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viernes 27, junio 2025

Soledad Pozuelo “Sol” (Narices azules Doctores payaso): «Hay algo mucho más grande que la risa que es la positividad»

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Fusión Asturias somos un equipo de mujeres enamoradas de Asturias y con una mochila común llena de ilusión, entusiasmo, ganas de descubrir y fuerza a raudales para llevar a cabo todas nuestras ideas.

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Soledad Pozuelo es la presidenta de Narices azules Doctores payaso. Empezaron su andadura en el año 94 y son la asociación de payasos hospitalarios más antigua de toda Asturias. Lo hicieron en el hospital materno infantil y ahora lo han trasladado al HUCA. Son un eslabón más de la cadena que forma la gran cantidad de buenos profesionales que trabajan a diario por cuidarnos y por hacer que, en este caso, la sanidad pública sea cada vez más humana y empática.

Con permiso de todos y cada uno de los grandísimos profesionales que trabajan en el Hospital Universitario de Oviedo (HUCA), nos vemos en la obligación de reconocer que este centro cuenta en su plantilla con unos doctores especialistas en un tipo de medicina que cura el alma, el corazón, el cansancio, el desánimo, la desesperación y, a veces, hasta incluso son capaces de aliviar las dolencias producidas por las enfermedades más crueles. Ellos son la Dra. Dory, el Dr. Cachopo, la Dra. Kity, la Dra. Pelos, el Dr. Chas, la Dra. Baby, la Dra. Arcoiris, el Dr. Zanahorio, la Dra. Lunaretes, la Dra. Pizpireta, la Dra. Pequelina, la Dra. Cohete, el Dr. Yoyo, la Dra. Pegatira, la Dra. Pintorina, el Dr. PamPum, la Dra. Pinky y la Dra. Tic-Tac y Dra. Purpuricornia (estas dos últimas actualmente en baja temporal). Son los Narices azules Doctores payaso. Detrás de esos locos uniformes, esos pelos que se llevan mal con cualquier peine, las maletas cargadas de magia y de sus características narices azules, están personas comprometidas con que la alegría inunde las plantas y las unidades pediátricas. Por un momento, las cuatro paredes de la habitación desaparecen, las agujas se vuelven amables, la risa ahuyenta las lágrimas y ese espacio se transforma en un lugar lleno de princesas, guerreros de brillante armadura, cazadores, espadachines… ¡Con ellos llega la magia! Y tengan ustedes cuidado porque, además de los que actualmente están en activo, hay diecisiete especialistas más en fase de formación.
Hablamos con Soledad Pozuelo “Sol”, antes enfermera en el HUCA, ahora, ya jubilada, ejerce como Doctora Lunaretes.

Soledad Pozuelo "Sol", Doctora Lunaretes. Narices Azules Doctores Payaso.
Soledad Pozuelo «Sol», Doctora Lunaretes.

-¿Cuándo nos podemos encontrar a los Doctores payaso pasando consulta?
-Los turnos los organizamos entre nosotros dependiendo de la disponibilidad de cada cual. Normalmente vamos los martes, miércoles y el sábado. Los miércoles, al hospital de día voy yo porque estamos tutorizando un proyecto piloto que, por el momento, tiene muy buenos resultados. Es el proyecto “Cuentos con sonrisas, sonrisas que sanan”. Vamos al hospital de día oncológico, a las consultas y a las salas de espera de las consultas de Pediatría. Viendo los resultados tan positivos que está teniendo, suponemos que saldrá adelante. Los martes vamos de seis y media hasta la hora de la cena a las dos plantas de Pediatría y a la UCI pediátrica a ver a los niños ingresados, los escolares y los oncológicos. Y los sábados nos alternamos con otro voluntariado para no coincidir. En lo que va de año hemos visitado, compartido vida, alegría, juegos y sorpresas con 530 niñ@s hospitalizad@s y sus acompañantes.

