Hacía más de quince años que Belmonte no tenía equipo y los vecinos tenían muchas ganas de fútbol. La prueba es que, cuando «los chavales» decidieron poner uno en marcha, el pueblo se volcó a tope: ayudas para las equipaciones, compra de bufandas y camisetas, afición llenando la grada en cada partido… Por el momento, quédense con este nombre: Club Deportivo Belmonte. El tiempo escribirá el resto de la historia.
La historia de este club comenzó a escribirse en un bar, tomando algo. Un par de amigos a los que les gustaba el fútbol y que jugaban en equipos de fuera comenzaron a soñar con crear un equipo de fútbol en Belmonte, en su casa. Posteriormente se creó un grupo de WhatsApp para tantear quién se animaría a participar. Charlas con los negocios locales para conseguir algo de dinero y toneladas de ilusión fue lo que Michel Rodríguez y Luis Arcadio Menéndez pusieron sobre la mesa para poner en marcha este sueño. «Había mucha gente de Belmonte a la que nos gustaba el fútbol y teníamos que jugar en equipos de fuera, cuando lo que queríamos era poder jugar todos juntos en un equipo propio -comenta Miguel Ángel, al que todos llaman Michel-. Vimos que la gente se animaba y decidimos tirar para adelante. La verdad es que supuso muchos quebraderos de cabeza, y todavía los supone, porque tenemos alrededor de treinta y ocho fichas y en cada partido, solo pueden jugar dieciséis. Todos somos amigos y te fastidia dejar a gente fuera». Luis Arcadio, otro de los fundadores del equipo refuerza lo que dice Michel: «Nosotros jugábamos en Avilés, junto con otro chico de Belmonte, en un equipo de la Liga de Empresas. Un día empezamos a pensar en crear nuestro propio equipo. Así comenzamos y mira ahora dónde estamos».
En un momento en el que los telediarios sacan a relucir las cantidades astronómicas que cobran algunos jugadores, es muy saludable volver a tomar tierra con la realidad de equipos pequeños como el de Belmonte.
De una forma sencilla y con la sinceridad por delante se puso en marcha el Club Deportivo Belmonte, con unas expectativas fácilmente superables: disfrutar, pasarlo bien, ganar algún partido y ver qué pasaba. Jugar sin presión fue la clave del éxito y lo que les permitió subir de categoría ese mismo año. «Empezamos bien y fuimos ganando -recuerda Michel-. La gente del pueblo nos animó mucho y ahí fue donde nos lo empezamos creer, al final solo perdimos cinco partidos en toda la liga. El partido de ascenso nos costó mucho ganarlo porque estábamos muy nerviosos. Cuando llegamos a Belmonte habían montado una gran fiesta y fue una ilusión que nunca habíamos vivido». El 2017 va a ser su segunda temporada, esta vez jugando ya en la Liga de Empresas.
En un momento en el que las noticias del mundo del fútbol nos asaltan en cada telediario y salen a relucir las cantidades astronómicas que cobran muchos jugadores y entrenadores, es más que saludable volver a tomar tierra con la realidad de los equipos pequeños en los que el esfuerzo es el jugador número 12 y la afición el 13. En el Club Deportivo Belmonte tres o cuatro jugadores hacen las veces de entrenador y, de paso, también preparan las alineaciones. «Esta es otra dificultad, -comenta Michel- todos los equipos llegan a Belmonte con su entrenador, su delegado… en el nuestro, el jugador que ese día no sale al campo hace las veces de delegado y estando en el campo decidimos a quién hay que cambiar y a quién no. En los entrenamientos hacemos lo que a nosotros nos parece que está bien y así vamos funcionando. Somos un grupo de amigos y entre todos sacamos el equipo adelante».
«No tenemos entrenador, somos un grupo de amigos y entre todos sacamos el equipo adelante»
Después de 15 años sin fútbol en Belmonte, la gente se ha volcado con el equipo. En cada partido las gradas se llenan de aficionados, muchos de ellos equipados con sus bufandas y camisetas. «Oyes a la gente hablar en el bar y parece que están hablando del Real Madrid» -dice Michel con una sonrisa-. Este jugador lleva tres meses lesionado y no cree que pueda volver a jugar, pero esto no le hará apartarse del equipo al que piensa seguir apoyando: «Haré de entrenador, de recogepelotas, de delegado, lo que ellos digan». Lo dicho: no hacen falta millones, hace falta ilusión. Pinche aquí para ver más reportajes de este concejo