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martes 19, marzo 2024

Alba Gil Menés, fundadora de Palomica Lloca Producciones

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Esta productora de teatro, feminista y rural está impulsada por Alba Gil Menés, una madrileña de nacimiento y asturiana de adopción, que decidió saltar “sin pedir permiso” al mundo empresarial y hacerse un hueco cuando nadie apostaba por ella. Le salió bien. Su primera obra, “Mordiendo la verdad” ha conseguido varios premios y reconocimientos. ¿Su secreto? Transmitir verdad. Su currículum y su obra así lo avalan.

-Recibiste el Premio Semillero Valnalón al Mejor Proyecto. ¿Cómo nació la idea de la productora y qué te ha supuesto este reconocimiento?
-El proyecto en realidad surgió después de Mordiendo la verdad, la primera obra de teatro que escribí. Un texto que luego presenté a una convocatoria del Principado de Asturias y gané el primer premio que eran quince mil euros. Con ese dinero casi me vi obligada a producir la obra, ¡aquello tenía que ver la luz! En medio de todo eso llegó la pandemia. ¿Cómo iba a producir una obra si no había público? Entonces me surgió la idea de ir a Valnalón y allí construí toda la estructura empresarial. Lo primero que me dijeron fue que yo no era una compañía de teatro sino una productora. ¿Quién financiaba, producía, conseguía los espectáculos…? Pues yo. Cuando le dimos cuerpo a la idea de repente cobró un montón de sentido y vimos la gran necesidad social que había de un servicio como este.
En cuanto al premio fue todo un reconocimiento. Ten en cuenta que el mundo empresarial ha sido construido desde lo masculino con todo un sistema patriarcal aceptado socialmente. Lo mismo ocurre en el sector público, en las finanzas, el emprendimiento… nada ha sido diseñado para nosotras en su origen. A las mujeres se nos dirige al ámbito doméstico, al hogar, al cuidado… así que un reconocimiento público de estas características -Mejor Proyecto-, recibido aquí en Langreo rodeada de empresarios, hombres de negocios, banqueros, ha sido muy alentador no solo para mí sino para todas las mujeres: tenemos un sitio dentro del mercado y además lo hemos conseguido con nuestras propias reglas. En la Palomica Lloca la mayoría de las trabajadoras somos mujeres y la oficina la tenemos habilitada para que se puedan llevar a los peques, se realice la lactancia en las mejores condiciones… Está todo pensado para que las necesidades de las que trabajamos allí estén cubiertas.

“Recibir en Langreo el premio al Mejor Proyecto rodeada de empresarios, hombres de negocios, banqueros, ha sido muy alentador no solo para mi sino para todas las mujeres: tenemos un sitio dentro del mercado y además lo hemos conseguido con nuestras propias reglas”

-¿Y cómo está siendo tu experiencia como empresaria en el mundo de las productoras de teatro?
-Estoy bastante desvinculada de cómo funcionan las cosas en este mundo. Yo me crie en Madrid donde hay mucho teatro y desde pequeña soy consumidora, todas las semanas iba a ver alguna representación. Allí hay un circuito que aquí lamentablemente no existe: carecemos de una red de salas que acojan festivales de teatro más allá de FETEN, solo existen grandes teatros o espacios municipales. Tampoco hay mucho movimiento, el pastel está repartido entre compañías que llevan veinte años trabajando, hay poca renovación y no es un mundo fácil. Así que decidí desvincularme de todo esto y crear mi propia fantasía. Si no tuviera claro qué hacer miraría fuera pero como tengo muy claras las necesidades que percibo, me preocupo más por crear que por repetir lo que ya se está haciendo. Por ejemplo, no existía en Asturias una obra potente sobre violencia machista cuando en todas las comunidades ya abordan esta temática desde hace tiempo. Hay muy poco teatro para bebés, así que nosotras trabajamos en estas líneas, para cubrir estas necesidades.