-¿Todo esto es un trabajo de voluntariado?
-Frente a otras corrientes que abogan por la mercantilización de los payasos de hospital mediante remuneración económica de su actividad, nosotros defendemos la voluntariedad altruista y generosa de lo que hacemos. Por eso también nuestra nariz es azul, como símbolo de esa generosidad. Esto es un voluntariado no remunerado. Unos estudian y otros tienen su trabajo. La única que está jubilada soy yo y, como tengo más tiempo libre para hacer gestiones, por eso me eligieron como presidenta. Establecemos los turnos en base a la disponibilidad que tenga cada uno. Siempre vamos un mínimo de dos personas y si somos más, mejor, porque podemos estar más tiempo y nos repartimos la planta. También hemos escogido ese color para distinguirnos de los payasos circenses. No somos payasos al uso. Somos Doctores Payaso. Por eso las batas que llevamos son coloridas y nuestra nariz azul. La medicina que usamos es la alegría, el juego, la ilusión, la magia, la sorpresa, la risa o la sonrisa.

-¿Cómo surgió la idea de que los payasos llegaran al hospital?
-Somos la asociación de payasos hospitalarios más antiguos de Asturias. Empezamos 1994, cuando uno de nuestros fundadores visitó por primera vez el hospital materno infantil para llevarles una obra especial a los niños. La respuesta fue tan positiva, que continuaron la visitas a lo largo del año. En septiembre de 2005, en colaboración con la ONG SED, iniciamos un programa de animación hospitalaria en las plantas de pediatría del HUCA y en el 2014, nos adaptamos y trasladamos con el nuevo hospital y continuamos realizando nuestra actividad en las plantas de pediatría, oncología pediátrica, UCI pediátrica, hospital de día pediátrico y salas de espera de consultas pediátricas. El punto de partida surgió de la necesidad o la idea de que era bueno llevar la alegría al hospital. Nuestro modelo es el de la película y la vida de Patch Adams. Queríamos humanizar desde el humor. Por decirlo de alguna manera, el hospital siempre es un lugar hostil para los niños así que la labor de los Doctores Payaso es que, mientras nosotros estamos con los niños, se olviden de que están en el hospital. Pueden ser príncipes, princesas, dragones, cazadores, payasos como nosotros… Los llevamos al mundo del humor, la magia, la alegría o el juego.

Asociación Narices Azules Doctores Payaso.

-Tú… ¿en qué momento supiste que querías hacer esta labor?
-Desde pequeñita. Quise ser enfermera y maestra y conseguí las dos cosas. Además, siempre me gustó el teatro, el clown. Sin haber visto la película de Patch Adams, me parecía que había que desdramatizar la situación y llevar al hospital la música, el juego y muchísimas otras cosas que hicieran más humana la estancia hospitalaria. De hecho, ya se está llevando la musicoterapia a las UVIs y se están haciendo conciertos hospitalarios.

-¿Qué os encontráis cuando llegáis a una habitación y que dejáis cuando marcháis?
-Siempre que llegamos, lo primero que hacemos es ir al control de enfermería para saber a quiénes podemos visitar y a quien no. Y después, en cada habitación, siempre pedimos permiso para entrar. La verdad es que, nada más vernos, es una alegría tanto para los niños como para sus acompañantes. Se trata de compartir nuestra alegría, energía, nuestro saber hacer y las dotes que tenemos para que ellos tengan esos momentos de entusiasmo, disfrute, de juego y sorpresa. Las sensaciones que están viviendo son muy abrumadoras para todos así que para la familia también supone un respiro que aparezcamos. Por eso nosotros integramos también a los acompañantes en el juego y queremos que participen de lo que hagamos para que estos momentos sean buenos para todos. ¿Qué vemos cuando entramos? Sorpresa, alegría y deseo de que lleguemos. Nos ha pasado que, niños que sabían que íbamos a ir, que incluso estaban en la UVI, no querían irse hasta que llegásemos. Otros nos reconocen porque, a veces, son niños con ingresos periódicos, o que los conocemos en planta y luego los vemos en el hospital de día o esperando en las consultas. Nos recuerdan y se acuerdan de a lo que jugamos, nos preguntan: ¿dónde está fulanito?, y algunos nos dicen que todavía tienen la nariz que les regalamos. Esto es muy gratificante. Cuando salimos, nosotros nos llevamos las pilas cargadas. Todo el voluntariado es muy enriquecedor. Yo he elegido este, pero creo que lo podría decir de cualquier actividad que tenga estas características.

