De pequeño me decían: “Tienes que saber defenderte
y aprender a luchar para ser un hombre fuerte”.
Mas cansado de tanto rodar,
al mundo pregunté: ¿Quién me puede ayudar?
…Y tú me distes tus fuertes brazos,
donde me pude apoyar.
Tus manos hablan de ternura, de amor y de cuidar a la gente,
las mías decían de romper, de pelear y de sentirme diferente.
Con el tiempo me enseñaste que estas servían para mucho más.
Podía amasar el pan y acariciar tu frente,
podía calentar nuestro hogar y construir un puente,
podía escuchar el mar y dejar que vuele mi mente,
podía abrazar la paz, sin que nada me atormente.
Me enseñaste a tocar el sol,
sin que mis sueños se derritan.
Y a escuchar mi voz,
cuando los ruidos más fuerte me gritan.
Me mostraste el camino,
para ser el dueño de mi destino,
y volver a coger la mano al Dios,
que había olvidado, desde que era un niño.
Para vosotras, que me habéis ayudado…
Me emociona profundamente. Tanto como hija como al ser hija.