugar de ver lo que sí tenemos, valorarlo, apreciarlo y disfrutarlo estamos siempre pensando en lo que no y dejando que esto nos amargue la vida y al final es de esto de lo que va el libro. Hasta que la protagonista no se baja de la parra y se dice a si misma que ya vale, no cambia. En el último capítulo, quise meter muchas cosas que ella ya había tenido antes y que no valoró. Por ejemplo, al principio del libro, el primer sábado que está en casa, ve que va a llover y se da cuenta de que si no saca a los niños se siente súper culpable porque le da la sensación de que es muy mala madre por tenerlos encerrados en casa. Sin embargo, el último día decidió quedarse en casa y disfrutar. Y si en vez de estar haciendo algo con ellos, están viendo una peli y ella está leyendo, pues se da ese momento de placer y no pasa nada.

-Y resulta que encuentra el polvo perdido en el momento el que no se lo espera…
-Si estoy sin depilar, las bragas me quedan pequeñas y me estoy comiendo el bote de Nocilla, como le sucede a Paz en el libro, no pasa nada. El otro día me preguntó un chico en una entrevista si realmente era tan difícil encontrar el momento y le dije que encontrarlo no es que sea difícil, es que es imposible. Es el momento el que te encuentra a ti y cuando te encuentra, o lo coges o te olvidas porque no sabes cuándo vendrá el próximo. También es una de las cosas que me gustaba transmitir y dejar patente en el libro. Ella tiene muchas ocasiones y las deja pasar por empeñarse en buscar esa perfección que no es compatible con su vida. Hasta que no se relaja y disfruta de lo que tiene, no consigue lo que quiere que resulta que no tiene nada que ver con la película que ella se había montado en su cabeza.

Jessica Gómez, autora del libro "Mamá en busca del polvo perdido"
Foto cedida por Ariel González (@arielgonzalez_fotografia)

“¿Por qué nos liamos tanto? ¿Por qué somos así de tontos? Nos complicamos la existencia con cosas que al final no son tan importantes”

-¿La imperfección es perfecta?
-Yo creo que a la imperfección es a lo que todos deberíamos aspirar en la vida. Yo soy un ejemplo de imperfección y me ofrezco para mostrarlo al mundo. Cuando te quitas las exigencias y las expectativas de encima y aprendes de verdad a aceptarte como eres, a querer lo que tienes y a disfrutar de lo que está delante aquí y ahora, cambia totalmente la película. Se te hace todo mucho más fácil y ves la vida de una manera sencilla. Te preguntas: ¿por qué nos liamos tanto?, ¿por qué somos así de tontos? Nos complicamos la existencia con cosas que al final no son tan importantes.

-Pero lo que nos venden por todos lados es que, para sentirte bien, todo tiene que estar y ser perfecto. Las redes sociales son un ejemplo claro…
-Lo de las redes sociales es un terror. Yo creo que debería ser obligatorio por ley que cuando alguien hace una foto en la que todo sale maravilloso, la siguiente sea con el plano abierto y que se vea, aparte del rinconcito perfecto de tu salón, toda la mierda que tienes amontonada en la silla. A lo mejor a alguien que tiene muy claro que eso no deja de ser un escaparate le afecta menos, pero hay quien cree que todo lo que se ven en las redes son cosas reales, que no están pensadas, que son super naturales y no es así. Son escaparates estudiados y minuciosamente montados. Es muy raro y difícil encontrar en redes, incluso en perfiles de gente que son en plan “arriba el desastre”, una foto que no esté calculada y pensada. Parto de que yo soy muy poco fotogénica pero cuando estoy en plan desastre y me hago un selfi salgo horrible y normalmente tengo que hacer veinte. Hay que tener claro que lo que vemos en las redes es una muestra, pero no es la realidad, estás viendo una ficción.
Luego está la vuelta de tuerca que es el mensaje de: quiérete a ti misma, estate contenta con lo que eres y parece que, si no lo estás, aun encima, tienes un problema. Y no, ¡claro que no lo tienes! Tienes todo el derecho del mundo a no estar contenta contigo misma, a enfadarte, cabrearte y buscar las herramientas que tú creas que necesitas para no estarlo. Hay gente que no está contenta con su cuerpo y aún encima se siente culpable, que es ya el colmo de la culpa. Es terrible.