-En la presentación que hicisteis en Valnalón comentasteis que uno de vuestros objetivos era llevar la cultura al mundo rural y a colectivos que no tienen posibilidad de acceder a ella. ¿Cómo está siendo vuestra experiencia?
-Pues muy chula. Estamos afincadas en Villanueva de Santo Adriano, allí tenemos la oficina. Y desde allí hemos dado clases de teatro en el cole de Proaza. Es increíble pensar que aquellos chavales no tenían acceso a actividades extraescolares de teatro, algo accesible en cualquier ciudad. Estamos en una zona despoblada, sin recursos, apenas hay partidas presupuestarias, así que cualquier cosa que llega a aquel sitio es por iniciativa de la gente del lugar. La experiencia resultó maravillosa, fue como trabajar con diamantes en bruto. Los peques lo disfrutaron mucho y la acogida de la gente de los valles del Trubia fue impresionante. Por otro lado, hemos traducido la obra a lengua de signos, para hacerla llegar a las personas sordomudas.

“Lo novedoso de ‘Mordiendo la verdad’ no es el discurso, porque creo que se ha superado. Lo que falta es integrarlo con la gente, como digo yo, bajarlo al cuerpo, bajarlo a la experiencia particular, darnos cuenta de que es una verdad que nos atraviesa y nos esclaviza a todas”

Mordiendo la verdad, obra de teatro de Alba Gil Menés-En la obra de Mordiendo la verdad abordáis el tema de la violencia machista y dices que lo novedoso no es el discurso en sí, sino el hecho de hacer visible la violencia para que sea imposible negarla. ¿Cómo hacéis este proceso?
-Con mucha verdad. La obra funciona tan bien porque las tres personas que encabezamos la obra llevamos muchos años trabajando en asociaciones y colectivos de mujeres y hemos podido recoger muchas vivencias de mujeres diferentes, con distintos tipos de argumentos que hemos querido plasmar aquí. Lo novedoso no es el discurso porque creo que se ha superado, lo que falta es integrarlo con la gente, como digo yo, bajarlo al cuerpo, bajarlo a la experiencia particular, darnos cuenta de que es una verdad que nos atraviesa y nos esclaviza a todas. Nosotras nos exponemos tanto en la obra, la encarnamos de una forma tan cruda, que es imposible que no conectes con tu propia verdad. El relato tiene parte de biográfico y de ficción, amén de muchas biografías de mujeres que están aquí representadas, solo te digo que cuando lo tienes delante te atrapa. No puedes mirar a otro lado.

-¿Cuánto hay de personal y cuánto de ficción?
-Para que el mensaje sea digerible hay que utilizar ficción y humor en paralelo, sino sería tan duro que pasaría a ser insoportable. Hay mucho de autobiográfico. Por ejemplo, en el primer acto -en el que estoy yo al frente-, narro un poco la historia de mi padre -en realidad la de la figura paterna- que es una autoridad masculina a la que tienes miedo porque te lo impone. Y lo sorprendente es que nunca lo hemos identificado como miedo sino como respeto, como autoridad. Eso de que con el simple hecho de echarte una mirada estés con el temor de que en cualquier momento te puede caer una hostia… es muy fuerte. En mi caso mi padre nunca me pegó, pero sabía que su autoridad estaba construida desde la idea de que podía hacerlo y que nunca iba a ser penalizado por ello. No es normal que te peguen de pequeño, no podemos asumir eso. La parte más autobiográfica es cuando narro el recuerdo que tengo de la muerte de mi abuelo: tuvo un cáncer con metástasis durante cuatro años y a mí me pilló en mi etapa adolescente. Recuerdo la imagen de mi abuelo en la mesa del salón desde donde tenía la visión de la cocina y vigilaba todo lo que mi abuela hacía. Dependía totalmente de ella, le lavaba, le daba la comida, le ponía inyecciones, pero la tenía amargada porque era continuamente un ordeno y mando. Se sentía con esa autoridad y yo pensaba ¿cómo alguien que no puede moverse puede seguir transmitiendo miedo? Creo que esa imagen es muy común y colectiva. Recuerdo que al final de una representación una persona del público comentó que se sentía muy identificada con la propuesta narrativa de la obra. Contó que su abuelo tenía cáncer de garganta, llegó un momento donde no podía hablar y se hizo con una pizarra para comunicarse y poder seguir machacando a la abuela, que era quien le cuidaba. Toda esa violencia la hemos ido integrando las mujeres y hemos hecho de ella nuestra identidad.

