Si bien la costa de El Franco es conocida por sus playas y rincones como Viavélez, su interior guarda atractivos menos transitados pero no por ello menos sugerentes. Para muestra, las cascadas de Penadecabras.
Según la mitología asturiana las hadas del agua llamadas xanas eligen para vivir parajes exuberantes dominados por el agua, fuentes, cascadas y arroyos de limpias aguas. A buen seguro que en el concejo de El Franco las hadas de las aguas encuentran atractivos muchos de los rincones que modelan los cursos de los ríos franquinos.
Sin duda, uno de los lugares más desconocidos y también más espectaculares del concejo de El Franco son las cascadas de Penadecabras. Para llegar hasta la pequeña aldea que da nombre a los saltos de agua hay que adentrarse en lo más profundo del municipio. El pueblo, de escasos habitantes, no es un lugar de paso y su acceso es a través de una carretera local, estrecha. El paraje donde se encuentra las cascadas es la prueba de que en el Occidente y a pocos kilómetros de las principales vías de comunicación todavía se conservan lugares puros, de frondosa vegetación y no alterados por el hombre.
El río Mazo o Bao, afluente del Porcía, es el origen de las cascadas que es posible encontrar cerca de este núcleo rural, y para acceder a esta caída de las aguas hay que iniciar ruta siguiendo un indicador existente a la entrada del pueblo de Penadecabras. El itinerario de apenas un kilómetro no está señalizado, así que lo mejor es llevar calzado adecuado y preguntar a alguno de los vecinos del lugar que con algunas indicaciones despejan las dudas «sigues el camino, y a tu izquierda encuentras un puente que atraviesa el arroyo Penedois, afluente del Mazo. Después tendrás que coger a la derecha, una pequeña senda entre pinos que lleva al arroyo del Cumio y enseguida encontrarás saltos de agua, puedes ver hasta cuatro cascadas». El esfuerzo merece la pena por el arrullador sonido del agua y la magia de este lugar, que cautiva a quien lo visita.
Además de crear bellos saltos de agua, los caudales del Mazo y el Porcía han alimentado una importante tradición molinera
De regreso, si se dispone de tiempo, y desandando el recorrido efectuado por la carretera FR-1 nos espera otro de los lugares que causan fascinación, el Santuario de La Braña. El origen de este se debe a una fuente a la cual se le atribuyen ciertos milagros realizados por la Virgen de La Braña. Cada 15 de agosto, romeros y peregrinos acuden hasta este lugar para disfrutar de la celebración que tiene lugar en la iglesia allí presente. La edificación data del año 1700 pero ha sido objeto de reparaciones en años posteriores. Y buena parte del mérito de que siga en pie reside en la asociación ‘El Brañal’ constituida por vecinos del pueblo ganadero de La Braña.
Además de crear bellos saltos de agua, los caudales del Mazo y el Porcía han alimentado una importante tradición molinera en el concejo franquino, y también de antiguas ferrerías, hoy desaparecidas en prácticamente todo el occidente. Es el caso de Boimouro, un caserío perteneciente a la parroquia de San Juan de Prendonés, que en el siglo XVIII funcionaba como ferrería y posteriormente en serrería para luego transformarse en molino harinero de trigo y maíz. Hoy día, en este enclave situado a tan solo seis kilómetros de La Caridad se conserva restaurada la casa de la ferrería y el canal que alimentaba al molino. Para llegar hasta él es posible hacerlo a través de la llamada senda verde del río Mazo (también conocida como ruta Boimouro). El recorrido, indicado tanto para ciclistas como para caminantes, se inicia en la aldea de Arancedo tras pasar el puente sobre el río Mazo y en apenas unos minutos conduce hasta el molino. La senda que pasa por un área recreativa continúa en dirección a Barreiras y luego a las proximidades de La Rebollada tras recorrer cinco kilómetros por paisajes de gran belleza natural, arrullados por el murmullo del Mazo.