“A mis hijos les explico mucho que lo contrario de la felicidad no es la tristeza. La tristeza es lo contrario de la alegría, pero las dos forman parte de la felicidad y hay belleza en esos dos momentos”

-Tienes tres hijos. ¿Qué ha supuesto para ti la maternidad?
-En mi caso supuso un antes y un después. Me trajo muchos aprendizajes que no digo que no se puedan adquirir por otros lados, pero a mí me los trajo a pasos agigantados. Lo más valioso es que yo me di cuenta de que las cosas que me parecían abismos súper importantes a los dieciséis, ya no me lo parecían a los treinta. Del mismo modo las cosas que me parecen tragedias a los treinta, seguramente a los cincuenta me parecerán absurdos. Entonces decidí que no había sitio ni para el drama ni para la tragedia en mi vida. A mis hijos les explico mucho que lo contrario de la felicidad no es la tristeza. La tristeza es lo contrario de la alegría, pero las dos forman parte de la felicidad y hay belleza en esos dos momentos. Intento que todo forme parte del dibujo general que es mi vida y valorarlo en la medida que se merece.

-¿Cuál es tu mayor preocupación como madre?
-Que mis hijos lo pasen mal en cualquier sentido. Me duele cuando están enfermos, cuando se hacen daño o cuando se lo hacen los demás. Me preocupa mucho no poder protegerlos de las cosas malas que se van a encontrar. Sé que hay cosas que son inevitables, que hay aprendizajes que van a tener que hacer por ellos mismos y que no puedo protegerlos de todo ni aprender por ellos, pero es algo que me agobia. No me preocupa que saquen buenas notas ni ninguna de esas cosas.

“Para mí es super importante que mis hijos sepan que van a caminar solos siempre que ellos quieran y que mamá y papá van a estar ahí para caminar a su lado, detrás, de la mano o como ellos necesiten”

-¿Es importante que caminen solos y que cuando miren atrás te tengan de referencia?
-Para mí es super importante que sepan que van a caminar solos siempre que ellos quieran y que mamá y papá van a estar ahí para caminar a su lado, detrás, de la mano o como ellos necesiten. Me llama la atención que me preguntes eso porque justo esta semana, mi hija, ha tenido un problema con una compañera en una actividad extraescolar y hemos hablado del acoso y las burlas. Es una conversación que tenemos con relativa frecuencia. Yo les insisto siempre que da igual la edad que tengan, que sea en el colegio, en la calle, en el instituto, en la universidad o en el trabajo, no importa donde puedan tener un problema que siempre, nuestro hogar va a ser un lugar seguro y que aquí van a estar bien, que aquí se les quiere y se les apoya. Si necesitan hablar podrán hacerlo y si necesitan hacerse una bola en su habitación, estar solos, que respeten su silencio y no hablar con nadie, también. Necesito que ellos sepan que nuestra casa es un puerto seguro al que pueden venir, donde siempre va a estar todo bien y donde van a tener lo que pidan y necesiten. Esto es un tema que me preocupa mucho.

-Decirles eso es asumir una responsabilidad enorme ¿no?
-Es complicado. Si les dices que quieres que se sientan protegidos y que puedan ser ellos mismos, pero tus acciones en el día a día no acompañan ese mensaje va a ser más difícil que lo interioricen cuando lo puedan necesitar. Transmitirles el mensaje de que se les respeta, se les escucha, que tienen su espacio y se les da lo que necesitan es un trabajo del día a día. Si cuando ellos discuten e intentan explicarte su versión les mandas callar, por mucho que les digas que te cuenten todo, no van a entender el mensaje. Es algo que se tiene que trabajar y construir poco a poco desde que son muy pequeños dejándoles, por ejemplo, que escojan su ropa para salir a la calle. Me gustaría que hubieses visto los estilismos de mi hija con tres años para ir al cole. Yo había veces que la miraba y decía: “como la vea un policía me la quita”. Pero la dejas porque a ella le gusta y todas esas prendas se las quiere poner juntas porque son sus favoritas de ese día. Son sus decisiones y tampoco es tan importante dejar que las tomen. No les voy a dejar beber lejía, pero en lo demás, si no se les pone en peligro a ellos ni a nadie, que decidan libremente y que se sientan escuchados y apoyados.