“Que con el simple hecho de echarte una mirada estés con el temor de que en cualquier momento te puede caer una hostia… es muy fuerte. (…) Toda esa violencia la hemos ido integrando las mujeres y hemos hecho de ella nuestra identidad”

-¿Qué te supone interpretar esto sobre un escenario?
-Mucho trabajo actoral porque primero he tenido que atravesar todo ese dolor, catartizarlo un poco y luego alejarme de él lo suficiente como para poder ofrecerlo al público sin que me dé un infarto. Creo que los seres humanos en el fondo anhelamos la reconciliación, lo que no se nombra no existe, nos cuesta ver de frente la dureza y yo creo que la única manera de trascender o superar algo es conocerlo, hay que hablar de ello porque la realidad es que la violencia sigue operando.

Alba Gil Menés en una escena de "Mordiendo la verdad"
Alba Gil en una escena de «Mordiendo la verdad»

-¿De qué manera el humor es un trampolín hacia la conciencia social?
-Lo considero fundamental. Es muy necesario porque te permite no identificarte con lo que esta pasando. El humor es una puerta que abre un camino a mil posibilidades nuevas. Cuando tienes miedo no respiras y el humor es expansivo, te ensancha los pulmones, te permite relajarte. Es como decir: formamos parte de este legado violento, pero hay salida y, por tanto, esperanza.

-¿Siempre te gustó romper moldes?
-No es que me guste, es que creo que es lo que se me da bien. Hoy cuando iba en coche a la oficina pensaba que me gustaría hacer algo que fuera divertido, aunque solo fuera por disfrutar. Creo que cada uno tiene sus superpoderes y a mí la capacidad comunicativa ha sido una cosa que siempre me ha acompañado. Cuando te pones seria contigo misma, piensas qué puedes aportar y ves lo que puedes hacer, no te queda otra. Alguien tiene que ocupar este espacio. Espero jubilarme algún día de este lugar e irme a otro, que alguien me releve, pero sinceramente, creo que se me da bien y estoy cómoda.

“Este viaje hacia dentro me ha costado cuatro años de terapia con una profesional que me ayudó a trazar mis propias estrategias y herramientas para darme a mí la misma calidad e intensidad que proyecto hacia fuera”

-¿Tienes la misma facilidad para dialogar con la mujer que llevas dentro?
-No, por eso llevo varios años en terapia, es mi gran trabajo personal. En todo lo relacionado con el exterior tengo mucha soltura, pero lo que tiene que ver conmigo dentro, me cuesta más. De hecho, en la obra intento respetar esto. No escaparme. En el tercer acto se habla de ello: ¿dónde estás tú? ¿Qué pasa contigo? ¿Qué lugar ocupas y qué te apetece hacer? Este viaje hacia dentro me ha costado cuatro años de terapia con una profesional muy buena que me ayudó a trazar mis propias estrategias y herramientas para darme a mí la misma calidad e intensidad que proyecto hacia fuera.

-¿Utilizas la provocación como una forma de rebeldía? Pienso por ejemplo en los carteles de la obra…
-Fíjate que los carteles no los pensé desde la provocación… A mí, dentro de este collage creativo artístico empresarial, me parece muy importante el concepto de la belleza, de la estética, porque creo que es importante -al igual que el humor que hablábamos antes- para crear un espacio en el que apetezca estar. Para los carteles no pensé en la provocación, creo que va conmigo: voy al supermercado y me acompaña. Pensé más bien en la idea de la belleza por la belleza, en crear imágenes hermosas, potentes, que tuvieran peso y contenido en sí mismas.
No te negaré que durante mucho tiempo sí he utilizado la provocación como recurso, como elemento escandalizador, pero eso tiene que ver más con una etapa anterior mía. Ahora estoy más interesada en explorar lo provocativo de la intimidad, otro tipo de propuestas que no sea ¡hala, enseño una teta y soy transgresora!

