Un antiguo semáforo
idéntico a sí mismo…
No ha cambiado nada.
Si acaso,
la factura del verso,
insomnio en las esquinas,
la habitación poliédrica
que han pintado de azul;
sangre que ya no es roja sino pálida,
solo un vino sin cuerpo,
la cavidad rosada de una encía,
la terquedad sin nombre
de alguna herida abierta.
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La calle estrangula la noche
como entonces.
De nada sirvieron las lluvias,
décadas de agua a raudales
deslizándose entre los dedos;
un gris de junio exacto
al viejo cielo gris,
idéntico paisaje
sobre la tarde quieta.
Me viste la tristeza
y camino, de nuevo,
por huellas circulares,
mientras me envuelve el silencio
de una acuarela rota.