“Cuando mi hijo era muy pequeño me preguntó que qué se me daba bien y yo le dije que creía que se me daba bien escribir. Él me dijo: ‘pues yo creo que se te da bien hacer ColaCaos’”

-¿Los padres deben otorgar a los hijos la libertad de que puedan ser como quieran ser?
-Parece que me estas mirando por un agujerito… De la libertad de ser como uno quiere hablé con mi hija esta mañana mientras la peinaba para ir al cole. El problema que ella ha tenido esta semana en el cole ha sido de los potentes y yo le explicaba que muchas veces los casos que hay de acoso o burlas hacia alguien, vienen determinados porque cuando una persona no es libre de decidir tiene el poso de pensar que, si yo no tengo la libertad para hacer esto, no quiero que tú la tengas. Con lo cual, como no te puedo prohibir ser así, te humillo por ello y me rio de ti, a ver si así consigo que lo dejes y yo me dejo de sentir mal por no poder hacerlo. Seguramente estaré simplificando demasiado, pero para mí va por esta línea.

-Como madre ¿cuál dirías que es tu superpoder?
-Cuando mi hijo era muy pequeño me preguntó que qué se me daba bien y yo le dije que creía que se me daba bien escribir. Él me dijo: “pues yo creo que se te da bien hacer ColaCaos”. Si te digo la verdad yo creo que lo más parecido a un superpoder es que me dé igual tener todo el salón lleno de juguetes. No creo que tenga muchos superpoderes, pero hay una frase de una amiga mía que me encanta que es que nosotros somos sus verdaderos influencers. Y otra que leí que es que la voz de los padres acaba convertida en la voz interior de los hijos y esto me parece una pasada. Es una responsabilidad y no somos conscientes de ello, pero les podemos cambiar la vida con muy poquito.
El primer día de colegio les mandé de sorpresa para el almuerzo: un bocadillo de chocolate y una notita. A veces lo hago porque sé que les gusta mucho y ese día yo preveía que iba a ser un poco duro. Efectivamente, los dos tuvieron problemas con distintos compañeros. Al mediodía, cuando estábamos comiendo, me contaron que el día estaba siendo una mierda para ellos, pero que llegó el recreo, se encontraron con el bocadillo de chocolate y la nota y su mañana cambió. Y te dices: qué fuerte, con esta pequeña cosa, desde la distancia, conseguí que dejaran de estar tristes y se pusieran contentos. Mola tener ese poder.

“Es una responsabilidad y no somos conscientes de ello, pero les podemos cambiar la vida con muy poquito”

-¿En qué momento dejas de ser un niño y te conviertes en un adulto?
-No lo sé… ¿en qué momento crees tú?

-Creo que cuando dejas de jugar y de sorprenderte por las cosas…
-Sí… En mi último cumpleaños un amigo me mandó la mejor felicitación de cumple de toda la historia. Él sabe que me gusta mucho Terry Pratchett y me mandó una cita de él que es “dentro de toda persona mayor, hay una persona joven preguntándose qué ha pasado”. Pues esta soy yo, no creo haberme hecho adulta. También te digo que no sé si existen los adultos, existen las responsabilidades. Yo soy una niña con responsabilidades. A lo mejor perder esa capacidad de maravillarnos con las cosas sencillas, de pararnos a mirar un bichito y que eso nos parezca fascinante, es lo que nos hace que se apague la luz interior que es nuestra infancia y lo que somos. El puñetero reloj es un invento terrible y cuando nos empezamos a agobiar por las prisas, no puedes parar, tienes que llegar, que hacer… Ojalá nadie perdiera nunca a su niño interior y no tuviéramos que llegar jamás a ese punto.

-¿Te has convertido en la mujer que quieres ser?
-Como madre me gustaría hacerlo mejor porque de vez en cuando pierdo la paciencia, grito y ellos no se lo merecen. Lo hago no como herramienta educativa, sino porque pierdo la paciencia, alzo la voy y les grito tanto a ellos como a mi marido. Para mí es un matiz importante no hacerlo porque soy adulta y ellos son niños, sino que lo hago porque me he cabreado. Quitando pequeños matices de este estilo, sí soy la mujer que quiero ser, estoy muy contenta. También te digo que no sé si soy la mujer que quiero ser o si quiero a la mujer que soy. No lo sabría exactamente, pero estoy contenta conmigo. Me amo mucho.

