La vista de la villa de Luarca desde un alto nunca defrauda, tampoco las panorámicas que ofrece la costa valdesana de escarpados acantilados o el interior donde reinan las brañas vaqueiras.
La villa de Luarca es el gancho que atrapa al visitante, un destino marinero del occiente asturiano bien conocido por sus casitas blancas arracimadas en la desembocadura del río Negro. El mayor centro administrativo y de servicios del municipio se ha ganado a pulso su fama de localidad que merece la pena visitar. Coqueta y conocedora de sus encantos, no duda a la hora de alardear de ellos. Y no son pocos. Cuenta con un puerto pesquero de mucha solera, de los que han hecho historia en la pesca de ballenas y que todavía alberga un importante movimiento. Unido a esto, los antiguos barrios de pescadores como La Pescadería o El Cambaral. En este último es posible conocer la historia de la villa a través de una serie de mosaicos cerámicos o sentarse en la conocida Mesa del Gremio de Mareantes y Navegantes, una legendaria mesa de piedra que compartían antiguamente los marineros cuando tenían que decidir si salían o no a la mar. A escasa distancia, a tan solo unos pocos metros de este rincón sorprende un cementerio con unas espectaculares vistas al mar, digno de atención turística. Aquí se ubica la tumba de Severo Ochoa, el científico luarqués Nobel de Medicina en 1959, que además cuenta con una exposición permanente en la villa.
En esta misma zona se hallan el Faro de Luarca y la ermita de la Atalaya, un conjunto de lo más visitado por su ubicación privilegiada. A lo que es posible visitar sin fecha de caducidad, hay que añadir momentos excepcionales que hacen brillar a la localidad, como las fiestas de Semana Santa. Luarca es uno de los puntos destacados en el panorama asturiano por su devoción y tradición secular. Así lo entienden y lo viven sus habitantes pero también las miles de personas que se acercan en estas fechas a honrar la imagen del Nazareno, la de San Juan o la de las vírgenes Dolorosa y Verónica. Sentidas y devotas las procesiones tienen también un importante contenido turístico, además de religioso.
Si la climatología lo permite, a partir de estas fechas se incrementa el turismo hacia la zona costera. Valdés cuenta con numerosas playas de interés y rincones tan relevantes como la Reserva de Barayo o Cabo Busto, algunos de los parajes más frecuentados. La belleza del litoral cantábrico asturiano tiene en este concejo uno de sus máximos exponentes, a lo que hay que sumar el interés ornitológico que despiertan ciertas rincones como la Poza de la Güera.
La espectacular ruta de las Hoces del Esva discurre a través de profundas gargantas excavadas por este curso fluvial.
Variada, así es la geografía del concejo de Valdés. El municipio que bebe de las aguas del Cantábrico y que posee algunas de las postales más espectaculares del litoral, con escarpados y altivos acantilados, es también tierra de pueblos de interior donde reina el silencio solo roto por el bramido de las ganaderías de montaña y el sonido de los cencerros. Es lo que tiene una extensa tierra de 352 kilómetros cuadrados, que además posee una importante tradición vaqueira. De hecho, es el concejo de Asturias con mayor número de brañas, más de cincuenta, y hasta el siglo XX el número de arrieros se mantenía elevado. La función de transportar mercancías desde la costa al interior se ha ido perdiendo, pero no así el recuerdo de sus tradiciones que todavía se rememoran en fiestas de gran relevancia. Ejemplo de ello, la boda que tiene lugar cada año en el Alto de Aristébano siguiendo el rito vaqueiro y que se ha convertido en una de las fiestas más importantes de la región.
La presencia de caudales como el río Negro o el Esva con su corte de afluentes, es otra de las señas de identidad de un concejo que ha crecido aprovechando las fértiles vegas. Trevías, Paredes, Brieves y muchos otros núcleos rurales unen su historia a la de las aguas cercanas, que además de procurar una huerta generosa también ofrecen el recurso de la pesca.
La variedad paisajística también se refleja en la gastronomía valdesana. Por eso a la mesa asisten tanto menús fundamentados en los mariscos y pescados del Cantábrico como los que dejan entrever la importancia ganadera de esta zona, con una carne roxa de primera, sin olvidar el cultivo de fabes que se dan bien en la zona y procuran los tradicionales potes de berzas y fabadas.
Otur se encuentra a tan solo seis kilómetros de Luarca y cuenta con acceso rodado hasta la misma playa, muy conocida entre los amantes del surf. La playa de Cueva, en la desembocadura del Esva, cuenta con un acceso a pié y otro en coche. La marea baja da la oportunidad de acceder a unas cuevas que están intercomunicadas.
Taurán es una pequeña ensenada de cantos rodados, segura para el baño y con buenas condiciones para el buceo y la pesca submarina. El acceso se realiza por un sendero que parte desde el pueblo de San Martín.