Cualquier momento es bueno para adentrarse en esta gran aventura que es el Camino de Santiago. En el concejo de Villaviciosa lo saben bien porque los peregrinos se han convertido en una estampa casi habitual en la vida diaria de los vecinos. No es una etapa más, hay cosas para no perderse.
Las flechas amarillas y las conchas de vieira son las compañeras inseparables del peregrino. Pintadas en el suelo, en paredes o sobre mojones de piedra van señalando el Camino. Aún así toca tomar decisiones, porque en el concejo se encuentra una de las grandes bifurcaciones, ¿seguir por el Camino del Norte o cambiar al Primitivo?
Aunque no se encuentra justamente en el Camino, Valdediós sí es un lugar emblemático que todo peregrino debería conocer
El Camino de Santiago entra en el concejo desde Colunga por Priesca, aldea famosa por albergar una de las joyas del prerrománico asturiano, la iglesia de San Salvador. Un rincón que inspira tranquilidad, la que aporta el ser testigo de más de mil años viendo pasar peregrinos. Este espacio casi mágico invita a hacer un alto en el Camino. La ruta continúa hasta la Vega, y llega a Sebrayo, donde además de admirar el templo románico de Santa María de Sebrayo encontramos un albergue de peregrinos de titularidad municipal con capacidad para catorce personas. El trayecto sigue hasta La Cuesta, desciende hasta la Fuente de Los Peregrinos y después de atravesar varias aldeas nos conduce hasta Villaviciosa. Un recorrido urbano perfectamente señalizado con las típicas conchas de vieira que nos lleva a conocer varios enclaves emblemáticos como Santa María de la Oliva, templo del siglo XIII de importante valor arquitectónico por su estilo progótico. Enfrente, donde hoy están las antiguas escuelas, existió un hospital que albergó a pobres y peregrinos según recoge un manuscrito del siglo XVIII que habla también del trasiego de caminantes extranjeros en este concejo.
Salimos de la villa con dirección a Amandi donde nos espera la Iglesia de San Juan, uno de los templos románicos más representativos de la región. Continuamos hasta La Parra y llegamos a Casquita. Allí, al lado de la capilla de San Blas se encuentra la bifurcación del Camino Primitivo hacia Oviedo o el de la Costa, hacia Gijón. Los que deciden ir por el primer itinerario continuarán hasta Camoca, La Riega, San Pedro de Ambás y Arbazal para desde allí subir al Alto de la Campa que nos regalará una maravillosa panorámica del valle de Sariego.
Si se prefiere la opción del Camino de la Costa continuamos recto y atravesamos el río Valdediós hasta Grases de Arriba, Niévares, lugar donde empieza una fuerte subida hasta el Alto de la Cruz, el tramo más duro de toda la etapa que luego descenderá hacia el valle de Pión donde cruzamos el río España y ascendemos al alto de Curviellu. A partir de aquí todo el trayecto es de descenso hacia el concejo de Gijón que poco a poco se va vislumbrando.
Paradas imprescindibles
Aunque no se encuentra justamente en el Camino, Valdediós sí es un lugar emblemático que todo peregrino debería conocer. Nos referimos al monasterio de Santa María de Valdediós y la iglesia de San Salvador.
Los peregrinos que deciden en Casquita continuar por el camino interior hacia Oviedo han de tomar la desviación que hay en Ambás hacia el valle de Valdediós, donde se encuentra este monasterio de origen románico pero con añadidos renacentistas y barrocos. Al lado se levanta el maravilloso templo prerrománico de San Salvador, conocido como El Conventín, consagrado en el siglo IX. El espacio arquitectónico que hoy contemplamos en su día era más grande, ya que incluía la villa palaciega del rey Alfonso III, un complejo muy frecuentado por el monarca donde pasaba largas temporadas de descanso. En este lugar hoy encontramos una Hospedería, un albergue de peregrinos y un bazar atendidos por las monjas Carmelitas Samaritanas. Este conjunto de gran belleza está considerado un hito dentro del camino jacobeo.
Pocos peregrinos reparan a lo largo del Camino en la naturaleza con la que se van cruzando. No nos referimos a esa foto de postal o ese selfie que inmortaliza que hemos estado ahí. Hablamos de la fauna y flora típica endémica de cada lugar. En este concejo, el Camino de Santiago bordea y atisba la ría de Villaviciosa, una de las joyas de la naturaleza asturiana que merecen una visita. En este Espacio Natural Protegido se encuentran playas, dunas, un estuario, acantilados y la rasa costera, una heterogeneidad que permite la vida de una gran variedad de especies vegetales de importante relevancia botánica y una fauna variada, haciendo de este un lugar de paso e invernada de poblaciones europeas de aves acuáticas. Este espectáculo está en actividad todo el año y se puede disfrutar en los distintos observatorios de aves, algunos muy bien equipados como el de Cierrón, que se puede visitar. Mejor ir con prismáticos para no perder ningún detalle.
Muchos desconocen que Villaviciosa llegó a producir el azabache de mejor calidad de todo el país. Los peregrinos a la vuelta de Compostela además de la típica concha de vieira, adquirían un sencillo recuerdo de azabache. Estos millones de piezas que se vendieron durante más de cuatrocientos años en Santiago, fueron realizados por artesanos de Villaviciosa como demuestran escritos de la época. Aquí, los mineros trabajaban en verano en las pequeñas explotaciones de mineral y los artesanos lo hacían en invierno cuando disminuían las labores agrícolas y ganaderas. En la labor de pulido de las piezas participaba toda la familia, había trabajo para todos. Cuando decayó el peregrinaje, la talla del azabache se fue centrando más en los adornos y la joyería pero los secretos de la profesión se siguieron transmitiendo de padres a hijos.
Como antaño, los peregrinos pueden adquirir en Villaviciosa hermosas piezas de azabache a buen precio y también admirar el trabajo de los artesanos maliayos, pero además pueden hacer la Ruta del Azabache que parte de Tazones y finaliza a la entrada de una antigua mina de azabache en la zona de “Les Mariñes”, en el pueblo de Olés. Todo un viaje en el tiempo.
Estás en la capital manzanera de España así que después de dar un paseo por el casco antiguo de la villa, toca reponer fuerzas en alguno de sus muchos restaurantes, mesones o sidrerías. Además de degustar un buen plato de fabes de la tierra, un excelente marisco o pescado fresco recién traído del puerto de Tazones, puedes disfrutar de la mejor sidra. Si quieres ir más allá y empaparte de esta cultura sidrera nada mejor que hacer una visita guiada a cualquiera de sus famosos llagares que incluye degustación de su producto estrella. ¡Que no se diga!