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viernes 13, diciembre 2024

Severón, una marca de toda la vida

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Esta empresa naviega es una de las primeras en asentarse en el concejo y de las pocas cuyos inicios se remontan al siglo XIX. Severino Suárez es la cuarta generación al mando de un negocio familiar junto con su hermana Alexia. Su bisabuelo empezó con el negocio en 1898, de aquellas ofrecía comestibles y guarnicionería, además de tener diligencias con las que los emigrantes se desplazaban para embarcar. Su predecesor estaría satisfecho si pudiese ver cómo ha evolucionado su legado manteniendo el espíritu de una empresa familiar en la que destaca el trato humano.

Los comienzos de Casa Severón se encuentran en el barrio naviego de Buenavista, aunque ahora la empresa mantiene dos locales, uno en el polígono industrial de La Colorada y otro en una céntrica zona de la villa de Navia en los que suministra materiales para la construcción y productos de ferretería, jardinería y fontanería, entre otros.

En los inicios de la empresa, Severón tenía diligencias que los emigrantes utilizaban para llegar a los puertos de A Coruña y Gijón.

Para Severino no hay otro secreto que “trabajar duro, mantener la ilusión y atender bien al cliente para que vuelva. A veces se piensa que el empresario está para ganar dinero, pero aquí hacemos las cosas porque nos gusta hacerlas bien. A veces incluso pierdes dinero, pero no lo valoras por eso. Por ejemplo, si un cliente de toda la vida te pide que le lleves una caseta le das el servicio y no le cobras nada. Puede que te lleve toda una mañana, pero esa persona queda contenta y lo tienes para siempre. Eso al menos es lo que intentamos hacer”.


Odón Suárez

Odón Suárez en su etapa escolar
Odón Suárez en su etapa escolar / Foto cedida por Casa Severón

Al padre de Severino es fácil localizarlo en el establecimiento de La Colorada. Él y su mujer Candita no entienden la vida sin trabajar y por eso siguen participando de un negocio al que han dedicado toda su vida, aunque ahora son sus hijos los que asumen la dirección del mismo.

“A mí siempre me gustó trabajar, y lo hago con gusto. Con 16 años llevaba mercancía a Boal, comíamos allí y cuando bajaba iba parando en los pueblos y traía huevos, peras, manzanas…” explica este veterano empresario de 84 años. Con él retrocedemos en el tiempo.

-Su abuelo se llamaba Severino, pero todo el mundo le conocía como Severón.
-Sí, porque medía 1,96. Era un hombre muy fuerte, rubio y tenía un bigote grande. Estuvo en Cuba mientras todavía pertenecía a España, pero luego vino para Navia aunque él era de Luarca, de la zona de Belén de La Montaña. Se casó con mi abuela que era de Navelgas, tenían seis hijos y entre ellos mi padre que se llamaba como él, Severino Suárez González. Yo no llegué a conocer a mi abuelo porque murió con la gripe de 1917, de aquella la gente moría joven.

-¿Cómo fueron sus inicios?
-Fundó el negocio en el barrio de Buenavista donde compró un terreno y una casa. Allí tenía comestibles y también alojamiento, vendía caballos con todos los arreos para quienes tenían que viajar y tenía dos diligencias: una iba a Gijón y otra a La Coruña. En ellas iban los emigrantes que embarcaban para América, era como una agencia de viajes.
También se dedicó a parcerías, tenía vacas y bueyes, compraba tierras que luego alquilaba a ganaderos con los que iba a medias en lo que obtuviesen con la venta de las crías. Incluso iba a las ferias donde ponía puestos de comida.

Camión de Severón participando en un desfile festivo, s. XX
Camión de Severón participando en un desfile festivo, s. XX / Foto cedida por Casa Severón

-¿Quién se hizo cargo del negocio al morir su abuelo?
-Cuando falleció, sus hijos todavía eran pequeños, así que hicieron un consejo de familia. Al crecer, mi padre cogió las riendas y amplió la empresa, vendiendo abonos y material de construcción. Yo empecé a trabajar oficialmente con él al acabar los estudios, tenía 17 años, aunque ya había comenzado antes. Teníamos dos camiones pequeños de entre 5.000 y 6.000 kilos y andaba con uno de ellos cuando todavía no tenía el carnet. Repartíamos al pequeño comercio que había por los pueblos, nos pasaban una nota con el pedido y unos días hacíamos la línea de Navia a Ponticiella, y los domingos, Navia-Boal. Las carreteras eran estrechas y solo estabas pendiente del Alsa y sus horarios porque como el autobús era grande apenas había sitio al cruzarse. Tardaba cerca de diez horas en llegar a Oviedo y Gijón, llevaba todos los desmontables necesarios porque en el camino podías pinchar más de una vez.

-¿Cuál es el momento que recuerda de mayor dificultad?
-La época más dura fue cuando murió mi padre, él tenía 57 años y yo me tuve que hacer cargo de la empresa. El descanso llegó cuando me casé, Candita fue lo mejor que me pasó en la vida. Un apoyo fundamental porque tiró del negocio para adelante; yo repartía el material, pero lo principal es la economía y ahí estaba ella.

-¿Cómo era Navia en aquella época?
-Navia siempre fue una zona muy industrial, junto con Vegadeo eran las dos destacadas del occidente de Asturias porque aquí se cargaban muchos barcos con madera que venía de los montes de Barandón, Ponticiella, Valdedo… Lo que pasa es que Navia salió adelante gracias a la papelera, a Reny Picot y los astilleros, mientras que Vegadeo se quedó atrás. Las empresas grandes fueron las que nos dieron vida.

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