“A lo mejor perder esa capacidad de maravillarnos con las cosas sencillas, de pararnos a mirar un bichito y que eso nos parezca fascinante, es lo que nos hace que se apague la luz interior que es nuestra infancia y lo que somos”

-¿Has llegado a ello tras recorrer un camino o siempre ha sido así?
-Acepto mis imperfecciones, las amo y las adoro, aunque no siempre fue así. No sabría decirte cómo fue la evolución ni como fue el camino, pero te garantizo que, a los diez, los trece o los quince no era así. También tuvo mucho que ver que sufrí acoso escolar y me costó mucho, mucho, mucho hacer el trabajo y conseguir recorrer el camino hasta quererme. Hoy en día me quiero un montón y ojalá lo hubiera hecho antes. A lo mejor me quiero tanto porque antes me odié mucho. Hubo una época en la que pensaba que ojalá fuera idiota porque siempre destacaba en clase por ser muy lista y eso me hacía sentir mal. Creía que de esa manera no se meterían conmigo.

-¿Eres lo que alguien espera de ti?
-No sé si encajo en lo que alguien espera de mí, pero si es así será por casualidad. Sé que la persona que soy es la que mi marido quiere. Mi marido no podría tener una relación bien y estable con una persona que fuera ni más lista ni menos, ni más ni menos ordenada… En este sentido estamos super bien equilibrados porque somos los dos igual de desastre y tenemos el mismo sentido del humor con lo cual la cosa fluye bien. Pero, por ejemplo: ¿me peino como quiere mi madre que lo haga? No. ¿Mi madre me adora como hija y cree que es imposible ser mejor? Si. Y te aseguro que para quien soy perfecta tal y como soy y no habría que cambiar absolutamente nada es para mis hijos. Me lo dicen y me lo demuestran casi a diario.

“Hoy en día me quiero un montón y ojalá lo hubiera hecho antes. A lo mejor me quiero tanto porque antes me odié mucho”

-Pues dicen que los niños nunca mienten…
-Hace poco los fui a recoger al cole, me crucé con una amiga que se llama Marta que tiene dos peques y nos paramos a hablar. Cuando nos subimos al coche yo les estaba diciendo a mis niños que esa era mi amiga y que era una mamá increíble, buena, super paciente, amorosa, que trata a sus peques muy bien… Y me dice el mayor: ¿y por qué lo dices como si tú no lo fueras? Me quedé parada y le dije que Marta lo era más que yo. “Lo estás diciendo como si tú no fueras buena, paciente y amorosa y es todo lo contrario mamá”. Ahí solté un par de lágrimas. Yo sintiéndome culpable porque les había gritado y resulta que ellos no fichan eso. A esas edades no ven tus lados malos, solo ven las partes buenas y para ellos siempre eres la mejor. Es genial.

-Escribiste que creías que el amor debía ser imperfecto para no ser frágil. ¿Me lo explicas?
-¡No esperaba que me sacaras esto…! Es que es tal cual, imperfecto para que no sea frágil, para que una brisa no lo despeine. Yo creo que, tanto en el amor como en cualquier otra cosa, cuando basas tu bienestar en que sea perfecto, te expones a que el más mínimo cambio te derrumbe todo. Es como la evolución de las especies, cuando más especializado estés menos probabilidades tienes de sobrevivir. En cuanto cambie un grado la temperatura vas a morir. Yo creo que toda la vida es así, cuanto más imperfecto sea mejor se puede adaptar a los cambios.

“Yo creo que, tanto en el amor como en cualquier otra cosa, cuando basas su bienestar en que sea perfecto, te expones a que el más mínimo cambio te derrumbe todo”

Jessica Gómez, autora del libro "Mamá en busca del polvo perdido"
Foto cedida por Ariel González (@arielgonzalez_fotografia)

-Vi una foto tuya en la que estabas en la presentación de un libro, rodeada de gente dándole el pecho a uno de tus hijos. ¿Eres consciente de que esa imagen vale más que muchísimas palabras?
-Esas fotos son con mi tercer hijo y ya lo tenía muy interiorizado, lo hacía sin darme cuenta. De pronto hay alguien que me pregunta como tú ahora y me doy cuenta de que lo vivo así. Cuando nació mi hijo mayor, la primera vez que le tuve que dar el pecho en público fue en la oficina de la Seguridad Social y me escondí detrás de una columna porque me daba vergüenza. Cuando tenía seis meses, lo llevaba en una bandolera e iba haciendo la compra por Carrefour con el niño enganchado a la teta. Al final te das cuenta de que es así y te preguntas por qué tienes que esforzarte para que sea de otra forma. ¿Por qué los demás esperan que sea de otra manera? ¿Por qué no encaja con sus expectativas de cómo debe ser? Pues lo siento, pero mi hijo tiene hambre y no hay más complicación. Tampoco es que sea una reivindicación ni una lucha, ese momento ya lo pasé. Estoy en otros derroteros.

