Sus palabras e ideas se mueven libres a través de sus obras literarias. Sin fronteras ni corsés, la imaginación de la escritora Cristina García conduce a mundos insospechados. El último, La fábrica de cuerpos, es todo un homenaje a la persona que fue hace años.
Sico, el apodo con que conocen sus amigos a esta castrillonense, no entiende la vida con relatos reglados y normas asfixiantes, de ahí que dejar su trabajo elaborando guiones para productoras audiovisuales y crear su propia editorial, Velocismo, fuese la decisión más consecuente con su manera de entender el mundo. Una decisión que le ha permitido publicar varios trabajos y al que ahora suma uno más, un compendio de relatos con los que honra aquellas cosas que formaron parte de su adolescencia y juventud, como la literatura Pulp, la serie B, los dibujos animados y el cine Giallo.
-¿Desde cuándo te interesa la literatura?
-Desde que era pequeña. Siempre me había gustado escribir, hacer los trabajos de clase, las redacciones y sacaba muy buena nota porque se me daba bien. En el instituto descubrí la filosofía y empecé a escribir ensayos y luego, poco a poco, empecé con relatos.
Sabía que me quería dedicar a la escritura, pero como era complicado después de la universidad estudié Guión de Cine y TV y empecé a especializarme en guiones de dibujos animados. Ahí me di cuenta de que los guiones en lo narrativo son más dinámicos que la literatura porque no tienen descripciones y como tenemos mucha cultura audiovisual y cada vez la gente presta menos atención, decidí escribir literatura pero con una narrativa mucho más parecida a la de los guiones. Empecé a explorar esa línea, tenía varios proyectos literarios, pero como no conseguía que nadie los publicara me lancé a la autoedición. Probé varias formas distintas y luego ya me monté directamente mi sello para editarme a mí misma.
“Me está costando, porque ni soy autora, ni tengo una editorial grande que me respalde ni tampoco soy editora, estoy entre medias porque sólo me edito a mí misma, pero es una experiencia que me gusta y voy a seguir adelante”
-Una decisión de mucha valentía, ¿ha sido más difícil de lo esperado?
-Bueno, a veces escoges el camino que te toca porque se va abriendo ante ti y el mío siempre es un camino de persona que está como en medio de nada, en tierra de nadie, un poco de rara avis. Ya sabía que me iba a costar y sí me está costando, porque ni soy autora, ni tengo una editorial grande que me respalde ni tampoco soy editora, estoy entre medias porque sólo me edito a mí misma, pero es una experiencia que me gusta y voy a seguir adelante.
-Las portadas de tu colección de Pilgrís ya hablan de un mundo tan atractivo como loco e imaginativo. ¿De dónde sacas esa capacidad creativa que rompe todos los moldes?
-Tengo la gran suerte de que la persona que hace los dibujos es un amigo de la Universidad, y nos llevamos muy bien y me entiende, es como mi partner in crime creativo. Imaginación tengo desde que era pequeña, siempre he sido una persona muy fantasiosa, y ya entonces me obsesionaba el libro de Alicia en el país de las maravillas porque a través de él me daba cuenta de que, aunque exista una vida cotidiana, hay otros mundos a los que puedes acceder mediante tu mente. Me dediqué a explorar eso y cuando lo hice, vi que no había normas de ningún tipo. Sólo quería sacar tal cual estaban las ideas que bullían en mi cabeza y empecé a desarrollar un método hacerlo. Y eso es el resultado.
“Imaginación tengo desde que era pequeña, siempre he sido una persona muy fantasiosa (…). Me dediqué a explorar eso y cuando lo hice, vi que no había normas de ningún tipo”
-Imagino que tiene que ver con el libro que has escrito con ese título, pero ¿por qué le pusiste el nombre de Velocismo a tu editorial?
