En Blimea, en 1975, decidieron recuperar los pimientos morrones rellenos de picadillo de carne o de bonito, y celebrar en torno a ellos una fiesta cada 8 de diciembre.
Aunque esta receta parece remontarse a tiempos inmemoriales, lo cierto es que no es un plato común en la Península, según se deduce de los recetarios antiguos. Así que lo que sucedió en la localidad en los años setenta, fue casi una invención culinaria de primer orden, habida cuenta de que hoy se ha convertido en una receta muy extendida en los hogares.
Los pimientos rellenos no sólo son una delicia que se deshace en la boca, sino que además constituyen una sorpresa envuelta en verde o rojo, puesto que uno no sabe qué se va a encontrar en el interior. El bonito y la carne se sustituyen por arroz, marisco, u otros pescados sustanciosos como el pixín, e incluso con aves como la codorniz. Las variantes son tantas y las formas de preparar el relleno tan diferentes, que se recomienda probar varios menús antes de dar un veredicto. La elección se presenta difícil: pimientos rojos o verdes; carne, pescado o marisco; relleno guisado o con sofrito; con arroz o verduras; preparado al horno o a la cazuela… Según indican los expertos de la zona:
“Normalmente el rojo se rellena de carne y el verde de bonito, porque el bonito suele dar un poco más de sabor y el pimiento verde es un poco más insípido”.Por esa razón, la Sociedad Cultural Virgen de las Nieves y el Ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio organizan un concurso gastronómico en el que se elige la mejor receta, en la que puntúan el sabor, la presentación y la originalidad.
Los restaurantes que participan en estas jornadas gastronómicas completan el menú con callos y con casadielles o fayuelos de postre, así que el comensal tiene asegurado un delicioso bocado.
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