-¿Cuánto supone ese ambiente que generáis para aliviar la tensión de todo el personal sanitario que está a pie de cañón diariamente?
-Estamos hablando de gente que está soportando a veces unas situaciones muy duras a todos los niveles y creo que muchas veces, esa sonrisa, la necesitan más ellos. Son muy participativos. Cuando vamos a la planta, si quieren integrarse en algo, lo hacen en la medida que su trabajo se lo permite. Nosotros tenemos la suerte de disponer de ese tiempo dedicado a los niños y a las familias, porque es un conjunto. Cuando un niño enferma, afecta a toda la familia o cuando la enfermedad entra en casa, entra para todos los que viven juntos.
Yo tenía muchas ganas de ser payasa en el hospital porque, además, soy enfermera de profesión con lo cual soy del gremio y para mí no es un ambiente desconocido. Hace unos años tuve la oportunidad de poder hacerlo y estoy encantada. Sigo siendo enfermera, pero desde otra dimensión. Por eso nuestro lema es: “sonrisas que sanan, sonrisas que curan”.

-¿Sois transformadores de un espacio?
-Pues sí. Realmente, es lo que se pretende. Que un lugar, que de por sí puede ser hostil, se convierta en algo lúdico, agradable, feliz, sorpresivo, diferente. Cada situación que nos encontramos es distinta, por eso es importante estar formados para tener recursos de improvisación que podamos usar dependiendo de lo que nos encontremos o de la circunstancia que haya. También hay que desdramatizar un poco. Los críos que vemos están lo suficientemente enfermos como para estar ingresados, pero siguen siendo niños y siguen queriendo jugar y disfrutar. Lo que pretendemos es que se olviden por un rato que están en el hospital y que vayan a un mundo de fantasía con nosotros. Lo conseguimos tanto con ellos como con sus acompañantes.

Asociación Narices Azules Doctores Payaso.

-¿De qué tiras cuando no apetece reír?
-Yo te hablo de mí (y creo que lo puedo decir de todos los compañeros): lo que hacemos es una decisión, un compromiso, y nos ponemos las pilas para ir tope. Puede que haya algún día que estés más cansado, pero a mí no me ha ocurrido nunca esa situación. Ahora que se habla tanto de salud emocional, esto que hacemos en el hospital con los niños, se debería ir implementando hacia los adultos, porque también ayudaría mucho en los procesos de estancia hospitalaria. Se le está dando mucha importancia en otros ámbitos y sé que hay gente que trabaja muy bien en ello.
No sé si conocéis la labor que realiza el Teléfono de la Esperanza. Trabajan mucho este tema y hacen un trabajo ímprobo en este sentido. En lo que es la cadena de nuestro trabajo, tal vez el niño sea el eslabón más débil, pero ahí también hay una madre, un padre, hermanos o una abuela y, absolutamente todos, lo pasan mal. El tiempo que estamos allí nos entregamos a tope y se nota que ellos quedan pletóricos y nosotros también. Cuando subimos en los ascensores hay quien nos pregunta: oye, ¿no podríais ir también a las plantas? Todos tenemos que hacer una labor de humanización importante, más cuando trabajamos con gente en este estado de vulnerabilidad. Si el dependiente de la tienda o el que está detrás de la ventanilla del banco te atiende con humanidad, todo es muy diferente. Tendríamos que concienciarnos todos de tratar como quisiéramos que nos trataran.

-¿Qué es para ti la risa?
-Para mí no es necesariamente la risa. Es la alegría y la positividad. A veces no es necesario reírte. Una cara de sorpresa o la ilusión engloba mucho más que la risa, que sería sólo una parte. El otro día tuve una experiencia muy gráfica en este sentido. Fui al hospital de día y a las salas de espera. Cuando llegué, los críos estaban jugando con maquinitas, otros con el móvil. Y… ¡con unos globos desapareció todo! Los personalizamos, hicimos animales con ellos, les pusimos ojos, sus nombres, hicimos partidos… Es sorpresivo, pero, muchas veces, niños que pueden tener de todo, les hace ilusión algo tan sencillo como un globo. A veces también nos pasa que, cuando llegamos, están viendo un partido y ves que le piden a la familia que apaguen la tele y se les cambia la cara. No siempre pasa, pero esa alegría infantil y esas ganas de jugar están permanentemente ahí. Los globos, los cuentos y que ellos sean partícipes, siempre funciona.