-Otra de mis obsesiones es la Moto GP, y en esto también es como vivir en tierra de nadie, porque me fascinaba tanto que incluso me afectaban las cosas que le pasaban a un piloto en especial y era como ‘tengo que hacer algo con esto’. Estuve tres años encerrada escribiendo esa novela que es peculiar porque retrata la vida de las carreras, lo que pasa es que a la gente que le gustan las motos tampoco le suele gustar demasiado leer y esta es una novela de 400 páginas. Realmente es como literatura utópica más que un libro de acción, y para mí fue tan heavy el proceso de escritura y el de sacar el libro, fue tan importante, que decidí darle el nombre a mi editorial.
La acepción velocismo como tal no existe aunque se puede utilizar en determinados contextos, y significa algo así como un estado mental determinado al que te lleva la velocidad.
“Cuando escribí Velocismo fue como decir: voy a hacer lo que me dé la gana y no voy a respetar ninguna de las normas narrativas. Era consciente de todas las concesiones que estaba haciendo, y me daba igual si luego no encontraba a nadie al que le gustase el libro, porque me había quedado muy a gusto y había hecho algo por mí y para mí”
-¿Qué te aportó esa novela?
-Cuando yo estaba en el departamento de desarrollo de proyectos tenía que ajustarme mucho a determinadas normas narrativas, tenía que crear relatos que contuvieran historias de amor, que fueran de una manera determinada, y con este libro fue como decir: voy a hacer lo que me dé la gana y no voy a respetar ninguna de las normas narrativas. Era consciente de todas las concesiones que estaba haciendo, y me daba igual si luego no encontraba a nadie al que le gustase el libro, porque me había quedado muy a gusto y había hecho algo por mí y para mí. Es verdad que luego eso se nota y de entrada es un libro que no llama la atención, pero a las pocas personas que lo han leído les llega exactamente todo lo que he tratado de expresar.
-En tu orden de prioridades ¿ocupa un primer lugar la coherencia contigo misma?
-Así es. Desde que empecé a escribir, escribo lo que a mí me gustaría leer, y como no soy una persona única en el planeta Tierra, hay más gente como yo, solamente es cuestión de encontrarla. Creo que si hago lo que me apasiona a lo mejor puedo encontrar al público al que también le pueda apasionar, y tendrá las mismas sensaciones que experimento yo cuando leo cosas que me han cambiado la vida.
“Desde que empecé a escribir, escribo lo que a mí me gustaría leer, y como no soy una persona única en el planeta Tierra, hay más gente como yo, solamente es cuestión de encontrarla”
-En Fabulillas narras a partir de fragmentos de tu propia vida.
-La literatura te ayuda a transitar por momentos difíciles de tu vida, te da una perspectiva. A mí me ayudó mucho sentarme a escribir, porque cuando estás pasando algo que es muy intenso necesitas que haya pequeños momentos en los que te sales de ese desarrollo emocional que estás viviendo. Y escribí sobre ello. Por ejemplo, uno de los cuentos que es Gorrión y golondrina en la ciudad de los cables rotos habla de una temporada en la que yo pasé una enfermedad y, aunque no quise dulcificarla, fue una manera de tomar distancia. O Cabeza de caja y el señor Ardilla, un cuento que a la gente le gusta muchísimo y que habla de cuando tienes una historia de amor -sobre todo de adolescente- y te rompe el corazón y entras como en esa especie de locura. Cabeza de caja cuenta qué es lo que tienes que hacer para restaurarte, es como volver a crear mundos, que es para lo que sirve nuestra mente, para crear.
-Y llegamos a tu último trabajo, La fábrica de cuerpos. ¿Qué es lo que ofreces al lector?
-En mi época de guionista estaba obsesionada con la serie B, el cine, y los dibujos animados y escribí varios guiones, los estuve moviendo, pero no salió nada adelante. Los tenía guardados como en un cajón, pero llegó un momento en que me dije: voy a honrar a la persona que fui hace veinte años y le voy a dar el placer máximo de sacar adelante estas cosas. Y lo transformé en literatura y saqué La fábrica de cuerpos, un libro de relatos un poco bizarros, como de serie B. Hay una historia de terror un poco gore que se llama Estómago asesino, otra de ciencia ficción y hay una que es un relato pensado en su día para animación de un hombre que está aburrido con su vida y hace un curso a distancia para convertirse en el malo. Y todo esto, de alguna manera, tiene una especie de crítica social.