-¿En qué se está convirtiendo el feminismo?
-Yo no creo que las cosas deban ser como yo las vivo. Creo que cada persona debería ser libre de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere interpretar cada parte de su realidad siempre y cuando no influya en la de los demás. Si yo en mi mundo lo que quiero es que la gente no ande dado teta a los bebés en los sitios públicos tengo un problema, porque la gente va a hacer lo que quiere y no lo que yo espero con lo cual tendré que cambiar las expectativas. De cara al feminismo, si te digo la verdad, desconecté bastante del debate porque estaba viendo que estaba polarizado en exceso. Había una parte que pensaba que la madre que elige amamantar, permanecer en casa, cuidar, criar y que renuncia a lo laboral estaba retrocediendo y era un insulto a todo lo conquistado. Por otro lado, hay un sector del feminismo que opina que todo ha de pasar por reconocer la biología de la madre que es la que gesta, pare, amamanta… Si tuviera que acercarme a alguna de las dos cosas, me acercaría más al segundo, pero lo que no me gusta y hace que me aleje es precisamente que noto que falta respeto por la elección ajena. Si para mí, dentro de mi feminismo, está como prioritario la libertad de elección y decisión y esta es priorizar cuidar de mis hijos por encima de mi trabajo, es mi elección. Y si mi elección es como la de Paz, que es ver cómo me las apaño para renunciar a medias a las dos cosas y poder ocuparme de todo, también es mi elección. Creo que son decisiones individuales que siempre deberían ser respetadas y nunca impuestas por la otra parte.
En su día, cuando me quedé embarazada de mi hijo mayor, coincidió que me fui al paro y decidí no incorporarme al trabajo enseguida. Quise emprender y abrí un comercio online porque en aquel momento, entre empezar un trabajo nuevo para otro o hacerlo para mí que me permitía estar en casa y cuidar a mi bebé, escogí lo segundo. Pero fue mi elección y no pretendo imponérsela a nadie más, ni me gustaría que nadie impusiera sobre mí lo que tengo que hacer, que te puedo asegurar que lo intentaron mucho.

“Ser una mujer libre es poder decidir como quiero vivir cada parte de mi vida y de mi sexualidad. Y luego, si la gente pudiera no juzgarme por ello, sería la leche”

-¿Para ti qué significa ser una mujer libre?
-Poder decidir cómo quiero vivir cada parte de mi vida y de mi sexualidad. Y luego, si la gente pudiera no juzgarme por ello, sería la leche. Pero ya tengo asumido que eso es imposible porque siempre va a haber quien opine. En el libro, Paz, tiene un bebé que toma teta. No lo he planteado como una lucha o como una bandera a enarbolar, es algo que a ella le sale de manera natural y hay otras personas opinando sobre lo que debería o no hacer. Si Paz soy yo, esto debería estar pero sin convertirlo en una batalla dentro de la historia, que se vea lo importante que es para todas las madres. Ya no es que hagas las cosas de una u otra manera, es cuestión de que hagas lo que hagas, siempre va a haber alguien que se crea en el derecho de juzgarte y decirte qué deberías estar haciendo. Esto es lo que me cabrea y molesta.

-¿Los problemas complejos tienen soluciones simples?
-¡Guau! ¿cómo vamos de tiempo? Primero tendríamos que hablar de lo que se considera un problema complejo. Te voy a dar la vuelta ¿existen realmente los problemas complejos? ¿De verdad todo es tan jodidamente difícil como lo queremos pintar? A lo mejor, si te vas a lo básico, cualquier problema complejo termina siendo algo simple. Y si proviene de algo simple, la solución también va a serlo. Yo soy muy de soluciones de este tipo, no fáciles ni ineficaces. Siempre hay una solución más sencilla de lo que parece.