-¿La risa del niño y la del adolescente son diferentes?
-Sí. Por eso actuamos y tenemos recursos diferentes para cada uno. No es lo mismo niños, bebés, los que están en preescolar o los que ya son adolescentes. En momentos, no se trata de hacer reír sino de despertar la ilusión. A veces rompen en carcajadas, pero hay otras que están atentos a todo lo que está sucediendo y tú sólo ves su cara de sorpresa, de alegría y ves que participan en el juego. Hay algo mucho más grande que la risa que es la positividad.

-Esa nariz azul, ¿también te ha transformado a ti?
-Cuando empecé tenía una formación, pero no sabía cómo lo iba a vivir yo ni tampoco los que me acompañaban. Desde ese primer día hasta hoy te puedo decir que ha sido terriblemente enriquecedor. Te aporta muchas cosas, incluso también lo que vives con los compañeros en el equipo porque nunca vamos solos ni los mismos payasos juntos, con lo cual, aprendes un montón porque todos somos un personaje payaso diferente, tenemos dones y habilidades distintas y recursos muy variados. Compartimos un espíritu global, remamos por sacar adelante un mismo proyecto, estamos convencidos de lo que hacemos y a todos nos ilusiona, así que es impresionante todo lo que nos aporta esto. Que cada uno vuelque su sabiduría, su saber hacer y sus ganas es lo que hace que esto pueda seguir adelante y repercutir de una manera tan buena en estos niños y, de rebote, en cada uno de nosotros.
Soy una persona muy inquieta. Trabajo en otro grupo con adultos, pero siempre quise ser payaso de hospital. Es una faceta que me enriquece mucho y también creo que aporto mi experiencia personal por mi madurez y formación. Me hace muy feliz y voy a seguir el tiempo que pueda porque el aprendizaje es mutuo.

Soledad Pozuelo "Sol" es la presidenta de Narices Azules Doctores Payaso
Soledad Pozuelo «Sol».

-¿Hospital como enfermera o como Doctora Lunaretes?
-Yo fui muy feliz en mi profesión y me gustaba muchísimo. Y te digo que eso es una impronta que no se te quita nunca. Ahora estoy jubilada y cuido desde la alegría del clown. Los tratamientos son vitales, pero también es verdad lo que se dice de que, muchas veces, puede curar más una risa, un globo o un muñeco. No está en los prospectos de los medicamentos, pero debería ser algo imprescindible. No es lo mismo ir a poner un gotero y hacerlo técnicamente de manera perfecta que ir a hacerlo con humor, pintarle unos ojos, ponerle unas orejas o, cuando es Navidad, adornarlo con unas bolas. Una cosa que puede ser traumática, la humanizas con un gesto tan sencillo. Yo tenía una profesora y también compañera que dice que la técnica es cuestión de calidad asistencial y esa calidad es cuestión de actitud. Eso es lo que va a hacer que tu trabajo tenga unos resultados mejores.

-¿Hasta las agujas pueden ser un poco más amables?
-Depende mucho de la actitud. Si tú los haces partícipes, les miras, les hablas, les escuchas y, en la medida que puedas, les preguntas cómo quieren las cosas, ellos lo entienden todo de una manera más amable. Hay veces que no pasa nada por preguntarles: ¿dónde quieres que te ponga esto?, ¿te lo pongo aquí o en este otro lado? Y esa cercanía ayuda mucho. Nosotros no llevamos un espectáculo hecho. Les preguntamos qué quieren que hagamos y la intervención es personalizada y adaptada a cada situación, a cada niño o acompañante. Por eso es importante el bagaje, los recursos y la formación de clown porque lo que hacemos es improvisar en cada circunstancia y ellos eligen. Y, si te dicen que no quieren nada porque tienen ganas de dormir o no están de humor, están en su perfecto derecho de hacerlo.

-¿Cada habitación es un mundo diferente dentro del propio hospital?
-Cada familia es un mundo, pero nosotros cambiamos el ambiente cuando entramos. Tenemos ese poder. Algunos de nuestros integrantes o voluntarios han sido niños hospitalizados, han vivido la experiencia de tener payasos y eso les ha llevado a tomar la decisión de querer serlo. Además, algunos de nuestros doctores payaso hacen magia y son capaces de hacer desaparecer muchas cosas.

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