“La literatura te ayuda a transitar por momentos difíciles de tu vida, te da una perspectiva”
-¿Cómo te sientes después de haber dado salida a tu personalidad de hace veinte años. ¿Te entiendes mejor a ti misma después de esto?
-Bueno, el proceso de escritura me ayuda a entenderme y a aclarar mi mente, a ordenarla, y el haber honrado a esa persona años te reconcilia mucho más con tu pasado. Un día vi un capítulo de Doctor en Alaska y uno de los personajes, Maggie, descubrió una carta que se había escrito a sí misma cuando era adolescente para leerla cuando tuviese treinta años, pero cuando ella lo hizo vio la decepción que tenía esa persona adolescente sobre sí misma. En mi caso no es así, yo me sentiría orgullosa de la persona que soy ahora con cuarenta y seis años y esto tengo que celebrarlo. Ya la vida es muchas veces suficientemente dura y nos ponemos bastantes miserias encima cada uno con sus movidas como, para encima, no celebrar las pocas cosas buenas que creamos para con uno mismo.
-¿La portada amarilla es un homenaje a las novelas italianas de crímenes y terror?
-Eso, al cine Giallo. A las novelas de la editorial Mondadori que tenía una colección de portadas amarillas y que determinados directores italianos llevaron al cine dando lugar a este tipo de cine.
-¿Por qué el título La fábrica de cuerpos?
-Es el nombre de uno de los relatos, el de ciencia ficción. Lo escribí cuando era adolescente y en él reflejo una sociedad distópica en la cual la gente tiene máquinas y puede cambiar su cuerpo, porque no sólo puedes comprarte la ropa, también hay una fábrica que crea partes de tu cuerpo.
“Cada vez que recibo un libro, cada vez que lo toco por primera vez, es uno de mis momentos preferidos y favoritos del mundo. Absolutamente todas las penurias que pasas (…) de alguna manera merecen la pena”
-En tu trayectoria editora ¿la libertad que experimentas es tu valor más preciado?
-Total, la autoedición es lo que te permite. Ya que estoy en este camino valoro las cosas buenas de él y es que mis libros van a seguir adelante porque soy yo la que voy a tirar de ellos. Y que voy a seguir haciendo lo que me dé la gana porque no tengo que pedirle cuentas a nadie, eso es genial. Que cuando estás escribiendo no tengas que estar pensando en el lector es una experiencia de la leche, porque en otros aspectos de la vida tienes que pensar en las necesidades de los demás, tienes que integrarlas en ciertas cosas, entonces tener un espacio solo para ti es brutal.
-Tener un nuevo libro en tus manos debe ser un gran placer.
-Cada vez que recibo un libro, cada vez que lo toco por primera vez, es uno de mis momentos preferidos y favoritos del mundo. Absolutamente todas las penurias que pasas -por llamarlas de alguna manera- merecen la pena.
-Al igual que has hecho tú, ¿animarías a más gente a lanzarse a ese vacío sin red?
-Sí, les animaría, pero también a que lo hiciesen con cabeza, no como lo hice yo a lo loco. De hecho, una de las cosas que hice fue compilar una guía que se puede descargar de forma gratuita para que la gente que se quiera autoeditar tenga una especie de pasos a seguir, con las cosas que hay que tener en cuenta para que lo hagan mejor que yo y no cometan los errores que cometí. Pero sí, sí que animaría a la gente a hacerlo.
-¿Eres de las que saca un libro nuevo pero ya tiene más proyectos esperando en el cajón?
-Una de las cosas por las que decidí auto editarme es porque ya tenía muchas cosas en el cajón. Tengo desde hace tiempo un libro infantil que está casi listo y que no tiene nada que ver con Pilgrís; editarlo depende de cuestiones económicas.
Y una cosa que me ha flipado siempre son los ensayos, me gustaría dejar la narrativa un tiempo y centrarme en algunos que tengo muy avanzados para ir terminándolos y publicarlos.