‘Estoy más buena que Dios’ es un libro desafiante que no respeta ninguna regla; es una denuncia desde el yo más puro pidiendo sitio en un mundo donde no lo tengo y entonces lo cojo”

'Estoy más buena que Dios', libro de poema de Alba Gil Menés-Hablando de la belleza… El libro Estoy más buena que Dios, ¿de qué habla? ¿En qué llagas mete el dedo?
-Es un libro de poemas que escribí en 2016 en plena explosión de segunda adolescencia (digo segunda porque yo no pude vivir mucho la primera y esta llego tardía). Es un libro desafiante que no respeta ninguna regla; es una denuncia desde el yo más puro pidiendo sitio en un mundo donde no lo tengo y entonces lo cojo. Es una propuesta desafiante: soy mujer, joven, precaria, mido 1,48, no heterosexual, tengo un montón de identidades que no me dan ni prestigio ni lugar en esta sociedad, pero me da igual porque cojo mi espacio. Es algo muy desde la adolescencia, pero hecho de forma que no deja a nadie indiferente. Muchos me han comentado que les ha encantado leer tantas barbaridades juntas y otros me agradecen el haber dado voz a mucha gente que no la tiene. Son un conjunto de poemas brutales que suponen todo un desafío.

-Has dicho que lo que más te apasiona es cantar, ¿cómo terminaste haciendo teatro?
-De corazón soy cantante. Es más, en algún momento cuento con meterme en un estudio de grabación y componer algo potente. Creo que ha sido el teatro el que me ha elegido a mí (risas). Yo no he estudiado nada de arte dramático sino Historia del Arte, y luego Promoción de Igualdad de Género. Tenía facilidad para la comunicación, luego escribí esta obra, vi que resonaba, que la gente se emocionaba, y entonces pensé que este era mi lugar, que lo que hacía cumplía una función. Si yo hubiese elegido sería sin duda cantante.

-La música está muy presente en vuestras representaciones. ¿Qué importancia tiene como elemento de transmisión?
-Fundamental. Estamos trabajando en La vida láctea, una obra para bebés que trata sobre la lactancia materna y lleva incorporada música. Nos ayuda a crear un mundo superdelicado y sutil. Te abre otra vía de comunicación con la gente.
Tengo un dúo musical, “Con voz de mujer”, y actuamos a veces en residencias con un repertorio clásico. Y observamos cómo gente mayor que apenas controla, que tiene poca conexión con la vida, o hombres que son más retraídos, nos acompañan cantando. Es como si se les activase la energía y conectaran con la alegría, la ilusión, en definitiva, la vida. La música es muy poderosa, nos mete en otra dimensión.

Alba Gil Menés, fundadora de Palomica Lloca Producciones

-¿Qué hay debajo de la piel de Alba Gil Menés?
-Mucha ilusión y muchas ganas de hacer cosas. Además, me estoy encontrando a gente maravillosa que me está permitiendo hacer esto. Hay una historia personal de dolor, de haber caído, de haber tenido dudas, de miedo, pero también de haberme levantado. Una cosa que me ha marcado mucho en la vida es el miedo y las ganas de vencerlo. La mía es una historia de superación personal como la que hay detrás de mucha gente.

-Quién lo diría… porque lo que haces más bien parece un ejercicio de valentía…
-Ten en cuenta que lo que hay al otro lado del miedo es la temeridad. Creo que en mí conviven las dos partes. Sino tuviera este miedo y no fuera tan temeraria no me hubiera metido aquí, lo tengo claro.

-Eres dramaturga, actriz, empresaria, poeta, cantante… ¿cómo repartes el tiempo para alimentar a cada una de tus ‘vidas’?
-El tiempo lo saco porque todo eso lo he convertido en mi estilo de vida. Yo siempre he sido muy fiestera, me he cogido unas cogorzas que ni te imaginas. Y de repente, cuando empecé en el mundo empresarial mi ocio empezó a ser el ensayar. Como hacía algo que me apasionaba le dedicaba todo el tiempo del mundo. Me apetecía más estar ensayando, haciendo mi plan de empresa y produciendo que cualquier otra cosa, así que lo convertí en mi estilo de vida. Cuando tu ocio es crear una obra de teatro para bebes y lo disfrutas de principio a fin, no deseas estar en otro sitio. Además, yo trabajo con mis amigas, pasamos muchas horas juntas, así que no somos compañeras de trabajo, somos una familia.

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