“Sé que esto es un tópico, pero, si no ofendes a nadie, ¿qué importa cómo lleves el pelo, qué ropa quieras ponerte…? ¿Por qué tiene que meterse alguien en cómo haces las cosas o en cómo quieres sentirlas?”

-Y ahora dime la verdad, ¿cuántos se solucionarían con un poco de amor o de cariño?
-Mira, ya no es que necesites amor o cariño es que, a veces, con que te calles la boca es suficiente. Esta pregunta que me haces sí que es compleja. Creo que simplemente con que nos amáramos y amáramos a los demás respetando la individualidad de cada uno, dejando que la gente sea lo que quiera ser siempre y que no haga daño a los demás ni a sí misma, ya estaba arreglado. Sé que esto es un tópico, pero, si no ofendes a nadie, ¿qué importa cómo lleves el pelo, qué ropa quieras ponerte…? ¿Por qué tiene que meterse alguien en cómo haces las cosas o en cómo quieres sentirlas? Solo con que respetáramos la forma de ser de cada uno, nos llegaría todo de vuelta.
Creo que hay que emplear un poco más de cariño, empatía, amor y muchos, muchos abrazos (que por cierto los echo mucho de menos). Hay que respetar a la gente desde la infancia. Lo que los niños no pueden expresar porque se les coarta, lo acaban volcando en los compañeros y eso me duele un montón. Es lo que aprenden.

-En tu texto Libre para ser princesa, después de situar lo que piensas sobre el feminismo, le dices a tu hija que se sienta libre para ser todas las mujeres que quiera ser.
-Mi hija vino a cambiarme todos los esquemas. Yo creía que el feminismo implicaba ser esa mujer fuerte que puede ser como un hombre. Pensaba que iba a tener una guerrera y resulta que mi hija es una princesa. Si me sale un poco más, mea colonia. Va a ballet, le encanta el rosa, la purpurina, los arcoíris y los unicornios. Y yo que era anti-princesas… Llega ese momento y dices: es mi hija y tengo dos opciones. Puedo hacer lo que se hizo con nosotras que nos dijeron espero de ti esto y quiero que lo seas, o puedo dejarla ser. Mi madre está feliz, porque cuando me tuvo a mi quería una princesa y lo que tuvo fue una macarra. Los hijos llegan para ser quienes son y no quien tú quieres. La decisión que te toca tomar es dejarles ser o impedírselo, y yo quiero que mi hija sea libre. Si no le permito ser quien es, flaco favor le hago a ella y me hago a mí misma. Tiene derecho a ser quien es y no quien su madre espera de ella. Es lo que más me gusta de todo lo que he escrito y de hecho no puedo leerlo porque normalmente acabo llorando.

“Los hijos llegan para ser quienes son y no quien tú quieres. La decisión que te toca tomar es dejarles ser o impedírselo, y yo quiero que mi hija sea libre”

-¿Y cómo se hace para que el mundo respete su decisión de ser princesa?
-A mis hijos, cuando alguien se mete con ellos o se burla en plan un poco bestia, siempre les digo que en el mundo hay dos tipos de personas. Están las personas brillantes y de colores que llenan todo de alegría y de luz y luego hay personas grises y oscuras. A estas personas, no les gustan las que brillan porque les recuerdan lo grises y oscuras que son. Normalmente se burlan porque lo que quieren es que dejes de brillar y que te conviertas en alguien como ellos, pero no hay que dejarles. Cuando pasa esto hay que repetirse como un mantra que el problema no es tu luz sino su oscuridad. Esto no va con tu luz, así que tú sigue igual y no dejes de brillar. Yo se lo digo siempre y ellos se lo saben de memoria. Después siempre habrá alguien que te diga que esto es muy simplista y que se puede ayudar a que la gente cambie. Sí, lo que quieras, pero lo primero es protegerse a uno mismo, conseguir que no te hagan daño y cuando tengas esto firme, si ves que quieres y puedes, ayuda. Pero no es responsabilidad tuya ir salvando vidas. Aprende primero que tú no eres el problema, que no es ni tu culpa que suceda ni tu responsabilidad cambiarlo. Siéntete bien y cuando esto lo tengas seguro, si quieres, ayuda o tolera lo que quieras. Pero que nunca sea una imposición a costa de tu salud emocional.

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